Sobre las críticas "técnicas" al impuesto a los súper ricos




En las últimas semanas se ha dado una campaña contra un proyecto de ley presentado en el Congreso para que los súper ricos paguen un impuesto especial por la pandemia. Políticos de derecha, empresarios y, en especial, economistas exponen que es un mal proyecto: incentivará la elusión y evasión, ese tipo de mecanismos recauda poco y una supuesta experiencia internacional (que no se detalla) daría cuenta de que es una mala idea. Una vez más, los técnicos cuidan los intereses de las élites por medio de argumentos ideológicos que hacen pasar por "técnicos".

Ramón López, doctor en Economía y profesor titular de la Universidad de Chile, y Gino Sturla, ingeniero hidráulico, economista e investigador de la Universidad de Chile, al contestarle a Rodrigo Valdés, economista y exministro de Hacienda del segundo gobierno de Michelle Bachelet, contestan las críticas "técnicas" contra el impuesto a los súper ricos.


La argumentada exposición de López y Sturla nos hacen recordar y valorar las palabras de Joan Robinson, economista británica, quien en su Contribuciones a la economía moderna afirmaba: "El propósito de estudiar economía no es para adquirir una serie de respuestas armadas a preguntas económicas, sino que para aprender cómo evitar ser engañado por economistas". 



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Sobre la reciente columna del ex ministro Rodrigo Valdés

 

 

Ramón López y Gino Sturla



Redes sociales


El ex ministro de Hacienda Rodrigo Valdés nos deja claro que no le acomodan las redes sociales (RRSS) y Twitter en particular. Según él, las RRSS distorsionan, segregan, vociferan y exageran. ¿Los “técnicos” como él, no exageran? ¿No distorsionan ellos mismos a menudo defendiendo ocultos intereses creados, como ocurrió con el 10% de las AFP?


Esta creciente forma de comunicación colectiva le ha quitado, en parte, el monopolio de la información a los medios convencionales que le dan tribuna a los defensores de las élites económicas. Al ex ministro le molesta que los tuits sean la expresión de los sin voz, que no les permiten acceso a los medios convencionales.


En economía neoclásica hay un principio fundamental, necesario para acercarse el tan venerado “mercado perfecto”: se trata de la simetría en la información. En este sentido, es positiva la función que cumplen las redes sociales y parece extraño que un defensor a ultranza de esta economía aprecie tanto las asimetrías de información. Valdés al parecer no comparte estos principios o simplemente le gusta la competencia solo cuando le favorece.



Impuesto a los súper ricos


Posteriormente, luego de mostrarnos su romance con la actual Constitución, se refiere a cuatro puntos respecto del proyecto hoy en la Cámara Baja.


1. Denosta a los autores y promotores del proyecto. Los acusa de “amateurismo”. Indica que él no entiende el concepto de activos ni tampoco entiende la distinción entre activos e ingresos. Tal vez podía darse una vuelta a un curso de primer año de finanzas o economía, seguro que los estudiantes se lo explicarán. No le gusta que el proyecto sea corto y conciso, quiere proyectos de “cientos de páginas”. Se queja que no hay instrucciones al Servicio de Impuestos Internos. Olvida que el proyecto está en su segunda semana de discusión y que es totalmente perfectible y, por cierto, que no sólo se trata de la ley, sino del respectivo reglamento que tendrá muy posiblemente las 100 o más páginas que a él le impresionan.


2. Arguye que la movilidad del capital ha aumentado, lo que haría casi imposible recaudar. Primero, no entiende que el proyecto recae sobre el monto mundial de la riqueza, no sólo la que está en Chile, por lo que el problema de la movilidad del capital es en principio cuestionable. Segundo, no comprende que junto con el aumento de la movilidad del capital también la información financiera local e internacional ha mejorado de una manera tremendamente acelerada. Tercero, parece ignorar los enormes avances que ha hecho la OCDE en facilitar la información y transparencia financiera internacional, fuertes sanciones a paraísos fiscales, etc., que prácticamente imposibilitan esconder fortunas detrás de marañas de empresas y sociedades. Insiste sobre el manoseado argumento de que muchos países los han eliminado, pero ignora estudios que muestran que el problema de relativa baja recaudación ha sido de diseño e implementación, no por problemas inherentes a estos impuestos. Cuando tenemos experiencias buenas y malas, hay un espacio para el aprendizaje. Falta a la verdad, tal como lo ha hecho el actual ministro de Hacienda, cuando dice que sólo 3 países los tienen. En realidad, son 4 en Europa y 3 en Sudamérica: Colombia, Uruguay y Argentina.


3. Es majadero en repetir que en periodos difíciles como éste sería “estrambótico” aumentar impuestos. ¿Cuándo no es estrambótico hacerlo? Cuando los trabajadores y ciudadanos de a pie han sido forzados por este gobierno (que nos imaginamos, en base a sus recientes intervenciones, es ahora suyo también) a pagar con sus exiguos ahorros (Fondos de Pensiones y fondos de sus seguros de cesantía) su sobrevivencia, la mayor parte de los costos de la crisis, mientras los súper ricos, lejos de contribuir a financiar los enormes costos de esta crisis, han continuado aumentando aún más su patrimonio (Oxfam, 2020). ¡Este señor se preocupa de que no se estropee la confianza de los súper ricos! ¿Por qué habría de estropearse su tan preciada confianza cuando tienen un gobierno que es de ellos y cuentan con una banda de “técnicos” que los protegen? Aquí de nuevo arremete contra los autores del proyecto y los que lo apoyan, aludiendo a la incompetencia técnica, ¿en base a qué? ¿Cuál es su propia competencia en materia de impuestos patrimoniales? ¿Ha hecho estudios al respecto, ha leído la enorme literatura internacional sobre el tema?


4. Establece que el proyecto “dificultaría aumentar la carga tributaria”. Primero dice que no hay que aumentar la carga tributaria porque afecta la “confianza” y ahora nos dice que quiere aumentar impuestos después de todo. Como decía por ahí un famoso futbolista, “no tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso”. El ex ministro Valdés arremete nuevamente en contra de las RRSS, diciendo que un proyecto tributario serio no puede ser dejado al debate en RRSS y que en su lugar debe ser encomendado a un grupo académico “reputado” (donde, al parecer, se autocandidatea). ¡Esta es la guinda de la torta, mostrando en toda su dimensión su clasismo y desprecio por la gente común!



Más de 140 caracteres


Hemos revisado una gran cantidad de estudios, además de preparar nuestro propio trabajo en profundidad sobre este tema. No sabemos si valga la pena planteárselos a Valdés & CIA., ya que aparentemente, como muchos otros “técnicos”, no les interesa leer, prefieren vociferar desde sus sesgos interesados.


No obstante, en beneficio de los lectores, proveemos información de algunos estudios al respecto.


1. Estudios que muestran que los fracasos de estos impuestos en varios países se debieron fundamentalmente a fallas de diseño, que este proyecto evita en gran medida. Dos estudios recientes, uno en el American Economic Review y otro en el Quarterly Journal of Economics, muestran que cuando han sido bien diseñados los impuestos patrimoniales recaudan normalmente y pueden ser más efectivos para reducir la desigualdad que los impuestos a la renta (Seim, 2017; Jacobsen et al., 2018).


2. Estudios que abordan ampliamente los efectos positivos sobre la progresividad de estos impuestos y sus efectos redistributivos, así como los elementos fundamentales para su diseño y, muy importante, las medidas de cumplimiento requeridas (Saez y Zucman, 2019; Benítez y Velayos, 2018).


3. Un estudio que muestra que estos impuestos contribuyen a reducir la evasión tributaria de los impuestos a la renta (Londoño-Vélez, 2020), que es un problema masivo en Chile.


4. El único estudio en profundidad aplicado a Chile que entra en detalles de implementación y potencial recaudatorio usando información internacional sobre los súper ricos chilenos y no meras especulaciones demostrando su factibilidad (López y Sturla, 2020).


Así, las bases del impuesto patrimonial (o pacto impositivo) están fundamentadas en bastante más de 140 caracteres. Es una insolencia contra estos intelectuales referirse de esta manera sus cuidadosos estudios.



Economistas contra la democracia


Ciertamente, no tenemos esperanza de hacer cambiar los puntos de vista de este señor ni de los otros “técnicos más ideologizados del mundo” (como los califica el antropólogo Andrés Monares), que ahora están continuando con su proverbial campaña del terror contra toda iniciativa que toque los intereses de la élite. Tampoco creemos que estarán dispuestos a un debate público sobre el tema. Su especialidad es denostar a quienes osan amenazar siquiera con el pétalo de una rosa los colosales intereses económicos, amparándose en los grandes medios de comunicación y think tanks de propiedad de las élites mismas. En definitiva, poco esperamos de quienes lisa y llanamente no creen en la ciencia económica moderna ni tampoco aparentemente en la democracia.


La esperanza en Chile, tal como lo ratificó el levantamiento social del año pasado, está situada en la gente común, aquellas y aquellos que buscan espacios para manifestarse, quienes han dejado su vida e integridad física por abrir el camino hacia una sociedad más justa. Por esas decenas de mártires que cayeron en octubre/noviembre pasado es que debemos seguir luchando por una nueva Constitución que permita hacer las profundas reformas que las chilenas y chilenos se merecen y necesitan tan desesperadamente.


Cerramos con una frase del escritor francés Jacques Sapir en el libro titulado Economistas contra la democracia: “Las políticas económicas han sido secuestradas por determinadas bandas de tecnócratas que se escudan en supuestas leyes del comercio”.




* Publicado en El Desconcierto, 30.08.20.

Reseña "Las economías de los invisibles"




Compartimos la presentación del libro Las economías de los invisibles. Miradas y experiencia de economía social y solidaria del profesor Iván Canales Valenzuela (canalesvalenzuela61@gmail.com), llevada a cabo en la Librería QuéLeo de Talca el 23 de noviembre de 2018. La reseña se publicó originalmente en el blog del prof. Canales: Opiniones: épater le bourgeois.


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Me complace estar hoy aquí junto a ustedes presentando este magnífico texto: Las economías de los invisible. Miradas y experiencias de economía social y solidaria. Quiero dar la bienvenida al profesor Howard Richards y agradecer su presencia en este rincón de Talca para presentar y conversar sobre es notable libro, que versa sobre otros modos de hacer economía. Y así poder levantar la vista para ir más allá de ese horizonte de hierro que nos imponen hoy las economías neoliberales de mercado.

Desde hace algunos años que conozco al profesor Howard en su esfuerzo por pensar otras economías; en sus reflexiones sobre la necesidad de separar el derecho a vivir de la necesidad de vender; sobre la necesidad de socializar las rentas; y la de subir los sueldos y bajar la desigualdad. Y hoy tenemos el privilegio de leerlo en este notable texto con su propuesta de: "Pistas hacia una cultura de paz y solidaridad: presentando detalladamente el Programa de Trabajo Comunitario de Sudáfrica". Texto que muestra y prueba que el fenómeno económico humano (economy), puede transitar por otros y nuevos horizontes de experiencia cooperativas y emancipatorias; y que la satisfacción de necesidades humanas fundamentales (materiales y espirituales), no tienen porqué estar sujetas a la fatalidad de la violencia económica que es inherente a toda economía de mercado que tiene como única finalidad la acumulación de capital o el lucro, alcanzado a través de estrategias de extorsión económica o de precios de mercado. El texto, nos recuerda lo que ya había probado, magistralmente, John Nash (premio en economía Sveriges Riskbank a la memoria de Alfred Nobel, 1994) en su tesis doctoral sobre el Dilema del Prisionero, a saber que los mejores resultados en términos de maximización de beneficios y utilidades están en la sumatoria de juegos cooperativos. Es decir, con Nash, economy como estrategias comunitarias de participación y cooperación económica coincide con economics como teoría explicativa del fenómeno económico. A estas evidencias matemáticas que tanto gustan a los economistas neoclásicos, hoy sumamos el texto Las economía de los invisibles, que da cuenta tanto de la evidencia empírica como teórica de que la sola competitividad en el marco de un exacerbado individualismo metodológico imperante, es una tesis epistemológicamente falaz e ineficiente a la hora de asignar recursos económicos para la satisfacción de necesidades humanas fundamentales, múltiples, variadas, pero a la vez, absolutamente finitas.

Howard Richards, nos muestra a través del Programa Sudafricano de Trabajo Comunitario, que en economía otras lógicas son posibles. Sin embargo, para ello debemos modificar nuestro marco teórico de referencia. Debemos rebasar el corsé ideológico que nos impone la economía neoclásica y neoliberal imperante. Richards expresamente señala que:
Para comenzar a mostrar cómo el CWP [Programa de Trabajo Comunitario] abre camino a una transformación, sino a una revolución –democrática, pacífica, y tan inteligente que conserva los aciertos los aciertos principales del capitalismo a la vez que continuamente corrige sus fallas--, postulamos el principio que Karl Polanyi expresa en estas palabras: “exclusivamente en el marco institucional de una economía de mercado son pertinentes las leyes del mercado”.
Se sigue del principio de Polanyi que si se pudieran organizar otros marcos institucionales, o aprovechar de otros marcos institucionales ya existentes, existirían en principio posibilidades de salir del reino donde rigen aquellas leyes de hierro de las ciencias económicas que dictan que los sueldos tienen que ser bajos, que tiene que haber una clase marginada y excluida, y que los gobiernos por mucho que quieran cambios no pueden lograrlos” (Richards 2018, p. 20-21.)
Para construir otras economías, Michela Giovannini, nos invita a recuperar el cooperativismo en Chile, las estrategias de autogestión y de compromiso comunitario. Pues estas formas de organización económica y social “fomentan los procesos inclusivos y redistributivos, crean puestos de trabajo y una lógica de trabajo sin patrones, donde cada socio se responsabiliza y participa en las dinámicas organizativas y de toma de decisiones de su organización”. Estas organizaciones comunitarias de base, tienen a la vez un potencial educativo muy grande tanto para sus miembros como para las comunidades que conviven en su alrededor.

En esta misma dirección como resistencia ante neoliberalismo económico imperante, que genera exclusión social y pobreza, Mayeli Ochoa nos presenta la experiencia del Túmin, una moneda comunitaria complementaria al peso mexicano. El artículo nos explica cómo opera esta moneda alternativa y nos muestra que es posible reconfigurar la función ideológica económica que actualmente tiene el dinero, a saber, como fetiche de una clase burguesa y pequeño burguesa que sólo busca estatus social a través de su poder de consumo. El Túmin es una moneda comunitaria que presupone la confianza, la solidaridad, el intercambio, la ayuda mutua, la unidad, la equidad, la justicia, la paciencia, la autonomía, el beneficio común, la transparencia, la libertad la gratuidad, la tolerancia y la promoción de la no explotación. La moneda Túmin presupone a una densa red de colaboradores económicos (compradores y vendedores) que no orientan su actividad económica por el lucro o las ganancias especulativas, sino por la satisfacción de necesidades humanas fundamentales. Así esta moneda se convierte también en una cierta pedagogía social que devuelve al dinero su esencia de valor instrumental como medio de intercambio económico, superando la dialéctica del dinero como fetiche económico hoy día imperante, al servicio de la producción y reproducción del capital.

Nicolás Gómez realiza también una muy sugerente reflexión sobre el buen vivir como antecedente de la economía solidaria. Buen Vivir, que hace referencia a tradiciones ancestrales y originarias que viven más armónicamente en conexión con la naturaleza y en un intercambio de bienes y de dones recíprocos que se realizan en contextos ceremoniales de respeto mutuo, reciprocidad y con la finalidad de una distribución de bienes y servicios equitativa y justa. Son estas relaciones de reciprocidad de quienes hacen organización económica, las que crean una memoria compartida en la experiencia común. Dicha experiencia es la fuente de los contenidos, de la ética social de la economía solidaria, pues está anidada en las experiencias constantes e inherentes a la autogestión económica; o, si se prefiere, surge gracias a que los involucrados se igualan porque son propietarios y trabajadores de la orbe colectiva. Subraya también Gómez, que como ha podido confirmar Polanyi y Mauss, las economías son una pluralidad de principios y de formas de propiedad, un complejo de modos de circulación de bienes y servicios, entre ellos, mercados que fijan precios, prácticas de redistribución y relaciones de reciprocidad.

El último artículo de este magnífico texto, es a mi parecer, la muy notable reflexión socio-histórica y socio-antropológica de Andrés Monares sobre: la solidaridad imposible en la economía neoclásica o corriente económica principal, actualmente imperante. Monares con gran agudeza nos presenta la génesis socio-histórica de la ideología económica sobre la supuesta naturaleza egoísta del ser humano, axioma fundamental, junto al de la escasez, de la doctrina económica neoclásica. Monares, muestra y demuestra que este pretendido axioma económico es pura ideología y nada más que ideología, y al igual que el dogma econométrico de la escasez, no tiene base empírica alguna, y, por tanto, tampoco sustentabilidad científica. De hecho, desde las inteligentes y muy bien documentadas reflexiones de Monares, se puede afirmar que, la actual economía neoclásica imperante no es una ciencia es sólo un alambicada pseudociencia decimonónica, de carácter dogmático, al servicio de legitimar las lógicas capitalistas de producción y reproducción del capital. Para ilustrar esto leamos algunas palabras de Monares, en el texto de marras:
La rueda ideológica del Occidente moderno gira y vuelve al origen… o nunca se movió de ese inicio: el principio del egoísmo natural y universal. Todo indica, más allá de la brevedad de este texto, que el desarrollo de la economía es más una especie de versión remozada (y sobre todo amnésica) de la tradición reformada-ilustrada. Sólo se obvió a Dios y se lo reemplazó por la naturaleza, por una condición inherente a la humanidad o por las preferencias que no pueden dejar de elegir en función del propio interés. El resto es ignorancia autocomplaciente y voluntarismo ciego:
"Ciertamente, es satisfactorio que esta disciplina, en sus versiones más recientes, aparezca más o menos emancipada de sus antecedentes filosóficos y se convierta, genuinamente, en una ciencia positiva, libre de supuestos implícitos de carácter normativo" (Roll, 2003, p. 567).
Más allá de los deseos expresados en la cita precedente, representativo de las creencias de otros economistas “científicos”, no es posible que ninguna disciplina escape de supuestos implícitos [o explícitos] de carácter normativo. De hecho, sostener esa separación es un supuesto normativo. Para decirlo en términos científicos: las demostraciones siempre responden a determinados axiomas… sépalo o no quien utiliza esas demostraciones y aunque pretenda que son “ciencia positiva”. No han existido, no existen ni existirán los dispositivos teóricos sin historia, autooriginados en el limbo de una supuesta técnica pura. Por ende, el problema no es que exista tal relación entre supuestos y teorías. Si bien aparece académicamente inconveniente ignorar ese nexo, lo peor es la deshonestidad intelectual que esconde el innegable y evidente componente ideológico de esa “ciencia positiva” llamada economía. (Monares 2018, p. 165-166)
En nota a pie de página, Monares nos ilustra de las perversas consecuencias a que pueden llevar esta deshonestidad intelectual:
Peor aún es cuando se utiliza la supuesta neutralidad y objetividad de la “ciencia económica” para legitimar políticas públicas o diversas medidas socioeconómicas profundamente ideológicas y hasta corruptas. Chile en dictadura y desde 1990 a la fecha, es un típico ejemplo de reformas estructurales neoliberales justificadas por ser “técnicas”. Entre tanto ejemplos citables, se tiene el caso del cobre, área en la cual entre 2005 y 2014 el país ha regalado a diez empresas mineras privadas una renta de US$ 120 mil millones, contrariando incluso la doctrina antimonopolios ortodoxa (López y Sturla, 2017) en Monares, 2018 p. 166.
Por último, para cerrar esta breve introducción a la presentación del libro que realizará Howard Richards, quisiera decir una breves palabras sobre los invisibles. Los invisibles, los marginados, los derrotados de la historia, quienes padecen anónimamente las decisiones de las oligarquías económicas locales y globales. Para reflexionar sobre los invisibles imagine una ficción de invisibilidad absoluta o de visibilidad cero, recordando el magnífico texto de Víctor Hugo, Los miserables que narra las desdichas de los invisibles de la Francia de la Restauración (Luis XVIII) entre 1815 hasta la rebelión de 1832.

Nuestro invisible absoluto o nuestra visibilidad cero la simbolizamos con la siguiente imagen: “En la Francia que vio nacer la revolución, donde la injusticia era la ley, Jean Valjean entra en prisión por robar un mendrugo de pan… y permanece diecinueve años en ella sometido a penas de trabajos forzados”. Jean Valjean, en esta ficción es el invisible absoluto quien tiene que hurtar para poder sobrevivir. Entendamos hurto, simplemente como una transacción unidireccional sin el consentimiento del otro; por tanto, se trataría de una des-economía para satisfacer necesidades humanas elementales. Si nos elevamos por sobre este nivel cero nos encontramos con otros invisibles. En Chile está, esa inmensa masa de asalariados el 80% de la fuerza laboral de este país que gana entre el sueldo mínimo y los $600.000 mensuales, quienes viven técnicamente en situación de pobreza relativa; quienes no se ven ni tienen voz en las grandes decisiones micro y macroeconómica que gobiernan a la economía nacional. Pero también hay más invisibles, están quienes han sido olvidados por la historia, como los de la matanza en la Escuela Santa María de Iquique (21 de diciembre de 1927), quienes protestaban por sus misérrimas condiciones laborales en la explotación del salitre. Y aproximándonos a nuestro nivel cero, están los invisibles de los invisibles, nuestros pueblos originarios, permanentemente excluidos, expoliados y violentados, quienes sólo reciben visibilidad cuando se los cualifica de terroristas o muere asesinado algún comunero mapuche.

Ahora bien, lo relevante de esta reflexión es poder aclarar que esta invisibilidad es ideológicamente producida, tanto por las economías de mercado imperantes, que la producen sistémicamente como por la disciplina económica, la cual en sus pretensiones de cientificidad, la produce sistemáticamente. Pues en economía, hoy, a nivel global lo único visible son las rentas y ganancias de gran capital o de la Oligarquía Económica Imperante local y global, dueña de casi la totalidad de factores y medios productivos.

Estos invisibles (ideológicamente invisibilizados) son y deben ser los beneficiarios de esta reflexión académica. En su nombre y en su memoria presentamos este magnífico texto sobre otros modos de hacer economía.

Muchas Gracias. 



* Referencia del libro:
VVAA. 2018. Las economías de los invisibles. Santiago de Chile: Ril Editores - Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central.

* Para acceder al texto de la "Presentación" del libro, pincha aquí.


De izq. a der.: Howard Richards (autor) e Iván Canales (presentador). 



Ser pobre es una mierda




Un corto artículo de Roger Senserrich muy esclarecedor de cómo afecta la pobreza, un fenómeno social de carácter estructural, a las personas. Cuando eso se comprende se sabe que no se trata solamente de una mera "voluntad" de dejar de ser pobre, eso es un facilismo neoliberal e ignorante de cómo funciona la sociedad, la economía y la política... Si Ud. es tan pobre de alma que es incapaz de empatía o misericordia, al menos instrúyase cómo funcionan las cosas antes de juzgar y dar cátedra a quienes sufren la pobreza.

La única observación que desde el saber antropológico se le podría hacer al autor, es que asume una mitología respecto a las sociedades cazadoras-recolectoras: serían pobres y en su "urgencia" por sobrevivir, no podrían desarrollar otros aspectos socioculturales hasta saciar sus necesidades materiales inmediatas... lo que es comprobadamente falso.


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Roger Senserrich

Hace unos años mi trabajo consistía en ayudar a familias con pocos ingresos a rellenar el papeleo para pedir servicios sociales.

En un país normal, donde el Estado no se dedica a juzgar la catadura moral de sus ciudadanos pobres, este es un trámite relativamente sencillo. Hay papeleo, sí, pero la mayoría de servicios como sanidad o acceso a guarderías públicas o bien son o bien aspiran a ser universales. Más allá de demostrar que tienes un pulso y confirmar que no eres un asesino en serie perseguido por la justicia, la Administración tiende a dejarte en paz.

Esto no es así en Estados Unidos. Cualquier persona de pocos ingresos que tenga que pedir alguna clase de ayuda, por desesperada que esté, tiene que rellenar una cantidad francamente deprimente de formularios, a menudo adjuntando una montaña enorme de documentación. Impresos de más de veinte páginas no son en absoluto inusuales, así como largas tardes al teléfono intentando convencer a un aburrido funcionario de servicios sociales de que es poco realista pedirle a un indigente una copia de su carnet de conducir y el teléfono de su casero, por mucho que esa sea una de las preguntas marcadas como obligatorias en la sección 5B.

A efectos prácticos, lo cierto es que me pasé meses de mi vida esencialmente rellenando formularios a cientos de personas de muy mal humor, siempre preguntándoles cosas privadas, embarazosas o directamente insultantes. Dice mucho de la paciencia y buena voluntad de la gente de Nueva Inglaterra que nadie me soltara una bofetada y que solo un par de veces se me liaran a gritos, porque realmente estaba haciéndoles un examen sobre sus vidas. Por muy buena voluntad que le pusiera, sin embargo, el tener que pensar sobre quién cumplía los requisitos para acceder a sanidad, cupones de alimentos y demás día sí día también acababa por hacer que juzgara a estas personas, aunque fuera un poquito. Siempre me contuve, intentando ser educado.

Hasta que un día me pasé de listo.

Era una mañana de junio y estaba en una pequeña ONG en New Haven, en un barrio hispano no demasiado agradable. Dos citas no se habían presentado, y no estaba de muy buen humor. Llevaba un rato sin clientes, aburrido en un despacho desvencijado leyendo artículos sobre trenes en internet. Fue entonces cuando llegó una mujer que no llegaba a la treintena, puertorriqueña, con sus dos hijos pequeños a cuestas, a ver si podía apuntarse al seguro médico y cupones de alimentos.

Un poco irritado, saqué el cuestionario y me puse a hacer toda la horrible batería de preguntas, inquiriendo sobre dónde vivía, dónde trabajaba, cuánto ganaba, cuántos ahorros tenía, qué coche conducía, si tenía historial delictivo, dónde vivía el padre de sus niños, y pidiendo que me detallara su situación familiar. Ser pobre a menudo significa someterse a estas pequeñas humillaciones, tristemente, e intenté ser amable, incluso con dos críos chillones interrumpiéndome en un despacho lleno de cachivaches.

Fue al preguntar sobre sus gastos cuando me pasé de listo. Por una serie de motivos regulatorios obtusos que no vienen a cuento, en la solicitud era necesario detallar cuánto se paga de alquiler, electricidad, calefacción, etcétera, no sea que alguien esté pidiendo ayuda sin pasar suficiente hambre. La factura de teléfono del mes pasado para esta pobre chica era de más de cien dólares, ya que además de teléfono e internet tenían contratada televisión por cable. No era la primera vez que me encontraba a alguien que no llegaba a final de mes con estos gastos, y siempre me callaba. Esta vez, sin embargo, no pude evitar juzgarla y decirle, con bien poco tacto, que quizás harían bien en ahorrar ese dinero en vez de malgastarlo en un lujo innecesario.

Por muy buena cara que la pobre mujer hubiera estado poniendo hasta entonces, esa fue la gota que colmó el vaso. Primero se quedó quieta, mirándome fijamente, frunciendo el ceño. Tras unos segundos de silencio, pidió a sus dos chavales que salieran fuera un ratito, que ya casi estaban. Una vez se fueron los niños, cerró la puerta y rompió a llorar, contándome entre sollozos que sabía que era un lujo, que sabía que era tirar dinero, pero que no podía hacerlo ya que sus hijos la odiarían por ello.

Ser pobre, me contó, es no poder hacer nada, nada en absoluto; es no poder ir a comer fuera, no poder llevar a los niños al cine, no poder comprarles juguetes o llevarlos a la ciudad. Es no poder apuntarlos a actividades extraescolares, porque no podía salir temprano de uno de sus dos trabajos para ir a recogerlos. Desde que recordaba, la palabra que más había repetido a sus hijos era «no». Dejarles sin Spongebob, sin poder hacer nada más que sentarse a mirar la pared cuando estaban en casa era demasiado. Y por supuesto, no era solo por sus hijos. Sin televisión, sin ese pequeño lujo que apenas podía pagar, no se veía capaz de aguantar esos días que volvía del trabajo a las once de la noche, cansada y oliendo a McDonalds, sin perder la cabeza. Ver la novela grabada y fumarse un cigarrillo. Era eso o no poder más.

La había juzgado, obviamente. Había juzgado que ese pequeño lujo, ese gasto innecesario, era una muestra de su falta de disciplina, de la falta de criterio que la había hecho pobre. Tenía dos hijos, estaba sola, fumaba y encima quería ver Dexter en la tele. No era digna.

Lo que no estaba viendo es que esta mujer, aún no llegada a la treintena, tenía dos empleos a tiempo parcial, dos niños llenos de energía y absolutamente nadie que la ayudara. No se había tomado unas vacaciones desde hacía años, y no sabía si temía más el verano porque no sabía dónde iba a meter a sus hijos mientras estaba en el trabajo, o porque le iban a reducir las horas en el curro y no podría pagar el alquiler. Su cansancio no era la clase de agotamiento que se va con una buena noche de sueño. Su cansancio era el de estar muerta de miedo todo el día, de forma constante, sin pausa, harta de que todo el mundo la vea como una fracasada y rota por dentro por la sospecha de que quizás tuvieran razón.

La pobreza es una mierda. Se ha hablado mucho estos días en Estados Unidos sobre si existe una «cultura de la pobreza», sobre si la gente con pocos ingresos lo que necesitan es menos servicios sociales que les rían las gracias y más lecciones sobre fortaleza moral. Ojalá fuera tan sencillo. La realidad es que cualquier persona medio normal que viva bajo los niveles de estrés, angustia y temor de estar cerca de la pobreza no tendrá las más mínimas ganas de que alguien le explique sus errores. Sencillamente estará demasiado agotado para prestarle atención.

Hay un libro sobre este tema absolutamente fascinante, publicado hace unos meses, llamado Scarcity: The New Science of Having Less and How It Defines Our Lives, de Senil Mullainathan y Eldar Shafir. El foco de los autores, su pregunta inicial, es explicar por qué los pobres toman decisiones que a menudo parecen irracionales. Por qué compran alcohol, juegan a la lotería, fuman o tienen televisión por cable. Por qué no ahorran y prefieren comprarse un televisor LED de cincuenta pulgadas a abrir una cuenta de ahorros.

Su conclusión, basada en una cantidad tremenda de evidencia empírica, es que los humanos tenemos un «ancho de banda» limitado a la hora de procesar información y tomar decisiones. Podemos atender unas pocas cosas a la vez, podemos preocuparnos por un número limitado de proyectos, pero llegado un determinado nivel de actividad y problemas que confrontar no damos más de sí. El «ancho de banda» disponible, sin embargo, no depende demasiado de la inteligencia o talento de cada individuo, sino que está fuertemente influenciado por el contexto. Alguien sin preocupaciones inmediatas puede procesar una cantidad considerable de información y tomar decisiones a largo plazo.

Cuando alguien afronta una situación de escasez material inmediata, sin embargo, su capacidad cognitiva se concentra en responder a esa amenaza, a ese riesgo inmediato, dejando de lado cualquier otro problema a afrontar. Alguien en la pobreza tiende a vivir obsesionado por lo inmediato, por el problema que tiene justo ahora mismo al frente. No hace planes sencillamente porque su cerebro no le deja pensar en nada más. Es una respuesta primaria, el cerebro de cazador-recolector obsesionándose con su necesidad imperativa de supervivencia. Y lo es hasta el punto de producir una reducción de la capacidad de razonamiento medible y verificable; un descenso del coeficiente intelectual de quince puntos solo por estar sufriendo ese estrés. Para haceros una idea, es el equivalente a tener que tomar decisiones tras una noche sin dormir.

La experiencia de la pobreza, el día a día de no saber cómo vas a pagar el alquiler, no saber qué vas a hacer con tus hijos, no saber cómo vas a poder alargar los treinta dólares para una compra que te llegue hasta el viernes, es algo increíblemente duro. Es angustioso para los adultos que viven en este mundo, y es aún peor para los hijos que crecen en una familia así, con padres que viven abrumados por este miedo constante. Para un niño crecer en un contexto de estrés tóxico, de inestabilidad familiar, padres agotados, gritos constantes y el temor constante de perderlo todo es extraordinariamente doloroso, especialmente durante la primera infancia. Crecer con algo parecido a estrés postraumático hace que salir de ese pozo sea algo mucho más difícil (las habilidades de aprendizaje se resienten, peores habilidades sociales, falta de modelos), perpetuando aún más el problema.

Cuando hablamos de pobreza, por tanto, nunca podemos olvidar lo extraordinariamente duro que es sufrirla. No estamos hablando de vivir en pisos pequeños, comer mal, no ir al cine o estar en un barrio feo de la ciudad. Estamos hablando de miedo, angustia y temor constantes, a menudo en solitario, sin que nadie se digne a prestarte atención.

Afortunadamente, sabemos cómo reducir la pobreza: el estado de bienestar puede hacerlo, y funciona bien en muchos países. El problema en España es que nuestro estado de bienestar no cumple con su cometido en absoluto. Pero de eso, me temo, hablaremos en otro artículo.



* Publicado en Jotdown, marzo de 2015.

El rol del sionismo en el Holocausto


Memorial realizado por el director de cine Can Togay y el escultor Gyula Pauer en honor de los 20 mil judíos asesinados a orillas del Danubio en Hungría... antes de acribillarlos se los obligó a sacarse los zapatos.



"El desastre que enfrenta el judaísmo europeo no es asunto mío"

David Ben-Gurión

Líder sionista y futuro primer ministro de Israel, 1942[1]


"El sionismo está antes que todo (...) 

Para mí no se trata de pedir a la Agencia judía que asigne una suma de trescientos

 o siquiera cien mil libras para ayudar a los judíos europeos. 

Yo estimo que pedir una cosa semejante es cometer un acto antisemita"

Yitzhak Gruenbaum

Dirigente sionista polaco y futuro ministro del Interior de Israel, 1943[1] 



El siguiente texto con las declaraciones del Dr. Rudolph Vrba[2], es un fragmento del artículo "Nine Holocaust survivors compare zionist policies to those of the nazis" de Chris Knight (publicado en Labour Briefing, 30.06.19) que reproduce testimonios de judíos sobrevivientes del Holocausto que rechazan las políticas del Estado Judío de Israel, al punto de compararlas con las de los nazis de las que ellos mismos, sus familias y conocidos, fueron víctimas. Lo anterior en un contexto donde uno "de los aspectos más preocupantes de la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto es su sugerencia de que 'hacer comparaciones de la política israelí contemporánea con la de los nazis' es necesariamente antisemita".



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El movimiento sionista de Europa jugó un papel muy importante en el exterminio masivo de judíos. De hecho, creo que sin la cooperación de los sionistas habría sido una tarea mucho más difícil. ...


[Los sionistas] decían que no somos checoslovacos o no somos alemanes, no somos franceses, somos judíos y debemos, como judíos, volver a nuestro país, a Israel o Palestina y fundar nuestro estado ...


Luego vino la Ley de Nuremberg, que era una ley, emitida por un estado nominalmente civilizado [la Alemania nazi], que decía que los judíos no pertenecen a Europa, sino a Palestina. ...


Entonces, en una plataforma, el nazismo y el sionismo tenían algo en común: ambos predicaron que los judíos no pertenecen a Europa sino a Palestina. ...


Y, naturalmente, los alemanes dijeron: 'Ves que los judíos pueden no confiar en nosotros, pero sí confiarán en ti', a los sionistas, 'porque han visto que siempre les han dicho la verdad: que usted pertenece a Palestina, que usted son un elemento extraño aquí '. ...


Por tanto, los consejos judíos se seleccionaron preferiblemente entre sionistas conocidos. Y, debido a que los sionistas conocidos se volvieron respetables, muchos judíos que eran respetables de todos modos se convirtieron en sionistas. Así que formaron consejos judíos a partir de un núcleo sionista, fortalecidos por miembros respetables de la sociedad: los mejores abogados, los mejores empresarios, los mejores economistas y esos fueron los consejos judíos. ...


Los alemanes o el gobierno fascista local les prometieron que estarían protegidos de cualquier discriminación porque son necesarios para administrar los asuntos judíos. ...


Así que ya teníamos aquí una camarilla sionista impuesta por el dinero de los grandes empresarios judíos que estarían dispuestos a aceptar la discriminación contra las masas de la población judía que no eran ni ricas ni sionistas, en otras palabras, no pertenecían a la camarilla. ...


Así que no confiaba en ellos a pesar del hecho de que los nazis les dieron el derecho después de las Leyes de Nuremberg. Los consideré simples fascistas y los consideré desde el principio como criaturas despreciables que tratan con los fascistas y se aprovechan de ello para estar exentos de la discriminación ejercida contra los demás. ...


Así que no confiaba más ni menos en los nazis que en los consejos sionistas judíos. De hecho, me di cuenta de que los sionistas y los nazis son enemigos míos aproximadamente idénticos que tienen una cosa en común, sacarme de casa con 25 kilos a un lugar desconocido y dejar a mi madre completamente indefensa en casa. ...


Los jóvenes, el núcleo de la resistencia, son siempre de 16 a 30 años. Todo soldado sabe que es el mejor material para luchar. ... Me quedé pasmado por el hecho de que los sionistas que pretendían ser los protectores de los judíos, lo primero que acordaron fue dejar ir un núcleo potencial de resistencia que podría en última instancia proteger a las familias con la fuerza si fuera necesario . ...


Entrevista de historia oral con Rudolf Vrba, Serie de televisión World at War, 1972, primera sección, extractos de 32 a 45 minutos.



§§§



"Soy judío. A pesar de eso, de hecho por eso, acuso a ciertos líderes judíos de uno de los hechos más espantosos de la guerra.


Este pequeño grupo de colaboracionistas sabían lo que les estaba pasando a sus hermanos en las cámaras de gas de Hitler y se compraron la vida con el precio del silencio. Entre ellos estaba el Dr. [Rudolf] Kastner, líder del consejo que habló en nombre de todos los judíos en Hungría ...


Mientras era el prisionero número 44070 en Auschwitz, el número todavía está en mi brazo, recopilé estadísticas cuidadosas de los exterminios ... Me llevé estas terribles estadísticas cuando escapé en 1944 y pude avisar a los líderes sionistas húngaros con tres semanas de antelación que Eichmann planeaba enviar a un millón de sus judíos a sus cámaras de gas. ... Kastner fue a ver a Eichmann y le dijo: 'Conozco tus planes; perdona a algunos judíos de mi elección y me quedaré callado'.


Eichmann no solo estuvo de acuerdo, sino que vistió a Kastner con el uniforme de las SS y lo llevó a Belsen para rastrear a algunos de sus amigos. Tampoco terminó ahí el sórdido regateo.


Kastner pagó a Eichmann varios miles de dólares. Con esta pequeña fortuna, Eichmann pudo comprar su camino hacia la libertad cuando Alemania colapsó, para instalarse en la Argentina…"


Daily Herald, febrero de 1961 (citado en Ben Hecht, Perfidy, 1962, p. 231 ).



NOTAS:


[1] Las citas de Ben-Gurión y Gruenbaum que encabezan el texto, fueron extraídas desde: Forrester, Viviane (2008). El crimen occidental de Viviane Forrester. FCE. México D.F.

[2] Rudolf Vrba fue un sobreviviente de Majdanek y Auschwitz. Se escapó de Auschwitz en 1944 para advertir a los judíos de Hungría sobre el programa de exterminio nazi. Trágicamente, algunos líderes sionistas tenían otras ideas.

Impuesto patrimonial: carta al director de El Mercurio (03.06.20)




Señor Director:


En referencia a la opinión de Gerardo Varela sobre el impuesto patrimonial publicada el sábado en “El Mercurio”, queremos discutir sus inconsistencias.

Primero, cuando se habla de super ricos se hace referencia a unos 1.500 individuos con patrimonio de más de US$ 22 millones, para beneficiar a más de 17 millones de chilenos.

Segundo, estos enormes patrimonios no se han formado desde el ahorro, provienen de extracción de rentas, mercados monopólicos, recursos naturales, uso de información privilegiada, etcétera. Ningún profesional puede ahorrar estas sumas durante su vida.

Tercero, que los impuestos son un mal necesario habla de una gran ignorancia, pues estos permiten la existencia del Estado y sus funciones, dando paso a la cohesión social y el desarrollo de las naciones. Sin impuestos, no existiría riqueza.

Cuarto, el argumento más aberrante de todos es que indica que 28 mil personas pagan un 40% de impuestos. Este 40% corresponde a la tasa marginal más alta; un profesional que gana millones, en la práctica paga menos del 20% de su ingreso.

El argumento central de Varela es que los impuestos son un robo y que les hacen mal a los países. No proveeremos argumentos conceptuales para abordar este absurdo postulado, basta con citar la evidencia empírica. Suecia, Noruega y Dinamarca han tenido por muchas décadas de las tasas impositivas más altas del mundo (45% o más del PIB versus 21% en Chile), incluyendo impuestos al patrimonio; sin embargo, están entre los países más prósperos del mundo. Otros como España, Portugal y Uruguay —estos dos últimos mencionados en su nota— tienen tasas tributarias mucho más altas que Chile y economías tanto o más prósperas que la nuestra. Esta realidad obviamente contradice todos los desvaríos del señor Varela sobre la supuesta perversidad de los impuestos.

Fabián Duarte
Profesor asociado de Economía, Universidad de Chile

Ramón López
Profesor titular de Economía, Universidad de Chile

Gino Sturla
Investigador Economía, Universidad de Chile

Hernán Frigolett
Investigador del CEDER Universidad de Los Lagos

Fernando Carmona
Economista, encargado del Programa de Políticas Públicas Fundación Instituto de Estudios Laborales

El "conflicto"... ¿mapuche?


Tropas chilenas durante la ocupación y reconstrucción de Villarrica en 1883.


“Al empuje de los conquistadores españoles, después de trescientos años de lucha, los araucanos se replegaron hacia aquellas regiones frías. Pero los chilenos continuaron lo que se llamó ‘la pacificación de la Araucanía”, es decir, la continuación de una guerra a sangre y fuego, para desposeer a nuestros compatriotas de sus tierras. Contra los indios todas las armas se usaron con generosidad: el disparo de carabina, el incendio de sus chozas, y luego, en forma más paternal, se empleó la ley y el alcohol. El abogado se hizo también especialista en el despojo de sus campos, el juez los condenó cuando protestaron, el sacerdote los amenazó con el fuego eterno. Y, por fin, el aguardiente consumó el aniquilamiento de una raza soberbia cuyas proezas, valentía y belleza, dejó grabadas en estrofas de hierro y de jaspe don Alonso de Ercilla en su ‘Araucana’ ”

Pablo Neruda
Confieso que he vivido



Problema, efervescencia, conflicto... en la “zona roja”... la prensa chilena, siempre bien dispuesta a los sinónimos y eufemismos, viene hace años nombrando de diversa forma los acontecimientos sucedidos en la mal llamada Araucanía. Aunque, de hecho, la zona no tuvo ni tiene araucanos, quienes tal vez jodieran menos y fueran menos “flojos” y “curados”... Nunca lo sabremos. El punto es que La Araucanía tiene mapuches (y asimismo lafquenches, pehuenches y huilliches). Con base en ese rebautizo por chilenos de una zona “chilenizada” por las armas, con un mínimo grado de perspicacia se puede avizorar cómo se pudo haber llegado a la actual situación.


Nuestro problema no tiene un par de años. Ni siquiera una o un par de décadas. Nuestro problema, soy majadero en lo de nuestro, empieza a fines en la segunda mitad del siglo XIX.

Es tan simple como que los territorios de una nación —por más que estuviera dividida en diversos grupos y a su vez estos grupos subdivididos—, fueron invadidos y anexados por otra que poseía una tecnología bélica superior. Por si no fuera suficiente la figura de tierras ancestrales, debe recordarse que la Corona española firmó varios tratados reconociendo a la nación mapuche y sus territorios. Antes del robo de tierras a Perú y Bolivia en la Guerra del Pacífico, Chile iba de Copiapó a poco más al sur de Concepción, donde estaba la zona mapuche jurídicamente reconocida en tratados internacionales formales. Así, nuestra incipiente república continuaba por allá por el Seno de Reloncaví y Chiloé insular. La expansión militar nos convirtió en lo que hoy somos.

Tal vez uno podría exculpar a los civilizados-salvajes del siglo XIX quienes, ebrios de la mitología del racismo y el progreso, la civilización y el Estado-Nación unitario y homogéneo, nunca se preguntaron si era correcto despojar a otro pueblo de su territorio, masacrarlo y ponerlo en el último puesto en la escala de su estatus social. Con mayor razón las dudas se evitan si la mitología chovinista de los civilizados-salvajes estaba convenientemente “aceitada” con ganancias materiales.

No obstante, la complicación es que nuestra situación de base como país no ha tenido muchas variaciones en el tiempo. ¡Y ya estamos en el súpercivilizado siglo XXI! No bastan un puñado de personas con apellidos mapuches que tengan títulos universitarios, un buen pasar económico o se sientan chilenos, para evitar cuestionarse cómo hemos construido nuestra nación. Y nuestra historia no empieza con Piñera y la hiperventilación de Hinzpeter o Chadwick en la cartera de Interior. Y nuestra historia tampoco exculpa a la izquierda, que aunque hoy apoya la “causa” mapuche, por muchos años sólo vio a las primeras naciones como proletariado rural o campesinos explotados... Los agudos científicos del cambio social sí que sabían qué eran en realidad los “indios”. Los propios “indios” no tenían ni idea... y a nadie se le ocurrió preguntarles (el cholo Mariátegui era sólo un “intelectual pequeño burgués en un país campesino, atrasado”).

En tanto ciudadanos y ciudadanas de este país, por más que Ud. se considere una persona decente, al ser parte del soberano que delega su poder al Estado, todos tenemos una culpa basal en el trato que históricamente ese Estado, nuestro Estado, les ha dado a las primeras naciones. A todas. Porque los mapuches son hoy la más notoria de esas naciones, pero no la única a la cual hemos expoliado.

Algunos podrán decir, incluso con buena fe pero con cero empatía, que la Guerra de Pacificación de La Araucanía fue hace mucho tiempo, que ya no vale la pena alegar.[1] Otros, más fascistoides aunque crean que emiten una máxima política de gran sabiduría, dirán que lo perdido en la guerra perdido está y ya no pueden alegar. E incluso otros se extrañarán que siendo “chilenos” hace tantos años, ahora un grupúsculo alegue porque les bajó creerse “indios”. Desde todas esas perspectivas es su problema, no el nuestro.

Y ese, insisto en la importancia del punto, no es su problema. El conflicto no es de los mapuches. Es y ha sido por decenios, nuestro problema, nuestro conflicto. Fue el Estado chileno, que luego de invadir y anexar, dio paso a una política de limpieza étnica (expulsiones, compras, reducciones) y de asimilación, de “chilenización”, quitándoles y/o rebajándoles su idioma y el resto de su cultura. Debemos de una vez por todas asumir nuestra historia, nuestra política estatal, nuestra cultura racista. ¿Cómo es eso de traspasarle el bulto a los perjudicados, a los agraviados, a los expoliados por nosotros, por lo hecho por nuestro Estado por acción u omisión? ¿Qué responsabilidad podrían tener en ello? ¿Cómo podría ser eso su problema?

Para no gastar más tinta (en realidad bits) sólo imagine Ud. que los mapuches nos ganaron la Guerra de Pacificación, que Chile fuera de ellos y todos estos años nos hubieran tratado a los chilenos como nosotros los hemos tratado a ellos. ¿Es muy tarde para alegar si nos tocó perder y después de tanto tiempo ya deberíamos ser mapuches? El expansionismo agresivo es nuestro problema, no de nuestras víctimas. Sean esas víctimas mapuches, pehuenches, lafquenches, huilliches, atacameños, aymaras, rapanuis, selknam, kaweshkar, diaguitas, quechuas, etc.

Nuestra responsabilidad histórica debemos asumirla como sociedad, discutir en torno a ello e intentar enmendarla. No insistir con la vía armada a través del Estado. Ese, justamente, fue y es nuestro problema. Así empezó nuestro problema. Pareciera mejor intentar aprender de la opción que (a la larga) tomaron Canadá o Nueva Zelanda, estados que en su momento fueron expansionistas y colonizadores. No volver a la lógica civilizada-salvaje del siglo XIX y correr el terrible peligro de terminar siendo un ocupante al estilo de Israel.

El siempre lamentable asesinato de personas, de la etnia que sea y con el apellido que sea, no es más que un punto crítico y triste. Muy crítico y muy triste de hecho. Mas, no es el comienzo de nada en cuanto a las relaciones entre dos naciones. Y, por cierto, que nuestro Estado reaccione presuroso ante el asesinato de unos y a la vez sus propios agentes sean culpables de asesinar a otros, grafica nuestra situación. Es un ejemplo del porqué ocurren y pueden seguir ocurriendo sucesos tan lamentables. Sacar a colación esos sucesos no es intentar un empate moral, ni menos considerar una vida más que otra. Interpretarlo así es, justamente, no darse cuenta de nuestro problema.

Ojalá pronto solucionemos nuestro conflicto. Nadie, se merece llorar un asesinato. Nadie. Menos por nuestra deuda histórica adquirida por nuestras acciones y omisiones. No obstante, ello implica en primer lugar entender que tenemos un problema. ¿Seremos capaces?


NOTA:

[1] La ignorancia de considerar que desde la década de los ’80 del siglo XIX al presente hay un largo periodo de tiempo, queda en evidencia cuando se sabe de los por lo menos 25 mil años de poblamiento de América.




* Publicado en Piensa Chile, 08.01.13.

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