Isapres: codicia y corrupción




Daniel Matamala


“Ernesto (…) Según te entendí, los DC estarían llevando esta idea del reajuste máximo según IPC de la Salud, para el Plan Garantizado y para el Complemento. Si entendí bien esto, sería de la máxima gravedad. Para saber eso te estaba llamando y de acuerdo a eso ver si se nos ocurre algo. Saludos CEL”.

Más adelante les contaré quién es “Ernesto”, quién es “CEL” y por qué este mail, enviado el 10 de enero de 2013, es importante una década después. Por ahora, recuerden la frase final: “ver si se nos ocurre algo”.

Avancemos en el tiempo. La situación “llevará a colapsar las isapres”, decía el presidente del gremio hace un año. Desde entonces, ha subido el tono de la alarma. “La situación es crítica”, “el cierre puede producirse en solo meses”, “hay riesgo de una crisis sanitaria”. Tras sus fuertes pérdidas en los últimos dos años, las isapres piden ayuda estatal. De no recibirla, el efecto dominó podría ser devastador: más de 3 millones de pacientes sin cobertura, colapso del sistema público, cierre de clínicas, interrupción de tratamientos…

¿Tienen razón? ¿Debe el Estado ver “si se le ocurre algo” para darles una mano?

Entre 1990 y 2021, las isapres han obtenido utilidades después de impuestos en 30 de los 32 años en que han operado, con un total de $1,3 billones, o sea, 1,3 millones de millones de pesos, o, si quiere verlo en números: 1.300.000.000.000 (el cálculo es del economista David Debrott, sobre cifras oficiales).

Un fabuloso negocio que no destaca por su eficiencia. En total, según Debrott, la ganancia bruta de las isapres desde 1990 suma $8,6 billones. 8,6 millones de millones de pesos, u 8.600.000.000.000, que, aparte de las ganancias de los dueños, incluye gastos de administración y venta, publicidad, pago a directivos, etcétera. Esos gastos son cerca de diez veces los de Fonasa en proporción a sus ingresos. Los chilenos hemos pagado 8.600.000.000.000 de nuestros bolsillos para mantener el sistema, sin que nada de eso haya ido a pagar licencias médicas ni prestaciones de salud.

Un sistema que se basa en privatizar las ganancias, aceptando a afiliados de altos ingresos, sanos y jóvenes; y socializar las pérdidas, empujando al sistema público a los menos rentables. Como brutalmente sinceró el entonces presidente de la Asociación de Isapres en 2019: “El sistema Isapre no puede darse el lujo de recibir gente enferma”.

Pero hay más: desde hace más de 15 años, los tribunales han fallado, una y otra y otra vez, que las alzas de planes que las isapres ejecutan cada año son ilegales. Se suman más de dos millones de fallos, que representan más del 90% de las causas que ven las cortes de Apelaciones y la Suprema. Y dos millones de veces, las isapres se han hecho las lesas: como los fallos solo benefician a quien reclama, siguen aplicando las alzas ilegales al resto de sus afiliados.

En 2010, el Tribunal Constitucional (TC) declaró inconstitucionales las tablas de factores, usadas para discriminar por edad y género. Las isapres siguieron usándolas. Miles de afiliados comenzaron a reclamar y la justicia, una y otra y otra vez, les dio la razón. La respuesta de las isapres fue la misma: mirar al techo y seguir cobrando. Incluso, el gerente general de Colmena amenazó públicamente con demandar a sus afiliados que se atrevieran a reclamar por sus derechos en tribunales.

Hasta que la justicia se hartó. En dos “supremazos”, en agosto y noviembre pasados, la Corte Suprema ordenó detener las alzas injustificadas, e instruyó usar la tabla de factores creada por la Superintendencia en 2020. La mayoría de los afiliados verá rebajado el precio de los planes, y además las aseguradoras deberán devolverles lo cobrado en exceso en los últimos tres años.

Las isapres se dicen sorprendidas, después de haber ignorado más de dos millones de avisos a lo largo de más de una década. Como dice la vocera de la Corte Suprema, “han seguido al paso de 13 años aplicando factores que son inconstitucionales y no se pueden aplicar. Nadie puede invocar que cumplir con el derecho y con los lineamientos que se vienen haciendo hace 13 años signifique que hay una justificación para que el sistema colapse y caiga”.

Las isapres arguyen también que la crisis se debe a la falta de “una reforma integral al sistema de aseguramiento privado, mandatada hace más de una década al Ejecutivo y los poderes colegisladores”.

Es aquí donde tenemos que volver al mail de “CEL” a “Ernesto”.

Tras el fallo del TC de 2010, el gobierno del Presidente Piñera y la oposición avanzaron en una reforma que solucionaría el problema, estableciendo un Plan Garantizado de Salud (PGS), con una tarifa plana para todos los afiliados. Pero las isapres estaban en contra, y lograron trabar el proyecto en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, presidida por Ernesto Silva.

Piñera debió dar marcha atrás. Silva reconoció haber pedido al gobierno que dejara morir el PGS: “creo que es una buena medida, importante y que mejora el proyecto”, dijo entonces. “Va en el sentido correcto”, celebró también la Asociación de Isapres.

El “Ernesto” del mail, ya lo habrán adivinado, es el entonces diputado y luego presidente de la UDI, Ernesto Silva. “CEL” es Carlos Eugenio Lavín, uno de los dueños de Penta, propietaria de la Isapre Banmédica y financista de la UDI. En ese momento, Silva también era accionista de Banmédica. Como diputado, defendió los intereses de las isapres, que eran también los suyos y los de sus mecenas.

Cuando las isapres se quejan de que “el sistema político” no resolvió el problema, olvidan que hicieron lobby (y al menos una de ellas usó el poder de su dinero) para frenar el acuerdo que habría evitado la crisis actual.

¿A ver si se nos ocurre algo, entonces?

Sí, para resguardar la salud de los 3,3 millones de afiliados a isapres, que no tienen culpa alguna del entuerto. Es a ellos, y no a los dueños de las isapres que cavaron su propia tumba, a quienes se debe “salvar”.


El "problema" de las isapre: descripción gráfica.


* Publicado en La Tercera, 21.01.23.

El 'ideal' de Israel del New York Times deja fuera la historia de la supremacía judía militante


Izq.: Vladimir Jabotinsky. Der.: Thomas Friedman.
(Imagen: Mondoweiss. Fotos: Charles Haynes.


La derechización de Israel es un resultado predecible para un país fundado en la supremacía judía y la discriminación contra los palestinos.


Alice Rothchild


El último ensayo de Thomas Friedman en The New York Times, "¿Qué diablos está pasando en Israel?" y un editorial reciente del Times, "El ideal de la democracia en un estado judío está en peligro", tienen muchos detalles precisos, pero pierden el marco histórico crítico que explica que el constante avance de Israel hacia la derecha es un resultado predecible para un país fundado sobre la supremacía judía y la discriminación contra los palestinos.

Friedman lamenta que la solución de dos estados esté “en un hospicio”, un hecho que quedó claro hace años después de que se desvaneciera el resplandor de los Acuerdos de Oslo y se hiciera evidente la realidad de la ocupación interminable y la intransigencia de los negociadores estadounidenses e israelíes. Extrañamente, Friedman ve una especie de "equilibrio aproximado" y "una gran cantidad de compromisos pragmáticos y autocontrol ejercidos por todas las partes todos los días", en lugar de una ocupación militar y un asedio cada vez más brutales, y una combustión lenta de posibilidades restringidas, desesperanza y rabia en los territorios ocupados que previsiblemente estalla cuando la opresión alcanza niveles intolerables. 

Él describe esto como "pornografía de conflicto" en lugar de lo que es: ataques israelíes contra la resistencia palestina y la oposición palestina (principalmente de los sumud determinados o firmeza, variedad y estallidos de militancia). Su encuadre menosprecia la realidad del colonialismo de colonos y lo desafía. Pide a Israel que practique la "autodisciplina" en lugar de involucrarse en un autoexamen profundo y una lucha por los derechos civiles que podría conducir a una justicia restaurativa duradera.

Friedman está sorprendido de que el gobierno de coalición entrante presente a los criminales anti-LGBTQI más racistas, ultranacionalistas y anti-LGBTQI en la historia de Israel. Esta elección también podría verse como el resultado de fuerzas antidemocráticas de larga data, una herencia de líderes fascistas como Vladimir "Ze'ev" Jabotinsky, rabinos como Meir Kahane, la falta de voluntad de los gobiernos israelíes secuenciales (de izquierda a derecha) para controlar un violento y rabioso movimiento de colonos, e incluso las consecuencias del propio movimiento sionista que predicaba no sólo el nacionalismo judío, sino también la supremacía judía.

Incluso Abe Foxman, exdirector de la Liga Antidifamación (ADL), está preocupado y ha declarado: “Si Israel se convierte en un estado religioso fundamentalista, un estado de nacionalismo teocrático, aislará a Israel del 70 por ciento de los judíos del mundo”. Con el gobierno de coalición entrante [con Benjamin Netanyahu a la cabeza], los rabinos ultraortodoxos tendrán un poder político significativo, y un número explosivo de niños ultraortodoxos que no reciben educación secular y están destinados a vivir en una pobreza económicamente improductiva, Israel está bien encaminado.

Friedman señala que la Autoridad Palestina ha funcionado durante mucho tiempo como colaboradora del ejército israelí, que Abbas [Primer ministro de la AP], de 87 años, morirá dentro de poco sin un sucesor evidente, que existe una corrupción significativa y una resistencia palestina. Estos factores son producto tanto de las manipulaciones y demandas de las autoridades israelíes como de los desafíos a los que se enfrenta la sociedad palestina para desarrollarse y florecer bajo aplastantes restricciones y control militar.

El artículo de opinión del New York Times, "El ideal de la democracia en un estado judío está en peligro" está plagado de más autoengaños, comenzando con el título y la línea: "La orgullosa tradición de Israel como una democracia bulliciosa y pluralista". Uno de los principios básicos de la democracia es que es un gobierno de todos sus ciudadanos y, por lo tanto, un gobierno en el que solo una parte de la gente tiene plenos derechos (ver el Proyecto de Ley del Estado Nacional de 2018 que otorga a los judíos el derecho "exclusivo" de autodeterminación en la tierra) no puede por definición ser una democracia

El Times ve al nuevo gobierno israelí como “una ruptura cualitativa y alarmante con todos los otros gobiernos en los 75 años de historia de Israel”, en lugar de la culminación de todas las fuerzas que lo precedieron.

El editorial saca a relucir su fuerte apoyo a Israel y la solución de dos estados (muerta hace mucho tiempo) y luego menciona inmediatamente el aumento del antisemitismo, lo que sugiere que las críticas a Israel pueden provenir del odio a los judíos, en lugar de las políticas atroces del estado y la voluntad de Benjamin Netanyahu de hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder y fuera de prisión.

El Times identifica correctamente los peligros que se avecinan: expandir y legalizar los asentamientos, lo que hace imposible un estado palestino, cambiar el estado del recinto de la Mezquita del Monte del Templo/al-Aqsa, enardecer a los musulmanes en todo el mundo y socavar el papel de la Corte Suprema de Israel en la provisión de restricciones judiciales. sobre la Knesset [legislativo unicameral israelí]. Concluyen con la preocupación de que desacreditar los ideales democráticos israelíes dañará aún más la solución de dos estados.

Estos son argumentos muy viejos y gastados ​​y gran parte del mundo ha llegado a comprender que la lucha en Israel/Palestina es una lucha por los derechos humanos y civiles, que la igualdad para todas las personas entre el río Jordán y el mar Mediterráneo es la única forma de tener una paz duradera, ya sea un estado, una federación o alguna otra forma de gobierno aún por determinar. 

Irónicamente, la creencia en la supremacía judía, que requiere un dominio militar constante y la intolerancia hacia los demás, no hará que los judíos israelíes estén más seguros.



* Publicado por Mondoweiss, 20.12.22. Alice Rothchild es una autora y cineasta que ha centrado su interés en los derechos humanos y la justicia social en el conflicto entre Israel y Palestina desde 1997.

Las abultadas lamentaciones de la Asociación de Isapres




Con estadísticas y datos refuta el autor de esta columna para CIPER los recientes planteamientos de la Asociación de Isapres en torno a la crisis del sector: «En el periodo 1990-2021, los hogares afiliados a isapres han transferido a la industria privada de seguros de salud un monto de $8,6 billones por concepto de ganancia bruta, que no ha ido a parar ni al pago de prestaciones de salud ni de licencias médicas, sino solo a hacer funcionar el sistema».


David Debrott


Gran polémica generó la decisión de Isapre Colmena de demandar a sus propios beneficiarios por intentar protegerse, por una vía legal y legítima, frente al alza de precio de sus planes de salud por sobre el IPC. Tan insólita y aberrante era la medida en contra de sus propios afiliados que terminó con la salida del gerente general de la compañía.

Sin embargo, desde la asociación empresarial que agrupa a las isapres con fines de lucro —así llamadas «abiertas», para distinguirlas de aquellas que corresponden a los antiguos departamentos de bienestar de grandes empresas públicas (isapres cerradas)— se ha intentado justificar el actuar de una de las empresas asociadas señalando que la situación de la industria es crítica, ya que registrarían pérdidas por $170 mil millones en los últimos quince meses. En un comunicado oficial difundido hace unos días [descargable desde el sitio web de la Asociación de Isapres] se añade que estas compañías ya no tienen margen de operación y funcionan con aportes de capital de sus dueños; así como que el cierre de algunas podría producirse en cosa de meses.

Cita el documento al presidente de la Asociación de Isapres, Gonzalo Simon:
«Estos resultados nos ponen en el peor escenario en la historia de las isapres. El sector se ha visto presionado por el congelamiento de precios, el aumento sostenido de licencias durante los últimos años y el incremento de las prestaciones, a pesar de los esfuerzos realizados por parte de las isapres por administrar este escenario y continuar brindando salud de calidad a sus afiliados, lo que nos ha llevado a una situación muy compleja»
Años atrás, anteriores presidentes de la misma asociación empresarial se quejaban amargamente de que las isapres «no podían darse el lujo de recibir gente enferma»; o que sus utilidades, que podían parecer abultadas, si se calculaban por beneficiario apenas alcanzaban para costear «una bebida con un hot-dog».

Sin ánimo de extender una polémica estéril —pues el juicio respecto del sistema de isapres se encuentra asentado en la ciudadanía— me permito poner a disposición de los beneficiarios de isapres y de la población en general algunas cifras que dan contexto de largo plazo a esta «crítica situación» que describe la asociación empresarial (Isapres de Chile).

Las Isapres fueron creadas el año 1981, pero no fue hasta la década de los 90 que lograron disputar porcentajes de beneficiarios significativos al sistema público. La Constitución de 1980 permitió, gracias a la garantía de la «libertad de elección» de sistemas de salud, que un segmento de la población de mayores ingresos y menor riesgo sanitario pudiese llevarse su cotización obligatoria de seguridad social (el 7%) para subsidiar el pago de las primas de seguro privado. Cuando falta para cubrir el valor de la prima, como es habitual, se debe enterar el monto con una cotización voluntaria. Es decir, el sistema privado de aseguramiento fue creado por la Constitución de 1980 y se basa en un subsidio de recursos públicos para beneficiar a las empresas y desarrollar una industria de salud privada con fines de lucro.

Mediante este mecanismo, desde 1990 hasta 2021 las Isapres han obtenido utilidades después de impuestos por $1,3 billones (unos US$ 1,685 billones [1]), calculado en moneda actual de igual valor. En estos 32 años, solo han tenido pérdidas después de impuestos los años 2021 (por $148 mil millones) y 2016 (por $57 mil millones); estas últimas, a raíz de la megaestafa contra beneficiarios, prestadores y accionistas de parte de los controladores de la antigua Isapre MasVida (las demás isapres ese año tuvieron utilidades). Lógicamente, en el cálculo hemos deducido tales pérdidas del monto de utilidades acumuladas. Son $1,3 billones los que los afiliados a las isapres les han transferido a los dueños de estas en este periodo, razón por la cual debería existir un mínimo de generosidad de su parte cuando, en un año puntual, se incurre en pérdidas contables.

Pero la realidad es bastante más compleja. Estas cifras ocultan la verdadera transferencia de valor que hacen los hogares chilenos de ingresos medios/altos y altos —que, cuando se trata de trabajadores independientes, muchas veces pagan con gran esfuerzo la cotización voluntaria o el total de la prima— hacia los dueños de las isapres. En el periodo 1990-2021, los hogares afiliados a isapres han transferido a la industria privada de seguros de salud un monto de $8,6 billones (unos US$ 11,363 billones) por concepto de ganancia bruta («margen de explotación»), que no ha ido a parar ni al pago de prestaciones de salud ni de licencias médicas, sino solo a hacer funcionar el sistema: gastos de administración y ventas, publicidad, gastos financieros, costas judiciales, pago de remuneraciones de directivos, y utilidades[2].

Pero incluso la transferencia de recursos desde los hogares hacia los dueños de la salud privada es aún mayor, ya que existe una estrecha integración entre los grupos empresariales que controlan las isapres y los que controlan las grandes clínicas y centros médicos, razón por la cuál una parte muy significativa del valor de las prestaciones de salud pagadas por las isapres, en la realidad son transferencias de valor desde el segmento asegurador privado hacia el segmento prestador privado, ambos con fines de lucro. No existen estadísticas públicas de las utilidades de dicho segmento prestador, excepto en casos puntuales de sociedades anónimas abiertas.

Genuinamente, lo que ha ocurrido con la salud en Chile es un proceso de acumulación de capital gigantesco, que no ha requerido mayor esfuerzo por parte del sector empresarial, ya que el requisito de capital mínimo que se exige para constituir una isapres es francamente irrisorio (5.000 UF) [3]. Las garantías obligatorias que deben mantener (una suerte de “encaje” financiero), son financiadas con los recursos que aportan los propios afiliados.

Tiene todo sentido plantearse una refundación de la arquitectura financiera del sistema de salud, en la que los recursos que con esfuerzo aportan los hogares y aquellos que redistribuye el Estado mediante recaudación de impuestos vayan a financiar acciones de salud y licencias médicas, y no terminen transformados en utilidades del capital que acentúan la concentración del ingreso. Para evitar que los aportes obligatorios que los beneficiarios hacen para financiar la seguridad social se transformen en lucro empresarial, la propuesta de nueva Constitución avanza en la dirección correcta, al establecer como fuente de financiamiento preferencial del Sistema Nacional de Salud a las rentas generales de la nación (principalmente impuestos) y que por ley se podrán establecer cotizaciones obligatorias que tendrán como única finalidad el financiamiento solidario del sistema y que los recursos totales serán administrados por un órgano público.

Avanzar desde un Fondo Universal de Salud hacia la refundación de un Sistema Nacional de Salud público, universal e integrado es un camino que busca revertir las políticas de despojo que gobernaron la economía y los derechos sociales bajo la Constitución de la dictadura y el neoliberalismo.


NOTAS:

[1] En Chile un billón es un millón de millones. En EE.UU. y en dólares, un billón es mil millones.

[2] Todos los datos estadísticos corresponden a elaboración propia basada en datos de la Superintendencia de Salud.

[3] Ver Ley de Isapres.



* Publicado por CIPER, 20.07.22. David Debrott es economista con amplia experiencia en el tema de la salud pública salud.

No es capitalismo, es robo colonial: El Raj británico de India


Bandera del Raj o gobierno colonial británco del subcontinente Indio, que comprendía unos 4.908.397 km2 de lo que hoy conocemos como India, Pakistán, Bangladesh y Birmania.


La economista Utsa Patnaik dice que Occidente debería reservar una parte de su producto interno bruto para transferencias anuales no calificadas a países en desarrollo.


Ajai Srevatsan


Cuando la renombrada economista Utsa Patnaik comenzó a revisar viejos tratados de la historia económica británica para comprender la naturaleza de las relaciones fiscales entre Londres y la India colonial, el destino de Kohinoor[1] no era muy noticiado; Shashi Tharoor[2] aún no se había pronunciado a favor de las reparaciones en la Universidad de Oxford, un discurso que se volvió viral; y no se habían escrito muchos libros sobre los miles de soldados indios que lucharon bajo la bandera británica en las muchas guerras del imperio en ultramar.

Si bien los últimos años han arrojado más luz sobre la experiencia colonial, hay mucho que aún no sabemos. Por ejemplo, ¿cuánto dinero se sacó realmente de la India? En una colección de ensayos publicados recientemente por Columbia University Press, Patnaik intenta hacer una estimación completa. Durante aproximadamente 200 años, la Compañía de las Indias Orientales y el Raj británico desviaron al menos £ 9,2 billones (o US$ 44,6 billones, ya que la tasa de cambio fue de US$ 4,8 por libra esterlina durante gran parte del período colonial).

Para poner esa suma en contexto, la estimación del PIB de Gran Bretaña para 2018, una medida de la producción económica anual, es de aproximadamente $ 3 billones. En la era colonial, la mayor parte de las considerables ganancias en divisas de la India fueron directamente a Londres, lo que obstaculizó gravemente la capacidad del país para importar maquinaria y tecnología para embarcarse en un camino de modernización similar al que hizo Japón en la década de 1870. Las cicatrices del colonialismo aún permanecen, dice Patnaik. Y, sin embargo, en una India donde los desaires históricos se litigan sin cesar y las ciudades se renombran arbitrariamente, tal vez aún no se haya realizado un recuento adecuado de la carga duradera del colonialismo. 

-En un artículo reciente, usted sugiere que Gran Bretaña extrajo casi 45 billones de dólares de riqueza de la India. ¿Podría poner esa cantidad de dinero en perspectiva y qué diferencia habría hecho en la economía india?

-Entre 1765 y 1938, el drenaje ascendió a 9,2 billones de libras esterlinas (equivalentes a 45 billones de dólares), tomando como medida los ingresos excedentes de exportación de la India y componiéndolos a una tasa de interés del 5%. A los indios nunca se les acreditaron sus propias ganancias en oro y divisas. En cambio, a los productores locales aquí se les "pagó" el equivalente en rupias del presupuesto, algo que nunca encontrarías en ningún país independiente. El "drenaje" varió entre el 26-36% del presupuesto del gobierno central. Obviamente habría hecho una gran diferencia si las enormes ganancias internacionales de la India se hubieran mantenido dentro del país. India habría estado mucho más desarrollada, con indicadores de salud y bienestar social mucho mejores. Prácticamente no hubo aumento en el ingreso per cápita entre 1900 y 1946.

Dado que Gran Bretaña se llevó todas las ganancias, tal estancamiento no es sorprendente. La gente común moría como moscas debido a la desnutrición y las enfermedades. Es impactante que la esperanza de vida de los indios al nacer fuera de solo 22 años en 1911. Sin embargo, el índice más revelador es la disponibilidad de cereales para la alimentación. Debido a que el poder adquisitivo de los indios comunes estaba siendo reducido por los altos impuestos, el consumo anual per cápita de granos alimenticios se redujo de 200 kg en 1900 a 157 kg en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, y se desplomó aún más a 137 kg en 1946. Ningún país en el mundo de hoy, ni siquiera el menos desarrollado, está ni cerca de la posición que tenía la India en 1946.

-¿Cuál era el sistema establecido para orquestar esta fuga de riqueza? ¿Por qué no hubo una oposición local a gran escala?

-Todas las potencias colonizadoras establecieron sistemas de recaudación de impuestos. El mismo nombre del administrador del distrito era "Coleccionista". Cuando la Compañía[3] obtuvo por primera vez los derechos de recaudación de ingresos en Bengala en 1765, sus empleados se volvieron completamente locos de avaricia. RC Dutt, un funcionario de la administración pública del Raj británico, documentó que entre 1765 y 1770, la Compañía triplicó los ingresos fiscales en Bengala, en comparación con el antiguo régimen de Nawab. ¿Sabes lo que eso significa para un campesino que ya es bastante pobre? El Nawab estaba recaudando impuestos lo suficientemente altos, por lo que cuando la Compañía se hizo cargo y triplicó por la fuerza las recaudaciones durante cinco años, la gente murió de hambre. Hubo una hambruna masiva en Bengala en 1770. De una población de 30 millones, los propios británicos estimaron que 10 millones murieron.

Desde 1765 hasta la toma de posesión por parte de la Corona, la Compañía estaba utilizando entre un cuarto y un tercio de la recaudación de ingresos netos para comprar bienes de exportación a los campesinos. Este fue un uso anormal de los impuestos y los propios campesinos no sabían que los estaban engañando. Si el mismo agente de la Compañía que recaudó el impuesto al productor hubiera comprado al mismo tiempo sus bienes con ese impuesto, entonces el propio productor habría dicho: dal mein kuch to kala hai (algo sospechoso está pasando aquí). Pero el agente de la Compañía que compró productos con el dinero de los impuestos era una persona diferente y lo hizo en un momento diferente del agente de la Compañía que recaudó el impuesto. Entonces, los productores no conectaron a los dos.

El mercado es una cosa asombrosa: oscurece las relaciones reales. Una gran parte del pago de impuestos del propio productor simplemente se convirtió en bienes de exportación, por lo que la Compañía obtuvo estos bienes completamente gratis. El mecanismo posterior después de que la Corona asumió el control fue un desarrollo adicional que utiliza letras de cambio. Los únicos beneficiarios indios de este ingenioso e injusto sistema de vincular el comercio con los impuestos fueron los intermediarios o dalals. Algunas de las casas comerciales más conocidas de la India moderna obtuvieron sus primeras ganancias haciendo dalali para los británicos. El impuesto sobre la renta de empresas y profesionales era prácticamente inexistente hasta la Segunda Guerra Mundial.

-¿Qué pasó con el dinero que se drenó fuera de la India? ¿Para qué se usaba?

-El mundo capitalista moderno no existiría sin el colonialismo y el drenaje. Durante la transición industrial de Gran Bretaña, de 1780 a 1820, la fuga de Asia y las Indias Occidentales combinadas fue de alrededor del 6 por ciento del PIB de Gran Bretaña, casi lo mismo que su propia tasa de ahorro. Después de mediados del siglo XIX, Gran Bretaña tenía déficits en cuenta corriente con Europa continental y América del Norte y, al mismo tiempo, estaba invirtiendo masivamente en estas regiones, lo que significaba tener también déficits en cuenta de capital. Los dos déficits se sumaron a los grandes y crecientes déficits de la balanza de pagos (BdP) con estas regiones.

¿Cómo fue posible que Gran Bretaña exportara tanto capital, que se destinó a la construcción de vías férreas, carreteras y fábricas en EE. UU. y Europa continental? Sus déficits de balanza de pagos con estas regiones se estaban resolviendo mediante la apropiación del oro financiero y las divisas ganadas por las colonias, especialmente India. Todos los gastos inusuales, como la guerra, también se incluyeron en el presupuesto indio, y todo lo que India no pudo cubrir a través de sus ganancias de cambio anuales se mostró como su deuda, sobre la cual se acumularon intereses.

Al igual que bajo la Compañía, bajo la Corona también, un tercio de los ingresos presupuestarios de la India no se gastó en el país, sino que se apartó como "gasto en el extranjero". El secretario de estado (SoS) para la India, con sede en Londres, invitó a los importadores extranjeros a depositar con él el pago (en oro y libras esterlinas) de sus importaciones netas desde la India, que desapareció en la cuenta del SoS en el Banco de Inglaterra. Contra estas ganancias indias, emitió billetes, denominados billetes del Consejo (CB), por un valor equivalente en rupias, que se pagaba con cargo al presupuesto, de la parte denominada "gastos en el extranjero". Entonces, Gran Bretaña tenía el control total sobre todo el poder adquisitivo internacional que los productores indios habían ganado. Incluso si una parte se hubiera acreditado a la India,Incluso si una parte se hubiera acreditado a la India, podríamos haber importado tecnología moderna y haber comenzado a industrializarnos mucho antes que Japón bajo la restauración Meiji en la década de 1870.

-El mundo ha cambiado considerablemente desde el siglo XIX y la reciente incursión de China en África a veces se denomina imperialismo de la nueva era...

-Sería bastante incorrecto llamar imperialistas modernos a los empresarios chinos o indios en África. Esta es una estratagema que usa el Norte para desviar la atención de los crímenes que cometieron contra nuestro pueblo, luego de obtener el control político por la fuerza. Gran Bretaña y otros países gravaron a los colonizados, tomaron sus ganancias extranjeras y los llevaron al hambre.

Los empresarios chinos e indios en África simplemente están tratando de hacer negocios de acuerdo con gobiernos independientes. Nunca podremos esperar replicar el camino de desarrollo que siguieron los países del Norte. Abordaron el desplazamiento rural y el aumento del desempleo a través de la emigración masiva y permanente, principalmente a las Américas. Esa opción no está abierta a la mano de obra excedente de India o China. Necesitamos desarrollar una estrategia de industrialización que preserve el empleo y los medios de subsistencia.

-Dado que las barreras comerciales están aumentando una vez más, lo que recuerda la política del imperio británico sobre las importaciones de telas indias, ¿hay alguna lección que la India pueda aprender en este frente de la experiencia colonial?

-La lección que tenemos que aprender es a desconectarnos. No estoy descontenta con la idea del proteccionismo en Occidente. Porque, francamente, tenemos que volver la mirada hacia adentro. Tenemos un mercado interno enorme y hay que aumentar su capacidad de compra. Debemos comerciar más con otros países en desarrollo. Y comerciar en términos que no sean explotadores, esencialmente lo que se llama comercio justo. El mundo en desarrollo debe empezar a pensar en términos de soluciones cooperativas. Algunas barreras al comercio con los países del Norte también son esenciales, porque ellos promovieron el dogma del "libre comercio" para servir a sus propios intereses a costa nuestra.

Las empresas transnacionales están tratando de cambiar nuestros patrones de cultivo hacia cultivos de exportación, como lo hicieron durante el período colonial. Quieren libre acceso a nuestra agricultura, porque nunca pueden producir los cultivos que podemos, especialmente en invierno. La nueva globalización se trata de que el Norte acceda a frutas y flores frescas del Sur en pleno invierno. Los países tropicales deberían unirse para utilizar la productividad de sus tierras durante todo el año como moneda de cambio para obtener mejores condiciones comerciales para sus agricultores. La población de los países desarrollados, hasta el día de hoy, depende en gran medida del mundo excolonial para su nivel de vida. Casi el 70% de los 12.000 artículos que se venden en un supermercado moderno en Occidente tiene un contenido de importación tropical.

Los términos de intercambio aún no son justos. Sin embargo, muchos todavía se adhieren a la creencia de que los países avanzados se hicieron avanzados porque son terriblemente innovadores y emprendedores. Se enseña muy poco de la historia real a los estudiantes indios o británicos. En la Historia Económica de la India editada por Cambridge, por ejemplo, no hay una sola palabra sobre la estricta política proteccionista contra los textiles asiáticos que Gran Bretaña mantuvo desde 1700 hasta 1846. Tampoco hay una sola palabra sobre la apropiación por parte de Gran Bretaña de la totalidad de los ingresos excedentes de exportación de la India durante 180 largos años, desde 1765 hasta 1945.

-Si bien la India independiente mantiene relaciones cordiales con Gran Bretaña, últimamente ha habido mucho tumulto político con respecto a la historia de Mughal [imperio Mongol]. Tanto el Raj como los mogoles son considerados extraños. ¿Cómo se comparan?

-Los mogoles vinieron de fuera, pero las oleadas de migración siempre han venido de fuera. Lo que hicieron los mogoles fue exactamente lo que también hicieron los príncipes de Rajasthan. Gravaron al pueblo, pero con moderación, y gastaron todos los impuestos dentro del país. Se establecieron aquí y no mantuvieron ningún vínculo permanente con sus lugares de origen. Claramente, los mogoles no pueden equipararse de ninguna manera con los británicos porque no hubo un impulso de exportación, no hubo trampas a los productores locales y no hubo drenaje anual del subcontinente financiado con impuestos.

-Como economista interesado en la historia, ¿cuál es su opinión sobre la idea de las reparaciones? ¿Debería Gran Bretaña devolver las grandes sumas de dinero que sugiere que extrajo de la India?

-No sólo Gran Bretaña, sino todo el mundo capitalista avanzado de hoy floreció gracias al drenaje de la India y otras colonias. Gran Bretaña era demasiado pequeña para absorber todo el drenaje de la India colonial. De modo que se convirtió en el mayor exportador de capital del mundo, lo que ayudó al desarrollo industrial de Europa continental, Estados Unidos e incluso Rusia. El auge de la infraestructura en estos países no hubiera sido posible de otra manera.

La fuga colonial ayudó a crear el mundo capitalista moderno, desde América del Norte hasta Australia, todas las regiones donde se habían asentado poblaciones europeas. El mundo capitalista avanzado debería reservar una parte de su PIB para transferencias anuales no calificadas a los países en desarrollo, especialmente a los más pobres entre ellos. Gran Bretaña, en particular, moralmente debe reparaciones por los 3 millones de civiles que murieron en la hambruna de Bengala porque fue una hambruna diseñada.


NOTAS NUESTRAS:

[1] Diamante de 108 kilates procedente del estado indio de Andhra Pradesh que hoy se expone en... la Torre de Londres.

[2] Político indio del Congreso Nacional Indio, que en 2015 participó en un debate donde defendió que gran Bretaña debe compensar a la India por su gobierno colonial. Una nota al respecto: "¿Por qué Gran Bretaña debe reparaciones a la India por 200 años de brutal colonialismo?".

[3] La Compañía Británica de las Indias Orientales fue una empresa monopólica por acciones establecida por la Corona inglesa en 1600 y que operó hasta 1874. Era una mezcla de comercio, guerra y administración colonial en nombre de Inglaterra y luego Gran Bretaña que se hizo cargo de la explotación de los territorios sometidos y de los crímenes para sostener su dominio y consecuente enriquecimiento de la metrópoli.



* Publicado en Mint, 21.11.18.

Santiago: Ciudad y crisis, una relación histórica





La guetificación actual de grandes áreas de la ciudad metropolitana, tuvo un desarrollo histórico que, salvo algunas voces dispersas, jamás llamó la atención de los medios.


Marcelo Mardones


Durante los últimos días, varias columnas en medios tradicionales han puesto su foco sobre el casco histórico de Santiago y su más reciente crisis. La verdad, no recuerdo hasta ahora tanto interés por la cuestión urbana, un debate ascendente desde el 2019 hasta ahora. 

Cuestión curiosa, a lo menos, cuando durante las últimas décadas vimos crecer en una indiferencia generalizada periferias surgidas tras las erradicaciones forzosas durante la dictadura y consolidadas con las políticas de vivienda social desarrolladas masivamente durante la Transición. De un diseño arquitectónico incapaz de ofrecer soluciones habitacionales dignas ni funcionales, como lo recuerdan los palafitos aledaños a los blocks que abundan ante la mínima necesidad de ampliación o la memoria infame de las casas COPEVA, tampoco se acompañaron de un política social y urbana integral. 

La consecuencia lógica de ello, con la guetificación actual de grandes áreas de la ciudad metropolitana, tuvo un desarrollo histórico que, salvo algunas voces dispersas, jamás llamó la atención de los medios. Tampoco sucedió ello cuando las autopistas urbanas dividieron amplios tramos en comunas empobrecidas, sin ningún tipo de compensación urbana a unos habitantes que asumieron su impacto como podían porque a nadie se le ocurrió plantear una carretera subterránea como AVO en Renca o La Granja.

Nada de eso es extraño para quienes hemos trabajado históricamente la ciudad, ya que la segregación y los desequilibrios urbanos han sido la tónica de su crecimiento desde que se inició su expansión demográfica en la segunda mitad del siglo XIX. 

La idea de [Benjamín] Vicuña Mackenna respecto a la ciudad propia versus El Cairo infecto de sus arrabales se masificó al punto que observamos hoy en día: una metrópolis dual, donde la población menos favorecida habita enormes periferias donde la presencia del Estado es cada vez más tenue, cuando no ausente. 

No obstante, aquello no pareció incomodar a las élites locales, por mucho que diversas leyes para estimular la construcción de viviendas obreras se hayan establecido desde 1906, las que, sin embargo, no fueron capaces de cubrir la demanda habitacional para una población en continuo aumento. De ahí surgió la ciudad de las tomas, que incomodaron a las clases altas cuando las acompañaron en su tránsito al oriente hasta el punto de expulsarlas forzosamente de su nuevo refugio, como ocurrió en la villa San Luis de Las Condes, un asalto a mano armada del Ejército contra sus habitantes. Sobre ello tampoco los columnistas del periodo escribieron textos de denuncia, porque la ciudad que importaba era aquella donde los pobres habían sido relegados o perseguidos.

Por eso, no es muy difícil apreciar en este aparente interés por la ciudad un trasfondo político, cuestión que no debe sorprendernos porque lo urbano es, en esencia, un espacio para el debate y la deliberación. Pero también debe ser el lugar de un análisis técnico e interdisciplinario, y entre ello también histórico: así, abogados devenidos en urbanistas desde sus estudios y centros de investigación del cono de alta renta advierten horrorizados sobre el declive del casco central como consecuencia del estallido social, convertido hoy en una simple muletilla para explicar desde el comercio ambulante hasta la incapacidad, de instituciones y autoridades políticas de todo signo para hacerse cargo de estas problemáticas. 

Con ello ignoran aquel Santiago de la miseria y la precariedad que denunciaron los ensayistas del Centenario, el conventillo donde la generación del 38 retrató descarnadamente o la metrópolis de la pobreza que mostraron documentalistas y cineastas desde la década del cincuenta, como ocurrió años después en Largo viaje de Patricio Kaulen.

Así, cuando analistas políticos se refieren a Santiago como “joya de la corona, con su especial mezcla de edificios coloniales, arquitectura neoclásica y la vanguardia de rascacielos setenteros y ochenteros” (Kenneth Bunker en Ex Ante), me imagino esas fotos postales de paisajes urbanos de las cuales fue un gran cultor el fotógrafo Enrique Mora: una ciudad inmaculada, cuidadamente limpia y ordenada en las imágenes... porque precisamente excluía los bordes pobres y precarios de la misma

Porque más que urbe colonial o museo neoclásico, la capital chilena ha sido un espacio de contrastes tal como buena parte de las grandes ciudades latinoamericanas. Con una verticalización en las últimas décadas que repobló el área central, pero sin velar por el espacio público a su alrededor, y, además, para qué mencionar sus dudosos aportes estéticos al paisaje.

Nos enfrentamos así a un problema urbano evidente como el que exhibe el Santiago del estallido, la pandemia y los nuevos fenómenos como la migración latinoamericana masiva. Sobre todo con esa mirada autoindulgente y arrogante de una élite que no conoce la ciudad que habita más allá de sus feudos cotidianos. En dicha lógica, la única solución posible es el palo y bizcochuelo portaliano, ya que la ciudad que debate y se manifiesta es la representación de todos sus temores políticos, en particular aquel que considera la disputa del poder. 

La preocupación de estas voces mimadas por los agentes fácticos no tiene tanto que ver con el patrimonio o el orden estético de la ciudad, sino con el control de recursos e inversiones bajo las lógicas más convencionales del establishment criollo y, en particular, contra cualquier disputa a sus miradas sobre la realidad. Aunque con sus anteojeras ignoren la historicidad propia del espacio urbano del casco histórico al que evocan desde Las Condes o Vitacura. 

¿Podemos confiar en dichos análisis para entender las dinámicas urbanas, sus tensiones actuales y posibles soluciones? Lo dudo.

Cerrando esta reflexión, recuerdo a la periodista Jane Jacobs y su hasta hoy influyente libro Muerte y vida de las grandes ciudades. Sin una formación especializada en urbanismo, sino desde el periodismo y la observación, se transformó en una referente de las miradas que buscaron entender al espacio urbano desde lo social, analizando fenómenos como la violencia a partir de los impactos que tenían los abandonos en que quedaban los barrios por desinterés político o el impacto de obras de infraestructura como las carreteras de Robert Moses sobre los distritos populares de Nueva York. 

Quizás su concepto central sea el de la vitalidad urbana, una idea donde las relaciones sociales practicadas en el espacio urbano crean una red que llena la ciudad de prácticas virtuosas capaces de rescatarlas de las crisis que cada tanto las afectan como reflejos de las tensiones políticas, económicas y sociales en sus calles. Y este modelo en crisis remite en lo urbano al estallido y la pandemia en sus muros y espacios vacíos, en los restaurants devenidos en ópticas y muchos otros detalles particulares para quienes caminamos por sus vericuetos. Justamente remite a la ausencia de dicha vitalidad, de una participación social amplia en el hacer y vivir la ciudad. 

Así, más que comentarios desde la burbuja, podremos enfrentar el desafío de reconstruirla desde la necesaria inserción de las comunidades, un reclamo que ninguna de las voces transformadas en referentes urbanos parece advertir en sus escandalizados reclamos.



* Publicado en CNN Chile, 28.12.22. Marcelo Mardones es historiador.

El "Homo Economicus" debe morir




Nick Hanauer


Estoy encantado de recibir este premio de anfitriones tan distinguidos, pero no mentiré: cuando me dijeron que sería honrado como el "Humanista" del año, lo primero que hice fue verificar dos veces la definición para hacer seguro que era algo bueno. Y aquí estoy yo. ¡Así que gracias!

Como persona que proviene de tres generaciones de judíos no practicantes y no religiosos, lo que “eres” puede ser algo confuso. Nunca me he sentido cómodo con la conformidad de las religiones organizadas, ni con sus tradiciones y rituales. Y nunca me impresionó el razonamiento moral que decía algo así como "haz lo correcto, o te quemaremos el trasero en el infierno por toda la eternidad". A menudo me sentía perdido para ubicarme cultural y moralmente. Uno de mis amigos solía llamarme “judío WASP” [Sigla en inglés de Blanco, anglosajón y protestante]. Ahora ustedes me dicen que soy un "humanista". ¿Quién sabe?

Sobre todo en la vida, somos juzgados puramente por nuestras acciones y logros. Y he sido honrado de esa manera antes: como capitalista exitoso y como filántropo y por mi activismo cívico. Pero este premio es más interesante y personalmente gratificante porque en este caso, el por qué hago lo que hago es tan importante como lo que hago, y por eso estoy profundamente agradecido.

Para mí, el gran atractivo del humanismo no es que nos mantenga en un estándar más alto, sino que nos pide que nos mantengamos en un estándar más alto. Es relativamente fácil hacer lo correcto debido a una recompensa o castigo inminente, incluso en el más allá. Es mucho más difícil, y por lo tanto más significativo, hacer lo correcto simplemente porque es lo correcto, particularmente si hacer lo correcto parece implicar compensaciones personales aquí y ahora.

Pero más en consecuencia, cuanto más comprendo el capitalismo de mercado, tanto como practicante como estudiante de teoría económica, más comprendo que este ethos humanista es un requisito previo para la prosperidad humana misma.

Noté que soy el primer capitalista en ser honrado con este premio. Sospecho que esto puede deberse a que todos ustedes ven el mundo en el que vivo, el mundo de los negocios y la economía, como algo "moralmente desafiado". Para ser claros, la cultura empresarial y económica estadounidense contemporánea tiene un marco moral: el neoliberalismo. Pero creo que es seguro decir que este marco es confiablemente ortogonal a los últimos 50,000 años de normas y tradiciones morales.

¿Es demasiado duro? Quizás. Pero la expresión moral canónica del capitalismo moderno —“Fue una decisión comercial”— tiene mucho más en común con El padrino que con La regla de oro. Seamos honestos: cada vez que escuchas a alguien decir: "No es personal, es estrictamente comercial", sabes que cosas realmente terribles están por suceder.

Es una señal de los tiempos que una de las afirmaciones morales más conocidas de una empresa estadounidense es la de Google: “No seas malvado”. Al menos tienen uno. Pero es interesante reflexionar. Deja de lado si Google ha estado a la altura de su credo o no. ¿Cómo llegamos al punto en que el estándar más alto al que se aferrará una empresa es simplemente la ausencia del mal?

¿Y cómo llegamos a la llamada “ética” de los negocios que insiste en que la única responsabilidad afirmativa de un ejecutivo corporativo es maximizar el valor para los accionistas?

Creo que estas afirmaciones morales corrosivas se derivan de una comprensión fundamentalmente defectuosa de cómo funciona el capitalismo de mercado, basada en la dudosa suposición de que los seres humanos son "homo economicus": perfectamente egoístas, perfectamente racionales e implacablemente automaximizadores. Es este modelo de comportamiento sobre el que se construyen todos los demás modelos de la economía ortodoxa. Y es una tontería.

Los últimos 40 años de investigación en múltiples disciplinas científicas han demostrado, con certeza, que el homo economicus no existe. Fuera de los modelos económicos, simplemente no es así como se comportan los humanos reales. Más bien, el Homo sapiens ha evolucionado para convertirse en criaturas morales intuitivas, heurísticas, recíprocas y que se preocupan por los demás. Podemos ser egoístas, sí, incluso crueles. Pero es nuestra naturaleza prosocial altamente evolucionada , nuestra facilidad innata para la cooperación, no la competencia, lo que ha permitido a nuestra especie dominar el planeta y construir una calidad de vida tan extraordinaria y extraordinariamente compleja. La prosocialidad es nuestro superpoder económico.

Los economistas no se equivocan cuando atribuyen los avances materiales de la modernidad al genio del capitalismo de mercado para autoorganizar una división cada vez más compleja e intrincada del conocimiento, el saber hacer y el trabajo. Pero es importante reconocer que la división del trabajo no se inventó en las fábricas de alfileres de la Escocia del siglo XVIII de Adam Smith. En algún nivel, ha sido una característica definitoria de todas las sociedades humanas desde al menos la revolución cognitiva. Incluso nuestras sociedades menos complejas, pequeñas bandas de cazadores-recolectores, se caracterizan por una división del trabajo —caza y recolección—, aunque en gran parte según líneas de género. La división del trabajo es un rasgo universal de nuestra especie prosocial.

Visto a través de esta lente prosocial, podemos ver que la división del trabajo altamente especializada que caracteriza a nuestra economía moderna no fue posible gracias al capitalismo de mercado. Más bien, el capitalismo de mercado fue posible gracias a nuestra facilidad fundamentalmente prosocial para la cooperación, que es todo lo que realmente es la división del trabajo.

Esta disputa sobre los modelos de comportamiento tiene profundas consecuencias no académicas. Muchos economistas, aunque reconocen sus fallas, aún defienden el homo economicus como una ficción útil, una herramienta para modelar y comprender el mundo económico. Pero es mucho más que un modelo económico. También es una historia que nos contamos sobre nosotros mismos que da permiso y aliento a algunos de los peores excesos del capitalismo moderno y de la vida moral y social contemporánea.

Si aceptamos que es verdad, si internalizamos que la mayoría de las personas son en su mayoría egoístas, y luego miramos alrededor del mundo a toda la inequívoca prosperidad y bondad en él, entonces se sigue lógicamente, debe ser cierto, por definición, que mil millones de actos individuales de egoísmo se transforman mágicamente en prosperidad y bien común. Si es cierto que los humanos son realmente maximizadores egoístas, entonces el egoísmo debe ser la causa de la prosperidad. Y debe ser cierto que cuanto más egoístas somos, más prósperos nos volvemos todos. Bajo esta construcción lógica, la única buena decisión es una decisión comercial: "La codicia es buena", y el único propósito de la corporación debe ser maximizar el valor para los accionistas, maldita sea la humanidad. Bienvenidos a nuestro mundo neoliberal.

Pero si, en cambio, aceptamos un modelo de comportamiento prosocial que describa correctamente a los seres humanos como criaturas excepcionalmente cooperativas e intuitivamente morales, entonces, lógicamente, la regla de oro de la economía debe ser la regla de oro: haga negocios con los demás como le gustaría que ellos hicieran negocios con usted. Esta es una historia sobre nosotros mismos que nos otorga permiso y aliento para ser lo mejor de nosotros mismos. Es una historia virtuosa que también tiene la virtud de ser cierta.

Creo que la prosperidad se entiende mejor como la acumulación de soluciones a los problemas humanos. Desde curar el cáncer hasta una patata frita más crujiente, todas las empresas legítimas están en el negocio de la resolución de problemas, y como el comercio es recíproco (tú necesitas una patata frita, yo necesito una ganancia), cada solución consumida es un problema mutuo resuelto. Pero a medida que nuestra economía tecnológica moderna se vuelve más próspera, sus problemas inevitablemente se vuelven más complejos, y esto requiere grados cada vez mayores de complejidad social, económica y tecnológica para sostener este ciclo virtuoso de innovación y demanda.

El capitalismo es la mayor tecnología social de resolución de problemas jamás inventada. Pero saber que el capitalismo funciona es diferente a saber por qué funciona. Y contrariamente a la ortodoxia económica, es la reciprocidad, no el egoísmo, lo que la guía —de hecho— como por una mano invisible. Es la reciprocidad social la que construye los altos niveles de confianza necesarios para que grandes redes de personas cooperen a gran escala. Y es solo a través de estas redes de especialistas altamente cooperativos que puede emerger la complejidad que define nuestra economía moderna.

El Dr. [Martin Luther] King dijo: “el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”. Del mismo modo, gracias a la lógica evolutiva fundamental del mercado, el arco del universo económico se inclina hacia la complejidad. Y estos dos arcos son solo parte de un círculo más grande que está anclado en la justicia, que crea la confianza, que permite la cooperación, que produce la complejidad de la que surge nuestra prosperidad.

Así que este es el punto principal de mis comentarios: correctamente visto a través de esta lente económica prosocial, vemos claramente que es nuestra humanidad, no la ausencia de ella, la fuente de nuestra prosperidad.

Pero, por supuesto, al trabajar para cambiar la forma en que pensamos sobre la economía, mi objetivo final es cambiar la forma en que actuamos dentro de ella. Y con este fin, me gustaría cerrar ofreciendo cuatro heurísticas simples para guiar sus propias acciones y activismo:

Heurística número uno: el capitalismo se autoorganiza, pero no se autorregula.

La noción del capitalismo de mercado como un sistema de equilibrio cerrado óptimo de Pareto es, para usar el término técnico, una mierda. En todo el mundo, las economías capitalistas más ampliamente prósperas son también las más reguladas y las más gravadas. Para ser claros: la inversión e intervención del gobierno no es un mal necesario. Es simplemente necesario.

Lo que nos lleva a la heurística número dos: el verdadero capitalismo no es capitalismo de accionistas.

La afirmación neoliberal de que el único propósito de la corporación es enriquecer a los accionistas es la estafa más atroz de la vida contemporánea. A las corporaciones se les otorga responsabilidad limitada a cambio de mejorar el bien común. Por lo tanto, el verdadero propósito de la corporación es crear excelentes productos para los clientes, brindar buenos trabajos a los empleados, brindar un retorno justo a los accionistas y fortalecer sus comunidades, en igual medida.

Tercera Heurística: el capitalismo es efectivo, pero no eficiente.

El “vendaval perenne de destrucción creativa” de Schumpeter ha demostrado ser extraordinariamente eficaz para elevar nuestro nivel de vida agregado, pero también puede ser extraordinariamente derrochador, cruel y desigual, hasta el punto de amenazar con destruir el capitalismo mismo. Si nuestra economía y nuestra democracia han de sobrevivir al ritmo cada vez más acelerado del cambio tecnológico, debemos usar todas las herramientas disponibles para cerrar “la brecha de innovación” entre nuestras instituciones económicas y nuestras instituciones cívicas.

Y finalmente, la heurística número cuatro: los verdaderos capitalistas son capitalistas morales.

Ser rapaz no te convierte en capitalista. Te convierte en un imbécil y un sociópata. En una economía que depende de complejas redes de confianza para facilitar las tareas cooperativas de las que surge la prosperidad, y cuando la prosperidad misma se entiende —no como dinero sino como soluciones a los problemas humanos—, los verdaderos capitalistas entienden que todo acto económico es una elección explícitamente moral, y actúa acorde.

Y así, a todos los aspirantes a líderes empresariales y tecnológicos que se encuentran en la audiencia de hoy, quiero desafiarlos a adoptar un credo alternativo, mucho más ambicioso y más humanista que el "No seas malvado" de Google: "Sé bueno". O tal vez, "Haz siempre lo correcto".

Y cuando haga lo correcto, hágalo con la confianza de que si es lo correcto para sus clientes, para sus empleados, para su comunidad y para el planeta, entonces también es lo correcto para sus accionistas.



* Publicado en Democracy Journal, 01.10.18. Nick Hanauer es un empresario millonario. Este artículo es una adaptación de un discurso pronunciado el 30 de septiembre en el MIT, donde Hanauer ganó el premio al Humanista del Año 2018 de Harvard y el MIT. Lea más sobre el premio, así como las preguntas y respuestas del editor Michael Tomasky con Hanauer, aquí.

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