¿Están los economistas sesgados ideológicamente?

Margaret Thatcher y Ronald Reagan... junto a Pinochet, conformaron el frente político neoliberal en los 80 del siglo pasado.


A los economistas les gusta pensar que son inmunes a la influencia ideológica. Una nueva investigación muestra lo contrario.




La economía dominante (neoclásica) siempre ha puesto un fuerte énfasis en la concepción positivista de la disciplina, caracterizando a los economistas y sus puntos de vista como objetivos, imparciales y no ideológicos. Esto sigue siendo cierto hoy en día, incluso después de que la crisis económica de 2008 expuso la disciplina a críticas por falta de debate abierto, intolerancia al pluralismo y pedagogía estrecha[1]. Incluso los académicos de la corriente principal que no se niegan descaradamente a reconocer las deficiencias de la profesión todavía se resisten a identificar el sesgo ideológico como uno de los principales culpables. A menudo favorecen otras explicaciones “micro”, como los incentivos individuales relacionados con el poder académico, el avance profesional y las redes personales y editoriales. Los economistas de diferentes tradiciones no están de acuerdo con este diagnóstico, pero sus afirmaciones han sido en gran parte ignoradas y el debate suprimido.

Reconocer que la ideología reside cómodamente en nuestros departamentos de economía tendría enormes implicaciones intelectuales, tanto teóricas como prácticas. A pesar (¿o por qué?) De eso, el asunto nunca ha sido sometido directamente a un escrutinio empírico. En un estudio reciente, hacemos precisamente eso. Utilizando una conocida técnica experimental de "engaño" incluida en una encuesta en línea que involucra a poco más de 2400 economistas de 19 países, atribuimos ficticiamente la fuente de 15 citas a economistas famosos de diferentes inclinaciones. En otras palabras, todos los participantes recibieron declaraciones idénticas para estar de acuerdo o en desacuerdo, pero la atribución de la fuente se cambió al azar sin el conocimiento de los participantes.. El experimento proporciona una clara evidencia de que el sesgo ideológico influye fuertemente en las ideas y juicios de los economistas. Más específicamente, encontramos que cambiar las atribuciones de las fuentes de las cifras convencionales a las menos convencionales reduce significativamente el acuerdo informado de los encuestados con las declaraciones. Curiosamente, esto contradice la imagen que los economistas tienen de sí mismos, ya que el 82% de los participantes informaron que al evaluar una declaración solo se debe prestar atención a su contenido y no a las opiniones de su autor.

Además, encontramos que nuestro sesgo ideológico estimado varía significativamente según las características personales de los economistas de nuestra muestra. Por ejemplo, la orientación política informada por los economistas influye fuertemente en su sesgo ideológico, y el sesgo estimado aumenta a medida que las opiniones políticas de los encuestados se mueven hacia la derecha. El sesgo estimado también es más fuerte entre los economistas convencionales que entre los heterodoxos, y los macroeconomistas muestran el sesgo más fuerte. Los hombres también muestran más prejuicios que las mujeres. Las diferencias geográficas también juegan un papel importante, con menos sesgos entre los economistas de África, América del Sur y países mediterráneos como Italia, Portugal y España. Además, los economistas con títulos universitarios en economía o negocios / administración tienden a mostrar sesgos ideológicos más fuertes.

Damos más detalles sobre nuestra metodología y hallazgos en las siguientes secciones, pero primero anticipemos algunas de las conclusiones e implicaciones. Teóricamente, las implicaciones son perturbadoras para la metodología positivista que domina la economía neoclásica. Como sugiere Boland (1991), "[la economía positiva] es ahora tan omnipresente que todos los puntos de vista en competencia han sido virtualmente eclipsados". Sin embargo, la fuerte influencia del sesgo ideológico en las opiniones de los economistas que es evidente en nuestros resultados empíricos no puede conciliarse con ella.

Prácticamente, nuestros resultados implican que es crucial adoptar cambios en la profesión que protejan el discurso académico, así como a los consumidores de las ideas económicas, de los impactos dañinos del sesgo ideológico. De hecho, existe una creciente evidencia que sugiere que los juicios de valor y la orientación política de los economistas afectan no solo la investigación (Jelveh et al., 2018; Saint-Paul, 2018), sino también las redes de citas (Önder y Terviö, 2015), la contratación de profesores (Terviö, 2011) , así como las posiciones de los economistas sobre cuestiones positivas y normativas relacionadas con las políticas públicas (por ejemplo, Beyer y Pühringer, 2019; Fuchs, Krueger y Poterba, 1998; Mayer, 2001; van Dalen, 2019; Van Gunten, Martin y Teplitskiy, 2016). Por lo tanto, no es muy difícil imaginar que el sesgo ideológico podría desempeñar un papel importante en la supresión de la pluralidad, el estrechamiento de la pedagogía y la delimitación de parámetros de investigación sesgados en economía.

Un paso importante que ayuda a identificar los cambios apropiados necesarios para minimizar la influencia de los sesgos ideológicos es comprender sus raíces.

Como sostienen destacados científicos sociales (por ejemplo, Althusser, 1976Foucault, 1969Popper, 1955Thompson, 1997), la principal fuente de sesgo ideológico se basa en el conocimiento, influenciado por las instituciones que producen los discursos. La corriente principal de la economía, como la institución dominante y más influyente en la economía, propaga y da forma a las opiniones ideológicas entre los economistas a través de diferentes canales.

La educación económica, a través de la cual los discursos económicos se difunden a estudiantes y futuros economistas, es uno de estos canales importantes. Afecta la forma en que los estudiantes procesan la información, identifican problemas y abordan estos problemas en su investigación. No es de extrañar que esta formación también pueda afectar las políticas que favorecen y las ideologías a las que se adhieren. De hecho, ya existe una fuerte evidencia de que, en comparación con otras disciplinas, los estudiantes de economía se destacan en términos de puntos de vista asociados con la codicia, la corrupción, el egoísmo y la voluntad de aprovecharse (por ejemplo, Frank y Schulze, 2000Frank et al., 1993 y 1996Frey et al., 1993Marwell y Ames, 1981Rubinstein, 2006Want et al., 2012)[2].

Otro canal importante a través del cual la economía dominante da forma a los puntos de vista ideológicos entre los economistas es dando forma a las estructuras y normas sociales en la profesión. Si bien las estructuras y normas sociales existen en todas las disciplinas académicas, la economía parece sobresalir en al menos varios aspectos, lo que resulta en la centralización del poder y la creación de mecanismos de incentivo para la investigación, que a su vez obstaculizan la pluralidad, fomentan la conformidad y la adhesión a las puntos de vista dominantes (ideológicos).

Nuestra propia exposición a diferentes partes de esta estructura social mientras trabajamos en este proyecto ha sido de hecho una experiencia desagradable pero reveladora, y un testimonio de los prejuicios dominantes en la disciplina que impiden fuertemente el pensamiento crítico, las nuevas perspectivas y la pluralidad. Nos han amenazado, acusado e insultado simplemente por hacer una pregunta importante y legítima. También hemos tenido experiencia de primera mano con las cinco principales revistas de economía y el esfuerzo de algunos de sus editores (asociados) de sus fuertes puntos de vista prejuiciosos, que a menudo se disfraza bajo el velo de la “naturaleza inevitablemente subjetiva del proceso de toma de decisiones de los editores , ”Que se apoya en el poder absoluto e irresponsable que está a su disposición. En algunos casos, la decisión con respecto a nuestra presentación careció descaradamente de profesionalismo y respeto por la pluralidad de opiniones.

Nuestro mundo de hoy se caracteriza por cuestiones críticas sobre las que la economía tiene mucho que decir, como la desigualdad, la austeridad, el futuro del trabajo y el cambio climático. Sin embargo, confiar en un discurso dominante que ignora o aísla puntos de vista alternativos hará que la profesión económica esté mal equipada para entablar conversaciones equilibradas sobre estos temas. Esto también hace que los consumidores de ideas económicas se muestren escépticos sobre los economistas y las opiniones y políticas que defienden. Creemos que abordar el tema del sesgo ideológico en la economía requiere primero que los economistas descubran sus propios sesgos. La negación persistente de estos sesgos será más dañina que ser consciente de su presencia e influencia, incluso si los economistas de la corriente principal no cambian necesariamente sus puntos de vista. Además, la profesión económica debe tener una introspección profunda y un debate real y abierto sobre los factores que sustentan estos prejuicios, incluida la formación económica y las estructuras sociales dentro de la disciplina que centralizan el poder, fomentan el pensamiento grupal y la conformidad, amortiguan el pensamiento innovador y la creatividad, y obstaculizan la pluralidad.

***

Es difícil imaginar que las reacciones sesgadas que encontramos en nuestro estudio solo surjan en un entorno de bajo riesgo, como nuestro experimento, sin extenderse a otras áreas de la vida académica. Después de todo, como comentamos al principio, ya existe una creciente evidencia que sugiere que las inclinaciones políticas y los valores personales de los economistas influyen en diferentes aspectos de su vida académica. Tampoco es muy difícil imaginar que tales sesgos ideológicos impiden el compromiso de los economistas con puntos de vista alternativos, restringen la pedagogía y delimitan parámetros de investigación sesgados. Creemos que reconocer sus propios sesgos, especialmente cuando existe evidencia que sugiere que podrían operar a través de modos implícitos o inconscientes, es el primer paso para los economistas que se esfuerzan por ser objetivos y libres de ideologías. Esto también es consistente con el estándar al que se adhieren la mayoría de los economistas de nuestro estudio. Para hacernos eco de las palabras de Alice Rivlin en su discurso presidencial de la Asociación Económica Estadounidense de 1987, "los economistas deben ser más cuidadosos para resolver, para nosotros y para los demás, lo que realmente sabemos de nuestros prejuicios ideológicos".


NOTAS:

[1] Varios académicos han resaltado la conexión entre los puntos de vista ideológicos y la falta de pluralidad en la economía y el fracaso de la profesión para predecir la crisis de 2008, o incluso para tener una explicación retrospectiva honesta y profunda que ayudaría a desarrollar una contraposición responsable. medidas contra crisis futuras (por ejemplo, Barry, 2017; Cassidy, 2009; Dow, 2012; Freeman, 2010; Heise, 2016; Lawson, 2009; Stilwell, 2019). También hay quienes creen que la crisis de 2008 no fue predecible, pero culpan a la profesión, como Colander (2010) dice, “por no desarrollar y analizar modelos que, al menos, tenían la posibilidad de que ocurriera tal falla” (por ejemplo, Cabalerro, 2010; Colander et al., 2013 ).

[2] Incluso si esta relación no es estrictamente casual, sugiere que existe algo en la educación económica que conduce a una autoselección desproporcionada de estos estudiantes en economía.



* Selección del artículo publicado en Evonomics, 20.09.19.

La "sanación" en tiempos neoliberales




Se podrá decir, con toda razón, que no se puede generalizar respecto al coaching. A pesar de que más de alguien podría criticar la simpleza de su enfoque o que es una especie de psicologismo místico donde caben gurúes, pastores, terapeutas, motivadores y gente positiva en general, esta técnica puede efectivamente cumplir un provechoso rol. Si alguien se gana la vida honradamente con ese trabajo y otro paga gustoso porque siente que le sirve, ¿quiénes somos para juzgar?

Sin embargo, eso no implica dejar de llamar la atención sobre una idea fuerza que subyace a dicha práctica: el contexto no existe y/o es irrelevante para un proceso esencialmente individual e interior. De forma explícita o implícita, se asume un evidente imposible de la vida humana: no hay relaciones ni estructuras sociales, tampoco cultura, ni orden político o sistema económico. Sólo tú eres lo importante. Todo estaría en tu interior. Tanto lo que te impide ser feliz y exitoso; como las potencialidades que, de ser desarrolladas, lograrán que seas efectivamente feliz y exitoso.

Por eso se podría decir que el coaching es puro voluntarismo, falta de conocimiento sobre las dinámicas socioculturales reales o una poco elegante finta a dichas inexorables realidades. Condiciones que cualquier estudiante de primer semestre de antropología o sociología sabe que son fundamentales para entender la vida social. Cuestiones colectivas de las que, aunque los individualistas radicales no lo crean, ni siquiera escapa la vida individual.

En tiempos neoliberales esa manera de concebir a las personas y buscar su desarrollo interior para permitirles su progreso o éxito exterior, es una versión edulcorada del llamado “individualismo metodológico”. Esta perspectiva neoclásica o neoliberal, asume una sociedad atomizada a su mínima expresión: el individuo. Pues, si en realidad la sociedad no existe, como decía Margaret Thatcher rebosando de extremismo neoliberal, los individuos serían la verdadera esencia de la especie. Lo único verdadero y, por ende, lo único a tener en cuenta.

Entonces, volviendo al coaching, se le puede hacer la crítica de asumir desprevenidamente un punto de vista político derechista, reproduciéndolo en sus prácticas y discurso. En segundo lugar, asume una vida social que nunca ha existido ni existirá: humanos fuera de contexto. Para luego, en tercer lugar, reproducir el individualismo: tú eres lo más importante y el mundo se significa y vive desde cada uno. Esta visión niega la posibilidad de que el mundo se solucione colectivamente: cada cual se adapta a él y en relación a esa capacidad logra la felicidad o, lo que ha llegado a ser lo mismo, el éxito. Siempre bajo condiciones —sociales, políticas, económicas, culturales, etc.— inexorables o que se invisibilizan.

Por lo que más allá de la buena fe de no pocos coach, su práctica da lugar a una legitimación, naturalización y reproducción del individualismo derechista, de la atomización social y de la despolitización.[1]

Por otro lado, una segunda crítica al coaching va mucho más allá de errores o simplezas. Tiene que ver con una ética que pone por delante los intereses del propio coach y de su mandante, por sobre los de las personas a quienes se les aplica la técnica. Nos referimos principalmente a las consultorías contratadas por empresas para sus “colaboradores”.

En este caso, el coaching puede llegar ser un excelente aliado de la alienación y la explotación, al intentar convencer a los trabajadores de que cuestiones socioculturales, económicas y políticas, en realidad son problemas individuales. Más allá de las condiciones que te tocaron vivir, como todo está en tu interior, si eres positivo y si eres tú mismo, lograrás lo que te propongas.

Se hace desaparecer la sociedad con sus problemas de poder y de desigualdad, y nos quieren convencer de que cada individuo tiene la llave de su propia vida. Lo que de cierta manera es correcto. Pero, al ser aplicado a los lugares de trabajo implica que los salarios, las condiciones laborales o el trato no son lo central. El punto es cómo tú los enfrentas. Muchas veces he escuchado a trabajadores refiriendo que en sus empresas, cuando las jefaturas detectan que sus equipos funcionan mal por problemas salariales, de condiciones laborales o trato, contratan un coaching… ¡para sus empleados!

De ahí que ese tipo de coach, gurúes de lo obvio y charlatanes de las medias mentiras/medias verdades, se retiran de la jornada con jugosas ganancias. Mientras los equipos de trabajo se quedan con la extraña sensación de haber sido embaucados por encargo de sus empleadores: ¡los problemas laborales en realidad estaban dentro de ellos! Algunos se creerán el chanchullo y otros masticarán la rabia de una jornada donde tuvieron que actuar (en el sentido de fingir) para mostrar espíritu de equipo, compromiso con la empresa, voluntad de cambio, positivismo y proactividad… y así mantener su trabajo.

En este mundo neoliberal, si no eres feliz ni te realizas es sólo tu culpa; es una incapacidad personal. Sí, lo malo también está en tu interior. Lamentablemente, como no estás siendo tú mismo y además eres negativo, no lograrás tu pedacito individual de felicidad ni la realización personal en tu metro cuadrado. Porque esta pseudoespiritualidad neoliberal sólo salva al individuo o lo formatea para ser resiliente: aguantar lo que le venga, ponerle el pecho a las balas.

No se trata de organizarse colectivamente para cambiar el contexto, de desarrollar un juicio político o crítico de él. Es el individuo el que debe cambiar, buscando en su interior, alejándose así lo más posible de la realidad donde en verdad está el problema. El filósofo coreano Byung-Chul Han en su libro Psicopolítica, lo expone con muchísima más claridad que SSS:
“Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal (…) En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”
Sin embargo, no faltará quien nos diga que el coaching no es una cuestión política, sino una oportunidad de desarrollo personal. Por el contrario, aquí decimos que es una pseudoespiritualidad neoliberal… ¡muy política por lo demás!



NOTA:

[1] Cuando no pocas veces se asume al coaching como muy cercano a la psicología o una cuasipsicología, vale la pena leer el comentario sobre dicha técnica de una psicóloga titulada en la Universidad de Chile: “No sólo aliena al individuo de su inseparable contexto, sino lo aliena de sí mismo, pues así como reduce las variables contextuales a la voluntad individual, con esa premisa también reduce y niega la complejidad psicodinámica de cada individuo” (Cursivas nuestras).



* Publicado en El Clarín, 13.05.18.

Preguntas incómodas para las escuelas de negocios




En las últimas décadas se impuso la idea de que lo mejor que le puede pasar al aparato público es quedar en manos de expertas y expertos en gestión, pues el problema esencial del Estado sería el uso ineficiente de recursos. La autora sostiene, sin embargo, que el estallido social mostró que muchos problemas no se resuelven con productividad eficiente. Peor aún, la complejidad social es aplanada por la mirada del management. Este texto invita a las escuelas de negocios, donde se educa la mayoría de quienes toman decisiones hoy, tanto en el ámbito público como privado, a tener una conversación que las incomoda.


Marcela Mandiola Cotroneo


“Si no quieres que un hombre (sic) se sienta políticamente desgraciado, no les enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle; enséñale sólo uno. O, mejor aún, no le des ninguno”
Capitán Beatty, Fahrenheit 451
Ray Bradbury


La crisis sanitaria, social y económica que vive nuestro país ha evidenciado la preeminencia de ingenieros e ingenieras comerciales en diferentes responsabilidades del gobierno público y privado. Es de conocimiento popular que aquello ha sido objeto de burlas y descalificaciones más que de aplausos o reconocimientos. Una circunstancia así no debiera dejar indiferente a las escuelas de negocios que forman y certifican a aquellos profesionales. No obstante, nuestra comunidad académica aparentemente prefirió optar por aquello de ‘a palabras necias, oídos sordos’. Las palabras podrán ser consideradas necias, pero una comunidad que se dedica a la construcción y diseminación de conocimiento nunca debiera hacer oídos sordos.

Al criticar el desempeño de los y las ingenieros comerciales, ¿qué se está criticando? Es lo que desde las escuelas de negocios debiéramos preguntarnos. La broma más generalizada ha tenido que ver con que cualquiera sea la necesidad, la ingeniería comercial podría resolverla. Ese es justamente el punto, de hecho, la gestión profesional sostiene seriamente ser capaz de abordar cualquier desafío: cuando todos los problemas son un clavo, la solución siempre es un martillo. En otras palabras, para la disciplina administrativa, todos los problemas no son más que un desafío de asignación de recursos bajo los principios de la eficacia y la eficiencia en pos de salvaguardar la mejor productividad. Si la organización no se orienta al lucro, no es relevante, siempre se espera que produzca excedente que pueda ser reinsertado en la cadena sinfín de la racionalidad instrumental.

Si bien, la enseñanza de la gestión se remonta a fines del siglo XIX en el Norte Global, no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que adquirió la arquitectura que hoy le conocemos. En un intento por darle estatura académica a su práctica, la naciente AACSB (American Association of Collegiate Schools of Business) encargó, a fines de los 50, dos grandes estudios que indicaron la necesidad de anclar su enseñanza en la economía neoclásica y su predilección por el modelamiento matemático positivista. Con ello se inauguró la etapa tecnocrática de la gestión sostenida en justificaciones científicas.

Desde entonces, esa lógica de la gestión eficiente se ha extendido a toda práctica social, se gestiona la innovación, se gestiona la cultura, se gestiona el conflicto, se gestiona la calidad, se gestionan las crisis, se gestiona el tiempo, se gestiona la ira, se gestiona el si mismo. La gestión es lo que se enseña en las escuelas de negocios a quienes se forman como ingenieros e ingenieras comerciales.

Sin embargo, lo que las redes sociales han ridiculizado es justamente este dado por sentado, el que todos los problemas sean un clavo. Si se intenta gestionar la innovación, la cultura, las crisis y la ira, por nombrar algunas, es porque asumimos que todas esas experiencias pueden ser descompuestas en recursos que pueden ser organizados con criterios de eficacia y eficiencia en pos de cuidar su productividad y/o sus costos. Este es el sinsentido al que aluden las bromas: la radical transformación de cualquier experiencia social en una mercancía, en un commodity.

La pregunta es cómo llegamos a considerar que todos estos desafíos podían ser entendidos como un clavo. Este es el momento en que las escuelas de negocios, y su ya larga tradición de formación profesional, debieran hacerse algunas preguntas. El análisis es por supuesto mucho más complejo de lo que puede abarcar esta columna, sin embargo, se pueden presentar ciertas generalidades que ayuden a movilizar las ideas. En primer lugar, las escuelas de negocios comparten una malla curricular, cierto set de contenidos (temas y autores) y una estrategia didáctica privilegiada que las ubica a todas en una cadena de equivalencia mucho mayor que cualquier otra formación de pregrado universitaria.

Dicha articulación pedagógica implica un solo modelo teórico-práctico detrás de la formación profesional, apalancado principalmente por literatura extranjera, traducida o no, con ejemplos extranjeros, ambos asumidos como universalmente válidos. En general el enfoque de gestión, que se presenta como conocimiento técnico experto, se enseña desde una mirada de arriba hacia abajo, es decir desde la posición de quienes dirigen la organización para cumplir con los objetivos de sus dueños. El foco principal de la gestión es el corazón del negocio, prestando menor atención al contexto, el que se asume medianamente estable cruzado solo por una variable relevante, a saber, la competencia. Cualquier elemento interno o externo es un recurso que se puede gestionar de manera eficiente, incluidas las personas, para todo ello hay una estrategia particular que se enseña en una materia específica, todas aunadas bajo la máxima de mayor productividad y menores costos. “Cuanto mayor es el mercado, Montag, menos hay que hacer frente a la controversia, recuerda esto”, decía el Capitán Beatty en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

Siendo todos los desafíos de gestión un clavo que se aborda con el martillo de la productividad eficiente, esta formación profesional es más bien reactiva a los avatares del entorno y completamente ajena a la discusión respecto de la naturaleza y las complejidades de dichas demandas. Esto se da principalmente porque los fines de la gestión son indiscutibles, por lo tanto, la maleabilidad de sus medios no va más allá de una eterna insistencia en re-articular las mismas máximas. La gestión es una técnica, se repite. No es política, se aclara. Se reproduce, no se problematiza. No es de extrañar entonces que las escuelas de negocios alberguen discusiones acerca de la contingencia solo para mostrar su capacidad de convertirla en otro objeto de la gestión eficiente y obtener una vez más los réditos esperados.

A pesar de los pingües intentos de ciertas iniciativas que terminan siempre cooptadas y sirviendo al marketing corporativo, su currículo formativo, en nuestro país, permanece casi inmaculado. Este no ha logrado ser subvertido por las necesarias problematizaciones que temáticas como la pobreza, la desigualdad, la inequidad de género, los desafíos de la inmigración, los daños del extractivismo, la crisis del medio ambiente, la exclusión de las minorías étnicas, la discapacidad o el conflicto social podrían plantear a la gestión. En sus aulas se sigue privilegiando una visión de mundo unívoca, concebida en otras latitudes, en otro idioma, que no se plantea preguntas, que no cuestiona sus supuestos, su comprensión de los desafíos del desarrollo solo pasa por la estilización del martillo.

En las escuelas de negocios solo se enseña capitalismo y lo inevitable del mercado corporativo. Escasos y estrechos principios acerca de la administración se entregan como lecciones amplias que aplican a toda forma de organización, invisibilizando diferentes tipos de problemas, diversas necesidades de financiamiento y otras maneras de coordinación. Cualquier forma de alteridad organizativa es considerada irrelevante insistiendo en la vía única de la gestión de mercado. Hoy nos sobran los ejemplos que muestran que no todo puede ser vendido o comprado, que no todos los recursos son escasos, que no toda forma de relación humana es la competencia y que el individualismo no es el único camino. Cuando la mano invisible se va en cuarentena y el movimiento del mercado privado se detiene, la gestión no ha logrado entregar respuestas para necesidades de colaboración, de generosidad, de austeridad, de comunidad.

Los cuestionamientos a la educación en negocios se discuten hace tiempo. Desde el lamento por la pérdida de los ‘objetivos superiores’ en un par de ‘manos atadas’ de Rakesh Khurana, pasando por intentos de instalar una enseñanza ‘responsable’ de la gestión (PRME) impulsada por las agencias internacionales, hasta la provocativa propuesta de Martin Parker y su llamado a derribar las escuelas de negocios. Sin embargo, poco y nada de eso toca a las impermeables instalaciones nacionales que, como los pingüinos mayores de la película Happy Feet, buscan solo ‘permanecer’.

De este modo se educa la mayoría de quienes están tomando las decisiones, en lo público y lo privado, en nuestro país. De ahí que para hacer un uso más eficiente de nuestros recursos se nos invite a comprar flores o levantarnos más temprano. Todo problema es un clavo y la solución es un martillo, es criterio experto. Cualquier otra cosa no prende, no es posible dar dinero a quienes no lo necesitan. Oídos sordos y un gran silencio es lo que las escuelas de negocios locales han mostrado durante la crisis social, económica y sanitaria que afecta a nuestro país desde octubre pasado. Pero tal como indican los memes de las redes sociales, el “son 30 años, no 30 pesos” y el Covid-19, se resisten con fuerza a ser considerados un clavo que requiera un martillo.



* Publicado en CIPER, 01.07.20. Marcela Mandiola Cotroneo es Ph.D. Management Learning, Lancaster University, UK, profesora Asociada, Departamento de Gestión y Negocios de la Facultad de Economía y Negocios, Universidad Alberto Hurtado.

¿Es justo comparar Gaza con Auschwitz?




José Steinsleger


Hija del general Mattiyahu Peled, quien después de la Guerra de los Seis Días (1967) protestó contra la política de asentamientos y colonización de Tel Aviv en Palestina, la filóloga, traductora y pacifista israelí Nurit Peled Elhanan (Jerusalén, 1949) perdió a su propia hija de 14 años en un atentado suicida palestino (1997).

Invitada por el Parlamento Europeo con motivo del Día de la Mujer, Nurit manifestó:
“El llamado mundo libre tiene miedo del útero musulmán […]. La verdadera amenaza son el imperialismo estadunidense, la indiferencia y la complicidad europeas, y el régimen israelí racista y cruel” (8/3/05).
Añadió:
“La violencia local infligida a las mujeres palestinas por el gobierno de Israel y el ejército israelí se ha extendido a todo el planeta […]. Es una violencia que casi nunca se aborda y que la mayoría de la gente en Europa y en Estados Unidos excusan con la boca pequeña”.
Los temas de estudio de Nurit versan sobre el racismo en el sistema educativo israelí, con libros de texto dirigidos principalmente contra los palestinos.

Nurit responsabilizó a la opresión israelí sobre los palestinos, como causante indirecta de la muerte de su hija. Y en agosto de 2014, en entrevista con el periódico español Público, citó las palabras de Haneen Asharawi, miembro del Consejo Legislativo Palestino:
“Somos el único pueblo del planeta al que se le exige garantizar la seguridad de su ocupante, mientras Israel es el único país que llama a defenderse de sus víctimas”.
En sintonía, la profesora de lingüística Tanya Reinhardt (Haifa 1943-Nueva York 2007), de quien Noam Chomsky expresó que su activismo no se limitaba a las palabras, sino también a la defensa de la integridad moral de la propia sociedad israelí.
“Para controlar Cisjordania –escribió Tanya– Israel debe controlar totalmente la franja de Gaza, convertida en una cárcel totalmente hermética, aislada del mundo […]. Para muchos palestinos, los primitivos cohetes Quassam son una respuesta a la guerra que Israel les ha declarado […]. La respuesta más lógica que Hamas propone desde hace tiempo es el alto al fuego total.”
Sin embargo, la opinión más elocuente de una ocupación que ha cumplido 73 años, sólo podía venir de sus propias entrañas. Me refiero a Shulamit Aloni (Tel Aviv, 1928), militante del movimiento sionista-socialista Hashomer Hatzair en su juventud, comando del Palmaj (unidad de élite del ejército sionista en la guerra de 1948) y ministro de Cultura durante el gobierno de Isaac Rabin (1974-77) hasta que renunció por disentir con la unión Estado-religión.

En una extensa entrevista concedida en abril de 2004 al periódico Yediot Aharonot (literal: Últimas Noticias, publicado en hebreo), y el de mayor circulación en Israel desde 1970, Shulami expresó:
“En este país hay gente que dice ‘no quiero saber, no leo los periódicos’ […]. Nosotros no aceptamos que los alemanes dijeran ‘no sabíamos’. Eso nos enfureció. Ellos sencillamente no querían saber. Estaban detrás de su führer y admiraban a su ejército. Entre nosotros pasa lo mismo. La gente no sabe y no quiere saber”.
Sigue:
“Sí, saben que han de ser patriotas. ¿Y hay algo más patriótico que una guerra? Dicen: ‘Dios vendrá en nuestra ayuda’. Pero en el cinturón de los soldados nazis estaba escrito: ‘Dios está con nosotros’. Reina aquí una histeria patriótica y la gente ya no dice nada”.
Otro pasaje:
“Me horroriza nuestro desplome moral. Me horroriza nuestra arrogancia y la facilidad con la que matamos y asesinamos a palestinos. No puedo hallar descanso cuando veo el muro que estamos levantando. Robamos la tierra a gentes que viven en este lugar desde hace siglos y nos persuadimos de que somos nosotros las víctimas”.
Más:
“Somos violentos, nos mentimos a nosotros mismos, nuestra exaltación de la fuerza nos está minando. Nos consideramos una democracia cuando se domina a 3 millones de personas que no tienen voz […]. Somos responsables de la sangre judía derramada […]. Ellos ejercen el terror y nosotros se lo devolvemos centuplicado”.
Shulamit remata:
“En este país, el Estado no tiene su ejército, sino que es el ejército el que tiene su Estado […]. La guerra actual no es una guerra de supervivencia, sino una guerra colonial […]. Yo me considero patriota, y ser patriota significa protestar contra la depravación moral que nos invade”.
Shulami fue condecorada en 2000 con el Premio Israel por sus contribuciones a la sociedad y a su funeral, en 2014, acudieron miles de israelíes.

Nurid, Tanya, Shulami. Apenas tres de las muchas mujeres que en el supuesto “Estado judío” empiezan a preguntarse si deben sentir orgullo frente al cadáver de sus hijos. O si en algún libro sagrado, la ética judía perdona que vuelvan a casa con la frente en alto, luego del litúrgico asesinato de niños, ancianos y mujeres palestinos.



* Publicado en La Jornada, 26.05.21.

Alexandra Kohan: esencialismo desde el feminismo y el psicoanálisis




La psicoanalista y docente de la Facultad de Psicología de la UBA, empuja a repensar los discursos instalados desde algunos sectores del Movimiento de Mujeres y coloca signos de preguntas donde antes había exclamaciones. Desarma los términos de “responsabilidad afectiva” y “amor propio”, habla de los escraches, del #noesno y advierte que, desde estas perspectivas, “uno siempre es bueno, casto y puro” y que “si a todo le ponemos el nombre patriarcado, no pensamos más nada”.


Agustina Escobar


-¿Cómo puede afectar el concepto de responsabilidad afectiva en los vínculos entre adolescentes?

Primero, tendríamos que definir qué es ese término nuevo. Porque como es tan nuevo se fue llenando de significados y al final nadie sabe bien qué quiere decir. Lo que yo encontré es que, en general, es enunciado por mujeres y que se le exige al varón o al par. Porque yo diría que podría ser extensivo a cualquier partenaire, ¿no? Sin embargo, veo que es una exigencia de ciertas mujeres hacia ciertos varones.

-¿Pero no creés que los varones suelen empatizar menos que las mujeres?

-Por la formación que tengo, a mi me cuesta muchísimo pensar en términos de mujeres y varones. Lo que el Psicoanálisis intenta una y otra vez es que no se esencialice ninguna posición de sujeto, menos por el lado del género, porque eso impide pensar. Después, también me cuesta pensar cosas a priori porque van a funcionar como un prejuicio a la hora de escuchar. El asunto es que la posición del analista nos exige sacarnos esos prejuicios de encima para poder escuchar la singularidad. Ahora, imaginate en términos de mujer y varón… Yo no tengo idea lo que es una mujer, lo que es un varón. Menos que menos podría decir “los varones”, “las mujeres”. Entonces, son dos cosas: no esencializar y después no generalizar. Ya dijiste una palabra que para mí es complicada que es “empatizar”; si el psicoanalista empatiza con su paciente, pierde al paciente. Pensá vos con una amiga que te cuenta algo que está sufriendo, si vos empatizás mucho con ella, te ponés a llorar con ella. No la podés ayudar mucho.

-Perdés la “objetividad”.

-La empatía tiene un doble filo: por un lado, pareciera ser algo virtuoso y que sirve para ayudar a otro, y en realidad uno poniéndose en el lugar del otro, saca al otro. No soporta la otredad como tal, que es que el otro es distinto, piensa distinto y responde totalmente distinto. Por ejemplo, le decís “no lo llames”, y lo llama. Y le decís “te dije que no lo llamaras” y te enojás. Porque ayudar no deja de ser una posición de poder: uno quiere que el otro haga lo que le está diciendo, para eso te pidió ayuda. A veces sólo hay que decir “te entiendo” y nada más.

-¿Se volvió un lugar común la “empatía”?

-Hoy todo el mundo cree que si hay empatía el mundo se resuelve. El psicólogo americano Paul Bloom sacó un libro que se llama Contra la empatía, y dice: “Ojo, porque en la empatía te quedas identificado con el otro y no podés actuar”. Entonces menciona, por ejemplo, que los padres empatizan tanto con los hijos que no les quieren poner límites, que no quieren que lloren. Es eso: armar una mismidad con el otro. Otra vez es la autoreferencia: suponer que uno es la medida del otro.

-Entonces, volviendo a la responsabilidad afectiva, mencionaste que no hay que generalizar ni esencializar. Ahora, cuando uno hace algo que puede molestar al otro, ¿no es consciente de eso?

-Es que cuando veo que la responsabilidad afectiva es algo que se le exige a los varones, la cuestión principal es que se está evaluando todo como si las personas fuéramos sujetos de la voluntad y sujetos conscientes de lo que hacemos. Suponer que el otro sabe lo que hace y que hace lo que quiere es peligroso porque se construye un otro muy poderoso. No hace falta leer una línea de psicoanálisis para advertir que no es así. Sobre todo en el terreno del amor. No hay una relación entre yo y otro sin que estén mediando fantasmas, miedos, prejuicios, tanto tuyos como del otro. (...) Se le pide al otro algo así como “decime lo que querés sin vueltas”. ¿Cómo podría alguien saber lo que quiere? ¿Cómo podría alguien saber lo que quiere antes del encuentro con otro? ¿Cómo puede ser que alguien sea capaz de pensar que uno puede saber lo que quiere? Hay mediaciones entre lo que uno dice que quiere en el plano consciente y lo que después hace con eso. Esto lo descubre Freud y cambió el modo de pensar en Occidente. El sujeto no es dueño de sí mismo porque hay un inconsciente. La voluntad freudiana es la de la pulsión, que es un concepto mucho más difícil. Uno no tiende a su propio bien.

-¿Por qué?

-Porque advierte que “querer no es poder”: ¿por qué si yo quiero dejar de comer harinas, no dejo de comer harinas?, ¿por qué si quiero dejar de fumar, no dejo de fumar?, ¿por qué no dejo de hacer las cosas que “me hacen mal”? Trasladá eso al plano amoroso. Además, si uno a priori sabe lo que quiere con el otro, empieza a armarse como un manual de la persona ideal. Escribís las cinco características de tu persona ideal y listo, cualquiera que no entre en esa lista, deberías descartar. Sin embargo, no la descartás.

-Entonces, ¿el problema es esa lista?

-Claro. Funciona como un ideal que es a priori de cualquier posible encuentro con alguien. Y los ideales molestan bastante. Pero también podrías encontrar a una persona que cumpla con todos esos requisitos y que no te pase nada. Entonces el deseo no es lo mismo que lo que uno dice que quiere.

-Y estos ideales, ¿cómo intervienen en la idea de responsabilidad afectiva?

-Se supone que el otro no es transparente porque es mentiroso. Yo no digo que no haya gente mentirosa pero el movimiento es inverso: es suponer que el otro no hace lo que vos esperás que haga pudiendo hacerlo. “No le costaba nada llamarme”. Bueno, parece que sí le costaba. Siempre se lo supone libre, que sabe lo que quiere y que si no lo hace es porque es malo. Mal tipo.

-¿Que uno no sea libre, significa que no es responsable?

-Tendríamos que definir responsabilidad. Una cosa es responder por lo que uno hace y otra es suponer que uno está obligado a responder por lo que suscita en el otro. Ahora, ¿qué quiere decir responsabilidad afectiva? ¿Que yo debería responder por qué?

-Por no cuidar al otro, por ghostearlo, por ignorarlo. Por herirlo.

-Yo no tengo cómo saber lo que te voy a causar. Lo que vi de la responsabilidad afectiva es que es una traducción de “hacerse cargo” y hay cosas por las que no hay que responder. Pongamos un ejemplo concreto. Vos no histeriqueaste ni apretaste con nadie, pero al otro le dio celos y vos, en vez de alojar lo que sintió, aunque no se lo hayas causado vos, le decís “no hice nada, jodete”. Entonces está en el otro elegir con quien quiere estar: con alguien que rechaza lo que le pasa o con alguien capaz de escuchar, de ser contenedor, aunque no haya sido responsable. Pero no es que uno no tiene nada que ver porque no lo causó, es porque son cosas del otro. Es un lugar en el que el otro te quiere poner una y otra vez y eso también es violento. La responsabilidad afectiva es una especie de oxímoron. Porque uno no es responsable de los afectos.

-¿Cómo es eso?

-Si vos me amás, es porque hay algo amable en mi. Pero yo no tengo que responder por eso. Porque yo no soy estrictamente responsable porque lo que vos me amás. “Me desilusionaste porque yo pensé que vos…” y las ilusiones que te hiciste conmigo, no tengo que responderlas. Ahora, si yo digo que voy a pasarte a buscar a las 10 y no voy, a lo sumo decime “me cagaste”, pero no me hables de responsabilidad afectiva. Y si te lo hago una y otra vez, está en vos ver por qué te quedás esperando a alguien que te dice una y otra vez que va hacer algo que no hace. Endilgarle todo al otro, evita que uno se pregunte cosas a sí mismo. Uno siempre es bueno, casto, puro y todo es culpa del otro. No me parece. Además siempre se exige responsabilidad afectiva, pero nunca se promete. Siempre está enunciada en una sola dirección. ¿No es raro eso?

-¿Intentamos evitarnos un malestar?

-Se pretende que la cosa ande, que haya garantías. Por ejemplo, empezamos a salir. “Por favor, si un día te dejo de gustar, avisáme, no me claves el visto”. Y el otro te va a decir “bueno, dale” pero después, como diría Macri, “pasaron cosas”. Yo sé que es horrible quedarse en ascuas, lo entiendo. No estoy diciendo “la vida es así”… pero la vida es así: uno a veces se queda sin respuestas y le exige al otro que responda cuando, en realidad, si uno revisara esa primera cita, ahí estaba todo. Ahí ya escuchaste algo y pensaste “esto mucho no me gusta, pero bueno, conmigo va a ser diferente”. Siempre hay malentendidos, desencuentros, imposibilidad de complementación: eso es tener una relación.

-Entonces son actitudes que forman parte de lo humano y no actitudes patriarcales…

-Yo no pondría eso a cuenta del patriarcado porque es banalizarlo. Eso no es patriarcado. Lo que es patriarcado es suponer que la mujer es sumisa, pasiva. Que no puede decirle “che, flaco, sos un tarado, chau”. Porque la pregunta es por qué seguís esperando a alguien que te clavó el visto. ¿Por qué empezás a hacer capturas de pantalla y mandárselas al comité de tus amigas? Tres noches seguidas tratando de escrutar, haciendo una hermenéutica del chat, de los emojis del pibe. Si a todo le ponemos el nombre patriarcado, no pensamos más nada. “Listo, es el patriarcado, no soy yo que me quedo enganchada con un tipo que no me contesta los llamados, que lo estoy persiguiendo”.

-Stamateas fue justamente el que popularizó el término “tóxico” para refererirse a las relaciones.

-Y prendió mucho porque te desresponsabiliza de todo. El otro es tóxico, vos no tenés nada que ver y no es así. Lo que hay que pensar es por qué sostenés relaciones con personas tóxicas. Además se dice mucho que “no hay que juntarse con gente tóxica”. Bueno, te vas a quedar solo en tu casa, para siempre.

-Hay que aceptar que la mirada del otro te modifica.

-Es que el amor hace de uno, otro. Te hace extraño para vos mismo. Uno nunca es amado por lo que cree que es. Hay una ilusión neurótica de creer que sabemos quiénes somos y quién es el otro. Entonces se arenga a favor de un amor propio pretendiendo ilusoriamente que así se dará lugar a relaciones que no serán “tóxicas”, sin advertir cómo ese discurso nos deja alienados al individualismo. Porque es muy individualista el amor propio. Además de que se presume que existe un yo que no necesita nada del otro, cuando no es así.

-Este individualismo que mencionás, ¿tiene alguna relación con el neoliberalismo que nos atraviesa?

-No es casual que en este momento proliferen estos discursos. Por eso me molesta especialmente cuando salen de supuestas posiciones de izquierda o progresistas. Por un lado, hay un discurso del feminismo que yo celebro muchísimo, sobre todo en gente joven, porque es su entrada a la política y a lo político, y hay una cuestión de comunidad muy linda entre las jóvenes, eso es realmente emocionante. Pero no hay que confundir comunidad con masa. La masa que a veces se forma en esto de los varones, las mujeres, ellos son malos, nosotras buenas, arma un efecto que tiene un componente de segregación.

-Rita Segato dio una charla en la UNSAM, y mencionó esta segregación al hablar de los colegios, que ve por un lado a las chicas, por el otro a los chicos. E hizo hincapié en los escraches, ¿cuál es tu mirada sobre las denuncias públicas?

-Hay una idea a priori que no deja de ser esencialista que es que las mujeres no mentimos y los varones sí. Me parece nocivo, me parece que se arma un estado policial que es contrario a la supuesta emancipación del feminismo. El feminismo tiene que incluir a los varones, primero porque también son víctimas del patriarcado y, segundo, porque la lucha no debe pasar por el género. Porque si no, vamos a subsumir todo en el género y es retroceder contra lo que estamos luchando: que la mujer no se define por los genitales. 

-¿Se superpone varón a patriarcado?

-Sí, y es un error garrafal. El patriarcado no es el varón, es un sistema de opresión, porque incluso hay mujeres patriarcales. Es un error de análisis y por lo tanto de consecuencia. ¿Por qué no incluir a los varones en la lucha por la legalización del aborto? Si son parte. Porque además, lo que yo digo, es que a cualquier mujer, después de decidir, lo que le vendría mejor es que el varón la acompañe. No que la deje sola.

-Hace poco se armó un debate sobre Jellyfish, un libro escrito por un varón --Carlos Godoy-- que se pone la piel de una joven que se hace un aborto y va relatando día a día cómo es transitar por esa situación.

-A mí me gustó mucho ese libro. Es una barbaridad suponer que un varón no puede construir una voz ficcional distinta de su género. Es arrasar con la ficción.

-¿El feminismo peca de yoísmo?

-El feminismo no es uno solo y puertas adentro hay muchos debates. Pero sí, cierto sector peca de yoísmo, de voluntarismo, individualismo. Lo que me parece peligroso, es cuando eso deriva en punitivismo, escraches, y construir un otro malo todo el tiempo. 

-Hay un sector del feminismo que cuestiona y alerta sobre las diferencias de edad entre varones y mujeres a la hora de relacionarse. Se habla de abuso de poder, ¿es así?

-Una cosa es el delito en términos judiciales y otra es la moral sexual. Una chica mayor de edad, de 18 años, con un tipo de 30, la única manera de que el poder lo tenga él, es desconocer lo que puede producir una chica de 18 en uno de 30. Recién hablábamos de Jellyfish. Ahí ella tiene 19 y el pibe tiene 32, y él es un boludo, “un estudiante crónico de Comunicación Social”, dice ella; que todo el tiempo lo denigra, lo hace mierda, el tipo no tiene plata pero la lleva a comer. Ahí claramente el de 32 está fascinado con la pendeja y el poder lo tiene ella. Volvemos a lo del esencialismo, a suponer que una persona de 30 es más madura que una de 18.

-Y suponer que alguien de 18 no puede tener una sexualidad activa, ¿no es infantilización?

-Suponer que la diferencia de edad de por sí es un abuso de poder, es infantilizar. Hay algo que a mi me molestó mucho con el caso de Thelma Fardin, que es que en los discursos se decía “era una nena”. No, no era una nena. Eso es privarla de su sexualidad. Era una chica jovencita, con su sexualidad, y lo que hizo Juan Darthés fue una canallada. Si no, para poder sostener que hay un canalla, se priva a una joven de su sexualidad. Ella no era una nena y él es un canalla. Las dos cosas a la vez. 

-¿Habría que hacer una distinción entre tener y abusar del poder?

-En todas las relaciones hay poder de por medio. Vos venís acá, necesitás hacer una nota y estás en mis manos. Por ejemplo, ahora está mal visto que un docente varón salga con una alumna mujer. ¿Por qué? Ahora, si el docente le dice “si no te acostás conmigo, no aprobás la materia”, es distinto. ¿Pero por qué no podrían salir? Es ridículo. Más que moral, me parece moralismo. Es represivo y puritano, y lo que hace es echar un manto de homogeneidad a todo. No se puede distinguir nada. Está dado que un docente va a abusar del poder cuando conozco miles de casos de matrimonios que se formaron así, que tienen hijos. O no, que salieron un tiempo y chau, no importa.

-Foucault habla de la microfísica del poder.

-Exacto. El poder circula. Entonces, se supone que el poder está estancado en alguien y que por eso, ese alguien va a abusar de ese poder. O sea, no es sólo una mala concepción del poder, sino una mala idea de que porque se lo tiene, se va a abusar. Está lleno de mujeres que abusan del poder. Lleno. Tengo miles de ejemplos. Y está lleno de mujeres que ocupan lugares de poder y no abusan del poder. Con los hombres lo mismo.

-Decís que hay algo del juego de seducción…

-Está en crisis el juego de seducción. ¿Cómo hacemos para seducir si no puedo mirar fijamente a alguien en una fiesta porque es acoso? Mil veces alguien intenta darte un beso y decís que no y está todo bien. Ahora si te agarra es otra cosa. No existe el consenso a priori. ¿Cómo se va a consensuar antes si voy a querer? Son garantías para lo que no tiene garantías. Empezamos, apretamos y después no me gustó porque tiene mal aliento, la piel, lo que sea. El abuso es otra cosa. Acostarse con un boludo no es violencia. La violencia es violencia. Si no, se banaliza y como todo es violencia, nada es violencia.

-¿Siempre el “no es no”?

-Mi hijo el otro día me decía que uno sabe cuando es no y tiene que cortarla, o cuando es “no pero insistimos”. Te das cuenta. Tenés que ser hijo de puta para avanzar cuando la mina te dijo no. El problema es transformar todo en un slogan indiscutible y en algo que no se puede pensar. Es un discurso yoísta, individualista, y también un poco evangelizador. Como el “yo te creo hermana”. Después, me parece genial lo que hicieron las chicas del Colegio Nacional Buenos Aires de denunciar a los profesores porque es un colegio muy verticalista, de mucho abuso de poder por parte de los docentes y este tipo de intervenciones ponen en jaque instituciones retrógradas, patriarcales. Ahora, que una chica no reconozca que está fascinada con un cantante de su banda preferida, qué se yo. Si abusa de todas, es otra cosa. Pero abusar, yo insisto, es que la mina aún estando en bolas diga “me arrepentí”, y vos avances igual.

-¿Y sobre la frase “lo personal es político”?

-Estoy de acuerdo en el contexto en el que surge. Porque lo que produce, si no la entiendo mal, es que se haga público y que se politice lo que quedaba en el ámbito doméstico. Lo que veo ahora es que todo se hace público. Beatriz Sarlo y Slavoj Žižek dicen, cada uno con su estilo, algo parecido: que no está desapareciendo la vida privada, sino la vida pública. Es un movimiento inverso: se despolitiza lo que tiene que mantenerse como público, en pos de la exposición permanente de la vida privada.

-¿Entonces se termina regulando algo que se pretende liberar?

–Yo diría que hay que volver a la noción de poder de Foucault. Por un lado, no hay que ser policía de los cuerpos del otro, porque eso es lo que hace el Estado: regula los modos de gozar. Ahora, si eso queda en manos del feminismo también es un problema porque está replicando lo que quiere combatir, que es ser policía. Una cosa es el colectivo y otra cosa es la masa. Los colectivos piensan, problematizan todo el tiempo. Hay muchas diferencias entre la masa y la comunidad, y muchos autores que se ocuparon de comparar y analizar esto.

-¿Se modifica la realidad cancelando gente?

-Es suponer que muerto el perro se acabó la rabia. El asunto es que no están muy dispuestos a problematizar. Y cuando vos lo hacés, rápidamente sos tildada de “antifeminista”. Definamos acá qué es feminismo y yo te aseguro que mantuve una vida feminista. El problema es el exceso, el fanatismo. Ahora, también conozco personas que en algún momento pararon y pensaron un poco.



* Selección de la entrevista publicada en Panamá, 06.06.19.

El hambre como "incentivo" del trabajo




Dejamos un fragmento de la Disertación sobre las Leyes de los pobres, escrita por Joseph Townsend, clérigo inglés, quien la  publicó en 1786 bajo el seudónimo de "Alguien que desea el bien de la humanidad".

Cabe destacar que esta cruda mirada de las clases bajas, está lejos de ser inusual en la Europa de la época... lo que no varió mucho con el tiempo. Incluso, en quien era parte del clero de una religión que se fundamenta y predica el amor al prójimo... al punto de desear "el bien de la humanidad".

Asimismo, esta perspectiva clasista que explica y defiende una desigualdad extrema, forma parte inseparable de las ideas liberales que fundamentan el capitalismo de mercado y la futura "ciencia económica" en su vertiente ortodoxa. De hecho, se deja ver en más de alguna mirada no tan ortodoxa y hasta en las supuestamente heterodoxas.

Así, la pregunta que nos podemos hacer es qué tanto ha cambiado el fondo del asunto del siglo XVIII a la fecha.


§§§


Los pobres saben muy poco acerca de los motivos que estimulan a las capas más altas de la sociedad a la acción: el orgullo, el honor y la ambición. En general, es únicamente el hambre la que puede estimular y atraerlos [a los pobres] al trabajo; sin embargo, nuestras leyes han establecido que ellos nunca padecerán hambre. El hambre no es solamente una presión sutil, sino que puede ser el motivo más natural para que la gente sea industriosa y trabajadora, y realice los esfuerzos más poderosos. El hambre doma a los animales más fieros; les enseña decencia y civismo, obediencia y sujeción a los brutos, a los más obstinados y a los más perversos. Ciertamente, es una queja generalizada de los granjeros que sus hombres no trabajan tan bien cuando están satisfechos y no tienen hambre.

Parece ser una ley de la naturaleza que los pobres deben ser hasta cierto grado incapaces de proveerse a sí mismos, que siempre habrá algunos que puedan atender los oficios más serviles, más sórdidos y más innobles de la comunidad. La esencia de la felicidad humana resulta grandemente beneficiada en la medida en que las personas más delicadas y sensibles no tienen que trabajar en quehaceres laboriosos, sino que resultan liberadas de los trabajos ocasionales que las hacen miserables, permitiéndoles la libertad para proseguir, sin interrupción, aquellas acciones para las cuales son adecuadas y que resultan las más útiles al Estado. En lo que se refiere a los más bajos de los pobres, por lo general ellos están contentos con las ocupaciones más miserables, los trabajos más laboriosos y las actividades más peligrosas. Las armadas y los ejércitos de un Estado se enfrentarían muy rápidamente a una escasez de soldados y de marinos si la sobriedad y la diligencia prevalecieran universalmente. ¿Qué es si no la desesperanza de la pobreza la que hace que las clases más bajas puedan encarar los horrores que los esperan en los océanos tempestuosos o en los campos de batalla?

Por lo tanto, una provisión segura y constante para los pobres debilita este resorte vital. Aumenta su incapacidad para proveerse a sí mismos, y además no promueve su agrado para hacer todos los trabajos que una comunidad requiere de los más indigentes de sus miembros. Tiende a destruir la armonía y la belleza, la simetría y el orden de ese sistema que Dios y la naturaleza han establecido en el mundo.

Las Leyes de los Pobres que tenemos en Inglaterra establecen que ningún hombre, incluso por su indolencia, incapacidad de proveerse a sí mismo, vicio, etc., puede padecer de necesidades y de hambre. En aras del progreso de la sociedad, seguramente se encontrará que por lo menos algunos requieren tener condiciones de escasez y, por lo tanto, yo propongo esta pregunta: ¿quién es más merecedor de sufrir el frío y el hambre: el pródigo o el que no se puede abastecer a sí mismo, el haragán o el diligente, el virtuoso o el vicioso?


Dibujo de una Casa de trabajo (Workhouse).
Estos lugares eran parte de un sistema en el que se internaba por fuerza a los "pobres" para obligarlos ser "productivos". En el fondo, era un sistema penitenciario de castigo y control de los pobres, quienes eran mantenidos en pésimas condiciones y explotados por los administradores de los recintos.

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