La Reforma Protestante: ¿Un legado encerrado en los templos?




El pasado 31 de octubre se celebraron los 500 años de la Reforma Protestante, 500 años desde que en 1517 Martín Lutero publicara en las puertas de la iglesia de Wittemberg sus “95 tesis” donde criticaba las indulgencias de la Iglesia romana. Poco importa ya si en realidad las pegó o no en dicha iglesia, pues lo importante es que a partir de sus tesis se desarrollaría un proceso teológico, eclesiástico, social y político en Europa Occidental. Proceso que, lamentablemente cuando se piensa en seguidores de un dios de amor, tuvo en un principio cruentas manifestaciones.

Por fortuna, los conflictos violentos quedaron en el pasado, aunque uno podría sospechar que se mantienen resquemores… hoy muy bien disimulados por el espíritu ecuménico que, por suerte, está en boga. En nuestro país, esas animosidades responden a todo lo que ha implicado para los “protestantes” ser una minoría hasta el día de hoy. Por suerte, los peores días ya han pasado y pareciera que se avanza, lento pero firme, a un reconocimiento igualitario de esos compatriotas por parte del Estado.

Pero, tal vez ese reconocimiento oficial no lo realizan o sienten todos los chilenos “de a pie”. A pesar de que hoy en nuestro país las diferentes confesiones herederas de aquel suceso europeo occidental vienen teniendo mayor visibilidad en el espacio público, en general la tienen en tanto confesiones solamente. Es decir, como diferentes grupos de personas creyentes agrupadas en alguna iglesia específica; la mayoría de los chilenos ni siquiera saben a qué interpretación particular del cristianismo corresponde cada agrupación.

Para ese mayoritario grupo de compatriotas, que pareciera están fundamentalmente influenciados por el catolicismo (aunque ellos mismos se digan ateos u agnósticos y/o se reconozcan seguidores de la que creo es la verdadera religión mayoritaria en el país: “católico a mi manera”), los “protestantes” se tratarían de una especie de masa informe de gente religiosa, la cual en general es etiquetada como “canutos”. Estos “canutos” serían personas que se caracterizarían por su conservadurismo político y moral, y que en tal sentido poco y nada tienen que ver con la Modernidad, sus instituciones, sistemas de ideas y valores.

Incluso, me atrevería a señalar que entre no pocos protestantes se puede encontrar una opinión similar. La fe mira con recelo lo mundano y, precisamente, ha sido la Modernidad la que habría traído a las sociedades diversas instituciones, sistemas de ideas y valores reñidos con el (¿“verdadero”?) cristianismo.

No obstante, cuando uno investiga el origen de la Modernidad occidental queda bastante claro el protagonismo de las confesiones separadas de Roma en el siglo XVI. Asimismo, esa otra gran fuente de anticristianismo o derechamente de ateísmo que se supone fue la Ilustración, cuando se leen los textos originales de sus autores, queda en evidencia la profunda piedad cristiana protestante de aquellos filósofos. Así, es posible establecer un camino teológico y filosófico —y luego uno político, económico y hasta científico—, que comienza en la Reforma, pasa por la Ilustración y da a luz a la Modernidad.

Esos tópicos se detallan en el libro Reforma e Ilustración. Los teólogos que construyeron la Modernidad [1]. Texto que busca exponer la determinante influencia de las doctrinas de la Reforma en la Ilustración. Y, en consecuencia, poder "constatar cómo a través de los sistemas filosóficos elaborados por los miembros de ese movimiento intelectual y su vigencia, su religiosidad se materializó en una tradición sociocultural anglosajona: la Modernidad". En otras palabras, la tradición occidental post Reforma es a todas luces de origen y carácter protestante. Por más que la primera generación de reformadores estarían hoy totalmente en desacuerdo con el curso que tomaron sus ideas en los siglos XVII y XVIII o cómo ellas fueron interpretadas en ese período y aun después.

La teología acerca de Dios, los efectos del pecado original en la humanidad y el ascetismo intramundano fueron los cimientos sobre los cuales trabajaron los filósofos de la Ilustración. El error de asumir que estos pensadores eran anticristianos y hasta ateos, se pueden explicar a partir de la pasión teológica del siglo XVII, en donde las diferencias doctrinales terminaban en la grave y afrentosa acusación de ateísmo.

Mas, cuando se investiga la génesis de los sistemas que podemos identificar como los más relevantes que legó la Ilustración a la Modernidad, se descubren con toda claridad sus fundamentos y objetivos cristianos protestantes. Puntualmente, nos referiremos aquí brevemente a la ciencia experimental, al republicanismo (inseparable de la teoría política y del derecho) y al capitalismo de mercado.[2]

En cuanto a las ciencias naturales, lo primero es recordar el concepto que hasta bien entrado el siglo XIX servía para identificar a esos estudios: filosofía natural. Esta terminología hacía referencia a la etimología de la palabra filosofía: amor al conocimiento; lo que en términos cristianos es amar a Dios (Sabiduría, Logos) a través del estudio de su creación, en la cual se podían encontrar sus atributos visibles. Ese proyecto devoto se puede identificar en dos personajes: Francis Bacon e Isaac Newton. Ambos cristianos quienes vieron en la investigación de la naturaleza, la posibilidad cierta de probar la existencia de Dios al comprender que si hay una creación es porque hay un Creador; y luego, puntualmente Newton, que en las características del universo era posible encontrar los atributos visibles de la divinidad por medio de la inducción, la experimentación y la medición. Para sus contemporáneos cristiano-protestantes no había ninguna duda de que Newton había levantado los velos de misterio de la creación al probar, a través de la filosofía natural, su funcionamiento por medio de leyes establecidas por la divinidad. Lo cual, en el fondo y primariamente, comprobaba la existencia de Dios.

Sobre esa demostración y metodología newtoniana, trabajarían otros pensadores: una vez demostrada la verdad en lo natural no humano, faltaba despejar las incógnitas del mundo humano. Es el caso del filósofo moral inglés John Locke, quien elaboraría la teoría republicana desde fundamentos religiosos protestantes. Al establecer los fundamentos piadosos para el establecimiento de la sociedad política a fin de cumplir el mandato del Génesis 1,28, tal como Newton en el caso del universo, Locke comprobaría que las regularidades en la conducta humana individual y social, respondían a la voluntad divina. Y, lo mismo que ocurrió con Newton, su época le reconocería por tamaño logro.

Finalmente, nuestro tercer y último ejemplo es Adam Smith, otro filósofo moral abiertamente cristiano protestante. El autor, sobre los cimientos establecido por Newton y Locke en el siglo XVII, elaboraría una síntesis en la siguiente centuria que se ha llegado a conocer como economía de mercado. Ya probado por Newton que la voluntad divina de carácter regular ejercía su influjo en el mundo y por Locke que lo hacía específicamente para hacer cumplir el Génesis 1,28, sólo restaba sintetizar esos fundamentos en un ámbito particular: la producción y el comercio. Así, la economía se transformaba en el trabajo de Smith en un medio divino para conseguir la supervivencia de la especie, siendo la “mano invisible” la divina providencia que dirigía a los humanos en lo productivo-comercial.

Desde el estudio de los textos originales de los filósofos ilustrados y de su contexto, se puede concluir que lo que el prejuicio protestante y "el prejuicio secular moderno ha visto cual actividad filosófica profana y hasta antirreligiosa en la Ilustración, en realidad siempre fue teología"[3]. Los filósofos ilustrados, por más que fueran rechazados por el clero ortodoxo, "fueron conscientes promotores de la teología. Sus sistemas de ideas o filosofías eran una expresión que al mismo tiempo es intelectual pura; y en tanto actividad erudita, es también ascética (emocional/conductual)".

La herencia Ilustrada fue desarrollada hasta convertirse en lo que hoy llamamos Modernidad. Su directa relación con la Reforma no puede ser obviada por sinrazones seculares, ni tampoco por visiones religiosas ortodoxas que no reconocen nada que no siga al pie de la letra un dogma anquilosado y ciertas interpretaciones de las Escrituras.

Sin lugar a dudas para quien esto escribe, lo "mismo que en la llamada 'Edad de la fe' europea occidental, las naciones modernizadas viven a la fecha con base en patrones desarrollados desde específicas interpretaciones de dogmas cristianos. El campesino, el artesano o el noble de la tardía Edad Media, entendían y sentían en tanto propios, rasgos socioculturales que se podrían catalogar de aristotélico-tomistas. Lo que ocurría sin que la gran mayoría de ellos hubiera leído a Aristóteles o Tomás de Aquino, o ni siquiera hubieran escuchado de ellos. Asimismo, a la fecha en el mundo moderno y/o modernizado, se están asumiendo una serie de patrones conductuales, una moral e ideas" cuya raíz se hunde en el siglo XVI, en la Reforma Protestante:
"…por la influencia y vigencia de los sistemas ilustrados en la Modernidad, se tiene que estamos sumidos en un mundo religioso (…) Es cierto que el 'ascetismo intramundano' conceptualizado por Max Weber, fue un poderoso y decisivo incentivo ético en diversas esferas. Pero, el ascendiente de la teología (…) llegó mucho más lejos: sirvió de fundamento para elaborar proyectos y sistemas de ideas que, materializados por la firme convicción de aquel empeño ascético, terminaron de una u otra manera por construir la Modernidad"
Esos hechos, a la luz de los textos y la historia aparecen como indesmentibles. Pero, quedarse en que el cristianismo separado de Roma es fundamental en la construcción del mundo contemporáneo, sería una vana satisfacción si los cristianos no se hacen cargo de lo que ha conllevado la Modernidad cristiana. Es comprensible que se gocen de lo positivo, pero es imperativo que busquen solucionar lo negativo. No se pueden esconder en la secularización que, olvidándose de Dios y de la teología, dejó una estructura firme pero vacía de espiritualidad. Los desafíos actuales, desde el cambio climático hasta la desigualdad y la pobreza, claman por una acción urgente. Hemos explotado y descuidado groseramente a la naturaleza, hemos explotado y descuidado groseramente al prójimo. Pareciera entonces hora de que los cristianos vuelvan a recordar que lo son y que eso implica intentar seguir las exigencias éticas radicales de su maestro.



NOTAS:

[1] Se usarán aquí algunas partes de la “Presentación” de la 2da. edición del libro (Editorial Ayun, Santiago, 2012), las que se han citado entrecomillas. Para información, puntos de venta del libro, Índice y Presentación: pinche aquí.

[2] Por motivos de espacio y por el carácter de este escrito, sintetizaremos las propuestas de los autores, lo cual implica simplificar u obviar el detalle conceptual y lógico de sus filosofías.

[3] "Tal vez ese recurrido y extendido error se pueda dilucidar, al menos, por tres motivos: la crítica ilustrada al clero dogmático y autoritario, y a la rígida piedad antiintelectual; las acusaciones de irreligiosos y hasta de ateos que precisamente recibieron de esos sectores; y ciertos silencios en los textos iluministas, que se explicarían por lo innecesario de aclarar lo evidente (a pesar de que en general son explícitos en sus afirmaciones y argumentaciones religiosas, lo cual debilita este punto o deja en evidencia una lectura poco rigurosa)."



* Publicado en el sitio de la Comunidad de Reflexión Cristiana (COREC), 09.11.17.

El último fanatismo de José (Antonio) Kast




Andrea Quevedo


Kast ha dicho que “no se necesita una reforma a Carabineros”, y que “se necesita mano firme contra el vandalismo, el narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia, en circunstancias que está bastante demostrado que aumentar las penas no sirve de mucho, que las penas de baja y mediana duración son más efectivas, y que hay diversos factores criminógenos.

Algunos patriotas suelen apelar a Singapur como el gran ejemplo. La delincuencia es multidimensional, y desconozco detalles sobre ese país como para esbozar alguna conclusión. Basta notar por ahora que, en el índice de criminalidad del primer semestre de 2021, Singapur se encuentra en la posición 114, de un total de 137 (siendo el número 1 el país con mayor índice), solo dos puestos sobre Cuba (112), y a nadie se le ocurriría ―salvo a Artés― que instaurar una dictadura sea una vía para luchar contra la delincuencia. Si alguien reduce el bajo índice de Singapur a sus altas penas; puedo reducir el bajo índice de Cuba al comunismo.

Además, en Chile no necesitamos de mucha evidencia para comprobarlo. Hemos vivido en carne propia, dado que la política criminal populista es transversal, como se han aumentado las sanciones, sin que por ello disminuyan los delitos. Piénsese, por ejemplo, en la Ley Emilia, Agenda Corta (delitos contra la propiedad), Ley de Armas, Antisaqueos, Antibarricadas, Femicidios, etc. Finalmente, por ejemplo, el robo con violencia o intimidación en Chile tiene una pena de 5 años y 1 día a 20 años, con un marco rígido que impide bajar la pena teniendo atenuantes, desde que se promulgó la ley de Agenda Corta en el segundo gobierno de Bachelet. Tiene una pena incluso superior al homicidio (10 años y 1 día a 15 años). En Alemania la pena inferior para el robo es de 1 año, y en casos menos graves la pena va de 6 meses a 5 años; en España la pena es de 2 a 5 años. Nadie pensará que todas estas reformas han bajado la delincuencia, o que Chile tiene mejores índices que Alemania o España por tener penas más altas.

Lo insólito, entonces, es que haya gente que considere votar por Kast creyendo que impondrá el orden y la paz, con ese discurso del Capitán América que enfrentará la delincuencia. Si uno lo escucha hablar notará que es puro populismo penal, y del más ignorante. Parece disco rayado con el narcotráfico, pero nunca habla de la salud mental o drogadicción (factor criminógeno). Desprecia la igualdad (factor criminógeno) como un fin. Que no dedique tiempo a la infancia (factor criminógeno). Qué decir de la seguridad social y las redes de protección (factor criminógeno): quiere achicar el Estado y bajar los impuestos. Supongo que los emprendedores van a acabar con el crimen.

Pero olvidemos todo eso, quizás no quiere dejar de producir delincuencia; tal vez solo busca condenar (a muchos años de cárcel) a quienes delinquen. Si quisiera dejar de producirla su discurso no sería ese. En todo caso, su discurso también es malo para sus propios fines (de encarcelar gente).

Lo peor de todo es su defensa a Carabineros. Olvidemos que esta defensa expresa un fanatismo negador de evidentes violaciones a derechos humanos; o, más bien, y peor aún, capaz de negar a sus víctimas. Olvidemos el fanatismo de decir que son inocentes (y participar de una colecta en su apoyo) dos carabineros que estaban en prisión preventiva, decretada por varios jueces distintos, y confirmadas por varios ministros de corte distintos. Que casi seguro serán condenados. Si es que lo que propone es disminuir la delincuencia, su fanatismo le impide ver una de las principales causas de lo que busca combatir.

Está comprobado que es más disuasiva la pena probable que la pena alta. Y esto es bastante intuitivo. Si una persona puede robar 100, con un 99% de probabilidades de sanción, (probablemente) se abstendrá; si una persona puede robar 10, con un 1% de probabilidad de sanción, (probablemente) robará. Esto considerando personas que actúen en función de esa racionalidad, pues hay barreras morales para no delinquir. Nada nuevo bajo el sol, lo intuyó Beccaria hace más de 250 años; luego la evidencia empírica lo confirmó. Hasta se sigue de la lógica neoliberal que ellos asumen. ¿Cómo se mejoran las posibilidades de sanción? Con más detenidos. ¿Cómo se logran más detenidos? Mejorando el trabajo policial. Pero a eso hay que sumarle otras cuestiones.

Chile tiene porcentajes muy altos de condena (76% en juicio oral), y muchos presos. Hay particularidades en los delitos económicos, pero en los robos y en el tráfico, que son lo que a Kast le interesa, casi todos son condenados. Pero hay algunos que son absueltos porque importante evidencia fue considerada prueba ilícita o la detención fue ilegal. ¿Qué quiere decir esto? Que, por ejemplo, se hizo un mal trabajo policial al levantar evidencia o, peor incluso, que se violaron derechos humanos de los detenidos. ¿Qué hay que hacer? Mejorar las policías. Así disminuirá la producción de prueba ilícita.

Hay también juicios, y me ha tocado verlo muchas veces, que se pierden por pésimas declaraciones de los policías. A veces no se acuerdan ni quién detuvo a quién, ni quién hizo qué. Incluso me ha tocado escucharlos decir que no saben por qué están citados a declarar. Eso fue en un juicio por los desórdenes de Wanderers con la U en Valparaíso. Fue un escándalo, hasta el Gobierno se querelló. Era un juicio importante, y absolvieron. Los dos carabineros dijeron que no sabían por qué estaban citados, el juicio simplificado duró cinco minutos, y el fiscal pidió, en atención a la prueba rendida, la absolución. De nada sirve hacer todo bien en la investigación si luego se declaraba mal en el juicio oral. Lo previo da lo mismo si no se puede defender en el juicio oral, que por eso se llama juicio oral, y ahí se rinde la prueba. ¿Cómo se mejora eso? Mejorando las policías. Van a mejorar sus testimonios.

En relación con las investigaciones, pueden ingresar con imputados conocidos, que se identifican en la denuncia, querella o son detenidos en flagrancia, o desconocidos. Esto varía según los delitos, por ejemplo, en delitos sexuales se denuncia a un imputado conocido en el 62.18% de los casos, dadas las dinámicas y características de esos delitos. Pero, en relación con el delito de robo, según el boletín institucional de la Fiscalía, en el primer semestre de este año el 9.19% de los ingresos tenía un imputado conocido; mientras que el 90.81% uno desconocido.

En cuanto a los términos, en ese mismo período se registran para los robos un 13.5% de causas terminadas con imputado conocido, y un 86.50% de términos con imputados desconocidos. La variación obedece en parte a que los términos incluyen ingresos de diversos años, pero se aprecia que el cambio en imputados desconocidos no es muy relevante. Según un estudio de Salinero (2009), en Chile se condena 3.5 denuncias de cada 100 para el robo con fuerza (por ejemplo, Robo en lugar habitado) y 11 de cada 100 para robos con violencia o intimidación. En España se condenan 22 de cada 100 robos.

Lo importante es que de los imputados conocidos la gran mayoría son condenados. En los desconocidos, que nunca se llegan a conocer, se genera la impunidad. En el delito de robo casi todos los conocidos son detenidos en flagrancia. Casi ni uno después. ¿Qué quiere decir eso? Que el trabajo policial es malo. Si no te pillan en flagrancia… te salvaste. ¿Qué hay que hacer? Mejorar el trabajo policial, habrá más detenidos. Otros países tienen porcentajes mucho mejores, Japón es increíble: las policías japonesas resuelven el 75,9% de los casos de robo y el 95,5% de los casos de homicidio.

Se ha señalado también que los sistemas penales funcionan mejor si es que hay confianza en el sistema por parte de la ciudadanía (puede verse el trabajo de Paul H. Robinson). ¿Qué pasa si la gente no confía? No denuncia, no quiere declarar como testigo, no aporta documentos, siente que pierde el tiempo, etc. Con menos denuncias y malos testigos hay menos condenas. Hay varias medidas para mejorar la confianza, pero una es que haya procedimientos de investigación efectivos. ¿Cómo se hace eso? Mejorando el trabajo policial. Va a aumentar la confianza.

Ni hablar de la preparación de los policías. No es culpa de ellos, pero ¿se imaginan qué sabe un policía para investigar un delito de mercado de valores? ¿Una colusión compleja? ¿Creen que tienen economistas? Ni si quiera la Fiscalía está bien preparada. ¿Cómo se mejora eso? Mejorando la formación de las policías. Y eso es costoso. Pero Kast propone achicar el Estado y bajar los impuestos. Quizás lo paguen los emprendedores con una pacotón.

El aumento de las penas y las cárceles está lejos de ser una medida apta para disminuir la delincuencia, como se ha señalado en extenso. Aparici (2014) sostiene que: “El aumento de la población penitenciaria, produce unos efectos mínimos en los niveles de delincuencia, lo que unido al gran gasto que supone y a los efectos negativos que produce sobre las personas encarceladas, conduce a la conclusión de que los costes superan sobradamente los beneficios”. Paz Ciudadana (2016), luego de analizar diversos estudios, concluye que: “En síntesis, la literatura especializada muestra que no hay evidencia de los efectos de la disuasión general a través del aumento general en la severidad de las penas”.

En cambio, “cuando aumenta la probabilidad de captura, disminuyen los incentivos para participar de la actividad criminal” (Cea, Ruiz y Matus, 2006); y “conforme a la evidencia, más que preocuparse por la pena probable, los infractores se inquietarían por la mayor certeza en torno a la posibilidad de ser capturado” (Paz Ciudadana). Así, Salinero (2009) en un estudio realizado respecto de la incidencia de la probabilidad de condena en los robos, concluye que: “para el caso chileno, el aumento de la población penal no trae como consecuencia una disminución de la tasa de denuncia del delito de robo”; mientras que “el aumento de la probabilidad de condena implica una disminución real en la comisión de los delitos de robo”. ¿Cómo se logra eso? Salinero señala que es necesario “aumentar la dotación de policías” y su eficacia, aumentando las detenciones y el uso nuevas tácticas policiales.

¿Y qué ofrece Kast? ¿Qué propone Kast? Que no hay que mejorar las policías. Que hacen todo bien, que no son necesarias reformas.[1]

Casi nada sobre combatir los factores que producen la delincuencia. Kast ofrece sancionarla. Le basta el castigo. Pero para que haya castigo se requiere primero tener un detenido y luego una buena investigación que permita ofrecer pruebas contundentes en un juicio. Recién ahí se puede condenar. Todo esto requiere reformas sustanciales de las policías, a quienes Kast defiende como héroes, incapaz de ver un mínimo defecto en el trabajo policial.

Hasta la mano dura que ofrece requiere mejorar las policías, pero él es incapaz de verlo. Ofrece medios que no sirven a sus propios fines. Prefiere quedarse con el populismo penal. Pues, pese a todo, habrá gente que vote por él creyendo que su promesa de disminuir la delincuencia será cumplida.

Este es su último fanatismo.



NOTA:

[1] En su programa promete “respaldo incondicional a Carabineros e Investigaciones”, ya que “nadie se atreve a defenderlos”, señalando que no le temen a los militares, que recuperarán la Araucanía “y si es necesario (…) todos los lugares de Chile que necesitan más autoridad”. Promete: construir más cárceles; sanción para quien agreda física o verbalmente a un policía, quienes serán juzgados y condenados (¿dominará al Poder Judicial? Porque la condena no depende del Gobierno); aumentar las penas a los portonazos (se aumentó el 2019 a 5 años si hay sorpresa, llega a 20 años si hay violencia) y entregar más herramientas a las policías para prevenirlos (no señala cuáles); aumentar las penas a la violencia urbana, pues los chilenos estaríamos “cansados de la primera línea, sus destrozos y afrentas (no dice qué penas ni qué delitos, pero la ley antibarricadas aumentó las penas el 2020); duplicar penas por daños a monumentos nacionales (no especifica el perjuicio, pero esos daños ya tienen pena de hasta 5 años y multa); “los presos van a trabajar para pagar su gasto en prisión” (esto va contra tratados internacionales); coordinación internacional anti-radicales de izquierda (¿Operación Cóndor 2.0?); aumentar la cárceles concesionadas (pese a abundantes estudios sobre su fracaso); aumentar las penas a adolescentes entre 14 y 18 años que cometan delitos graves (no dice a cuánto, pero ya llegan hasta 10 años); aumentar las penas por delitos contra funcionarios policiales en ejercicio de sus funciones (ya existes figuras agravadas para estos delitos).





* Agradecemos a la autora por enviarnos este texto. Andrea Quevedo es abogada y máster en Derecho Penal.

No fueron 30 años, fueron 30 economistas




Marcelo Mena


La ciudadanía fue clara, rechaza visceralmente la política tradicional. El binominal marginalizó el descontento por décadas y sólo con su reforma el parlamento pudo mejorar la representación de fuerzas que quisieran canalizar más cambios. Se les estigmatizó, se dijo que era el peor parlamento de la historia. Sin embargo, en medio del estallido articularon un acuerdo que le va a cambiar la cara a Chile. En esto no hay que tener miedo. Quienes resultaron electos para la constituyente son personas extremadamente capacitadas, y de orígenes diversos como lo es Chile. Basta de ningunear a quien no pertenezca al partido, al barrio, o al apellido que ha gobernado este país por tantos años. El talento que ha tenido Chile para llegar donde está se debe a nuestra gente, a su talento, a su trabajo.

No fueron 30 pesos, fueron 30 años se dijo en pleno estallido. En esos 30 años hubo en común una cofradía de guardianes del modelo, de izquierda y derecha, quienes eran expertos en todo. Los economistas. Un grupo de profesionales, generalmente hombres (con un par de notables excepciones). Estudiaron en un par de universidades, fueron a sacar su postgrado a Harvard, o al MIT, o alguna universidad de la Ivy League y creyeron tener la receta para llegar al desarrollo. Cuando llegó un ministro de Hacienda de otra universidad no dudaron en criticarlo mientras salían a trotar juntos. Cuando se les decía que las cosas eran caras en Chile, sonreían y justificaban de que éramos un país pequeño y, por tanto, eso encarecía las cosas. Mientras las colusiones crecían en número a un nivel insólito, decían que eran casos aislados. Cuando se les decía que ningún país ha llegado al desarrollo con los niveles de inequidad, o falta de diversificación que tenemos, decían que seríamos el primer caso. La inequidad era una externalidad del modelo de desarrollo, y las zonas de sacrificio, necesarias.

Llegó la crisis climática. Dijeron que mitigar el cambio climático frenaría el desarrollo. Obviaron los estudios que decían que Chile podría ser una potencia renovable. Se aferraron al carbón y a Hidroaysén. Se equivocaron, pero nunca lo han admitido, ni lo admitirán. Llegó la pandemia, la que proviene del desbalance planetario con la biodiversidad. Afectó profundamente la economía del planeta, pero quieren volver a la normalidad, que nos llevó a la crisis. Cuando llegamos al borde del precipicio y podemos cambiar el curso, quieren continuar el camino de destino conocido.

La primera gran derrota de los economistas fue durante el gobierno pasado. Acostumbrados a ponerle el pie encima al medio ambiente, se encontraron con una presidenta que se había cansado de escucharlos, que había visto como trataron de frenar sus reformas al código de aguas o al sistema de pensiones. Habíamos hecho demasiado, le dijeron. Cuando lo que vemos hoy es que nos faltó muchísimo, y otro país sería si hubiéramos concretado esas reformas.

Hoy el último gran economista está sólo en su oficina presenciando la mayor derrota electoral de la historia de un gobierno en ejercicio, y con niveles de rechazo que nunca se habían visto. Cuando se le pidió gastar en ayudas sociales, creía que era suficiente lo que se pedía. A pesar de dos retiros de las AFP, igual hubo 2.9 millones de chilenos que bajaron de un escalafón social, desde la clase alta, a la media, de la media, a la vulnerabilidad. El presidente Piñera, Cristián Larroulet probablemente se congratularon varias veces al gastar menos de lo que la ciudadanía pedía. Al final del día estaban acostumbrados a que alguien los felicitara por esas esa decisiones cuando salían a hablar del país durante los Chile Day.

El cortoplacismo que tuvieron los economistas que en vez de buscar la gratuidad, en vez del CAE, o tener una renta universal básica corta, en vez de dilapidar los ahorros previsionales mediante los retiros, contribuyó al malestar que se ha canalizado en un proceso constituyente diverso, paritario, que refleja la diversidad cultural del país.

Están desesperados. Pero confíen. Porque los que estarán redactando la nueva constitución tendrán un amor por Chile, su gente, su diversidad que no tuvieron los economistas. Tendrán una mirada de largo plazo para cuidar a los que están y los que vienen. No ese amor que algunos creen tener por ponerse una banderita en la solapa, e incentivar la depredación de los recursos naturales. Un amor por Chile y por su naturaleza, por su gente, por sus pueblos originarios. El amor de quienes no ven al país por su PIB y su deuda, sino por su bienestar, su felicidad, y más importante, su dignidad.



* Publicado en La Tercera, 21.05.21.

Respuesta de Rodolfo Walsh a la Embajada de Israel que lo acusaba de «antisemita»




A principios de 1974, Rodolfo Walsh viajó al Cercano Oriente para conocer de primera mano la cuestión palestina. Producto de ese viaje fueron una serie de notas publicadas por el Diario Noticias, de la organización Montoneros, entre el 12 y el 19 de junio, bajo el título genérico de La revolución palestina. La embajada de Israel envió entonces una nota firmada por su Responsable de Prensa, Mario Sejatovich, que pretendía rebatir los argumentos de Walsh, y a la que el periodista revolucionario argentino respondió con esta nota de absoluta vigencia en el contexto de un nuevo ciclo de la lucha del pueblo palestino.


§§§


Rodolfo Walsh

Flagrantes inexactitudes, deformaciones de los hechos históricos, gruesos equívocos, son algunas de las virtudes que la Oficina de Prensa de la Embajada de Israel en Buenos Aires atribuye a mi reciente serie sobre Palestina, según la carta publicada en Noticias el domingo 14.[1] En ella el señor Sejatovich, funcionario de esa oficina, se propone “reestablecer la verdad” y lo intenta sosteniendo, en síntesis, que Palestina era “un país casi despoblado” al fin de la Primera Guerra Mundial; que el problema de los refugiados palestinos fue “creado por los propios líderes árabes”, en 1948, “al compeler a los pobladores árabes a abandonar sus lugares de residencia”; y que el 14 de mayo de 1948 los Estados Árabes “invadieron el Estado de Israel”.

En mi serie de notas yo he sostenido que Palestina era desde el siglo VII una tierra poblada por árabes; que el éxodo de 1948 fue provocado por las organizaciones terroristas Haganah, Irgun y Stern; y que fueron estas organizaciones las que desencadenaron la guerra. Frente a opiniones tan dispares, un lector distante tiene derecho a conocer las fuentes en que se basan para deducir dónde está la verdad.


El mito de la “Tierra sin pueblo”

Expliqué en mis notas que ya a fines del siglo pasado la propaganda sionista convirtió al palestino en “el hombre invisible” de Medio Oriente, a tal extremo que Teodoro Herzl hizo un viaje a Palestina y escribió un informe donde no figuraba la palabra “árabe”. El mito de la “tierra sin pueblo” era útil para fomentar la inmigración del “pueblo sin tierra”. Ese mito renace en la carta de la Embajada de Israel, como si no hubiera sido refutado. Según el escritor israelí Amos Elon, en un libro de 1971, cuando Herzl viajó a Palestina en 1898, “debía haber allí más de 500.000 árabes palestinos”. Esto se complementa con una observación formulada en 1891 por el judío Achad Haam, que conocía bien Palestina: “En el extranjero solemos pensar que Palestina hoy es casi desierta, un páramo incultivado… Pero no es así, en absoluto. Es difícil encontrar tierras sin cultivar… En el extranjero solemos pensar que los árabes son todos salvajes, comparables a los animales, pero esto es un gran error”.

Cabe preguntarse si no es esa forma racista de pensar, lo que volvía “invisible” al palestino y lo que, todavía hoy, hace que la Embajada de Israel invente cifras de población distintas a las que figuran en los únicos censos conocidos. Así el señor Sejatovich afirma, sin citar fuente, que al fin de la Primera Guerra “la población árabe era de 557.000 y la población judía, de 100.000”. La verdad es que en 1914 los turcos hicieron un censo que dio una población total de 689.272, y el sionista Arthur Ruppin estimó que 60.000 eran judíos.

El 31 de diciembre de 1922 el “Gobierno de Palestina” (o sea el Mandato británico) hizo un censo que dio estos resultados:
Árabes:    663.914
Judíos:      83.794
Otros:          9.474
Total:       757.182
Es decir que cuatro años después de lo que dice la Embajada, la población judía aun no llegaba a los 100.000. Tampoco acierta la Embajada cuando dice que Palestina “hasta comienzos de la década del 30 era una tierra de emigración árabe”. Si comparamos el censo de 1922 con el de 1931, vemos que la población árabe creció el 28% y la población judía, el 108% lo que sólo se explica por la política de inmigración que implantó el Mandato británico. De las cifras que acabo de citar se deduce que los términos “Palestina, país despoblado”, son una falacia en cualquier época que se considere. En 1922, la densidad de población ascendía a 22 habitantes por kilómetro cuadrado, cifra superior en ese momento a la de Estados Unidos o la URSS, y que la Argentina no alcanzará en un siglo: lo que espero no suministre argumentos a ningún colonizador.


El mito de la “agresión árabe”

Para explicar el éxodo palestino de 1948, la Embajada de Israel apela a un argumento que el sionismo ha dejado prácticamente de utilizar desde 1961, cuando fue pulverizado por el investigador inglés Erskine Childers. El argumento pretendía que “dirigentes árabes” habían hablado por radio a los palestinos ordenándoles evacuar sus casas. Childers viajó a Israel en 1953 y pidió pruebas de ese alegato, sin obtenerlas. Acudió entonces al Museo Británico, donde se conserva la versión grabada por la BBC de todas las emisiones de radiales de Medio Oriente desde 1948, y no sólo no encontró un solo llamamiento árabe a la evacuación, sino numerosas exhortaciones, e incluso órdenes, de permanecer en sus casas.

Las razones que incitaron a los palestinos a huir al grito de “¡Deir Yassin!” son la destrucción de aldeas y las masacres que precedieron al 15 de mayo de 1948. Ello está demostrado, en primer lugar, por uno de los responsables de esas masacres, el dirigente de la Irgun Menajem Begin, en su libro La Rebelión. Pero hay además centenares de testimonios.
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El mediador de la UN, conde Bernadotte (asesinado por terroristas sionistas) dijo en su informe: “El éxodo de los árabes palestinos resultó del pánico causado por la lucha, de rumores sobre actos de terrorismo reales o supuestos y de la expulsión… Prácticamente toda la población árabe huyó o fue expulsada del área ocupada por los judíos”.

El periodista (y luego diputado) israelí Uri Avneri dice: “En algunos casos, los dirigentes judíos trataron de persuadir a los árabes de que se quedaran, por ejemplo en Haifa. Pero por regla general los incitaron a abandonar sus ciudades y aldeas”. El propio Yigal Allon ha referido que para limpiar Galilea de palestinos, llamó a los alcaldes árabes y les advirtió “que se van a quemar todas las aldeas de Huleh… que huyan mientras hay tiempo”. El mayor O’Ballance, historiador militar inglés, señala que “expeditivamente los árabes fueron expulsados y obligados a huir, como en Ramleh, Lydda y otros lugares. Donde quiera avanzaban en territorio árabe las tropas israelíes, la población árabe era arrancada como por una topadora”


Edición original de La revolución palestina

El terror causado por las masacres tipo Deir Yassin, y no las inexistentes exhortaciones de “dirigentes árabes” a quienes nunca se nombra, fue pues la causa del éxodo. La mayoría de esas masacres ocurrieron antes del 14 de mayo, fecha de la “invasión” de Estados Árabes, y ocurrieron en zonas netamente árabes, que aun dentro del Plan de Partición de la UN, figuraban dentro del Estado Árabe.

Entre el 21 de diciembre de 1947 y el 14 de mayo de 1948, las organizaciones terroristas israelíes montaron las siguientes operaciones de gran envergadura, fuera de los límites de Israel, que en todos los casos significaron ocupación de territorio, toma o destrucción de ciudades y pueblos, y expulsión de árabes: Qazaza (21.12.47); Sása (16.2.48); Haifa (21.2.48); Salameh (1.3.48); Biyar Adas (6.3.48); Qastal (4.4.48); Deir Yassin (10.4.48); Lajun (15.4.48); Saris (17.4.48); Tiberias (20.4.48); Haifa (22.4.48); Jaffa (26.4.48); Acre (27.4.48); Safad (7.5.48); Beisan (9.5.48). La fuente es el New York Times.

Estas incursiones, y los extensos relatos que las documentan, prueban que Israel no esperó siquiera el día de su Independencia, fijado por la UN, para lanzarse a la conquista de territorio árabe; y que fueron sus organizaciones armadas las que desencadenaron la guerra. En este contexto, importan relativamente poco las citas de funcionarios árabes que en su mayoría pertenecían a gobiernos corrompidos y reaccionarios, de fuertes vínculos con el colonialismo. Lo que hayan dicho o dejado de decir el rey Faruk, o el rey Abdullah, o el títere británico en Irak, Nuri as Said, tiene tan poca importancia como lo que hayan declarado los Comisionados designados por el gobierno británico, a quienes cita la Embajada (Abdul Khader, el único dirigente amado y seguido por los palestinos, murió en combate).

Pretender que sobre esos testimonios se pueda erigir el derecho a la dominación de un pueblo; suponer que el relato de “un refugiado” (entre un millón), aparecido en un diario jordano, justifique las infames Leyes de Expropiación dictadas por el Estado de Israel sobre las tierras árabes; hablar de una imaginaria “transferencia de poblaciones”; todo eso es defender lo indefendible. Comprendo que el señor Sejatovich, lo haya hecho, por encargo de su Embajada, con tan poca convicción.


Para reflexionar

Con respecto a los datos verificables, sólo me resta agregar que las cifras de refugiados que di en mi serie de notas proceden de la UN. La Embajada de Israel se permite, sin embargo, teorizar sobre mi actitud frente al terrorismo y la violencia, que expliqué claramente en mi serie sobre La Revolución Palestina. Dije allí que apruebo la violencia de los pueblos oprimidos que luchan contra sus opresores. Eso significa que el terrorismo que se inscribe en esa lucha es --más allá del juicio particular sobre cada acción-- tan legítimo en el caso de los palestinos como en el caso de la Resistencia francesa.

Y que la insurrección de los palestinos frente a los ocupantes de su patria es tan legítima como, por ejemplo, el alzamiento del ghetto de Varsovia contra los nazis. El testimonio de un escritor religioso judío ayudará a comprender el paralelo:
“En lo que a mi concierne” ha dicho Moshe Menuhin “mi religión es el judaísmo profético y no el judaísmonapalm. Los nacionalistas ‘judíos’, el nuevo tipo de guerreros ‘judíos’ no son judíos, sino nazis ‘judíos’ que han perdido todo el sentido de la moralidad y la humanidad judías… A pesar de todos los artificios de encubrimiento y la construcción de imágenes ficticias; a pesar de los torrentes de trucos sofisticados, publicidad astuta, retórica polémica, ocultamiento de los hechos, redacción tendenciosa de la historia, el hecho trágico es que los nacionalistas ‘judíos’ se apoderaron por la fuerza de las armas, del terror y de las atrocidades, de los hogares, la tierra y la patria de los campesinos, trabajadores y comerciantes árabes, en la vieja Palestina; construyeron una ‘Patria Judía’ y la expandieron durante los meses anteriores al 14 de mayo de 1948 por medio de masacres, despojos, terrorismo, entre el 10 de abril y el 14 de mayo, expulsando a los árabes de ciudades tan típicamente árabes como Deir Yassin, Jaffa, Acre, Ramleh, Lydda, etc.. Los nacionalistas ‘judíos’ son nazis ‘judíos’ y yo siento vergüenza que me identifiquen con ellos y con sus causas herejes”.


NOTA:

[1] Noticias publicó la respuesta de la embajada el 14 de julio de 1974, con la siguiente nota aclaratoria: “1º) la dirección del diario efectivamente respalda las opiniones vertidas por Rodolfo J. Walsh en su serie de notas sobre La Revolución Palestina aparecidas en Noticias en la semana del 12 al 19 de junio último. Cabe recordar al respecto que Walsh viajó a los países árabes como enviado especial de este matutino; 2º) Walsh utilizará próximamente esta misma columna para contestar a la embajada de Israel; 3º) La descripción objetiva de la injusticia histórica que ha venido soportando el pueblo palestino sólo con malicia puede interpretarse como una actitud antisemita o persecutoria de la comunidad judía de nuestro país”.



* Publicado en Resumen Latinoamericano, 08.06.21.

"Chile no va a cambiar mientras las élites no suelten la teta"




Felipe Lamarca es ingeniero comercial de la Universidad Católica y, sin haber sacado un posgrado en economía la Universidad de Chicago, es considerado un Chicago Boy. Ambos datos hablan de su ortodoxia económica y política, la que se vio reflejada en su rol como funcionario de la dictadura cívico-militar (director del Servicio de Impuestos Internos en 1978 y 1984; y superintendente de Valores y Seguros en 1982); y en su cercanía a la UDI. También fue presidente de la patronal SOFOFA y ha ocupado diversos cargos directivos en grandes empresas.

Ahora bien, ese poco halagüeño currículum no fue obstáculo para que hace más de quince años tuviera la capacidad de ver la depravación del sistema de mercado en el país. Aunque ello es algo obvio, a la fecha, sigue siendo un dogma la mentira de que Chile se rige por ese sistema.

Al 2021 las élites siguen sin querer "soltar la teta" y han hecho todo lo que está en sus manos para retrasar sino imposibilitar reformas. Irónicamente, en ese empeño terminaron posibilitando el movimiento del 18 de octubre y la convención constituyente.


§§§


El ex hombre fuerte del grupo Angelini y ex presidente de la Sofofa advierte que hay que corregir urgentemente el modelo económico de mercado y democratizar la política. Acusa una complicidad entre las elites políticas y económicas para mantener todo igual y las insta a cambiar para terminar con la desigualdad y para que el mercado funcione con más competencia y menos concentración de poder.


Claudia Álamo


Felipe Lamarca está en su casa y anda de ciudadano por las calles de Santiago. Hace seis meses que dejó la presidencia de Empresas Copec y afirma que rechazó las ofertas de la derecha para ir como candidato a senador, porque no le interesa la política partidaria ni parlamentaria. Dice que sí lo motivan los temas políticos, económicos y sociales del país.

En todo este tiempo fuera del mundo de los negocios, el ex presidente de la SOFOFA [Sociedad de Fomento Fabril] ha elaborado una crítica frontal a la forma en que el mercado está operando y a la falta de democracia, que --a su juicio-- impera en la política chilena. Tal vez lo sorprendente es que ese crudo análisis viene de un hombre que estuvo casi 20 años a la cabeza del mayor holding empresarial del país y desde muy joven --cuando era estudiante universitario-- se planteó siempre a favor de la lógica de mercado. Hoy considera que lo que todos llaman “economía de mercado” no es tal, porque la competencia ha desaparecido de la mano de las grandes fusiones y de la concentración económica. Es por eso que apunta directamente sus dardos hacia las elites económicas y políticas, que, según él, están muy cómodas en el esquema actual y tienen muy bajos incentivos para corregir aquellas cosas que no funcionan bien, como la falta de competencia y la desigualdad en los ingresos y las oportunidades.

-Hoy todos hablan de superar pobreza y mejorar la redistribución del ingreso. ¿Cómo observa esa discusión? ¿Será una preocupación real en la elite o sólo un tema de campaña?

-No tengo duda de que existe una cierta complicidad entre las elites políticas y económicas. Ellas están de acuerdo y eso ha significado cosas buenas para el país. Hemos tenido importantes acuerdos en materias económicas y sociales y el país ha podido progresar. Pero también tiene cosas malas. La elite económica le rinde pleitesía a la elite política y, por su parte, los políticos dicen: “¡Qué buena es nuestra elite económica!”, porque el país surge y estamos súper bien en la escala mundial.

-¿Cuál es el lado malo de esa complicidad?

-En que todos dicen que tenemos un problema social objetivo, que hay un malestar en la gente, se habla mucho, pero hacemos poco. O sea, parece ser de buen tono, es políticamente correcto hablar del tema social, pero a la hora del diagnóstico profundo, de tomar las medidas concretas, de hacer las cosas, las elites hacen poco.

-¿Les falta sensibilidad para resolver los problemas sociales?

-No, es más bien una complicidad que se ha dado fuerte en estos años por las condiciones históricas del país. Cuando llegó la democracia, había temores de lado y lado y es ahí donde se empieza a construir esa complicidad. No sólo para ir asentando la democracia, sino que también para ir avanzando como país. Y como eso funcionó bien y dio resultados, hoy nadie quiere cambiarlo.

-¿Pero cuáles son esos temas sociales que la elite no recoge?

-Pongamos las cosas en contexto. El término de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín, la globalización, han llevado al mundo a otro derrotero. Gracias al avance de la ciencia, de la economía, de la política, existe una especie de cultura del respeto, de la dignidad. Y dentro de esta cultura más democrática, el tema de la desigualdad es un asunto muy profundo. Y en el caso de Chile, el problema es durísimo y la desigualdad va a empezar a ser cada vez más crítica. No se trata sólo de una desigualdad en el ingreso. También lo es en los tratos laborales, en la desigualdad frente a la justicia, a las alternativas, frente al empleo. Aquí el país crece a un 6%, pero ¿cuánto creció el empleo, cuánto creció tu salario? Algo pasa en el sistema que no está funcionando.

-¿Hay que corregir el modelo?

-Absolutamente: hay que corregir el modelo. Es urgente hacer reformas. No encuentro que haya un mejor sistema económico que el de mercado, pero el mercado se basa en la competencia y ésta supone que todos compiten para equilibrar las cosas, los precios. Pero como el mundo se ha ido concentrando, la competencia se ha ido terminando.

-O sea, la tendencia al monopolio ha anulado la competencia.

-Claro. Tanto en Chile como en el mundo uno ve que hay sólo tres empresas por rubro. Eso se ve en farmacias, en los supermercados y en muchas otras áreas. En la universidad me enseñaron que cuando había uno solo se llamaba monopolio; cuando había dos era un duopolio y cuando eran más se llamaba oligopolio. Y aquí estamos en los “polios” tanto en la política como en la economía. El problema es que hoy estamos ante la paradoja de que el mundo va hacia la democracia, pero en Chile hay menos democracia en lo económico y también en lo político.


La conciencia ética

-¿Ve voluntad de parte del empresariado para hacer cambios en el modelo?

- No mucho todavía. Son culturas que se van creando. Es como decir: “Me fue bien, entonces me voy a comprar la empresa del lado y ahí veo qué porcentaje del mercado controlo. Y si le agrego un servicio más, sobre los mismos gastos, tengo una rentabilidad mayor”. Así es como los empresarios y los ejecutivos se van metiendo en esta dinámica. Porque a medida que te va bien, te vas convirtiendo en un prohombre de la sociedad. Entonces, cuesta mucho cambiar. Pero, por otro lado, va cundiendo la idea de que no podemos seguir con este malestar social, con esta tremenda desigualdad y que es cada vez más urgente corregir el modelo.

- ¿Por qué? ¿Cuál es el riesgo?

- Que cuando las cosas siguen, explotan.

- ¿Y podría darse una explosión social como en Argentina, en que la gente salga a las calles y diga: “No más…”?

- Estamos lejos de llegar a eso, pero uno podría acercarse a muchas cosas de ese tipo. Porque cuando eres consumidor y la cuenta de tus servicios básicos no calza, siempre eres tú el que tiene que arreglar el error de los otros. La gente empieza a tener la sensación de que permanentemente se lo afilan. Esa cuestión es súper mala. Entonces, tenemos que corregir el modelo para que efectivamente haya libre competencia. No más fusiones. Uno sabe que cada nueva fusión es más desempleo. Y así vemos cómo todos los empresarios chicos y medianos están desapareciendo. ¿Y qué hacemos? ¿Los ayudamos o dejamos que vayan siendo comidos uno a uno? Aquí necesitamos una comisión antimonopolio fuertísima. Y así como hay un poderoso empresario, también tiene que haber un poderosísimo defensor de los derechos de los consumidores. Tiene que imperar una ética distinta.

- ¿Cómo introduce la ética en el mercado?

- En que uno tiene que ser ético y equitativo en sus decisiones. Sé que provocar los cambios es difícil. Todos tienen algo que defender, pero es urgente hacerlo. Tenemos que ir generando una cultura equitativa distinta en el país. Tiene que haber mayor conciencia ética.

- ¿Es correcta la manera en que el gobierno ha defendido a un empresario como Andrónico Luksic?

- Ese es un tema distinto. A mí me cae muy bien Andrónico. Tengo una buena amistad con él y espero que le vaya bien en su proceso, que haya justicia y equidad. Ahora, dado ese problema, el gobierno tiene que ser muy cauto. El gobierno tiene relaciones diplomáticas con Perú, tenemos problemas pendientes, y en la medida de lo razonable y de lo justo, si el gobierno tiene que hacer cosas, que las haga, pero hay que mantener los planos.

- ¿El gobierno ha sido cauto?

- No lo sé. No conozco el proceso. Si es menester, el gobierno puede prestarle toda la ayuda necesaria a Andrónico Luksic y si hay algo que le parezca injusto, arbitrario o discriminatorio de parte del Perú, el gobierno puede representarlo. Pero en la causa misma del juicio y si ésta está funcionando por los cánones regulares correctos, es un tema de un ciudadano independiente. Y el gobierno no tendría nada que hacer en ese caso. Creo que tenemos que mantener el asunto en planos distintos.

- ¿Por qué?

- Porque Chile tiene que preservar sus relaciones con Perú de la mejor forma posible, no sólo porque es un país limítrofe, sino porque tenemos una historia y mucho futuro con ese país. Piensa tú que entre Chile y Perú manejamos gran parte del cobre del mundo y también manejamos gran parte de la línea de pescados y de las proteínas del mar del mundo, entre muchas otras cosas más. Entonces, una alianza entre Chile y Perú debiera ser una cosa bienvenida para ambos pueblos.


Lamarca, ¿autoflagelante?

- Su crítica el modelo suena un poco autoflagelante. El horizonte económico se ve bien aspectado, todos celebran la proyección del próximo año, está bajando el desempleo…

- No me siento autoflagelante. Soy un independiente que observa mucho y veo que hay mucha gente que no está bien, sobre todo los sectores medios que están viviendo muy apretados y al lado uno ve unas tremendas utilidades. La desigualdad se va a transformar en un problema nacional. Tenemos un problema de poderes que afectan a la democracia, porque al irse concentrando, también vas concentrando el poder. Y eso te da también un enorme poder de negociación con el consumidor, con los trabajadores, con tus eventuales competidores…

- Durante 20 años usted trabajó en el grupo Copec, que para muchos representa esa concentración económica del país que usted considera inapropiada. ¿Cómo se entiende este cambio en su forma de ver las cosas?

- No hay ningún cambio en la forma de ver las cosas. Los seres humanos nacemos en un tiempo y en un espacio determinado, y lo importante es que tratemos de vivir de acuerdo con lo que pensamos. Uno quiere cambiar muchas cosas, pero no puede cambiar el mundo. Entonces, no hay ninguna inconsecuencia. Puedes preguntar en Impuestos Internos, en el sector público, y en Copec cómo fui yo. Si traté de hacer las cosas lo más éticamente posible, si intenté aplicar lo que digo. Y si ves todos mis artículos en La Tercera, verás que hay una línea consistente desde siempre.

- ¿Pero hay algún punto de inflexión, algún episodio que marcó su interés por la desigualdad?

- No. Siempre he pensado lo mismo y lo he escrito en innumerables columnas. Muchas veces dije cosas muy duras. Así que no hay ningún cambio en mi pensamiento. La necesidad de que impere la ética en el sistema de mercado y en la vida de los negocios, y que las cosas sean más equitativas está siempre presente.

- ¿Qué medidas concretas podrían implementarse ahora?

- Lo que he dicho: tenemos que tener un zar de la libre competencia, una defensa potente al consumidor. Hay que pensar en una ética distinta en si uno le va a pagar, por ejemplo, a su empleado o contratista, mantenga una cierta proporcionalidad en eso. Creo que debería haber más conciencia y que los tribunales económicos actuaran más en conciencia que en derecho estricto; fijarse muy bien cuando vienen las fusiones y analizarlas detenidamente. En fin… que no le hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti. No puede ser que quieras que te paguen al contado y tú pagas a seis meses, y puedes hacer eso porque tienes un cierto poder de negociación que otro no tiene.

- ¿Cómo toman este discurso los empresarios? ¿Lo aceptan o lo resisten?

- Si hay algo que ha cambiado, es que las cosas son más abiertas, más diversas, y la gente tiene menos temor a expresarse. Como en todas las cosas en la vida, hay gente del mismo sector empresarial que te encuentra razón y otra que piensa que estás equivocado.

- ¿Hay un corte generacional en esto?

- En alguna medida, sí. La gente más joven es más proclive a tomar estas ideas y conceptos sociales de ética y de igualdad. Eso es cierto. Uno encuentra mejor eco en la gente más joven que en aquellos que vivieron la Guerra Fría.

- ¿Ahí se ubican los neofácticos?

- Los periodistas han hablado de los neofácticos, pero creo que sólo son generaciones de reemplazo y es algo que sucede naturalmente. Es obvio que las generaciones de reemplazo van trayendo más ideas nuevas.


La lámpara del Municipal

- Dice que hay que democratizar también la política. Concretamente, ¿a qué se refiere?

- Este país está dividido en dos grandes bloques producto del sistema binominal. Reconozco que ese sistema político modera y equilibra. Pero de repente uno se da cuenta de que siempre son los mismos. Muchos de los actuales candidatos a parlamentarios van en su tercera reelección. Son los mismos, son los históricos, los fundacionales. Dentro de esos conglomerados no hay democracia. Después, yo miro a gente como Andrés Allamand, a quien le tengo un gran aprecio, pero me habría gustado que tuviera un competidor.

- ¿Para que la competencia lo legitimara?

- Evidente, porque a partir de eso que pasó en Valdivia con Allamand se puede dar la misma en todas las demás regiones. Y podemos terminar con parlamentarios semidesignados. Entiendo que acabamos de eliminar la figura de los senadores designados… Entonces, es urgente meter más democracia a la política. No puede ser que si tú o yo nos queremos inscribir, tengas que pagar ese impuesto político que les cobran a los independientes que es la condición de reunir 30 mil firmas y no sé cuántos problemas más. Es un tema que hay que discutir. Yo no quiero que me obliguen a votar siempre por los mismos.

- Probablemente, para cambiar el modelo la derecha tiene que sensibilizarse con la necesidad de corregirlo. ¿Hay espacio para ello?

- La Alianza no ha sido capaz de plantear alternativas razonables ni imaginativas para que el mercado opere de verdad.

- ¿Cree que, de alguna manera, la derecha se siente obligada a defender esas parcelas de poder?

- Bueno, el decil más alto de nuestra sociedad se lleva gran parte de los ingresos y ese decil tiene mucho que ver en las decisiones de la derecha. Ahí hay un problema serio que mucha gente lo piensa, pero que nadie se atreve a decirlo, porque hay muchas conexiones económicas, de amistad, políticas. El enredo es demasiado grande. Es gente que teme decir algo porque puede perder la pega o teme que le pase cualquier otra cosa. Al final, es más cómodo estar donde estamos. Pero lo que sí tengo demasiado claro es que aquí hay un problema de desigualdad que no da para más y hay que entrar a corregirlo.

- O sea, ¿el chorreo no funciona?

- Funciona a gotas. Eso es lo que, desgraciadamente, ha demostrado la concentración. Porque si estuviéramos en un sistema de mercado con competencia, que funcionara bien, el chorreo sería una realidad. Pero en un sistema que sólo tiene de mercado el nombre, pero todos los poderes están concentrados, el chorreo funciona a goteo. Y tan así es que crecimos a un 6,2, ¿y hacia dónde chorreó el 6,2?

- ¿Y cómo se mejora esto?

- Tenemos que preocuparnos del tema; terminar con esta elite que se pone de acuerdo y que lo pasa bien. Esa imagen se cristaliza en esos grandes eventos que se hacen en el Teatro Municipal, donde todos van de invitados, porque pagar es rasca, y te encuentras con todos los empresarios y con todos los políticos. Ahí está la elite de Chile. Si se llega a caer la lámpara del municipal, queda el desparramo. Ellos están felices, pero qué pasa con el pequeño almacenero, con el viñatero chico o el panadero.

- Pero usted también es parte de esa élite, ¿o no?

- Por supuesto. Pero tengo derecho a disentir y a decir lo que pienso. Aunque es difícil, muy difícil… Tengo la impresión de que Chile no va a cambiar mientras las elites no suelten la teta. Y creo que va a ser muy difícil que las elites políticas y económicas se decidan a soltarla.



* Esta entrevista se publicó en La Tercera, 09.10.05.

Anatomía de la impunidad en Chile




Daniel Matamala


“Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, es la primera frase de la Constitución de Chile. Y luego consagra “la igualdad ante la ley. En Chile no hay persona ni grupo privilegiados”.

Más que a garantía, suena a parodia. Porque sabemos que, en el Chile real, lo que para unos son delitos que suponen cárcel, para otros son apenas deslices que se saldan entre caballeros.

Esta semana, a propósito del corolario del caso SQM, tuvimos un recordatorio de cómo una tupida red impide que una persona socialmente “correcta” termine en la cárcel. Una red que tiene cinco capas de impunidad consecutivas.

La primera es la más grosera: hacer que los delitos que suele cometer la élite, simplemente no sean delitos. Claro, si el ejecutivo de una gran empresa o un distinguido político roban un balón de gas, arriesgan cárcel: en los últimos años, ha habido condenas de hasta 13 años de prisión por hacer eso. Pero ellos no cometen delitos así. Lo hacen de formas mucho más lucrativas para ellos, y mucho más dañinas para la sociedad.

Las colusiones han esquilmado en cifras de vértigo a los chilenos: sólo el cartel del pollo significó 1.500 millones de dólares. En palabras de la fundadora del Centro de la Libre Competencia de la Universidad Católica, María Elina Cruz, “la colusión es un robo a mano armada contra los consumidores”. Sin embargo, gracias a un acuerdo entre el gobierno de Lagos y el gran empresariado, estos robos a gran escala fueron sacados del Código Penal.

Así, los ejecutivos coludidos no cometieron delito, porque el delito no existía. Brillante, ¿no?

Lo mismo con el uso de información privilegiada. La Corte Suprema acreditó que en 2001, los entonces dueños del Banco de Chile Carlos Lavín y “Choclo” Délano, junto a otros socios, usaron información privilegiada para hacer una millonaria “pasada” accionaria. Pero como eso no era un delito, apenas debieron pagar una multa, como si se hubieran estacionado en un lugar equivocado.

La presión social a veces derriba esta primera barrera. Y entonces aparece la segunda: el delito existe, pero no puede investigarse a menos que una autoridad administrativa lo permita. Tras los escándalos de las farmacias, los pollos y el papel, se restableció el delito de colusión. Pero con letra chica: la fiscalía no puede actuar si la Fiscalía Nacional Económica (FNE) no se querella. Y no ha habido ningún caso penal desde entonces. Lo mismo pasa con el Servicio de Impuestos Internos (SII) en delitos tributarios, y con el Servel en delitos electorales. Qué casualidad: justo los delitos (colusión, evasión, fraude electoral) que la clase dirigente comete.

Así, ellos mismos manejan el filtro de qué delitos se persiguen, y cuáles se dejan pasar. Eso ocurrió en el caso SQM. En 2015, el gobierno de Bachelet, liderado por el ministro del Interior Rodrigo Peñailillo, descabezó al SII para frenar las querellas en los casos de platas políticas que involucraban, entre otros, al propio Peñailillo. El nuevo director, Fernando Barraza, acató las órdenes y se mantiene hasta hoy a cargo, cumpliendo el acuerdo cocinado entre la ex Concertación y la derecha. Sin querellas del SII, esta semana la fiscalía cerró el caso contra 34 imputados, incluyendo a Peñailillo (ex PPD), dos hijos del senador Jorge Pizarro (DC), el exdiputado Roberto León (DC), una asesora de los exdiputados José Antonio Kast (ex UDI, hoy Republicanos) y Felipe Ward (UDI), y la hermana del exsenador Fulvio Rossi (ex PS).

Si esto falla, opera la tercera barrera: perseguir a los persecutores. En 2015, la derecha y la Nueva Mayoría consensuaron la elección de Jorge Abbott como fiscal nacional. Él disciplinó a los fiscales demasiado diligentes, cerrando los casos por la vía rápida. El senador Iván Moreira está confeso de haber hecho trampa para ganar una elección de senador en 2013, usando boletas falsas para ocultar las platas ilegales de Penta. El caso se cerró con un acuerdo y Moreira sigue hasta hoy en su cargo. Es como si a un atleta lo pillaran ganando con doping, y aun así le permitieran quedarse con la medalla. ¿Impensable? Bueno, así funcionan la democracia y la justicia en Chile.

La cuarta barrera es poner estándares probatorios casi imposibles de cumplir. Cuando se tipificó el delito de uso de información privilegiada (tras el caso del “Choclo”), se exigió probar que el responsable “haya usado deliberadamente” esa información. En 2007, Sebastián Piñera fue descubierto con las manos en la masa, comprando acciones de LAN a la salida de un directorio en que había recibido información secreta, algo que es un delito en cualquier país que tome en serio el libre mercado. Pero en Chile, apenas fue considerado una falta administrativa.

Esto marca “la diferencia entre ser Presidente de la República o ser considerado un delincuente”, constata el abogado Jaime Winter, autor de Derecho penal e impunidad empresarial en Chile.

Y por si todo falla, hay una quinta y última protección: si no queda más que condenar a un miembro de la élite por lo grosero de sus delitos, él no irá a la cárcel. Penas remitidas, multas, clases de ética, esas son las sanciones adecuadas cuando los “errores” son cometidos por “caballeros”.

Ante la presión de los escándalos, en los últimos años algunas de esas barreras se han debilitado, por ejemplo, haciendo más viable la persecución del soborno y el cohecho. Y en julio, la Cámara de Diputados aprobó en general un proyecto que, siguiendo estándares OCDE, amplía el catálogo de delitos de cuello y corbata, permite penas efectivas de cárcel en crímenes económicos y ambientales, y obliga al SII y a la FNE a querellarse en ciertos casos.

La campaña contra el proyecto ya comenzó: el exministro de Interior y actual jefe legal del grupo Luksic, Rodrigo Hinzpeter, dice que este “olvida la regla” de igualdad ante la ley, y pide al Senado que lo “corrija”.

Será una prueba de fuego, para saber si la anatomía de la impunidad sigue mandando en Chile.



* Publicado en La Tercera, 07.08.21.

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