Bienvenidos al país amnésico




Germán Silva C.


No hay peor drama para una persona que perder sus recuerdos, su memoria. No sólo se van borrando los rostros, las vivencias, los actos, las decisiones tomadas, sino lo que es peor, su historia. La amnesia puede ser progresiva --como en el Alzheimer--, súbita, temporal o parcial, es decir, olvidar sólo algunos aspectos. Nuestro cerebro puede actuar defensivamente y bloquear cosas que nos causan dolor, incomodidad e incluso vergüenza. El problema es que tarde o temprano esos recuerdos se nos aparecen y nos hacen enfrentarnos a la realidad: lo que hicimos, dijimos, vivimos o sentimos.

Esto parece estarle pasando a nuestro país. Hemos perdido la memoria --o una parte de ella-- de manera súbita y brutal. Ya no recordamos la pandemia, el estallido social, el descontento de la gente, la colusión, las boletas “ideológicamente falsas”, la desigualdad, los abusos sexuales masivos de integrantes de la Iglesia Católica. Incluso olvidamos que Piñera ocupó el segundo lugar --de atrás hacia adelante-- como el mandatario de Latinoamérica con el apoyo más bajo desde que se hacen encuestas, con un 6%, sólo derrotado por Alejandro Toledo en Perú con un 4%. En el país amnésico, hoy vuelve a estar entre los políticos mejor evaluados y prepara su vuelta a La Moneda. La pregunta es si esta amnesia es irreversible o temporal. Más que mal, los países están condenados, tarde o temprano, a enfrentarse a lo que son, hicieron, vivieron o votaron.

En el país amnésico ya nadie parece recordar los “raspados de olla” ni menos condenar a quienes actuaron de esa forma. De hecho, esos políticos gozan de la mejor de las tribunas en distintos programas de televisión. Tampoco nadie recuerda la palabra Penta. La amnesia hace olvidar también el significado de frases cortas. ¿Qué es un “juicio abreviado”? ¿Qué es SQM? También se pierde el recuerdo de los nombres y los rostros. ¿Quién es Jovino Novoa? ¿Quién es Jaime Orpis?

En el país amnésico, la gente entra a los templos católicos y no logra decodificar algunos nombres y menos recordar quienes eran. ¿Karadima? ¿Ortega? ¿Precht? “No sabemos quiénes son”, responde un feligrés mientras se arrodilla con devoción ¿Qué opina de los abusos sexuales en la Iglesia?, le pregunta alguien a su lado. “No sé de qué me habla”, responde molesto.

En el país amnésico, una mujer escribe furiosa en Twitter criticando al presidente y a algunos ministros por tener la desfachatez de tomarse vacaciones en el momento que arde el país. Aunque la señora tiene razón--de hecho, el mandatario ni si quiera alcanzó a iniciar su descanso--, olvidó súbitamente que un año antes, el ex presidente Piñera y sus 23 ministros salieron de vacaciones durante gran parte de febrero, pese a que también se producían graves incendios, la crisis en La Araucanía estaba en su peor momento y por el norte, cientos de miles de venezolanos entraban ilegalmente a Chile, lo que, a su vez, provocaba un paro de camioneros de gran magnitud. Tampoco nadie recuerda que, en el verano de 2019, Piñera viajó a Cúcuta cuando ocurrían 4.257 incendios con 55.135 hectáreas afectadas.

En el país amnésico, un señor reclama a su vecino, sentado en la Plaza de Armas, porque la Canciller Antonia Urrejola está de vacaciones, cuando debía estar en su escritorio coordinando la ayuda internacional. Aunque el hombre algo de razón tiene, olvidó abruptamente que existe el Estado, subsecretarios y jefes de división en el ministerio de RREE. Olvidó también que las personas tienen teléfonos, Whatsapp y otras herramientas tecnológicas para estar conectado las 24 horas del día, aunque estén en la playa. Pero el hombre también borró de su memoria que, 12 meses antes, un ex Canciller --Andrés Allamand se llamaba, aunque también olvidó el nombre-- se fue más de un mes de vacaciones en plena crisis migratoria en nuestra frontera norte y cuando lo “descubrieron” en España, tuvo que renunciar, debido a que andaba haciendo gestiones para su nuevo trabajo.

En el país amnésico, un grupo de personas dialogan en un asado familiar. De pronto, uno de ellos, comenta en voz alta que le parece extraño que en tan poco tiempo el país haya cambiado en 360 grados [sic] ¿Por qué?, pregunta un tipo de unos 55 años, que tiene una cerveza en la mano. “Porque tengo un vago recuerdo, de que hace tres años hubo un estallido social en que mucha gente --incluso dice que escuchó que cerca de 2 millones de santiaguinos coparon la Alameda a fines de octubre-- marchó, pacíficamente por calles y plazas del país, con pancartas que pedían igualdad, mejores pensiones, salud y educación, menos colusión y más distribución, en que sólo se permitía la bandera de los pueblos originarios y se rechazaban las banderas de los partidos, y donde las personas concurrían en familia para pedir un cambio. No sé si lo imaginé --agrega el hombre-- pero creo que incluso el ex presidente Piñera y su ministra vocera, señalaron que adherían a la convocatoria, lo que despertó burlas y críticas en RRSS”. El resto del grupo lo mira extrañado “tienes que haberlo soñado, aunque yo recuerdo solo a unos violentistas que se tomaron la calle después, pero a lo mejor fue una película, para ser franco”.

En el país amnésico, en menos de tres años, se vivirá un segundo proceso constitucional, aunque nadie parece recordar para qué y por qué. El estallido del 18/0 --que algunos sólo asocian con la violencia de unos pocos-- permitió que se llamara a un plebiscito, en que un 80% “votó por cambiar la Constitución, que la gente después eligió 155 personas --democráticamente-- en su mayoría independientes, castigando duramente a los partidos, en particular los más tradicionales. Que luego, los elegidos se farrearon la instancia provocando que un 62% rechazara su propuesta, que después los partidos --los mismos que la gente había castigado-- definieron que un grupo de iluminados expertos pre redacten un texto, que continuarán 50 elegidos unos meses después. Claro, esta vez serán electas en listas de partidos, sin independientes, sin gente de organizaciones sociales y, por supuesto, sin representantes de los PPOO --a lo más habrá uno o dos--.

Pero, lo que el país amnésico no sabe es que, así como en la película "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos", la historia se encarga de traer destellos de lo que hicieron, eligieron, creyeron e incluso repudiaron los ciudadanos, obligándolos a enfrentarse a una realidad, por muy incómoda o dolorosa que sea. Porque si hay algo que los habitantes de ese país deberían recordar, aunque fueran unas imágenes difusas, es que la historia se le ha repetido una y otra vez, como un péndulo. Que ha pasado de un polo al otro sin darse cuenta —como los largos diez y seis años entre Bachelet y Piñera— y que los ciclos, cada vez son más cortos.

Perdón ¿de qué estábamos hablando?



* Publicado en El Mostrador, 20.02.23.

El sionismo es racismo


Chaim Herzog, embajador del Estado Judío de Israel ante la ONU, durante su discurso contra la Resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU “El sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”... rompe la Resolución.


Zvi Bar'el


“Nosotros, en Israel, nos hemos esforzado por crear una sociedad que se esfuerce por implementar los más altos ideales de la sociedad, políticos, sociales y culturales, para todos los habitantes de Israel, independientemente de sus creencias religiosas, raza o sexo. Muéstrenme otra sociedad pluralista en este mundo en la que, a pesar de todos los problemas difíciles entre los que vivimos, judíos y árabes convivan con tal grado de armonía... en la que la libertad de expresión, de movimiento, de pensamiento, de expresión esté garantizada”
La anterior es una de las oraciones clave en torno a las cuales el expresidente Chaim Herzog, quien en ese momento era embajador de Israel ante la ONU, construyó su impresionante discurso criticando la Resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU. Esa resolución, aprobada el 10 de noviembre de 1975, declaró que “El sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”.

Herzog aunó la larga historia del pueblo judío, los principios del judaísmo, la ciencia, el desarrollo económico y los fundamentos de la democracia para socavar la resolución, que consideró antisemita. “Para nosotros, el pueblo judío, esto no es más que un papel, y lo trataremos como tal”, concluyó, antes de hacer pedazos una copia de la resolución.

Dieciséis años después, la ONU derogó la resolución. Una década después de eso, cuando Estados Unidos se saltó ostensiblemente la Conferencia Mundial contra el Racismo de la ONU en Durban en septiembre de 2001, el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer [de origen judío], dijo que era “importante enviar una señal a las naciones del mundo amantes de la libertad de que no nos vamos a quedar al margen si el mundo trata de describir el sionismo como racismo. Eso es tan malo como puede serlo”.

¿Equivocado? Herzog y Fleischer, junto con los presidentes de EE.UU. y otros líderes mundiales que se opusieron a la resolución “El sionismo es racismo”, tendrían problemas para encontrar argumentos convincentes en su contra hoy, cuando el ministro de seguridad nacional entrante es Itamar Ben-Gvir, discípulo de Meir Kahané; otro ministro designado, Orit Strock, dice que los médicos pueden negarse a brindar un tratamiento que viole sus creencias religiosas “siempre que haya suficientes otros médicos que puedan brindar el servicio”; el socio ideológico de Ben-Gvir, Bezalel Smotrich, está horrorizado ante la idea de que su esposa comparta una habitación de hospital con una mujer árabe y les dijo a los árabes israelíes: “Están aquí por error, porque Ben-Gurion no terminó el trabajo en 1948 y los echaré fuera”; y Avi Maoz, un homófobo ignorante sabe que “el mayor aporte de la mujer al país es casarse y formar una familia maravillosa”.

Estos racistas no solo ocuparán carteras clave en el gabinete del gobierno de Benjamin Netanyahu, sino que moldearán el carácter del país, dictarán los límites del debate legítimo y darán forma a las próximas generaciones a través del sistema educativo y la financiación gubernamental que controlarán.

Son los padres fundadores del nuevo sionismo, que es racista, primitivo y ve los valores democráticos como un error histórico inadecuado para un verdadero estado judío. Están afianzando un sionismo cobarde y aterrorizado que ve a los gays y lesbianas como una amenaza existencial y a las minorías como poblaciones superfluas.

Su poder se basa en la falsedad de que “el pueblo tuvo la palabra” en las últimas elecciones. En consecuencia, están envolviendo a todos los millones de ciudadanos de Israel en su ropa apestosa.

Han judaizado las afirmaciones antisemitas y la teoría racial y las están utilizando para construir un país puro, uno que es declarado y por ley judío, sionista y racista. Están construyendo una jerarquía étnica judía al determinar quiénes son los mejores judíos y quiénes no son aptos para ser judíos en absoluto. Son los sacerdotes y levitas del culto del racismo que ha brotado como una mutación parasitaria en las laderas escalonadas de Cisjordania, desde donde ha trepado y torcido y ahora tiene al sionismo y al judaísmo por el cuello.

¿Quién le dirá la verdad al ya fallecido Chaim Herzog? Ciertamente no su hijo, el actual presidente Isaac Herzog, quien se conformó con el siguiente comentario delicado y cortés: “Creo que los comentarios racistas escuchados aquí recientemente contra la comunidad LGBT y, en general, contra varias comunidades y grupos son muy preocupantes e inquietantes”.

El joven Herzog tiene más esperanzas de que si la ONU vuelve a votar una resolución para definir el sionismo como una forma de racismo, no será el orador al que se le pedirá que responda.



* Publicado en Haaretz, 27.12.22.

Humanidades y ciencia-tecnología en el MIT: ¿Conjuntos que no se intersectan?




Hace unos años quien es considerado un destacado economista de una prestigiosa facultad universitaria de ciencia y tecnología, abogaba por el cierre de la unidad docente de humanidades, artes y ciencias sociales de dicha facultad. Utilizando la teoría de conjuntos afirmó, públicamente en un coloquio universitario, que dichos ámbitos del saber eran conjuntos sin intersección.

En el mismo coloquio y también públicamente, un estudiante le aclaró al destacado economista su grueso error y hasta citó a uno de los tantos posibles ejemplos: René Descartes, gran filósofo y a la vez matemático dedicado a cuestiones que hoy se entienden como asuntos de las ciencias naturales.[i] Sin embargo, ello no le hizo mella a la plena seguridad del académico en su creencia... Y, todo indica, que tampoco a su pudor porque su profunda ignorancia de temas académicos quedara manifiesta frente a colegas y alumnos.

En Chile, como en no pocos lugares del mundo, esa singular creencia no es una rareza. Torciendo la historia y hasta la propia realidad, no faltan en los círculos académicos quienes aseguran esa supuesta falta de intersección o, finalmente, la autonomía de la ciencia-tecnología de los demás saberes.

En relación a ello dejamos un artículo de una decana del MIT que explica, no solo la relación, sino hasta la necesidad de que las y los estudiantes de ciencia y tecnología reciban una formación en humanidades, artes y ciencias sociales. De ahí que, precisamente, casi el 25% de los cursos que deben cursar esos alumnos sean de humanidades, artes y ciencias sociales.[ii]

Para terminar esta breve introducción quisiera contrastar la visión de dos autoridades universitarias respecto a estos temas. 

Por una parte, el decano de una Facultad de Ingeniería de una universidad privada de reconocida postura derechista, le señalaba a sus estudiantes recién graduados que los conocimientos técnicos que les entregaron seguramente ya estaban obsoletos. Pero, lo que sí se llevarían de su paso por esa Universidad era el pensamiento crítico, la capacidad de trabajar en equipo, las habilidades comunicativas y, en general, la formación humanista (que ahí se denominan "artes liberales"). Por otro lado, un director de una escuela de ingeniería de una prestigiosa universidad tradicional, para defender la casi eliminación de la formación humanista en la malla, declaraba que el país necesitaba tecnócratas, no estudiantes críticos... Sin comentarios.


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En el MIT las humanidades son tan importantes como las STEM


Deborah K. Fitzgerald

El papel de las humanidades en la educación estadounidense ha sido objeto de mucho debate reciente en medio de preocupaciones porque las disciplinas STEM (sigla en inglés de: ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) estén eclipsando los campos de las humanidades en relevancia y perspectivas de carrera.

Entonces, algunos pueden sorprenderse y, espero, tranquilizarse, al aprender que aquí en el MIT, un bastión de la educación STEM, consideramos que las humanidades, las artes y las ciencias sociales son esenciales, tanto para educar a grandes ingenieros y científicos, como para sostener nuestra capacidad de innovación.

¿Por qué? Porque la misión del Instituto es avanzar en el conocimiento y educar a los estudiantes que están preparados para ayudar a resolver los problemas más desafiantes del mundo: energía, cuidado de la salud, transporte y muchos otros campos. Para hacer esto, nuestros graduados naturalmente necesitan conocimientos y habilidades técnicas avanzadas: el pensamiento profundo y original sobre el universo físico que es el genio de los campos de la ciencia y la ingeniería.

Pero los problemas del mundo nunca se limitan al laboratorio ni a la hoja de cálculo. Desde el cambio climático hasta la pobreza y la enfermedad, los desafíos de nuestra era son sin duda de naturaleza y escala humana, y las cuestiones de ingeniería y ciencia están siempre integradas en realidades humanas más amplias, desde profundas tradiciones culturales hasta códigos de construcción y tensiones políticas. Entonces, nuestros estudiantes también necesitan una comprensión profunda de las complejidades humanas, las realidades políticas, culturales y económicas que dan forma a nuestra existencia, así como de la fluidez en las poderosas formas de pensamiento y creatividad cultivadas por las humanidades, las artes y las ciencias sociales.

El plan de estudios de MIT ha evolucionado significativamente en los últimos 50 años para exigir que todos los estudiantes universitarios dediquen un tiempo considerable a temas como literatura, idiomas, economía, música e historia. De hecho, cada estudiante de MIT toma un mínimo de ocho de esas cursos, casi el 25 por ciento de su tiempo total de clase.

En esos cursos, nuestros estudiantes aprenden cómo las personas, las organizaciones y las naciones actúan según sus deseos e inquietudes. Obtienen perspectivas históricas y culturales, y habilidades de pensamiento crítico que los ayudan a colaborar con personas de todo el mundo, así como habilidades de comunicación que les permiten escuchar, explicar e inspirar. Aprenden que la mayoría de las situaciones humanas desafían una sola respuesta correcta, que la vida misma es raramente, si alguna vez lo es, tan precisa como un problema matemático o tan clara como una elegante ecuación.

Algunos de los mejores testimonios sobre el valor de tal educación provienen de nuestros exalumnos de ciencia e ingeniería. Una recién graduada que ingresó a la Facultad de Medicina escribió sobre cómo su práctica como médica requiere no solo conocimiento médico, sino también la capacidad de interpretar las historias y relatos de sus pacientes, una habilidad que adquirió leyendo literatura, estudiando las diversas formas de narración, las muchas formas en que los humanos compartimos información vital. “La biología del MIT me preparó para la medicina”, dice ella. “La literatura me preparó para ser médico”.

Los empresarios también encuentran un conjunto de habilidades muy valiosas. Un distinguido graduado de ingeniería del MIT y emprendedor señala: “La introducción a la filosofía y la historia de las ideas resultó ser el valor y el beneficio más duradero de mi educación en el MIT”. Otro graduado de ingeniería que ha transformado el campo de la electrónica dice: “Una educación para una persona joven es más importante que una especialidad. Cuando aprenda sobre varias disciplinas, puede comenzar a conectarlas. Encontré mis clases de economía e historia particularmente útiles”.

Una destacada graduada de MIT en ciencias de materiales, que cita sus clases de literatura y de historia del arte en el MIT como clave para expandir su visión del mundo, ahora es la decana de una facultad de ingeniería, con una perspectiva de primera línea sobre lo que los ingenieros necesitan para tener éxito en el mercado actual. Ella dice: “Los empleadores quieren estudiantes que puedan liderar, trabajar en equipo, trabajar en distintas culturas y especialmente comunicarse, y gran parte de esa capacidad proviene de estudios en literatura, artes y ciencias sociales. El mundo necesita solucionadores de problemas creativos que puedan tener en cuenta la perspectiva humana”.

Como educadores, sabemos que no podemos anticipar todas las formas que tomarán los futuros desafíos de nuestros estudiantes, pero podemos proporcionarles algunos fundamentos que serán guías para el proceso continuo de exploración y descubrimiento. Podemos ayudar a dar forma a su resiliencia y prepararlos para analizar y resolver problemas tanto en situaciones familiares como desconocidas. Al hacer un llamado a las disciplinas STEM y de humanidades, como modos de conocimiento que informan mutuamente, nuestro objetivo es brindarles a los estudiantes una caja de herramientas repleta de herramientas para apoyarlos a lo largo de sus carreras y vidas.

Cualquiera que sea nuestra vocación, ya sea para ser científicos, ingenieros, poetas, servidores públicos o padres, todos vivimos en un mundo complejo y en constante cambio, y todos merecemos lo que hay en esa caja de herramientas: habilidades de pensamiento crítico; conocimiento del pasado y otras culturas; una habilidad para trabajar e interpretar números y estadísticas; acceso a las ideas de grandes escritores y artistas; una voluntad de experimentar, de abrirse al cambio; y la capacidad de navegar la ambigüedad.

Lo que está en juego en estos días es algo muy importante --para individuos, sociedades y para el planeta mismo-- y no podemos ser complacientes. Los tiempos nos están llamando a acelerar y compartir el mundo de las ideas con todos los que anhelan más experiencia, creatividad y significado. Y, cuanto más podamos revitalizar la educación en alianza con nuestros colegas de STEM, mejor. Porque mientras nosotros como educadores podemos, por buenas y prácticas razones, dividir el espectro del conocimiento en varias categorías, la mente en sí misma es el polímata[iii] original, recurriendo a fuentes diversas y a menudo sorprendentes, a medida que realiza el maravilloso trabajo de hacer nuevas conexiones, y estableciendo nuevos caminos para el pensamiento, el discernimiento y la acción.


NOTAS:

[i] Recuérdese que hasta avanzado el siglo XIX no se habla de "ciencia" para referirse a un campo separado de los otros saberes que se dedica a lo físico o natural. El concepto usado, con raíces e historia en el medioevo europeo, es "filosofía natural". Solo recuérdese el título que Isaac Newton le dio a su mayor obra: Principios matemáticos de la filosofía natural.

[ii] En otros centros científico-tecnológicos de excelencia se tiene una mirada similar. Para nombrar solo dos: en el Tecnológico de California (Caltech) el porcentaje de cursos de humanidades en la malla es de 23,38% y en la Universidad de Cornell de 19,83%. Datos extraídos desde: "Breve mirada a la formación humanista de MIT. Entrevista al profesor Agustín Rayo", B. Armijo, Cuadernos de Beauchef, Vol. II, nro. 1, 2020, p. 133-142).

[iii] Polímata: "Persona con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas".



* Publicado en Boston Globe, 30.04.14. Deborah K. Fitzgerald es profesora de Historia de la Tecnología en el Programa de Ciencia, Tecnología y Sociedad del MIT y decana de su Escuela de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales.

24 sabios ("Todo para el pueblo, pero sin el pueblo")




Daniel Matamala


"Pueden ser rectores de universidades, premios nacionales de ciencia, los sabios de la tribu, gente bien preparada”, detalló el líder de Amarillos, Cristián Warnken.

“Gente que sepa del tema. No queremos más a la Tía Pikachu haciendo la Constitución. Pastelero a tus pasteles”, agregó el senador Manuel José Ossandón.

Para Ossandón, la exconvencional Giovanna Grandón (“Tía Pikachu”) representaría el summum de la “gente que no sabe”, pese a que ambos --Ossandón y Grandón-- fueron elegidos para cargos políticos teniendo estudios de nivel técnico (él, técnico agrícola; ella, asistente de párvulos).

Ello no vedó a Ossandón construir una exitosa carrera política, como alcalde y senador, reelecto en ambos cargos por sus electores. Tampoco impidió a Grandón hacer su pega como constituyente: fue reconocida como estudiosa y dialogante. Sí, una vez tuvo la mala idea de ponerse su traje de Pikachu, tal como todos los días los diputados nos avergüenzan con performances que incluyen guitarras, plumas, bandas presidenciales, pelotas de fútbol, coreografías de TikTok, chapitas de sheriff o, mucho peor, insultos, funas o peleas a combos [¡y, no oldidar, la corrupción!].

Pero Ossandón la ningunea a ella y, de paso, a sí mismo: “A mí no me elijan, porque yo no voy a ser capaz de hacerles 10 artículos”, dice también. Curioso: él se siente capacitado para legislar como senador, incluso para gobernar Chile, como candidato a Presidente de la República, pero no para ser parte de un proceso constituyente, porque, como Grandón, “no sabe”.

¿Qué es exactamente eso que Grandón y Ossandón “no saben”, pero otros sí?

Esta semana, el Congreso designó a los 24 miembros de la Comisión Experta que escribirá el anteproyecto de Constitución. Si el objetivo hubiera sido reclutar a los “sabios de la tribu”, se habría pedido a universidades que enviaran sus candidatos, se habría escuchado a las academias, se habrían abierto concursos públicos.

En cambio, cada partido designó a los suyos, de acuerdo al cuoteo en el Congreso. A RN le tocaron cinco; al PS, tres. La UDI escogió cuatro; el Frente Amplio, dos; el PPD, tres, etcétera (y, dicho sea de paso, a Libertad y Desarrollo le tocaron dos cupos).

El Congreso ni siquiera revisó sus antecedentes. No se les pidió exponer sus ideas, presentar un currículum o armar un Power Point. ¿Lo designó un partido? Listo, usted es experto.

Y “experto” es sinónimo de abogado: 21 de los 24 tienen ese título. Aun si creemos que deben tener un rol fundamental, reducirlos a una profesión específica es absurdo. Probablemente, un cientista político tenga mejores herramientas que un abogado para diseñar los contrapesos entre poderes del Estado. Lo mismo podemos decir en otras áreas de economistas, administradores públicos, sociólogos, historiadores y profesionales de la salud o de la educación.

No se trata de negar las credenciales de los 24. Con pocas excepciones, son profesionales de prestigio. Es la forma de designarlos la que muestra que este proceso constituyente está patas para arriba.

¿Se necesita a buenos abogados? Por supuesto. Ellos deben traducir el pacto político que representa una Constitución en normas jurídicas correctamente redactadas. Pero eso ocurre después de que ese pacto se ha alcanzado, no antes. Aquí se ha hecho todo al revés, asfixiando al debate ciudadano en vez de abrirlo.

Primero, los presidentes de partidos políticos firmaron un acuerdo de 12 “bases”, tan específicas como que “la Constitución consagra cuatro estados de excepción constitucional: asamblea, sitio, catástrofe y emergencia”, y que ni siquiera podrán ser discutidas por los consejeros que se elijan en mayo.

Para evitar que los niños se desordenen y hagan algo tan impropio como debatir sobre estos temas políticos, estarán bajo la tutela de otros 14 abogados (Comité Técnico de Admisibilidad), designado también por cuoteo de los dirigentes de partidos políticos.

Sobre esas camisas de fuerza viene otra: entre marzo y junio, los 24 designados redactarán un anteproyecto, el que luego los 50 consejeros elegidos por voto popular podrán aprobar, hacer enmiendas o incorporar nuevas normas. Esos cambios volverán a los 24 designados, que a su vez podrán “agregar, modificar o suprimir artículos o sus partes”. Si no hay consenso, resolverá una comisión mixta, de consejeros votados por la ciudadanía, y comisionados designados por los partidos políticos.

¿Quién les dio ese poder? No la gente, por cierto. Cuando se les preguntó, el 79% de los electores rechazó una comisión mixta que incluyera a congresistas en la redacción de una Constitución.

Y cuando las encuestas preguntaron cómo debía escogerse a los “expertos”, el 53% de los consultados pidió que fueran elegidos por voto popular, y apenas el 20% dijo que deberían ser designados por el Congreso.

Es que el término “expertos” siempre fue una trampa. Una falacia empujada por la clase política para capturar el proceso, negando el factor fundamental de toda Constitución: su condición de contrato político de la sociedad. Ese es el punto crucial: en una sociedad libre, una Constitución no es algo que se “sabe”, sino que se construye entre todos.

Ya lo advertía Aristóteles, al destacar la democracia sobre la tiranía de la técnica. “Valorar una casa no solamente es propio de su constructor, sino que mejor incluso la juzga el que la utiliza. Y el que la utiliza es el dueño de la casa; y juzga mejor un timón el piloto que el carpintero que lo fabricó, y un banquete el invitado, pero no el cocinero”.

Ahora, los arquitectos empezarán a dibujar los planos, sin preguntarnos antes en qué casa queremos vivir. Como punto de partida, la designación de estos 24 “que saben” no es el más promisorio.



* Publicado en La Tecera, 28.01.23.

La economía de cobrar más impuestos a los que más ganan




Una política que hace a los ricos un poco más pobres afectará solo a un puñado de personas, y apenas afectará su satisfacción de vida, debido a que seguirán pudiendo comprar cualquier cosa que quieran.


Paul Krugman


No tengo idea de qué tan bien se desempeñará Alexandria Ocasio-Cortez, conocida por sus iniciales AOC, como congresista, pero su elección ya tiene un propósito valioso. Verán, la sola idea de tener a una mujer joven, que no es blanca, que es elocuente y que retrata bien ante las cámaras de televisión tiene enloquecidos a muchos en la derecha, y en su locura no se dan cuenta de que se revelan tal como son.

Algunas de las revelaciones son culturales: la histeria por un video de AOC bailando en la universidad dice montones, no sobre ella, sino sobre los histéricos. Sin embargo, en ciertos sentidos las revelaciones más importantes son intelectuales: la denuncia que hace la derecha de las ideas políticas “descabelladas” de AOC nos ayuda bastante bien a recordar quiénes son los locos en realidad.

La controversia del momento se trata de que AOC está a favor de un impuesto de entre el 70 y el 80 por ciento para los que más ganan, lo cual es evidentemente una insensatez, ¿no? Digo, ¿quién cree que eso tiene sentido? Solo personas ignorantes como… este, Peter Diamond, premio nobel de economía y se podría decir que el máximo experto en finanzas públicas en el mundo (aunque los republicanos le impidieron tener un nombramiento en el Consejo de la Reserva Federal con el argumento de que no estaba calificado. En serio). Además, es una política que nadie había implementado, además de… Estados Unidos, durante 35 años después de la Segunda Guerra Mundial, incluido el periodo más exitoso de crecimiento económico de nuestra historia.

Para ser más específico, Diamond, en colaboración con Emmanuel Saez —uno de nuestros principales expertos en desigualdad— calculó que la tasa fiscal óptima era de un 73 por ciento. Algunos dijeron que era más alta: Christina Romer, una importante macroeconomista y exdirectora del Consejo de Asesores Económicos del presidente estadounidense Barack Obama, estima que debería estar por encima del 80 por ciento.

¿De dónde salen estos números? El análisis de Diamond-Saez se basa en dos supuestos: disminuir la utilidad marginal y los mercados competitivos.

Disminuir la utilidad marginal es la idea derivada del sentido común de que un dólar adicional vale mucho menos en términos de satisfacción para las personas que tienen ingresos muy elevados que para las de bajos ingresos. Denle a una familia con un ingreso anual de 20.000 dólares 1000 dólares adicionales y harán una gran diferencia en sus vidas. Denle a un tipo que gana un millón de dólares, 1000 dólares más y apenas lo notará.

En términos de política económica, esto significa que no debería importarnos qué efectos tiene una política en los ingresos de los muy ricos. Una política que hace a los ricos un poco más pobres afectará solo a un puñado de personas, y apenas afectará su satisfacción de vida, debido a que seguirán pudiendo comprar cualquier cosa que quieran.

¿Así que por qué no imponerles una tasa del 100 por ciento? La respuesta es que esto eliminaría cualquier incentivo para hacer lo que sea que hagan para ganar esa cantidad, lo cual dañaría a la economía. En otras palabras, la política fiscal hacia los ricos no debería estar relacionada en absoluto con los intereses de los ricos per se, sino que solo debería interesarse en cómo los efectos de los incentivos cambian el comportamiento de los ricos, y cómo es que esto afecta al resto de la población.

No obstante, aquí es donde entran los mercados competitivos. En una economía perfectamente competitiva, sin ningún poder monopólico u otras distorsiones —que es el tipo de economía que los conservadores quieren hacernos creer que tenemos— a todos se les paga su producto marginal. Es decir, si te pagan 1000 dólares por hora, es porque cada hora adicional que trabajas añade un valor de 1000 dólares al rendimiento de la economía.

Sin embargo, en ese caso, ¿por qué nos importa qué tanto trabajan los ricos? Si un hombre rico trabaja una hora extra, agregando con ello 1000 dólares a la economía, pero se le pagan 1000 dólares por su esfuerzo, el ingreso combinado de todos los demás no cambia, ¿o sí? Ah, pero sí cambia: porque paga impuestos sobre esos 1000 dólares adicionales. Así que el beneficio social de hacer que los individuos con un ingreso elevado trabajen un poco más son los ingresos fiscales generados por ese ingreso adicional; a la inversa, el costo de que trabajen menos es la reducción en los impuestos que pagan.

O digámoslo de manera más sucinta: cuando les cobramos impuestos a los ricos, lo único que debería importarnos es qué tanto ingreso obtenemos. La tasa fiscal óptima que se cobra a los que tienen ingresos muy elevados es la tasa que eleva el ingreso máximo posible.

Y eso es algo que podemos calcular, dada la evidencia de qué tan receptivo es el ingreso en realidad antes de impuestos de los ricos para las tasas fiscales. Como dije, Diamond y Saez fijaron la tasa óptima en un 73%, Romer en un 80%, lo cual coincide con lo que AOC dijo.

Un comentario aparte: ¿qué pasaría si tenemos en cuenta la realidad de que los mercados no son perfectamente competitivos, de que existe mucho poder monopólico? La respuesta es que esto casi seguramente justifica impuestos todavía más altos, dado que las personas de ingresos elevados supuestamente obtienen muchas de esas rentas monopólicas.

Así que AOC, lejos de demostrar su locura, está perfectamente en línea con una investigación económica seria (supe que ha estado hablando con algunos economistas muy buenos). Sus críticos, por otra parte, ciertamente tienen ideas alocadas en materia de políticas, y la política fiscal está en el centro de la insensatez.

Verán, los republicanos casi de manera generalizada defienden los impuestos bajos a los ricos, con base en el argumento de que los recortes fiscales a los más ricos tendrán enormes beneficios en la economía. Esta afirmación se basa en la investigación de… este, nadie. No existe ningún cuerpo de investigación serio que sustente las ideas fiscales del Partido Republicano, porque la evidencia existente está en contra de esas ideas de manera abrumadora.

Analicen la historia de la tasa marginal superior del impuesto sobre la renta, izquierda, en comparación con el crecimiento en el PIB real per cápita. (A la derecha, medido durante diez años, para compensar fluctuaciones a corto plazo).

Tasas de impuestos y de crecimiento.
Tasa máxima, en azul; tasa de crecimiento, en naranja.

Lo que vemos es que Estados Unidos solía cobrar impuestos muy elevados a los ricos —más elevados de los que propone AOC— y le fue bien. Desde entonces las tasas fiscales han disminuido y si algo podemos decir es que a la economía le ha ido menos bien.

¿Por qué los republicanos se apegan tanto a una teoría fiscal que no tiene sustento alguno por parte de los economistas apartidistas y que refutan todos los datos disponibles? Bueno, pregúntense quién se beneficia de los bajos impuestos a los ricos y la respuesta es obvia.

Además, dado que las arcas del partido exigen un apego a la economía sin sentido, el partido prefiere a “economistas” que son un fraude evidente y que ni siquiera pueden falsear sus cálculos de manera eficiente.

Esto me lleva de vuelta a AOC y el continuo esfuerzo para hacerla ver ignorante y de poco fiar. Bueno, en cuanto a la cuestión fiscal, solo está repitiendo lo que dicen los buenos economistas y definitivamente sabe más de economía que casi cualquiera en el caucus del Partido Republicano, en parte porque no “sabe” cosas que no son ciertas.



* Publicado en The New York Times, 07.01.19. Paul Krugman es Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel de 2008.

La entrevista perdida de 1949 al único esclavo salido en la prensa de EE.UU.: «Valía menos que un perro»


Fountain Hughes (1848-1957), exesclavo.


Solo se han encontrado 26 entrevistas a antiguos esclavos grabadas en audio en la primera mitad del siglo XX, 23 de las cuales pertenecen a la Biblioteca del Congreso estadounidense. Esta fue realizada a Fountain Hughes cuando tenía 101 años y solo se publicó en inglés en un periódico cinco años antes de su muerte en 1957.


Israel Viana


Cuando acabó la Guerra de Secesión en 1865, en Estados Unidos fueron puestos en libertad, aproximadamente, cuatro millones de esclavos. Las historias de varios miles de ellos pasaron a las generaciones futuras a través del boca a boca, de los diarios personales, de las cartas enviadas a sus familiares o de las transcripciones de entrevistas realizadas a algunos de ellos. De hecho, en el último año se han descubierto las identidades de las que tres afroamericanas que más años vivieron tras llegar cautivas desde África a la ciudad de Mobile, en Alabama, a bordo del infame Clotilda, el último barco de esclavos conocido.

El barco llegó al puerto americano [estadounidense] en julio de 1860, tan solo tres años antes de que la esclavitud fuera abolida con la Proclamación de Emancipación del presidente Abraham Lincoln. Sus nombres eran Redoshi, Sally Smith y Matilda McCrear. La identidad de esta última, fallecida en 1940 a los 82 años, la hemos conocido estos días a través de una investigación llevada a cabo por National Geographic, que entrevistó a algunos descendientes todavía vivos de la antigua esclava, que le contaron los recuerdos que tenían de ella. Fue, hasta donde se conoce, la última superviviente del último barco de esclavos que llegó a Estados Unidos.

Más allá de estos datos, lo que resulta prácticamente imposible es encontrar testimonios de los antiguos esclavos contando las terribles condiciones de vida que soportaban o el trato que recibían de sus dueños. Las razones son obvias: en Estados Unidos, los linchamientos públicos a negros fue una práctica común desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el XX. Los periódicos, incluso, citaban a sus lectores para que fuesen con sus familias a presenciar este inhumano espectáculo como si de teatro se tratara. El 23 de abril de 1899, por ejemplo, más de dos mil personas se reunieron en Newman, muchas llegadas desde Atlanta en un tren especial, para asistir a la ejecución pública e ilegal de Sam Hose, un negro de Georgia.


Solo 26 entrevistas a esclavos

Por eso razón, el documento que le mostramos a continuación, transcrito de un archivo sonoro de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, tiene un valor especial. No se había traducido nunca al español. Y hay que tener en cuenta que solo se han encontrado 26 entrevistas a antiguos esclavos grabadas en audio en la primera mitad del siglo XX, 23 de las cuales pertenecen a las colecciones del Centro de Vida Tradicional Americana de la mencionada biblioteca. La que transcribimos ahora en ABC fue realizada a Fountain Hughes en junio 1949, cuando tenía 101 años.

En la grabación recuerda su infancia como esclavo, la Guerra Civil americana [estadounidense] y la vida en los Estados Unidos como afroamericano entre las décadas de 1860 y 1940. «En aquellos días, para algunos eras menos que un perro. No se te trataba tan bien como tratan a los perros hoy en día. Pero no me gustaría hablar de eso. Porque hace que la gente… hace que la gente se sienta mal, ¿sabes?. Uh, yo, yo podría decir un montón de cosas que no me gusta decir», comenta este hombre que nacido esclavo en 1848 en Charlottesville, Virginia. Fue liberado en 1865 y, en 1881, se mudó a Baltimore (Maryland). Sus abuelos y su madre fueron propiedad del presidente Thomas Jefferson hasta el momento de su muerte.

La entrevista se realizó como parte del Proyecto Federal de Escritores, que comienza con la pertinente presentación: «Mi nombre es Fountain Hughes, nací en Charlottesville. Mis abuelos pertenecieron a Thomas Jefferson. Mi abuelo tenía 115 años cuando murió. Ahora yo tengo 101 años». Hasta donde han podido averiguar algunos investigadores, sus respuestas solo se han publicado en un periódico estadounidense cinco años antes de su muerte.


La entrevista

-¿Para quién trabajó Fountain cuando...?

-¿Para quién trabajé?

-Sí.

-¿Quieres decir cuando era esclavo?

-Sí, cuando era esclavo. ¿Para quién trabajaba?

-Bueno, yo pertenecía a Burness [el nombre no suena muy claro en la grabación]. Mi madre pertenecía también a Burness. Mis hermanos y yo éramos todos niños esclavos. Pertenecíamos a diferentes personas [dice otros nombres que no se entienden], pero cuando descubrimos que éramos libres, huimos. No quisimos quedarnos más con ellos. Simplemente nos fuimos y nos quedamos donde pudimos. Nos acostábamos por la noche en cualquier lugar… No teníamos hogar, ya sabes. Nos acababan de convertir en un un montón de ganado. Después de la libertad, las personas de color no teníamos nada. Aunque tampoco teníamos camas cuando éramos esclavos, siempre dormíamos en el suelo, como la gente salvaje. Tampoco sabíamos nada, ya que nuestros dueños no nos permitían leer ningún libro. Es cierto que había algunas personas de color que habían nacido libres y que tenían un poco de educación, pero había muy pocos de ellos donde yo vivía. Y la mayoría de ellos, además, estaban en la cárcel con alguna sentencia. Si aún fuera esclavo, no podría ir desde aquí al otro lado de la calle o pasar por la casa de nadie sin tener una nota o permiso de mi dueño. Y si tuviera ese pase, solo podría ir a donde me enviara. Y tendría que volver en seguida... ya sabes. Cuando alguien me enviaba a algo, en el destino me daban otro pase que yo tenía que traer de vuelta para mostrar cuánto tiempo había estado fuera. No podíamos salir y quedarnos una o dos horas por ahí. No podía alejarme como hace la gente ahora. Éramos esclavos y pertenecíamos a otras personas. Nos vendían como venden caballos, vacas, cerdos y todo eso. Te ponían en un banco de subastas y ofertaban como a ganado.

-¿Fue en Charlotte donde fue esclavo?

-Fue en Charlottesville, sí. Allí vendían mujeres y hombres. Si alguien poseía a alguno malo y no quería golpearlo, lo vendía a los que llamaban comerciantes negros. Estos se iban al sur con él y lo vendían allí también. Si eras bueno, no te vendían. Había una venta todos los meses, ya sabes, en el juzgado. allí te vendían y obtenían 100, 200 o 500 dólares.

-¿Alguna vez le vendieron a otra persona?

-No, nunca me vendieron.

-¿Siempre se quedó con el mismo dueño?

-Yo era demasiado joven como para que me vendieran [cuando se abolió la esclavitud tenía 15 años].

-¡Oh, ya veo!

-Mira, no fui lo suficientemente mayor cuando comenzó la Guerra de Secesión [en 1861] como para que me vendieran al Ejército y luchar. Mi padre, en cambio, fue asesinado en el Ejército, ya sabe. Así que nos dejó solos siendo muy niños para vivir de lo que la gente nos diera. Yo trabajaba [como trabajador en condiciones de servidumbre] por un dólar al mes y mi madre cogía todo ese dinero. Los niños no podíamos gastar dinero y los hombres jóvenes, tampoco, hasta que no tenían 21 años. No podía gastar ni 10 centavos si alguien me los daba, porque dirían: “Los habrá robado”. Cuando cumplías 21, ya sí que podías. No podías hacer algo, alejarte y luego decir: “No lo hice”. Tenías que rendir cuentas por todo. Cuando nos liberaron y nos convirtieron en ganado, no teníamos a dónde ir y no sabíamos nada de la vida. No había escuelas para nosotros. Mi padre estaba muerto y mi madre vivía, pero tenía otros cuatro niños pequeños. Tuvo que ponerlos a trabajar a todos. Estamos peor de lo que los perros están ahora. Los perros viven ahora mejor de lo que vivíamos nosotros entonces. Recuerdo una noche en la que estaba con mi hermano por la noche y no sabíamos qué hacer. Nos habíamos alejado mucho de dónde pertenecíamos y teníamos miedo de andar por ahí a esas horas o regresar, así que nos metimos debajo de un coche que estaba en un establo a dormir hasta la mañana siguiente. Y, antes de que la gente se levantara, regresamos. Cuando éramos esclavos no podíamos hacer eso. Y cuando nos liberaron, no sabíamos qué hacer con nuestras vidas y con ese dólar que cobrábamos. Los hombres solían trabajar por 10 dólares al mes, unos 120 dólares al año. Hoy en día, ningún hombre trabaja ni por 50 dólares al mes.

-Ahora es más como 150 dólares a la semana.

-¡Exacto! Nosotros no teníamos casa ni propiedad alguna. No teníamos nada de nada. Éramos ganado. Mi familia ha sido esclava toda la vida. Mi madre, mi padre, mi hermana… todos. Si te digo la verdad, no sé cómo estoy vivo. Nadie de la gente que he conocido en mi vida viva todavía. Estoy agradecido al Señor. Cuando no era más que un perro... bueno, no me gusta hablar de eso, porque la gente se sienta mal, ya sabes. Podría decir mucho, pero no quiero. No diré nada más [...]. ¡Oh, lo pasamos muy mal! Las personas de color que hoy son libres deberían estar muy agradecidas. Parece que algunos de ellos preferirían ser esclavos.

-¿Qué preferiría ser usted?

-¿Yo? ¿Que qué preferiría ser? ¿Sabes lo que preferiría hacer? Alguna vez he pensado que volvería a ser esclavo y que, si eso pasaba, ¡cogería un arma y terminaría de inmediato con todo! Porque como esclavo no eres más que un perro. La noche nunca llegaba sin que tuvieras nada que hacer. Si querían que cortases o colgases tabaco toda la noche, lo cortabas y los colgabas. No importaba tu cansancio.



* Publicado en ABC, 04.05.20.

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