En Chile no se debate acerca de la falta de debate: sobre tecnócratas y beatos




“El rasgo más llamativo de la investigación reciente sobre Chile
[es] la ausencia de debates fundamentales”
Philip Oxhorn


En Chile se discute poco y nada. No sólo en redes sociales. Miren Uds. los medios: el discurso es evidentemente uniforme, con algunas salidas de madre de gente considerada “populista”. Las que en general, no son otra cosa que posturas socialdemócratas, fácilmente homologables, para quien tenga información, con ideas, valores o medidas que ya son parte de la tradición de países como Suecia o Canadá... Ya verá Ud. el extremismo del que estamos hablando.

Al tenor de ciertos hechos, se sabe que tal pobreza intelectual no es producto de la casualidad, ni de lo especialmente mediocres que somos los chilenos. Tal ambiente se ha planificado y aplicado desde las élites; puntualmente, desde las élites de las élites: la tecnocracia economicista y ciertos movimientos religiosos ultraconservadores.

De ello da buen cuenta la socióloga María Angélica Thumala, en su libro Riqueza y piedad. El catolicismo de la elite económica chilena (2007):
“Un modo de evitar discusiones en las que se planteen verdaderos contrastes de ideas es, como se observa en las narrativas de esta investigación, hacer uso de contenidos realmente simples y previamente seleccionados de la doctrina de la Iglesia Católica proporcionados por los líderes e intelectuales de los movimientos religiosos y de los ‘think tanks’ de derecha. El Opus Dei y los Legionarios de Cristo tienen la habilidad de proporcionar a sus miembros y simpatizantes una batería de postulados y afirmaciones de inspiración religiosa y aplicación social que algunos miembros de la elite pueden manejar a modo de slogans sin tener que reflexionar acerca de ellos en la vida cotidiana. Estos principios, como por ejemplo la idea de que el respeto a la ley natural trae la felicidad, que la economía social [¡sic!] de mercado es el mecanismo más apropiado para la eliminación de la pobreza o que toda intervención estatal de la economía es negativa, aparecen no sólo en las entrevistas para esta investigación, sino también en la prensa escrita y en publicaciones académicas y son un asilo seguro donde refugiarse de las consecuencias destructivas del verdadero debate. (…) No es sorprendente, entonces, que los debates intelectuales sean rechazados en pos de procesos de toma de decisiones ‘técnicas’, ‘neutrales’ y ‘objetivas’. En vez de discusiones ‘académicas’ o reflexiones ‘filosóficas’ que conducen a ninguna parte, estos hombres favorecen la ‘acción’ y el comportamiento ‘práctico’. (…) En la imaginación de los miembros de la elite cercanos a la derecha, la política es definida como confrontación y como la imposibilidad de llegar a acuerdos pacíficos. (…) Las descripciones de la economía de mercado presentadas en el capítulo 3 como un mecanismo neutro y objetivamente superior para la generación de riqueza buscan negar la base política de las decisiones sobre la economía nacional”
Tal como dice Thumala, hace años que diariamente se puede constatar que en Chile hay verdades absolutas e incuestionables... por groseramente ideológicas y débiles que sean. Y ellas se elaboran y difunden desde los grupos de poder conservadores, donde los economistas científicos caminan de la mano con los piadosos católicos. Los ultra, sean ateos o religiosos, escriben el libreto y dirigen la obra.




Otros capitalismos: Japón




Nadie podría dudar del éxito económico japonés en términos capitalistas modernos. Pero, pocas veces se recuerda que el tipo de capitalismo nipón difiere del anglosajón que se centra en el individualismo, la maximización radical, la preeminencia de los accionistas por sobre los trabajadores, clientes, comunidad local y nacional, etc.

No se trata de tener a Japón como modelo a seguir[1], pero en un país donde se nos ha convencido de que existe un sola posibilidad de sistema económico, bien vale la pena conocer un poco la visión nipona que en su modernización mantuvo aspectos de su tradición que guiaron ese cambio cultural.


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Cecilia Barría


Hirotaka Takeuchi, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, ha estudiado por años las políticas de innovación de las empresas japonesas y la manera en que reaccionan en momentos de crisis.

Lo ha hecho principalmente centrado en los desastres naturales, dado que Japón está constantemente expuesto a terremotos, tsunamis, tifones y erupciones volcánicas de gran magnitud con altos niveles de mortalidad y con profundas consecuencias económicas. El país también ha enfrentado crisis económicas como la llamada "Década Perdida" de los años 90, la Gran Recesión de 2008 o los efectos que produce en la actualidad la pandemia de covid-19.

La pregunta clave es cómo las empresas japonesas sobreviven a esos desafíos y qué lecciones puede sacar Occidente de esa experiencia.

"Las empresas japonesas practican el capitalismo sabio y no el capitalismo de Wall Street", dice Takeuchi. En pocas palabras, explica, invierten en la comunidad y no se enfocan exclusivamente en generar ganancias.

En diálogo con BBC Mundo, y en un tono más filosófico que financiero, Takeuchi argumenta que el desarrollo de las compañías suele enfocarse en tres aspectos fuertemente arraigados en la cultura.


1. Longevidad

El país asiático se destaca por su longevidad corporativa: 40% de las empresas que han existido por más de 300 años en el mundo están en Japón, afirma Takeuchi.
"Hay empresas que se quedan estancadas en el corto plazo y desarrollan planes estratégicos a cinco años, mientras que muchas compañías japonesas piensan en los próximos 100 o 200 años".
El investigador utiliza el concepto de "crear el futuro" (make the future, en inglés), en el sentido de mirar hacia un horizonte de largo plazo y construir un camino sostenible.

Un ejemplo de este enfoque es la firma de dulces Toraya Confectionery, fundada en el siglo XVI y que ha permanecido en las manos de la misma familia por 17 generaciones, o la farmacéutica Takeda, fundada en 1781. Las otras firmas japonesas más conocidas en Occidente como Toyota, Canon, Komatsu, Suzuki, Panasonic o Toshiba son mucho más nuevas y llevan alrededor de 100 años en funcionamiento.

Independientemente del momento de su fundación, Takeuchi argumenta que la visión de futuro es una de las características del desarrollo corporativo japonés que marca una clara diferencias con los planes de desarrollo que suelen hacer las empresas de Occidente.


2. Liderazgo

Otro punto clave del éxito de las las empresas japonesas es el buen liderazgo corporativo.

Eso significa que no se guían por métricas externas a la hora de medir sus logros, explica Takeuchi, sino que prefieren "una perspectiva de crecimiento que nace en el interior de la firma" y se despliega hacia afuera; una estrategia inside out, en inglés. Seguir ese camino implica que ante situaciones de emergencia o catástrofe, la firma está dispuesta a seguir la intuición del líder de la corporación.
"En Japón, el origen de la estrategia está más bien basada en el sueño del fundador o del director ejecutivo (...) Su origen no está en el análisis de datos. Para nosotros es importante escuchar al líder. A esto le llamamos conocimiento tácito. Es un enfoque centrado en el ser humano, en sus creencias".
Esta intuición es particularmente útil, señala el experto, cuando se requieren respuestas rápidas ante circunstancias adversas, llevando a la práctica "el valor del bien común".

Cuando ocurre un desastre, "un elemento clave para el éxito de una empresa es su agilidad", dice, citando como ejemplo la reacción que tuvieron empresas como Lawson, Yacult, Yamato o Uniqlo tras el terrible terremoto de 2011, guiadas por una fuerte determinación de sus líderes.
"Lo primero que pensaron fue cómo ayudar a los empleados y a los clientes afectados, no en las ganancias".
Pero en cuestiones de liderazgo, desde el punto de vista occidental, varias compañías japonesas son criticadas por tener una estructura de mando demasiado vertical, donde los empleados son temerosos de disentir. Al respecto Takeuchi dice que es muy difícil generalizar. "Hay ejemplos como Toyota, donde confrontar a tu jefe es aceptable", apunta.


3. Empatía

"Muchas empresas japonesas se ponen en los zapatos del otro", afirma el académico. "La empatía es parte de la tradición de nuestro país porque somos golpeados constantemente por desastres naturales".

Takeuchi cuenta que las madres en Japón les enseñan a los hijos la empatía desde que son pequeños. "Por eso cuando llega una crisis, somos capaces de ponernos en el lugar de los empleados que están sufriendo". "Lo último que quieres hacer es despedir a esos trabajadores afectados por las consecuencias de la crisis".

Como ejemplo de "empresas sabias" que practican la empatía, el académico menciona algunas como Toyota, Komatsu y Honda, que tienen una buena reputación.

Takeuchi argumenta que cuando se produce un desastre natural, este tipo de empresas tratan de evitar los despidos y la reducción de costos.

Sin embargo, está consciente de que no todas las compañías japonesas han seguido el mismo camino. "Las empresas japonesas han actuado de manera irresponsable y cometieron errores en el pasado, pero están intentando no volver a cometerlos", dice en relación a prácticas de abuso laboral y contaminación ambiental.

Además de aquellos casos mencionados por el profesor de Harvard, la Agencia de Servicios de Inmigración del país ha recibido en los últimos años múltiples denuncias por abusos a trabajadores migrantes.

Otro punto oscuro en el mundo laboral japonés es un fenómeno llamado "karoshi", que se refiere a la muerte por exceso de trabajo. No en vano el país asiático tiene fama por sus extensas jornadas laborales.


"No son muy populares en Wall Street"

"Muchas empresas japonesas no son muy populares entre la gente de Wall Street, porque no están focalizadas en ser más rentables y en maximizar el valor para los accionistas", apunta el académico.

"Una empresa es un instrumento de la sociedad", argumenta Takeuchi. "La sociedad te permite que existas en la medida que entregues algún tipo de valor a la comunidad". El problema se presenta cuando llegan crisis y el panorama económico se complica.

"La buena noticia es que durante las crisis económicas los accionistas de las empresas japonesas no exigen los mismos beneficios que tenían antes", dice el investigador. Y es esa actitud permite que el director ejecutivo tenga una aproximación distinta a los problemas. "Los accionistas en Japón entienden que hay una crisis y bajan sus expectativas. Eso no pasa en Wall Street", apunta Takeuchi.

Pero como las fronteras nacionales son cada vez más difusas, las firmas se han internacionalizado y los capitales fluyen de un país a otro. En ese contexto, un creciente número de inversores extranjeros está ingresando a las empresas japonesas. "Están demandando una mayor rentabilidad para los accionistas, pero aún son una minoría en Japón", advierte.

"Esa presión está ahí", pero hay una gran diferencia, advierte Takeuchi. "Nosotros apreciamos la sabiduría. El conocimiento se vuelve obsoleto, pero la sabiduría pasa de generación en generación".


NOTA:

[1] Una forma sencilla de acceder a otra mirada del exitoso Japón, son los dibujos de Tetsuya Ishida.



* Publicado en BBC Mundo, 16.07.20.

Octavio Paz y las ciencias... sí, en plural


 

Octavio Paz busca realizar un reconocimiento de las culturas indígenas al compararlas con la occidental moderna para aclarar que ambas son formas culturales y, en tal sentido, homologables. No obstante, emplea "salvaje" y "primitivo"... conceptos de la tradición antropológica, euronorteamericana por cierto, que aún perviven.

Así y todo, el texto aporta y cumple con el afán de Paz.


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“La obra de Lévi-Strauss tiende un arco que une dos paisajes contrarios: la naturaleza y la cultura. Dentro de la segunda se repite la oposición: La pensée sauvage describe el pensamiento de las sociedades primitivas y lo compara con el de las históricas. Aclaro que el primero no es el pensar de los salvajes sino una conducta mental presente en todas las sociedades y que en la nuestra se manifiesta principalmente en las actividades artísticas. Asimismo, el adjetivo histórico no quiere decir que los primitivos carezcan de historia: del mismo modo que en nuestro mundo el pensamiento salvaje ocupa un lugar marginal y casi subterráneo, la noción de historia no tiene entre los primitivos la jerarquía suprema que nosotros le otorgamos. Esta repugnancia hacia el pensar histórico no le quita rigor, realismo y coherencia al pensamiento salvaje. Una vez más: su lógica no es distinta a la nuestra por lo que toca a su forma de operación aunque sí lo sea por sus objetos y por sus fines a que aplica sus razonamientos. Por ejemplo, entre los primitivos los sistemas de clasificación que comprende el rubro general de taxonomía no son menos exactos que los de nuestras ciencias naturales y son más ricos. Uno y otro, el herbolario australiano y el botánico europeo, introducen un orden en la naturaleza pero en tanto que el primero tiene en cuenta ante todo las cualidades sensibles de la planta --olor, color, forma, sabor-- y establece una relación de analogía entre esas cualidades y la de los otros elementos naturales y humanos, el hombre de ciencia mide y busca relaciones de orden morfológico y cuantitativo entre los ejemplares, las familias, los géneros y las especies. El primero tiende a elaborar sistemas totales y el segundo especializados. En uno y otro caso se trata de relaciones que se expresan por esta fórmula: esto es como aquello o esto no es como aquello. Se ha dicho muchas veces que el pensamiento salvaje es irracional, global y cualitativo mientras que el de la ciencia es exacto, conceptual y cuantitativo. Esta oposición, tema constante de las disquisiciones de la antropología de principios de siglo, se ha revelado ilusoria (...) El hombre de ciencia del pasado medía, observaba y clasificaba; el primitivo siente, clasifica y combina; la ciencia contemporánea penetra, como el hombre primitivo, en el mundo de las cualidades sensibles gracias a la noción de combinación, simetría y oposición. Las taxonomías de los primitivos no son místicas ni irracionales. Al contrario, su método no difiere del de los computers: son cuadros de relaciones”.


* Fragmento extraído desde Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo (1967) de Octavio Paz.

Consumismo romántico y la crítica de la crítica




En una reunión social tuve ocasión de presenciar un intercambio de opiniones acerca del Día de los enamorados. Un comensal planteaba su disgusto con la “fiesta” por ser un chanchullo publicitario, potenciado desde los medios, que suma un fútil evento al calendario consumista del año; y además, objetaba el romanticismo estereotipado y cursi que acompaña a la fecha. Por otro lado, la contraparte defendía la decisión de celebrar por ser una opción personal respetable en sí misma; incluso más allá de la fiesta en sí, una cuestión de libertad individual y, por ende, dejaba ver la intolerancia de la crítica.

El “debate” muestra que no hay nada nuevo bajo el sol. Se trataba de la vieja disputa entre la autonomía individual y las intervenciones externas: el conflicto entre la burguesía y el Antiguo Régimen europeo con sus instituciones, valores y cultura. De esa lucha de emancipación surgirá un pensamiento que le dio preeminencia a lo individual por sobre lo colectivo y defendió la autonomía de la conciencia frente a las intervenciones externas de la época: la sociedad tradicional, el estado absolutista y la Iglesia romana. El sustento intelectual de la lucha fue la Ilustración, su clímax habría sido la Revolución Francesa y el liberalismo clásico su fruto más fiel.

La teorización ilustrada sirvió de fundamento a la aplicación liberal del principio de no intervención de la autonomía. Esta fue entendida como el valor más importante de la Modernidad, base del derecho, del sistema político y económico liberal. A la fecha, esa idea de autonomía individual se ha materializado, entre otros aspectos, en la libertad de conciencia y opinión cuáles derechos. Y el principio de respeto irrestricto de aquellas libertades, ha sustentado una corriente relativista que defiende la legitimidad de (casi) cualquier opinión y conducta. De ahí que se rechacen las críticas como coacciones de la autonomía individual.

Nos parecía necesario situar el fondo de la discusión que tratamos aquí, para comprender su lógica e implicancias y saber desde dónde se establece el argumento “tolerante”. Ahora vayamos a un ejemplo particular, así veremos que los principios pueden no ser tan útiles o evidentes cuando acudimos a situaciones específicas. Cuestión básica en la ética, como ya Aristóteles afirmara hace más de veinticuatro siglos.

Tomemos un caso de una opinión estética, asunto con mayor razón considerado dentro del sacrosanto templo de la autonomía individual. Imaginemos una persona que admira en grado sumo las letras de las canciones de Ricardo Arjona. Por cierto que es su gusto. Mas, ello no implica que esa “poesía” de las cosas simples y la favorable opinión acerca de ella, sean estéticamente incuestionables. Menos si nuestro fan iguala las letras del cantautor con, por ejemplo, los versos de Neruda o Huidobro. Asimismo, sigamos imaginando, esa expresión del gusto se manifiesta en que nuestro fan, guiado por su idolatría por Arjona, decide dejar su trabajo para emprender una misión: difundir lo que para él es una obra magna de un autor imperecedero. Si bien esta persona es libre de hacer lo que quiera, ello no impide emitir un juicio acerca de tan altruista cruzada… o a lo menos un par de tallas, ¿no?

Si Ud. ha leído hasta acá, acepto que le puede parecer que estoy matando moscas con perdigones o que este escrito es fruto del ocio veraniego. Sin embargo, me parece importante poder mirar cuestiones cotidianas con cierta distancia reflexiva y más aún informadamente. Pues, nunca está de más recordar que toda nuestra vida es, al fin y al cabo, cotidianidad. La cual incluye cuestiones que son mucho más relevantes que celebrar o no el Día de los enamorados. Con mayor razón cuando hoy se ha impuesto en Chile un relativismo de corte liberal el cual protege, desde la poderosa trinchera de los derechos individuales, no solo los juicios adversos acerca de personas comunes, sino también la crítica a decisiones o acciones con consecuencias mucho más amplias o delicadas. Por ejemplo, decisiones de algún empresario sobre su compañía que afectan negativamente a sus empleados, proveedores y/o clientes, son justificadas desde la lógica de la autonomía: es su derecho absoluto sobre su propiedad privada.[1]

En general, a partir de esa relativista crítica de la crítica se socava la discusión y la por cierto conflictiva búsqueda de un consenso social. Solo quedaría constatar que no hay consenso y alegrarse de ello: su inexistencia es prueba de que nuestra autonomía como individuos está a salvo de coacciones externas y/o colectivas.[2]

Mas, el reinado del principio relativista, fundado en la autonomía liberal, llevaría a situaciones insólitas: imposibilitaría la actividad académica que es fruto del debate e igualmente la democracia se vería afectada como sistema de confrontación de ideas y valores. Es más, lo mismo ocurriría con cualquier tipo de diálogo donde se pudieran dar discusiones o juicios acerca de algún tópico... Quedaríamos atrapados en la insoportable superficialidad de las conversaciones de salón: lugares comunes, cumplidos y obviedades inofensivas. La propia vida social se haría absurda o insoportable bajo el yugo de la aceptación acrítica de la autonomía.

Podría creerse que cualquier persona perspicaz advertiría que, evidentemente, los actos tienen fundamentos y consecuencias. No se dan en un limbo o en sí mismos: aunque individuales, son siempre sociales. Pero, la realidad nos enseña que la perspicacia cuando no es rara es selectiva. Sin embargo, ese enfoque sí debería ser elemental para quien posee algún conocimiento de las disciplinas socioculturales. De hecho, ese es el objetivo básico del análisis de dichas disciplinas, indistintamente de la teoría utilizada para sus estudios. Tal vez la falla de quienes pertenecemos a ese campo ha sido no socializar lo suficiente aquel punto.

Esas mismas investigaciones han demostrado que la vida social está lejos de corresponder a la fantasía neoliberal de una conjunción, en un territorio dado, de un motón de autistas-autónomos. Sabemos lo inconvenientes que son dichas visiones cuando son llevadas a la realidad. Patente es el caso de Chile donde se instauró la legitimidad moral y la protección legal de la autonomía de los grandes agentes del mercado. Todo ello, por supuesto, dada la especial preocupación de nuestras élites por la autonomía individual de las chilenas y chilenos comunes y corrientes. Y, no hay que olvidarlo tampoco, por una profunda admiración por los pensadores ilustrados... ¡¿Quién podría ser tan ruin para dudarlo?!

A estas alturas, se entenderá que comparto la opción de aquel crítico del Día de los enamorados: es válido opinar respecto de la celebración. Diferente sería que se impidiera esa expresión festiva. En estos tiempos se tiende a confundir tolerancia con la no emisión de juicios críticos. Y, de hecho, igualmente concuerdo en que es una fiesta re-inventada por los publicistas y difundida por los medios para exacerbar el consumismo (cuestión muy diferente del consumo). En este caso, un consumismo romántico estereotipado y cursi.

En tal sentido, atendiendo a la construcción social de la realidad, el Día de los enamorados sí tiene consecuencias al reproducir y legitimar ideas, patrones conductuales y valores. Sea que ello se haga de forma explícita o suceda implícitamente. Por ende, escapa del mero ámbito individual privado. Con mayor razón puede y debe estar sujeto a crítica... la cual, irónicamente, es una expresión de la autonomía individual.

Se me olvidaba: tampoco me gusta Arjona.


NOTAS:

[1] En todo caso, defender el derecho a que los demás puedan decir o hacer lo que les venga en gana, simplemente puede ser una manera de maquillar el individualista desinterés por los otros. Más todavía en una sociedad que promueve el egoísmo.

[2] El consenso neoliberal se limita a que no debe haber consenso, salvo sobre la existencia de una mínima estructura normativa que permita el ejercicio y protección de la libertad individual dentro de los límites (amplios) de esa estructura. Y ya sabemos la calidad del marco normativo chileno y para quiénes fue establecido.



* Publicado en El Clarín de Chile, 20.02.14.

Un sistema mundial de evasión fiscal




Gonzalo Vidueira Mociño

Tax Justice Network publicó en noviembre de 2020 su informe El Estado de la Justicia Fiscal: 2020: La justicia fiscal en tiempos de la Covid-19. En el documento se menciona, entre sus principales cuestiones, que existe un “eje de evasión fiscal” que contribuye a más de la mitad de la elusión y evasión fiscal, llegando hasta el 55,37% del total mundial. Los cuatro países que componen este eje son el Reino Unido (Islas Caimanes, Islas Vírgenes Británicas, Guernsey, Jersey, Bermudas, Gibraltar, entre otros), Países Bajos, Luxemburgo y Suiza. Fuera del eje destacan EE.UU., China, Hong Kong, Irlanda y Singapur.

¿Por qué importa esto último? Porque se evadieron, según el mismo informe, 427 mil millones de dólares en un año. Para que se tenga una idea, esa cifra permitiría pagar a casi 34 millones de enfermeras y enfermeros en tiempos de Covid-19. Puntualmente, de esa evasión, 245 mil millones son de grandes corporaciones y 182 mil millones son de privados.

Los países más perjudicados en cantidad son EE.UU., Reino Unido, Alemania, Francia y Brasil, países de alto PIB. Pero esto no debe llevarnos a subestimar los efectos en economías más pequeñas. Pues, países más pobres si bien tienen pérdidas fiscales menores en cantidad, el peso sobre los impuestos recaudados hace que tenga efectos significativos en sus rentas. Entre estos últimos destacan, con pérdidas por sobre el 30% de su PIB: Gambia, Guyana, Islas Marshall, Liberia, Luxemburgo, Samoa, Sudán y Lesoto.

Países que permiten la evasión y elusión sabemos que favorece el financiamiento de la corrupción y el narcotráfico. También son países que benefician condiciones de desigualdad. La opacidad de sus cuentas termina por afectar sus democracias capturadas por los grandes financistas. Ser liberal a mí entender es ir contra aquellos que se abrogan el poder monopólico. En el siglo XVIII fueron los monarcas, en el XX los burócratas estatales, y hoy, son los privados y las grandes corporaciones que manejan la mitad de las exportaciones del comercio mundial.

Dejamos parte de la "Introducción" del Informe citado de Tax Justice Network.


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Introducción

Esta edición inaugural de El Estado de la Justicia Fiscal conlleva varias novedades importantes. Se trata de la primera edición de un informe anual considerado el primero de este tipo sobre el coste económico y social anual que supone el abuso fiscal internacional. Constituye la primera investigación que presenta estimaciones exhaustivas de las enormes cantidades de impuestos que cada país del mundo pierde cada año debido al abuso fiscal corporativo y privado, y lo que esto representa en términos de gasto sanitario para los países.

El Estado de la Justicia Fiscal 2020 denuncia que el mundo pierde más de 427 mil millones de dólares en impuestos al año a causa del abuso fiscal internacional. De los 427 mil millones, 245 mil se pierden debido a que las empresas multinacionales transfieren sus ganancias a paraísos fiscales a fin de ocultar las ganancias que obtuvieron realmente en los países en los que operan y, por tanto, pagan menos impuestos de los que deberían. Los 182 mil millones de dólares restantes se pierden debido a que las personas adineradas ocultan activos e ingresos no declarados en el extranjero, fuera del alcance de la ley.

Los países de todo el mundo pierden de media el equivalente al 9.2% de sus presupuestos sanitarios en paraísos fiscales cada año, y los países de ingresos más bajos pierden proporciones equivalentes mucho mayores que los países de ingresos más altos. El Banco Mundial clasifica a los países en base al producto interior bruto per cápita en: ingresos bajos, medios-bajos, medios-altos o altos. Aproximadamente la mitad de la población mundial vive en los dos grupos de ingresos más bajos, y aproximadamente la otra mitad en los grupos de ingresos más altos. Por consiguiente, en este informe, cuando nos referimos a países de “ingresos más altos”, nos referimos a países de ingresos altos y medios-altos agrupados, y cuando nos referimos a países de “ingresos más bajos”, nos referimos a países de ingresos medios-bajos y de ingresos bajos agrupados.

Los países de ingresos más altos pierden más impuestos (382.7 mil millones de dólares) que los países de ingresos más bajos (45 mil millones de dólares), sin embargo, las pérdidas fiscales de los países de ingresos más bajos son proporcionalmente mayores en comparación con los ingresos fiscales que normalmente recaudan. Los países de ingresos más bajos pierden el equivalente al 5.8% de sus ingresos fiscales recaudados, mientras que los países de ingresos más altos pierden el 2.5%. Si bien esta tendencia se mantiene para las pérdidas fiscales debido al abuso fiscal corporativo, por el que los países de ingresos más bajos pierden el equivalente al 5.5% de sus ingresos fiscales recaudados y los países de ingresos más altos pierden el 1.3%, los países más altos pierden proporciones mayores cuando se trata de pérdidas fiscales debido a la evasión fiscal privada. Así pues, los países de ingresos más altos pierden el equivalente al 1.2 por ciento de su recaudación fiscal, mientras que los países de ingresos más bajos pierden el 0.3 por ciento. Reconocemos varias razones potenciales para este resultado. Mientras que puede ser simplemente un número relativamente menor de personas ricas de países de bajos ingresos que utilizar centros financieros extraterritoriales para ocultar sus activos, este aparente hallazgo también podría resultado de las debilidades de los datos disponibles, o de nuestra metodología (véase la metodología para los detalles). Una mejor disponibilidad de datos puede permitir que los análisis futuros tomen una un enfoque menos conservador.

La disparidad entre la repercusión que tiene el abuso fiscal mundial en las regiones de ingresos más altos y en las regiones de ingresos más bajos es mucho más nítida cuando se analiza el gasto en salud. El Estado de la Justicia Fiscal 2020 demuestra que, de media, los países de ingresos más bajos pierden impuestos equivalentes a casi el 52 por ciento de sus presupuestos sanitarios, mientras que los países de ingresos más altos pierden el equivalente al 8.4 por ciento.

A nivel mundial, el equivalente casi 34 millones de salarios anuales de personal de enfermería se pierde cada año en los paraísos fiscales.

El Estado de la Justicia Fiscal también revela que los países de ingresos más altos son responsables de facilitar el 98% de todas las pérdidas fiscales mundiales, mientras que los países de ingresos más bajos son responsables de menos del 2% de todas las pérdidas fiscales mundiales.

Casi todas las personas en prácticamente todos los países del mundo asumen los costes en que incurren los defraudadores fiscales. La gente soporta servicios públicos innecesariamente deficientes, desigualdades innecesariamente profundas, tasas de mortalidad innecesariamente elevadas, gobiernos y administraciones públicas innecesariamente débiles y corruptas. Solo ganan los defraudadores fiscales y los millonarios de los paraísos fiscales, a costa de todos los demás.

El Estado de la Justicia Fiscal 2020 se distingue de estudios previos sobre el abuso fiscal corporativo a nivel mundial de dos maneras significativas. En primer lugar, es el primer estudio que utiliza los datos de informes agregados desglosados por países publicados recientemente por la OCDE para estimar las pérdidas fiscales corporativas para todos los países. Los datos recopilados y publicados por los miembros de la OCDE representan la culminación de la campaña de casi dos décadas llevada a cabo por la Red de Justicia Fiscal y hacen posible que podamos observar y medir directamente el abuso fiscal corporativo con más precisión y certeza que nunca antes analizando el desajuste entre los lugares donde las empresas multinacionales declararon sus ganancias y aquellos donde desarrollaron una actividad económica real.

En segundo lugar, mientras que los estudios anteriores estimaban tanto las pérdidas directas como las pérdidas indirectas del abuso fiscal corporativo mundial, El Estado de la Justicia Fiscal 2020 se centra solo en las pérdidas directas. Las pérdidas indirectas, o los costes indirectos, surgen como un efecto secundario de las pérdidas directas, pues los gobiernos reducen los tipos efectivos corporativos legales y efectivas para contrarrestar las pérdidas directas debido al abuso fiscal corporativo, atraer empresas multinacionales y, en última instancia, aumentar los ingresos fiscales. Este enfoque contraintuitivo para aumentar los ingresos fiscales y reducir las pérdidas fiscales, a menudo denominado “competencia fiscal”, constituye una economía falsa que, como ha demostrado un amplio conjunto de pruebas, conduce a unos ingresos fiscales aún más bajos para todos los gobiernos; por esa razón está práctica es conocida como la “carrera a la baja”.

Si bien los estudios anteriores han podido estimar las pérdidas indirectas a nivel mundial multiplicando las pérdidas directas por un factor apropiado, no es posible hacerlo a nivel nacional debido a que la naturaleza compleja de los paraísos fiscales mundiales y los constantes movimientos de beneficios entre jurisdicciones conllevan mayores niveles de pérdidas indirectas para algunos países y menores niveles para otros. Esto dificulta la estimación de las pérdidas indirectas para cada país con el mismo nivel de certeza y precisión con el que se estiman las pérdidas directas para cada país utilizando los datos de informes desglosados por países.

Para poder evaluar uniformemente el impacto del abuso fiscal internacional tanto a nivel mundial como nacional, y aprovechar al máximo el nivel sin precedentes de precisión y certeza que ofrecen los datos agregados desglosados por países de la OCDE, El Estado de la Justicia Fiscal 2020 se centra únicamente en las pérdidas fiscales directas derivadas del abuso fiscal corporativo mundial.

Por esta razón, la estimación de El Estado de la Justicia Fiscal 2020 sobre el abuso fiscal corporativo, a primera vista, puede parecer más baja que las estimaciones aportadas en estudios anteriores, pero esto se debe a que las estimaciones anteriores combinan pérdidas directas e indirectas. La estimación de pérdidas directas realizada por El Estado de Justicia Fiscal 2020 es mayor que la estimación de pérdidas directas de estudios anteriores, lo que implica una estimación mayor de pérdidas indirectas y combinadas a nivel mundial. En casi todos los casos, las estimaciones de El Estado de la Justicia Fiscal 2020 sobre las pérdidas directas individuales de los países son más altas que las estimaciones de sus pérdidas directas aportadas en estudios anteriores.

Aportando datos tanto a nivel mundial como nacional El Estado de la Justicia Fiscal 2020 nos permite localizar las jurisdicciones cuyos sistemas fiscales y financieros han sido más utilizados por los defraudadores fiscales. El informe también ofrece medidas granulares sobre lo vulnerable a los flujos financieros ilícitos que estas jurisdicciones hacen a cada país.

Junto con el informe, estamos lanzando un portal de datos en línea disponible públicamente que recoge toda la información de este informe, además de una serie de datos adicionales que amplían el alcance y la cobertura de los enfoques y temas abordados en los siguientes capítulos. Dicho portal proporciona una gran variedad de estimaciones de las pérdidas de ingresos fiscales, desde el nivel nacional hasta el internacional, concediendo a activistas, periodistas, investigadores y legisladores acceso inmediato a los datos clave.

Incluso antes de la pandemia del coronavirus, los hechos revelados en El Estado de la Justicia Fiscal 2020 resultarían escandalosos. Dado que la pandemia del coronavirus pone de manifiesto el grave coste de unos servicios públicos y sanitarios infrafinanciados en todo el mundo –que se agravan por las profundas injusticias y desigualdades estructurales subyacentes y a su vez las acentúan– estas cifras representan una tragedia. Es más, una tragedia vergonzosa e innecesaria provocada por la complicidad de las empresas multinacionales, que han hecho grandes esfuerzos para eludir sus responsabilidades fiscales, y de la OCDE y numerosos gobiernos nacionales, que han paralizado una reforma significativa del deficiente sistema fiscal internacional y ocultado activamente a sus poblaciones la magnitud y el alcance del abuso fiscal internacional.

El Estado de la Justicia Fiscal se ha convertido en una necesidad. Los gobiernos luchan por satisfacer la necesidad inmediata de gasto urgente, por lo que resulta fundamental responder a la obligación a más largo plazo de reconstruir datos sólidos sobre las pérdidas de ingresos fiscales. Los gobiernos no pueden reconstruir de una mejor manera sobre la trampilla de un paraíso fiscal.

La OCDE ha tomado este año la iniciativa encomiable de publicar los datos agregados presentados por países miembros, revelando dónde están declarando ganancias y pagando impuestos las empresas multinacionales, y posibilitando que detectemos y denunciemos en este informe el abuso fiscal corporativo con un alcance y una precisión sin precedentes. No obstante, al agregar los datos de los informes presentados por los países antes de darlos a conocer al público, la OCDE y los gobiernos de Europa han optado por ocultar la identidad de los defraudadores fiscales corporativos, estafando a sus poblaciones y a las personas de todo el mundo cientos de miles de millones de ingresos fiscales al año. La OCDE y los gobiernos europeos deberían publicar los datos desglosados a nivel de empresa que ya poseen para que todos puedan estar informados por igual y hacer su propia evaluación sobre a quién beneficia nuestro sistema fiscal mundial actual y cómo este debe cambiar. Hasta que eso suceda, los acuerdos fiscales internacionales vigentes no solo socavarán nuestra capacidad para abordar la pandemia del coronavirus, sino que también minarán la confianza en los gobiernos y en las instituciones internacionales que los respaldan.

Para la mayoría de la gente, no resultará sorprendente leer en este informe que algunas de las personas y empresas más ricas y poderosas han estado eludiendo sus responsabilidades fiscales durante décadas, lo que ocasiona nefastas consecuencias para el resto de la población. No obstante, los datos revelados en El Estado de la Justicia Fiscal 2020 ponen fin a los conceptos erróneos y las falacias de que el abuso fiscal por parte de las empresas y personas más adineradas es demasiado pequeño para dañar o un lubricante necesario que mantiene las ruedas de la economía mundial funcionando en beneficio de todos. El abuso fiscal priva a los países de miles y miles de millones en impuestos que se necesitan con urgencia y nos impide construir sociedades mejores, más saludables y más justas.




Scorsese y la industria de los súper héroes






Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de superhéroes. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo.


Martin Scorsese


A principios de octubre, en Inglaterra, la revista Empire me hizo una entrevista. Me preguntaron sobre las películas de Marvel. Contesté. Dije que había intentado ver algunas de ellas y que no eran para mí, pues me parecían más parques de atracciones que películas tal como las he conocido y amado durante mi vida y que, al final, no creía que fueran cine.

Algunas personas han considerado insultante la última parte de mi respuesta o la ven como la prueba de mi odio hacia Marvel. Si un lector está decidido a interpretar mis palabras de esa manera, no hay nada que pueda hacer al respecto.

En muchas de las películas de franquicias trabajan personas con talento y maestría considerable. Se ve en la pantalla. El hecho de que los filmes como tal no me interesen es un asunto de gusto y carácter personal. Sé que, si fuese más joven, podría haber estado emocionado por estas producciones cinematográficas y quizás hasta hubiera querido hacer una. Pero crecí en el momento en el que crecí y desarrollé un sentido de las películas —de lo que eran y de lo que podrían llegar a ser— que está tan lejos del universo Marvel como la Tierra lo está de Alfa Centauri.

Para mí, para los cineastas que llegué a amar y respetar, y para los amigos que empezaron a rodar películas al mismo tiempo que yo, el cine consistía en una revelación. Una revelación estética, emocional y espiritual. Giraba en torno a los personajes: la complejidad de las personas y sus naturalezas contradictorias y a veces paradójicas, su capacidad para herirse y amarse unos a otros y, súbitamente, enfrentarse a ellos mismos.

Consistía en confrontar lo inesperado en la pantalla y en la vida que dramatizaba e interpretaba, y expandir la sensación de lo que era posible en esa forma artística.

Esa era la clave para nosotros: era una forma artística. En aquel momento había cierto debate al respecto, por lo que defendimos el cine como un arte equivalente a la literatura, la música o el baile. Llegamos a entender que el arte podría encontrarse en distintos lugares y de muchas maneras: en Casco de acero de Sam Fuller y Persona de Ingmar Bergman, en Siempre hace buen tiempo de Stanley Donen y Gene Kelly y en Scorpio Rising de Kenneth Anger, en Vivre Sa Vie de Jean-Luc Godard y en Los asesinos de Don Siegel.

También en las películas de Alfred Hitchcock. Supongo que podría decirse que Hitchcock era su propia franquicia. O, incluso, que era nuestra franquicia. Cada estreno de una de sus producciones era todo un suceso. Estar en una sala llena de aquellos viejos teatros viendo La ventana indiscreta era una experiencia extraordinaria, un acontecimiento electrizante creado por la química entre los espectadores y la película en sí misma.

En cierto modo, algunos filmes de Hitchcock eran también como parques de atracciones. Pienso en Pacto siniestro, cuyo clímax sucede en un carrusel —en un parque de atracciones real— y en Psicosis, la cual vi el día de su estreno en función de medianoche, y fue una experiencia que nunca olvidaré. El público quería ser sorprendido y emocionado, y no salieron decepcionados.

Sesenta o setenta años más tarde, seguimos viendo esas películas y maravillándonos con ellas. Pero ¿son las sorpresas y las emociones las que nos hacen regresar a ellas? No lo creo. Los escenarios de Intriga internacional son impresionantes, pero no serían más que una sucesión de composiciones y cortes elegantes y dinámicos sin las emociones desgarradoras en el centro de la historia o el desconcierto absoluto del personaje de Cary Grant.

El clímax de Pacto siniestro es una proeza, pero es la interacción entre los dos personajes principales y la interpretación profundamente inquietante de Robert Walker lo que resuena en la actualidad.

Algunos dicen que las películas de Hitchcock tenían cierta similitud entre ellas, y quizás sea cierto: el mismo Hitchcock se hizo esa pregunta. Pero la similitud de las películas de franquicia de hoy es otro asunto. Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de Marvel. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo. Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas.

Se hacen llamar secuelas, pero en realidad tienen espíritu de remakes y todo en ellas pasa por decisiones oficiales, porque no puede ser de otra manera. Esa es la naturaleza de las franquicias cinematográficas modernas: tienen mercados estudiados, están probadas con audiencias y son analizadas, modificadas, vueltas a analizar y vueltas a modificar hasta que están listas para el consumo.

En otras palabras, son todo lo que las películas de Paul Thomas Anderson, Claire Denis, Spike Lee, Ari Aster, Kathryn Bigelow o Wes Anderson no son. Cuando veo una película de cualquiera de estos cineastas, sé que voy a ver algo absolutamente nuevo y que seré transportado a experiencias inesperadas y a veces hasta innombrables. Ampliarán mi sensación de lo que es posible lograr al contar historias con imágenes en movimiento y sonidos.

Te preguntarás entonces, ¿cuál es mi problema? ¿Por qué no dejar a las películas de superhéroes y otras franquicias en paz? La razón es sencilla. Actualmente, en muchos lugares de Estados Unidos y del mundo, las películas de franquicias son tu primera opción si quieres ver algo en el cine. Este es un momento precario en cuanto a la exhibición, y hay menos teatros independientes que nunca. La ecuación se ha volteado y la emisión en directo se ha convertido en el sistema principal de exhibición. Sin embargo, aún no conozco a ningún cineasta que no quiera hacer películas para que sean proyectadas en la pantalla grande, frente a una audiencia.

Eso me incluye, y eso que acabo de terminar una película para Netflix. Solo esa compañía nos permitió rodar El irlandés de la manera que queríamos, y siempre estaré agradecido por eso. Tenemos un tiempo de exhibición en salas, lo cual es genial. ¿Me hubiera gustado que la película estuviera en más salas de cine por más tiempo? Por supuesto que sí. Pero sin importar con quién termines haciendo tu película, la realidad es que las pantallas de la mayoría de los multicines están repletas de franquicias cinematográficas.

Si me dices que eso sucede por un mero asunto de oferta y demanda y por darle a la gente lo que quiere, estoy en desacuerdo. Es como la pregunta del huevo y la gallina. Si al espectador solo se le vende una cosa eternamente, por supuesto que solo va a querer más de lo mismo.

Podrías decir entonces, ¿no pueden simplemente irse a casa y ver cualquier otra cosa que quieran en Netflix, iTunes o Hulu? Claro que pueden. Pueden ir a cualquier otro sitio que no sea una sala de cine, el lugar donde los cineastas querían que sus películas fueran vistas.

Como todos sabemos, en los últimos veinte años la industria del cine ha cambiado en todos sus frentes. Sin embargo, el cambio más siniestro ha sucedido de manera sigilosa y en la oscuridad de la noche: la eliminación gradual pero constante del riesgo. Muchas películas actuales son productos perfectos fabricados para el consumo inmediato. Muchas de ellas están realizadas por equipos de personas talentosas. Aun así, les falta algo esencial: la visión unificadora de un artista individual. Por supuesto, un artista individual es el factor más riesgoso de todos.

No estoy insinuando que las películas deban ser o hayan sido alguna vez una forma artística subsidiada. Cuando el sistema de estudio de Hollywood estaba vivo y en buena forma, la tensión entre los artistas y los ejecutivos era constante e intensa, pero era una tensión productiva que nos dio algunas de las mejores películas de la historia. En palabras de Bob Dylan, las mejores películas de esa era fueron “heroicas y visionarias”.

Hoy, esa tensión se ha esfumado. Existen personas en la industria con una absoluta indiferencia sobre el aspecto artístico y una actitud displicente y posesiva —una combinación letal— sobre la historia del cine. Lamentablemente, la situación es que tenemos dos campos separados: el entretenimiento audiovisual mundial y el cine. De vez en cuando se solapan, pero eso sucede cada vez menos. Y me temo que el dominio económico de uno está siendo utilizado para marginar e incluso menospreciar la existencia del otro.

Para cualquiera que sueñe con crear películas o que esté empezando a hacerlo, la situación actual es brutal y hostil con el arte. Y el simple acto de escribir estas palabras me llena de una tristeza absoluta.



* Publicado en The New York Times, 11.11.19. Martin Scorsese es director, escritor y productor de cine ganador del Premio Oscar.

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