A 100 años del nacimiento de Kissinger, sus razones para el derrocamiento de Allende




Un memorando secreto del entonces consejero de Seguridad Nacional al Presidente Richard Nixon revela las razones de la intervención de EE.UU. en Chile.


Peter Kornbluh


“Chile”, declaró Henry Kissinger durante un enconado almuerzo en junio de 1969 con el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Gabriel Valdés, “es una daga que apunta directamente al corazón de la Antártida”. Su comentario sarcástico, junto con otras observaciones despectivas, se produjo cuando el consejero de Seguridad Nacional de EE.UU. reprendió la posición del ministro Valdés de que Washington estaba abusando de América Latina. “El mensaje fue claro”, como me interpretó el hijo de Valdés, el embajador Juan Gabriel Valdés, el comentario de Kissinger. “Todo lo que sucede en Chile no tiene importancia histórica alguna”.

Sin embargo, solo 14 meses después, Kissinger cambió por completo su opinión sobre la importancia de Chile. Después de la elección de Salvador Allende, en la mentalidad de Kissinger, Chile se convirtió en la crisis de política exterior más importante que confronta Estados Unidos. “La elección de Allende plantea para nosotros uno de los desafíos más serios jamás enfrentados en este hemisferio”, escribió Kissinger con énfasis en un memorando SECRETO al presidente Nixon el 5 de noviembre de 1970, un documento revelador que no ha recibido la atención histórica que merece. “Su decisión sobre qué hacer al respecto puede ser la decisión de asuntos exteriores más histórica y difícil que tendrá que tomar este año, ya que lo que suceda en Chile durante los próximos seis a 12 meses tendrá ramificaciones que van mucho más allá de las relaciones entre Estados Unidos y Chile”.

Mientras Kissinger cumple hoy 100 años, y los chilenos se preparan para conmemorar el 50 aniversario del golpe de Estado militar al que su legado está vinculado para siempre, este parece un momento oportuno para hacer una pregunta simple y básica: ¿Por qué? ¿Por qué la elección libre de un presidente socialista en un país pequeño, distante y, según la dura opinión de Kissinger, geoestratégicamente intrascendente, representaba una amenaza tal para la nación más poderosa sobre la tierra?

El memorando SECRETO que Kissinger le escribió a Nixon dos días después de la investidura de Allende, titulado “Reunión del NSC (Consejo de Seguridad Nacional), 6 de noviembre-Chile”, proporciona respuestas reveladoras a esa pregunta. Descubrí el documento mientras investigaba para revisar mi libro, The Pinochet File, en un conjunto de archivos del personal del NSC desclasificados hace algunos años. Es el santo grial de los registros estadounidenses desclasificados que explican las motivaciones y los fundamentos de Kissinger para atacar y socavar la soberanía de Chile.

Kissinger escribió este memorando de opciones de 8 páginas después de que las operaciones encubiertas de la CIA --que Nixon ordenó y Kissinger esencialmente supervisó-- condujeron al asesinato del comandante en jefe del Ejército de Chile, el general René Schneider, pero no al esperado golpe militar para bloquear la toma de posesión de Allende. Los funcionarios del Departamento de Estado prefirieron la diplomacia a la acción encubierta. A Kissinger le preocupaba que el presidente pudiera dejarse influir por la posición del Departamento de Estado de que Estados Unidos podía establecer un modus vivendi con un gobierno de Allende. De hecho, Kissinger sentía con tanta fuerza la necesidad de convencer a Nixon de que adoptara una política de desestabilización que pidió que la reunión del NSC se pospusiera del 5 al 6 de noviembre para poder presentar este memorándum al presidente con antelación.

En la lista de Kissinger de “amenazas graves” planteadas por Allende, el “efecto modelo” de su experimento político pionero parecía el más problemático para los intereses globales de Estados Unidos. “El ejemplo de un gobierno marxista electo exitoso en Chile seguramente tendría un impacto e incluso un valor precedente para otras partes del mundo, especialmente en Italia”, informó Kissinger a Nixon. “La propagación imitativa de fenómenos similares en otros lugares afectaría significativamente el equilibrio mundial y nuestra propia posición en él”. Prevenir esta “propagación imitativa” significaba asegurar que Allende no lograra gobernar. Nixon tuvo que “tomar una decisión”, recomendó Kissinger, “que nos opondremos a Allende tan fuertemente como podamos”, para que fracasara.

En la reunión del NSC al día siguiente, el Presidente Nixon repitió las palabras de Kissinger: “Nuestra principal preocupación en Chile”, dijo al Consejo de Seguridad Nacional, “es la posibilidad de que (Allende) pueda consolidarse y la imagen proyectada al mundo será su éxito”. Las notas tomadas por el director de la CIA, Richard Helms, durante la reunión registran a Nixon diciendo, “si hay una manera de derrocar a A(llende), mejor que lo haga”. Kissinger también planteó ese argumento, de acuerdo con sus puntos de conversación: “La pregunta es si hay acciones que podamos tomar nosotros mismos para intensificar los problemas de Allende para que, como mínimo, fracase o se vea obligado a limitar sus objetivos, y como máximo pueda crear condiciones en las que un colapso o derrocamiento pueda ser factible”.

“Nosotros los ayudamos”. Estados Unidos “hizo que las condiciones fueran lo mejor posible”, informó Kissinger a Nixon en su primera conversación posterior al golpe en septiembre de 1973, cuando el presidente declaró que “sin embargo, nuestra mano no se muestra en este caso”. “La cosa en Chile se está consolidando”, señaló Kissinger, “y por supuesto los periódicos se están desangrando porque un gobierno pro-comunista ha sido derrocado”. “¿No es increíble?”, reflexionó Nixon sobre lo que llamó “esta mierda de los liberales” sobre el desenlace de la democracia en Chile. Kissinger estuvo de acuerdo. “En el período de Eisenhower”, le dijo a Nixon, “seríamos héroes”.


“La elección de Allende plantea para nosotros uno de los desafíos más serios jamás enfrentados en este hemisferio”, escribió Kissinger en un memorando secreto al Presidente Nixon, el 5 de noviembre de 1970.



* Publicado en La Tercera, 26.05.23. Peter Kornbluh es historiador en el Archivo de Seguridad Nacional organización sin fines de lucro en Washington D.C.

Por qué el sexo no se limita a ser mujer u hombre




Anne Fausto-Sterling


Dos sexos jamás han sido suficientes para describir la variedad humana. Ni en tiempos bíblicos ni ahora. Antes de que supiéramos gran cosa sobre la biología, establecimos reglas sociales para administrar la diversidad sexual. Por ejemplo, el antiguo código rabínico de los judios conocido como la Tosefta a veces trataba a la gente que tenía genitales masculinos y femeninos (testículos y vagina, por ejemplo) como mujeres: no podían heredar propiedades ni fungir como sacerdotes; en otras ocasiones, como hombres: se les prohibía rasurarse o estar en un lugar apartado con mujeres. Lo más brutal es que los romanos, que creían que la gente intersexual era un mal augurio, podían llegar a matar a una persona cuyo cuerpo y mente no se ajustaran a una clasificación sexual binaria.

Actualmente, algunos gobiernos parecen seguir el modelo romano y si bien no matan a las personas que no se ajustan a una de dos categorías sexuales, por lo menos tratan de negar su existencia. Este mes, Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, prohibió los programas universitarios de Estudios de Género y declaró que “la gente nace siendo hombre o mujer” y que es inaceptable “hablar sobre géneros socialmente construidos, en vez de sexos biológicos”. Ahora, el Departamento de Salud y Servicios Humanos durante el gobierno de Donald Trump quiere seguir ese ejemplo y definir legalmente el sexo como “el estatus de una persona como hombre o mujer con base en rasgos biológicos inmutables e identificables al nacer o antes del nacimiento”.

Esto es incorrecto en muchos aspectos, tanto morales como científicos. Habrá quien explique el daño humano que provoca ese tipo de resolución. Yo me apegaré al error biológico.

Desde hace mucho se ha sabido que no hay una sola medida biológica que coloque de manera contundente a cada ser humano en una de dos categorías: varón o mujer. En la década de los cincuenta, el psicólogo John Money y sus colegas estudiaron a la gente que nació con combinaciones inusuales de marcadores sexuales (ovarios y pene, testículos y vagina, dos cromosomas X y escroto, y más). Pensando en estas personas, a quienes hoy en día llamaríamos intersexuales, Money desarrolló un modelo con varios niveles de desarrollo sexual.

Comenzó con el sexo cromosómico, determinado durante la fertilización cuando un esperma que tiene un cromosoma X o Y se fusiona con un óvulo que tiene un cromosoma X. O por lo menos eso es lo que pasa generalmente. En casos menos comunes, un óvulo o un esperma quizá carezcan de un cromosoma sexual o tengan uno adicional. El embrión resultante tiene un sexo cromosómico poco común —XXY, XYY o XO—. Así que, incluso si se considera solo la primera capa del sexo, hay más de dos categorías.

Pero esa es solo la primera capa. De ocho a doce semanas después de la concepción, un embrión adquiere el sexo gonadal fetal: los embriones con un cromosoma Y desarrollan testículos embrionarios; los que tienen dos cromosomas X desarrollan ovarios embrionarios. Esto establece la base para el sexo hormonal fetal, cuando los testículos o los ovarios embrionarios fetales generan hormonas que ayudan a que el embrión se desarrolle aún más como mujer u hombre (según las hormonas que aparezcan). El sexo hormonal fetal orquesta el sexo reproductivo interno (formación del útero, el cérvix, las trompas de Falopio en las mujeres o los conductos deferentes, la próstata y el epidídimo en los hombres). Durante el cuarto mes, las hormonas fetales completan su trabajo dándole forma al sexo genital externo —pene y escroto en los hombres; vagina y clítoris en las mujeres—.

Así, al nacer, un bebé tiene cinco capas de sexo. Sin embargo, como con el sexo cromosómico, cada capa subsecuente no siempre se convierte estrictamente en un binario. Además, las capas pueden entrar en conflicto entre sí, una siendo binaria y la otra no: un bebé que tiene cromosomas XX puede nacer con un pene, y una persona que tiene cromosomas XY puede tener una vagina, etcétera. Este tipo de discrepancias frustran cualquier plan de asignar el sexo como hombre o mujer, de manera categórica y a perpetuidad, tan solo mirando los genitales de un recién nacido.

Aunada a esa complejidad, la estratificación no se detiene en el nacimiento. Los adultos que rodean al recién nacido identifican el sexo a partir de cómo perciben el sexo genital (al nacer o con base en una imagen de ultrasonido) y así comienza el proceso de socialización de género. Las hormonas fetales también afectan el desarrollo cerebral y producen otra capa más llamada sexo cerebral. Un aspecto del sexo cerebral se vuelve evidente en la pubertad cuando, generalmente, ciertas células cerebrales estimulan los niveles y patrones hormonales del hombre o la mujer adultos, los cuales provocan la maduración sexual adulta.

Money llamó a estas capas sexo hormonal puberal y sexo morfológico puberal. No obstante, estas también podrían variar mucho, más allá de una clasificación binaria. Este hecho es la fuente de discusiones continuas acerca de cómo decidir quién puede competir legítimamente en eventos deportivos internacionales femeniles.

Ha habido muchas investigaciones científicas nuevas sobre el tema desde la década de los cincuenta. Sin embargo, quienes recurren a la biología para obtener una definición de aplicación fácil acerca del sexo y el género no lograrán su objetivo si observan el más importante de estos hallazgos. Por ejemplo, ahora sabemos que, en vez de desarrollarse en la dirección de un solo gen, los testículos o los ovarios embrionarios fetales lo hacen según redes genéticas opuestas, una de las cuales reprime el desarrollo masculino mientras estimula la diferenciación femenina, y la otra hace lo opuesto. Entonces, lo importante no es la presencia o la ausencia de un gen en particular, sino el equilibrio de poder entre las redes genéticas que trabajan en conjunto o en una secuencia específica. Esto socava la posibilidad de usar una prueba genética simple para determinar el verdadero sexo.

El cambio de políticas propuesto por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos es un retroceso. Ignora el consenso científico sobre el sexo y el género, y pone en peligro la libertad que tiene la gente de vivir sus vidas de una manera que se ajuste a su sexo y su género conforme estos se desarrollan a través de cada ciclo de vida individual.



* Publicado en The New York Times, 30.10.18. Anne Fausto-Sterling es profesora emérita de Biología y Estudios de Género en la Universidad Brown.

Una visión judía sobre un aniversario terrible: la Nakba


Palestinos expulsados de sus tierras por las bandas armadas sionistas en 1948
(Image: Alamy Stock Photo)


Robert Rosenthal


En 1948, apenas tres años después de que terminara la limpieza étnica de los judíos de Europa, incluidos los miembros de mi familia, comenzó la limpieza étnica de Palestina.

Hoy [15 de mayo] es el 75 de la Nakba ("Catástrofe" en árabe): el comienzo de un intento sistemático de maximizar el tamaño y la pureza judía del "Estado judío".

En el nacimiento de Israel, los sionistas emprendieron una campaña de terror para obligar a los palestinos a correr por sus vidas. Y tuvo éxito. Se estima que 750.000 palestinos fueron expulsados ​​de sus hogares. Uno de esos terroristas era un joven Menachem Begin, que se convertiría en el sexto primer ministro de Israel.

A las víctimas palestinas de la limpieza étnica nunca se les permitió regresar a casa, una violación del derecho internacional, estrictamente porque no eran judíos. Más de 400 pueblos y ciudades palestinas fueron borrados del mapa. Al igual que los líderes israelíes, incluido David Ben-Gurión, el primer primer ministro de Israel, que cambió su nombre de David Grün, las ubicaciones geográficas de Palestina fueron renombradas para legitimar el colonialismo de colonos sionistas.

Hasta el lanzamiento de Israel, los judíos solían hablar yiddish (el primer idioma de mi madre). Pero para demostrar una conexión judía con lo que era en gran parte tierra árabe, el hebreo, un idioma usado tradicionalmente en la oración, se convirtió en el idioma oficial del “Estado judío”. La moneda de Palestina fue reemplazada por la moneda bíblica: el “shekel”.

Mediante humo, espejos y más, Israel trató de borrar a Palestina. Pero fracasó.

Hoy, después de tres cuartos de siglo de limpieza étnica, ocupación, guetización, castigo colectivo y apartheid, los palestinos siguen de pie y trabajando para regresar a sus hogares. Y ahora gran parte del mundo está de pie con ellos.

En el apartheid de Israel, no se permitió legalmente a ninguna institución conmemorar el 75 aniversario de la Nakba. Después de todos estos años, los israelíes permanecen en un estado de negación. Muchos judíos sionistas en la diáspora también niegan la Nakba. Como judío que perdió a miembros de su familia en el Holocausto, considero que la negación de la Nakba es tan horrible como la negación del Holocausto.

Este exsionista tiene un pedido para los sionistas actuales que se autoidentifican como miembros de mi fe: abandonen ese movimiento racista que ha causado tanto daño durante tanto tiempo. Dejen de afirmar que apoyan una “solución de dos estados” que Israel nunca permitirá. Perder la noción ofensiva de que los palestinos deberían ser obligados a mudarse a otro país para obtener libertad e igualdad. Apoyar el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) convocado por la sociedad civil palestina. Estoy bastante seguro de que es lo que querrías que el mundo apoyara si los compañeros judíos fueran los oprimidos.

Exijamos el fin de algo que muchos judíos consideran antijudío: la opresión israelí. No en cinco ni en 75 años. AHORA. Cuando los sionistas te pregunten por qué estás del lado de los palestinos, diles que es algo judío.





* Publicado en The Progressive Jew, 15.05.23.

Carta abierta a un mercenario


Foto publicitaria del Ministerio de Turismo de Arabia Saudí.


John Carlin


"Te odio tanto porque te quise tanto"
Pancarta a Figo, del Madrid, en el Camp Nou


Andá, Leo, andá. Andá a ver a la viuda del descuartizado Khashoggi, tocá la puerta de los padres de Mustafa Hashem al Darwish, a cuyo hijo le cortaron la cabeza por haber participado en una protesta contra el régimen saudí cuando tenía 16 años, la misma edad que vos cuando debutaste para el Barça. Andá, hablá con las familias de las 81 personas que tus nuevos mejores amigos ejecutaron recién, todos decapitados en un día, el sábado 12 de marzo.

Andá y contales lo lindo que fue posar para fotos en la playa la semana pasada en tu nuevo rol de “embajador de turismo” para Arabia Saudí. Enseñales el mensaje que enviaste en Instagram: “Descubriendo el Mar Rojo en Saudi. Discovering the Red Sea #VisitSaudi”. Igual te preguntan cuántos petrodólares te están pagando por la prostitución de imagen más mierdosa que se ha visto hasta la fecha en esa cloaca en la que vivís, el mundo del fútbol profesional. ¿Qué te dan, Leo? Dale, contá.

Más, esperemos, de los 190 millones de euros que tus otros patrones, los qataríes del Paris Saint-Germain, le pagan a Beckham para promocionar el Mundial y el turismo en su país. Si no, te están viendo la cara de pendejo, y eso sería una vergüenza, ¿no, Leo? Mucho más vergonzoso para vos, claro, que vender la miseria de alma que te queda a Mohamed bin Salman, hijo predilecto del rey, asesino, torturador, opresor de las mujeres, verdugo de los gays, amiguete de Putin y poder absoluto en la beata nación saudí.

Te confieso que el que siente vergüenza soy yo. Mucha. Cuando la gente me preguntaba de qué equipo era llevaba años diciendo que mi equipo sos vos. Pobre de mí –ridículo de mí– he dicho las siguientes palabras más de una vez: “Messi es lo más cercano que tengo a una religión”. Nunca más. Como futbolista nunca vi nadie mejor, nadie que me diera más placer, durante más años, con la pelota en los pies. Pero como persona… siempre albergué la sospecha de que eras un boludito. Lo intuí las dos veces que te entrevisté, pérdidas de tiempo totales. Pero no lo quise ver. O lo vi y pensé, “¿Qué más da? No soy digno de lustrarle los zapatos. Es una deidad y a las deidades no se las mide como al resto de los mortales”.

¿Qué les pasa a ustedes los futbolistas? Tanto ganan pero siempre quieren más, no importa que les pague el mismo satanás. Vos ganaste 120 millones de euros el año pasado. ¿No es suficiente? Ya sé que tenés que dar de comer a los parásitos de la corte del Rey Leo. ¿Pero tanto necesitan? ¿Y les importa tan poco como a vos que la guita que les das está empapada de sangre? Supongo que no les importa un carajo, con tal de que se pueda intercambiar por bifes de chorizo, tarros de dulce de leche, mansiones en París y Lamborghinis.

Igual no se enteran, claro. Igual, en la jaula de ignorancia en la que vivís, no te enterás vos. O no te querés enterar, porque el año pasado te escribieron para explicarte con quién te estabas metiendo. ¿Te acordás de la petición que te mandó el año pasado una organización llamada Grant Liberty, en nombre de los familiares de “los presos de conciencia de Arabia Saudí?”. Te paso los extractos traducidos al argentino, para ponértelo menos difícil.

“No lo hagás, Messi”, te rogaron. “Tenés enorme poder y con ese poder viene enorme responsabilidad. El régimen saudí te quiere usar para lavar su reputación… Si decís que sí a ‘Visit Saudi’ estás en efecto diciendo ‘sí’ a todos los abusos de derechos humanos que ocurren hoy en Arabia Saudí. Pero si dices que ‘no’ enviarás un mensaje igual de potente, que los derechos humanos son importantes, que los que torturan y matan no lo hacen con impunidad. Lionel Messi sos un héroe para millones, por favor usá tu estatus para el bien”.

Lo usaste para el mal. Para gente decente el turismo y la tortura no se mezclan. Para vos sí, como para tus nuevos amos, cuyas vidas has alegrado. “Estoy contento por dar la bienvenida a Lionel”, te dijo el ministro de turismo saudí la semana pasada. “Esta no es su primera visita al Reino y no será la última”.

No, seguro que no. Que no pare la fiesta. La plata es la plata, no importa el origen, ¿no es cierto? Ay, Leo, mi ídolo caído. Quisiera decirte gracias por los recuerdos. Pero te cagaste en ellos y ya no puedo.



* Publicado en La Vanguardia, 17.05.22. 

Opiniones respetables




Fernando Savater


En nuestra sociedad abundan venturosa y abrumadoramente las opiniones. Quizá prosperan tanto porque, según un repetido dogma que es el non plus ultra [no más allá] de la tolerancia para muchos, todas las opiniones son respetables. 

Concedo sin vacilar que existen muchas cosas respetables a nuestro alrededor: la vida del prójimo, por ejemplo, o el pan de quien trabaja para ganárselo, o la cornamenta de ciertos toros. 

Las opiniones, en cambio, me parecen todo lo que se quiera menos respetables: al ser formuladas, saltan a la palestra de la disputa, la irrisión, el escepticismo y la controversia. Afrontan el descrédito y se arriesgan a lo único que hay peor que el descrédito, la ciega credulidad. Sólo las más fuertes deben sobrevivir, cuando logren ganarse la verificación que las legalice. Respetarlas sería momificarlas a todas por igual, haciendo indiscernibles las que gozan de buena salud gracias a la razón y la experiencia de las infectadas por la ñoñería seudomística o el delirio.

Tomemos, por ejemplo, uno de nuestros debates, televisivos de corte popular en el que se afronte alguna cuestión peliaguda como los platillos volantes, la astrología (sobre este tema hubo uno reciente muy movido, en el que Gustavo Bueno y dos astrofísicos se enfrentaban a una selección de embaucadores particularmente correosa que contaba con la simpatía beocia de la audiencia), la curación mágica de las enfermedades o la inmortalidad del alma. 

Cualquiera de los participantes puede iniciar su intervención diciendo: "Yo opino... ". Pues bien, esa cláusula aparentemente modesta y restrictiva suele funcionar de hecho como todo lo contrario. Y es que hay dos usos diferentes, opuestos diría yo, del opinar. Según el primero de ellos, advierto con mi "yo opino" que no estoy seguro de lo que voy a decir, que se trata tan sólo de una conclusión que he sacado a partir de argumentos no concluyentes y que estoy dispuesto a revisarla si se me brindan pruebas contrarias o razonamientos mejor fundados. 

En ningún caso diría "yo opino" para luego aseverar que dos más dos son cuatro o que París es la capital de Francia: lo que precisamente advierto con esa fórmula cautelar es que no estoy tan seguro de lo que aventuro a continuación como de esas certezas ejemplares. Éste es el uso impecable de la opinión.

Pero, en otros casos, decir "yo opino" viene a significar algo muy distinto. Prevengo a quien me escucha de que la aseveración que formulo es mía, que la respaldo con todo mi ser y que, por tanto, no estoy dispuesto a discutirla con cualquier advenedizo ni a modificarla simplemente porque se me ofrezcan argumentos adversos que demuestren su falsedad. Theodor Adorno, en un excelente artículo titulado Opinión, demencia, sociedad, describe así esta actitud:
"El yo opino no restringe aquí el juicio hipotético, sino que lo subraya. En cuanto alguien proclama como suya una opinión nada certera, no corroborada por experiencia alguna, sin reflexión sucinta, la otorga, por mucho que quiera restringirla, la autoridad de la confesión por medio de la relación consigo mismo como sujeto"
Este modelo de opinante convierte cualquier ataque a su opinión en una ofensa a su propia persona. Para él, lo concluyente en refrendo de un dictamen no son las pruebas ni las razones que lo apoyan, sino el hecho de que alguien lo formula rotundamente como propio, identificando su dignidad con la veracidad de lo que sostiene. Como cada cual tiene derecho a su opinión, lo que nadie puede recusar, se entiende que todas las opiniones son del mismo rango y conllevan la misma fuerza resolutiva, lo cual destruye cualquier pretensión objetiva de verdad. Este es el uso espurio de la opinión.

En el debate televisivo al que antes aludíamos, cualquier pretensión de acuerdo sobre lo plausible suele quedar descartada de antemano. Quien insiste en que no se tome por aceptable más que lo racionalmente justificado sienta de inmediato plaza de intransigente o dogmático, vicios de lo más detestables

La resurrección de los muertos y la función clorofílica de ciertas plantas pasan por ser opiniones igualmente respetables: el que no lo cree así y protesta está ofendiendo a sus interlocutores, conculcando su básico derecho humano a sostener con pasión lo inverificable. La actitud de quien gracias a su fe particular "lo tiene todo claro" se presenta no sólo como perfectamente respetable desde la discreción cortés, sino hasta desde el punto de vista científico. 

En esos programas no hay disparate que no se presente como avalado por "importantes científicos". Si es así, ¿por qué nunca habíamos oído antes hablar de ello? Nos lo aclaran enseguida: porque lo impide la ciencia "oficial", mafia misteriosa al servicio de los más inconfesables intereses. 

Otros, menos paranoicos, pero más descarados, convierten la propia ciencia moderna en aval de la irracionalidad desaforada. Recuerdo un espacio televisivo en que se discutían los casos de "combustión espontánea" que aquejan a determinadas personas por causas impenetrables, aunque probablemente extraterrestres. Un reputado físico argumentaba educadamente contra varios farsantes, todos los cuales tenían muy clara su "respetable" opinión. Cuando se mencionó el método científico, uno de los embaucadores --parapsicólogo o cosa semejante-- pontificó muy serio:
"Mire usted: la ciencia moderna se basa en dos principios, el de relatividad, que dice que todo es relativo, y el de incertidumbre, que asegura que no podemos estar seguros de nada. Así que tanto vale lo que usted dice como lo que digo yo y ¡viva la combustión espontánea!"


* Publicado en El País, 02.07.94. Fernando Savater es filósofo.

Los 14 síntomas del fascismo eterno




El Ur-Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca.


Umberto Eco


El término «fascismo» se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista. Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico. Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound. Añádanle el culto la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán uno de los gurús fascistas más respetados, Julius Evola. A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno». Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista.


1. La primera característica de un Ur-Fascismo es el culto de la tradición. El tradicionalismo es más antiguo que el fascismo. No fue típico sólo del pensamiento contrarrevolucionario católico posterior a la Revolución Francesa, sino que nació en la edad helenística tardía como reacción al racionalismo griego clásico. En la cuenca del Mediterráneo, los pueblos de religiones diferentes (aceptadas todas con indulgencia por el Olimpo romano) empezaron a soñar con una revelación recibida en el alba de la historia humana. Esta revelación había permanecido durante mucho tiempo bajo el velo de lenguas ya olvidadas. Estaba encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de algunas religiones asiáticas. Esta nueva cultura había de ser sincrética. «Sincretismo» no es sólo, como indican los diccionarios, la combinación de formas diferentes de creencias o prácticas. Una combinación de ese tipo debe tolerar las contradicciones. Todos los mensajes originales condenen un germen de sabiduría y, cuando parecen decir cosas diferentes o incompatibles, lo hacen sólo porque todos aluden, alegóricamente, a alguna verdad primitiva. Como consecuencia, ya no puede haber avance del saber. La verdad ya ha sido anunciada de una vez por todas, y lo único que podemos hacer nosotros es seguir interpretando su oscuro mensaje. Es suficiente mirar la cartilla de cualquier movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se alimentaba de elementos tradicionalistas, sincretistas, ocultos. La fuente teórica más importante de la nueva derecha italiana, Julius Evola, mezclaba el Grial con los Protocolos de los Ancianos de Sión, la alquimia con el Sacro Imperio Romano. El hecho mismo de que, para demostrar su apertura mental, una parte de la derecha italiana haya ampliado recientemente su cartilla juntando a De Maistre, Guénon y Gramsci es una prueba fehaciente de sincretismo. Si curiosean ustedes en los estantes que en las librerías americanas llevan la indicación New Age, encontrarán incluso a San Agustín, el cual, por lo que me parece, no era fascista. Pero el hecho mismo de juntar a San Agustín con Stonehenge, esto es un síntoma de Ur-Fascismo.

2. El tradicionalismo implica el rechazo del modernismo. Tanto los fascistas como los nazis adoraban la tecnología, mientras que los pensadores tradicionalistas suelen rechazar la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Sin embargo, a pesar de que el nazismo estuviera orgulloso de sus logros industriales, su aplauso a la modernidad era sólo el aspecto superficial de una ideología basada en la «sangre» y la «tierra» (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno se camuflaba como condena de la forma de vida capitalista, pero concernía principalmente a la repulsa del espíritu del 1789 (o del 1776, obviamente). La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como «irracionalismo».

3. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas. Desde la declaración atribuida a Goebbels («cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola») hasta el uso frecuente expresiones como «cerdos intelectuales», «estudiante cabrón, trabaja de peón», «muera la inteligencia», «universidad, guarida de comunistas», la sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. El mayor empeño de los intelectuales fascistas oficiales consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales.

4. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.

5. El desacuerdo es, además, un signo de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.

6. El Ur-Fascismo surge de la frustración individual o social. Lo cual explica por qué una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, desazonadas, por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos. En nuestra época, en la que los antiguos «proletarios» se están convirtiendo en pequeña burguesía (y los lumpen se autoexcluyen de la escena política), el fascismo encontrará su público en esta nueva mayoría.

7. A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país. Es éste el origen del «nacionalismo». Además, los únicos que pueden ofrecer una identidad a la nación son los enemigos. De esta forma, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional. Los secuaces deben sentirse asediados. La manera más fácil para hacer que asome un complot es apelar a la xenofobia. Ahora bien, el complot debe surgir también del interior: los judíos suelen ser el objetivo mejor, puesto que presentan la ventaja de estar al mismo tiempo dentro y fuera. En América, el último ejemplo de la obsesión del complot está representado por el libro The New World Order de Pat Robertson.

8. Los secuaces deben sentirse humillados por la riqueza ostentada y por la fuerza de los enemigos. Cuando era niño, me enseñaban que los ingleses eran el «pueblo de las cinco comidas»: comían más a menudo que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos y se ayudan mutuamente gracias a una red secreta de recíproca asistencia. Los secuaces, con todo, deben estar convencidos de que pueden derrotar a los enemigos. De este modo, gracias a un continuo salto de registro retórico, los enemigos son simultáneamente demasiado fuertes y demasiado débiles. Los fascismos están condenados a perder sus guerras, porque son incapaces constitucionalmente de valorar con objetividad la fuerza del enemigo.

9. Para el Ur-Fascismo no hay lucha por la vida, sino más bien, «vida para la lucha». El pacifismo es entonces colusión con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Esto, sin embargo, lleva consigo un complejo de Harmaguedón: puesto que los enemigos deben y pueden ser derrotados, tendrá que haber una batalla final, de resultas de la cual el movimiento obtendrá el control del mundo. Una solución final de ese tipo implica una sucesiva era de paz, una Edad de Oro que contradice el principio de la guerra permanente. Ningún líder fascista ha conseguido resolver jamás esta contradicción.

10. El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrático. En el curso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas han implicado el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede evitar predicar un «elitismo popular». Cada ciudadano pertenece al mejor pueblo del mundo, los miembros del partido son los ciudadanos mejores, cada ciudadano puede (o debería) convertirse en miembro del partido pero no puede haber patricios sin plebeyos. El líder, que sabe perfectamente que su poder no lo ha obtenido por mandato, sino que lo ha conquistado con la fuerza, sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, tan débiles que necesitan y se merecen un «dominador». Puesto que el grupo está organizado jerárquicamente (según un modelo militar), todo líder subordinado desprecia a sus subalternos, y cada uno de ellos desprecia a sus inferiores. Todo ello refuerza el sentido de un elitismo de masa.

11. En esta perspectiva, cada uno está educado para convertirse en un héroe. En todas las mitologías, el «héroe» es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo está vinculado estrechamente con el culto a la muerte: no es una coincidencia que el lema de los falangistas fuera «¡Viva la muerte!». A la gente normal se le dice que la muerte es enojosa, pero que hay que encararla con dignidad; a los creyentes se les dice que es una forma dolorosa de alcanzar una felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, en cambio, aspira a la muerte, anunciada como la mejor recompensa de una vida heroica. El héroe Ur-Fascista está impaciente por morir, y en su impaciencia, todo hay que decirlo, más a menudo consigue hacer que mueran los demás.

12. Puesto que tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales. Éste es el origen del machismo (que implica desdén hacia las mujeres y una condena intolerante de costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad). Y puesto que también el sexo es un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista juega con las armas, que son su Ersatz [sustituto] fálico: sus juegos de guerra se deben a una invidia penis permanente.

13. El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo». En una democracia los ciudadanos gozan de derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos sólo está dotado de un impacto político desde el punto de vista cuantitativo (se siguen las decisiones de la mayoría). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». Puesto que ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. Habiendo perdido su poder de mandato, los ciudadanos no actúan, son llamados sólo pars pro toto [tomar una parte por el todo] a desempeñar el papel de pueblo. El pueblo, de esta manera, es sólo una ficción teatral. Para poner un buen ejemplo de populismo cualitativo, ya no necesitamos Piazza Venezia o el estadio de Nuremberg. En nuestro futuro se perfila un populismo cualitativo Televisión o Internet, en el que la respuesta emotiva de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada o aceptada como la «voz del pueblo». En razón de su populismo cualitativo, el Ur-Fascismo debe oponerse a los «podridos» gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el parlamento italiano fue: «Hubiera podido transformar esta aula sorda y gris en un xivac para mis manipulas». De hecho, encontró inmediatamente un alojamiento mejor para sus manípulos, pero poco después liquidó el parlamento. Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la «voz del pueblo», podemos percibir olor de Ur-Fascismo.

14. El Ur-Fascismo habla la «neolengua». La «neolengua» fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el socialismo inglés, pero elementos de Ur-Fascismo son comunes a formas diversas de dictadura. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show.

Después de haber indicado los posibles arquetipos del Ur-Fascismo, concédanme que concluya. La mañana del 27 de julio de 1943 me dijeron que, según los partes leídos por radio, el fascismo había caído y Mussolini había sido arrestado. Mi madre me mandó a comprar el periódico. Fui al quiosco más cercano y vi que los periódicos estaban, pero los nombres eran diferentes. Además, después de una breve ojeada a los títulos, me di cuenta de que cada periódico decía cosas diferentes y compré uno al azar, y leí un mensaje impreso en la primera página firmado por cinco o seis partidos políticos, como Democracia Cristiana, Partido Comunista, Partido Socialista, Partido de Acción, Partido Liberal. Hasta aquel momento yo creía que había un solo partido por cada país, y que en Italia sólo existía el Partido Nacional Fascista. Estaba descubriendo que en mi país podía haber diferentes partidos al mismo tiempo. No sólo esto: puesto que era un chico listo, me di cuenta enseguida de que era imposible que tantos partidos hubieran surgido de un día para otro. Comprendí, así, que ya existían como organizaciones clandestinas. El mensaje celebraba el final de la dictadura y el regreso de la libertad: libertad de palabra, de prensa, de asociación política. Estas palabras, «libertad», «dictadura» —Dios mío— era la primera vez en mi vida que las leía. En virtud de estas nuevas palabras yo había renacido hombre libre occidental. 

Debemos prestar atención a que el sentido de estas palabras no se vuelva a olvidar. El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con trajes de civil. Sería muy cómodo, para nosotros, que alguien se asomara a la escena del mundo y dijera: «¡Quiero volver a abrir Auschwitz, quiero que las camisas negras vuelvan a desfilar solemnemente por las plazas italianas!». Por desgracia, la vida no es tan fácil. El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. 

Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Vuelvo a darle la palabra a Roosevelt: «Me atrevo a afirmar que si la democracia americana [estadounidense] deja de progresar como una fuerza viva, intentando mejorar día y noche con medios pacíficos las condiciones de nuestros ciudadanos, la fuerza del fascismo crecerá en nuestro país» (4 de noviembre de 1938).

Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca. Que éste sea nuestro lema: «No olvidemos». Y permítanme que acabe con una poesía de Franco Forfini:

En el pretil del puente
las cabezas de los ahorcados.
En el agua de la fuente
las babas de los ahorcados.
En el enlosado del mercado
las uñas de los fusilados.
En la hierba seca del prado
los dientes de los fusilados.
Morder el aire morder las piedras
nuestra carne no es ya de hombres.
Morder el aire morder las piedras
nuestro corazón no es ya de hombres.
Pero nosotros lo leímos en los ojos de los muertos
y en la tierra haremos libertad
pero apretaron los puños de los muertos
la justicia que se hará.



* Publicado en CTXT. Contexto y Acción, 16.01.19. El texto corresponde al discurso pronunciado por Umberto Eco el 24.04.95 en la Universidad de Columbia, Nueva York.

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