Hipocresía europea... a propósito de Ucrania




Jordi Córdoba


Parece más que evidente que la ecuanimidad en la valoración de los conflictos y las guerras en todo el mundo no es la mejor virtud de parte de la «comunidad internacional», incluida la Unión Europea (UE), que la aplica de forma muy distinta en función de quién es el agresor y quién es el agredido en cada caso, con escasas y dignas excepciones. Para valorar esta falta de ecuanimidad, podemos plantearnos algunas preguntas sencillas.

En primer lugar, ¿en qué casos debemos ser especialmente solidarios con los refugiados que huyen de los conflictos militares o de la pobreza extrema? Realmente es digno de admiración como se está tratando, en general, a los ucranianos en la mayoría de países de la UE. ¿Pero, no deberíamos serlo igualmente con los hombres, mujeres y niños que, por distintos motivos, huyen de Yemen, de Siria, del Magreb o del África subsahariana? [1].

En segundo lugar, está claro que debemos apoyar la lucha de cualquier país contra una agresión exterior y su derecho a defenderse. Ahora bien, ¿eso debe implicar el envío de armas? ¿Deberíamos proporcionar armamento a los palestinos, los saharauis, los yemeníes o los kurdos, que sufren también graves agresiones? ¿Lo tuvimos que haber hecho también con los iraquíes cuando fueron brutalmente bombardeados por las tropas estadounidenses y británicas, que destruyeron el país y desaparecieron cientos de millas de muertos? ¿Alguien se imagina a España o Alemania, por ejemplo, enviando armas pesadas a la resistencia iraquí para luchar contra «nuestros propios aliados» de la OTAN? Lo cierto es que el envío de armamento a menudo sólo sirve para alargar los conflictos e incrementar el número de víctimas,

En tercer lugar, ¿en qué casos debemos penalizar a los países agresores? Parece lógico que ahora mismo se estén aplicando sanciones contra el régimen ruso. Pero no parece tan justo que se esté “castigando” a los artistas y deportistas, a menos que alguno de ellos haya apoyado limpiamente la invasión. Es discutible también que desde la UE se pretende acabar prohibiendo totalmente la compra de gas ruso procedente de los gasoductos actuales, si la alternativa son cientos de barcos cargados con gas licuado procedente de Estados Unidos (EE.UU.), obtenidos en buena parte mediante el sistema de fracturación hidráulica (fracking), mucho más caro y con un transporte indudablemente más contaminante que el que llega a través de los gasoductos. Pero, además, si intentamos hacer memoria y recordar las sanciones aplicadas durante las últimas décadas cuando los agresores han sido EE.UU. y sus más estrechos aliados, Israel entre ellos, seguramente no encontraremos apenas ninguno. Con la excepción quizás de la campaña insuficiente de “Boicot, Desinversión y Sanciones” contra el estado hebreo (BDS), que muchas entidades practican desde hace años, a pesar del criterio hostil de la mayoría de gobiernos occidentales, la fuerte oposición del lobby millonario judío internacional y la habitual acusación de antisemitismo contra los promotores del boicot.

En cuarto lugar, es de justicia investigar todos los crímenes de guerra cometidos en el actual conflicto, tanto de las tropas rusas como de las ucranianas [2], estos últimos especialmente en el Donbass, aunque, en su día desde occidente el propio Toni Blair justifica una actuación similar de las tropas rusas en Chechenia en 2001, bajo la presidencia de Boris Yeltsin, propone paralelismos entre aquel conflicto y la “guerra contra el terrorismo” de Occidente [3]. Pero, ¿qué casos encontraremos en las últimas décadas en que se haya perseguido a gobernantes, altos funcionarios o mandos militares de los países occidentales en los tribunales penales internacionales? Ninguno o apenas ninguno. Podemos recordar, por ejemplo, como el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia se negó a abrir ninguna investigación sobre los bombardeos de la OTAN en Serbia y en Montenegro en 1999, encausando exclusivamente a más de un centenar de políticos o militares serbios, una trentena de croatas y algunos presuntos criminales de guerra bosniacos, albaneses, montenegrinos y macedonios [4].

La Corte Penal Internacional no vio tampoco suficientes argumentos para procesar a responsable alguno de los crímenes de guerra cometidos por las tropas británicas en Irak entre 2003 y 2011, ampliamente documentados por Amnistía Internacional, según la cual los soldados del Reino Unido abrieron fuego y mataron a civiles iraquíes en circunstancias en las que aparentemente no había una amenaza inminente para ellos u otras personas [5]. Tampoco investigó los crímenes de las tropas australianas en Afganistán, especialmente entre 2012 y 2013, a menudo “rituales de iniciación” para los nuevos soldados [6]. En una investigación interna del ejército australiano se descubrió que al menos fueron asesinados 39 los civiles afganos por parte de tropas de las fuerzas especiales, entre ellos prisioneros indefensos, unos hechos sin duda constitutivos de crímenes de guerra [7]. Lo mismo podemos decir de la no investigación por parte de la Corte Penal Internacional sobre la implicación de las tropas holandesas en un ataque aéreo en 2015 en Irak, como consecuencia del cual muertes de civiles, entre ellos niños [8].

Evidentemente, los crímenes de guerra de las tropas estadounidenses en Irak o Afganistán ocuparon un lugar destacado en el campo occidental , ya que su implicación en estas guerras ha sido mucho mayor, claramente por encima de sus aliados. En el summum de la hipocresía, el periodista y activista australiano Julian Assange, que denunció algunos de ellos desde su plataforma WikyLeaks, está encarcelado en una prisión de alta seguridad en Londres, después de ser detenido hace más de tres años y trás otros siete refugiados en la embajada de Ecuador en Londres, un proceso en el que la actuación de la justicia sueca y británica han sido decisivos. Es evidente que es necesario toda la contundencia posible contra aquellos crímenes, sean del bando que sean, pero hoy por hoy no podemos sino mostrar un considerable escepticismo sobre una «justicia universal» que no ha condenado a nadie por delitos criminales del bando «occidental» desde la Segunda Guerra Mundial, mucho más por las presiones e incluso amenazas de algunos de los estados que no forman parte del Tribunal Penal Internacional,

En quinto lugar, hemos de tener en cuenta que, mientras en Ucrania el 95% o más de la información que nos llega procede de la parte agredida (los medios del propio país y sus aliados), en Afganistán o Irak el 95% o más de las noticias lo era de la parte agresora (EE.UU. y aliados), lo cual, como es lógico, influye tanto en la opinión pública como en los tribunales. Por poner un ejemplo, mientras Amnistía Internacional advierte sobre las graves vulnerabilidades a los derechos humanos por parte de Arabia Saudita, tanto a nivel interno como en la vecina Yemen, se desvía a otras zonas de conflicto el centro de atención y la Unión Europea puede mantener , sin demasiados problemas, relaciones económicas y comerciales de primer orden con los saudíes, incluyendo la venta de todo tipo de armamento [9]. La falta de información sobre este último conflicto es otra muestra evidente de la falta de ecuanimidad occidental.

En sexto lugar, se afirma, con toda razón, que en pleno siglo XXI es inadmisible que se intenten modificar las fronteras a través de las armas, una afirmación absolutamente razonable. Sin embargo y, con una dosis considerable de hipocresía, se olvida como en Yugoslavia y con una destacada intervención de la OTAN, entre 1991 y 2001 se modificaron totalmente las fronteras mediante diversas guerras que provocaron unos 140.000 muertos y unos 4.000.000 desplazados. La antigua República Federal Yugoslava fue dividida en siete nuevos (Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia del Norte, Montenegro, Serbia, y finalmente Kosovo), que muy pronto fueron reconocidos por la comunidad internacional, con la excepción de este último, solo parcialmente reconocido.

Aun en séptimo lugar, y haya sido por la vía militar o por la vía pacífica, en las tres últimas décadas, el reconocimiento de nuevos estados independientes por parte de la UE se ha limitado casi exclusivamente a potenciales aliados del OTAN: los seis o siete ya mencionó de la antigua Yugoslavia, los dos de la antigua Checoslovaquia (Chequia y Eslovaquia) y los quince de la antigua Unión Soviética (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán, además de Rusia, que se considera heredera legal de la antigua URSS). Mientras tanto, no parece probable que la mayoría de los países de la UE reconozcan la independencia unilateral de Palestina, la República Saharaui o el Kurdistán. Finalmente, pero también relacionado con lo anterior, también podemos preguntarnos por qué treinta años después de la caída del muro de Berlín y de la reunificación alemana, ¿el muro de Belfast sigue en pie y la reunificación irlandesa todavía está tan lejos? La respuesta más realista puede ser que tanto el Reino Unido como Irlanda son países aliados y occidentales y la hipotética reunificación no debilitaría a ningún país adversario ni enemigo.

Finalmente, y en octavo lugar, podemos afirmar que se manipula de una manera clara el enfrentamiento entre “democracias” y “autocracias”, olvidando que los países occidentales comparten con Rusia y China una ideología hipercapitalista desenfrenada y un sistema jurídico, fiscal y político cada vez más favorable a las grandes fortunas [10]. De hecho, una publicación británica de evidente tendencia neoliberal como The Economist, en un estudio hecho público a principios de febrero de este año, apenas un mes antes de empezar la guerra, pensará en Ucrania como un “régimen híbrido”, un medio camino entre los regímenes democráticos y los autoritarios, y lo situaba en el puesto 87 en el ranking mundial sobre democracia global, de un total de 167 estados analizados, con la Federación Rusa en el puesto 124 [11].



Notas:

1. "Ahora, hablemos de paz", Jeremy Corbin, Counterpunch, 27.04.22:  https://www.counterpunch.org/2022/04/27/now-let-us-talk-peace/

2. El video parece mostrar el asesinato de un soldado ruso cautivo, BBC.com, 04.07.22: https://www.bbc.com/news/61025388

3. "La agresión de Putin deja claro el caso para un movimiento contra la guerra", Owen Jones, The Guardian, 03.02.22: https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/mar/02/putin-aggression-anti -movimiento-de-guerra-ucrania

4. La desintegración de Yugoslavia, Carlos Taibo, Los libros de la catarata, 2018, Consultado 06.08.22: https://www.catarata.org/libro/la-desintegracion-de-yugoslavia_44947/

5. Informe de Amnistía sobre Irak, Amnistía Internacional, 2014, Consultado 06.08.22: http://www.amnesty.org/en/library/asset/MDE14/007/2004/en/8156d0d6-d5ff-11dd-bb24- 1fb85fe8fa05/mde140072004en.html

6. "Australia revela el asesinato de 39 civiles afganos a manos de sus tropas", Agencias, La Vanguardia, 19.11.20, Consultado 08.06.22: https://www.lavanguardia.com/internacional/20201119/49541894700/ australia-asesinato-civiles-afganos-soldados.html

7. "L'armée australienne admet que ses troupes ont exécuté des civils en Afganistán", France24, 19.11.20: https://www.france24.com/fr/asie-pacifique/20201119-l-arm%C3%A9e -australienne-admet-que-ses-troupes-ont-ex%C3%A9cut%C3%A9-des-civils-en-afganistán

8. "Holanda reconoce haber ocultado un ataqué aéreo contra civiles en Irak", La Vanguardia, 11.04.19, Consultado 06.08.22: https://www.lavanguardia.com/internacional/20191104/471374488733/holanda-reconoce- ocultado-ataque-aereo-civiles-irak.html

9. Informe de Amnistía Internacional 2021-2022: https://www.amnesty.org/en/latest/research/2022/03/annual-report-202122/

10. "Sanctionner les oligarques, pas les peuples", Thomas Piketty, Le Monde, 15.03.22: https://www.lemonde.fr/blog/piketty/2022/02/15/sanctionner-les-oligarques-pas- les-peuples/

11. "Un nuevo mínimo para la democracia global", The Economist, 09.02.22: https://www.economist.com/graphic-detail/2022/02/09/a-new-low-for-global-democracy



* Publicado en Rebelión, 24.06.22.

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