Economías "primitivas" y marxismo




Dejamos un fragmento del "Prefacio" del antropólogo francés Pierre Clastres a la obra de su colega estadounidense Marshall Sahlins: Economía de la Edad de piedra. El libro, que me atrevería a señalar como uno que ya puede ser elevado a la categoría de clásico, expone ampliamente material etnográfico que no solo desmiente la teoría económica estándar, sino también algunas seguridades que la propia antropología cargaba erróneamente hasta bien entrado el siglo XX.

Puntualmente, en la última parte del "Prefacio", Clastres se hace cargo de modo somero de la mirada materialista del marxismo y expone cómo el material expuesto por Sahlins (como en realidad ocurre con muchos otros estudios etnográficos) desmiente dicho punto de vista. No hay que olvidar que las ideas de Marx y sus seguidores, asumen la misma matriz fundamental del liberalismo: ambos son sencillamente perspectivas occidentales y modernas.


§§§


Edad de Piedra, edad de la abundancia
(Fragmento)


Por último, es necesario destacar que la obra de Sahlins suministra una pieza esencial al legajo de un debate que, si bien furtivo hasta ahora, no tardará mucho, no obstante, en inscribirse en el orden del día: ¿qué ocurre con el marxismo en la etnología, y con la etnología en el marxismo? Interrogante cuyo alcance es tan vasto que va mucho más allá de la apacible palestra universitaria. Recordemos simplemente aquí los términos de un problema que se planteará, tarde o temprano. El marxismo no es sólo la descripción de un sistema social particular (el capitalismo industrial): es igualmente una teoría general de la Historia y del cambio social. Esta teoría se presenta como la ciencia de la sociedad y de la historia, se despliega en la concepción materialista del movimiento de las sociedades y descubre la ley de ese movimiento. Existe, pues, una racionalidad de la Historia; el ser y el devenir de lo real sociohistórico responden, en última instancia, a las determinaciones económicas de la sociedad: en resumidas cuentas, el juego y el desarrollo de las fuerzas productivas son los que determinan el ser de la sociedad, y es la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción aquello que, enganchando el cambio social y la innovación, constituye la sustancia misma y la ley de la Historia. La teoría marxista de la sociedad y de la historia es un determinismo económico que afirma el predominio de la infraestructura material. La historia es pensable porque es racional, y es racional porque es, por decirlo así, natural, como lo dice Marx en El Capital: “El desarrollo de la formación económica de la sociedad es asimilable a la marcha de la naturaleza y a su historia…” De ello resulta que el marxismo, como ciencia de la sociedad humana en general, es apto para pensar todas las formaciones sociales de las cuales la historia ofrece el espectáculo. Aptitud, sin duda, pero más aún, obligación de pensar todas las sociedades, para que la teoría encuentre en todas partes su convalidación. En consecuencia, los marxistas no pueden no pensar la sociedad primitiva: se ven obligados a hacerlo por el continuismo histórico afirmado por la teoría de la cual se valen[1].

Cuando los etnólogos son marxistas, someten evidentemente la sociedad primitiva al análisis que convoca y permite el instrumento del cual disponen: la teoría marxista y su determinismo económico. Por consiguiente, deben afirmar que aun en las sociedades muy anteriores al capitalismo la economía ocupa un lugar central, decisivo. En efecto, no hay ningún motivo por el cual las sociedades primitivas, por ejemplo, sean una excepción a la ley general que engloba a todas las sociedades: las fuerzas productivas tienden a desarrollarse. De este modo nos vemos llevados a plantear dos preguntas muy simples: la economía ¿es central en las sociedades primitivas? ¿Se observa allí la tendencia de las fuerzas productivas a desarrollarse? Son muy exactamente las respuestas a estas preguntas las que formula el libro de Sahlins. Nos enseña que en las sociedades primitivas la economía no es una “máquina” de funcionamiento autónomo: es imposible separarla de la vida social, religiosa, ritual, etc. No sólo el campo económico no determina el lugar y los límites del campo de la economía. No sólo las fuerzas productivas no tienden al desarrollo sino que la voluntad de subproducción es inherente al Modo de Producción Doméstico[*]. La sociedad primitiva no es el juguete pasivo del juego ciego de las fuerzas productivas sino que, por el contrario, es la sociedad la que ejerce sin cesar un control riguroso y deliberado sobre su capacidad de producción. Es lo social lo que regula el juego económico; en última instancia, es lo político lo que determina lo económico. Las sociedades primitivas son “máquinas” antiproducción. ¿Cuál es, entonces, el motor de la historia? ¿Cómo deducir las clases sociales de la sociedad sin clases, la división de la sociedad indivisa, el trabajo alienado de la sociedad que sólo aliena el trabajo del jefe, el Estado de la sociedad sin Estado? Misterios. Resulta de todo eso que el marxismo no puede pensar la sociedad primitiva, porque la sociedad primitiva no es pensable en el marco de esta teoría de la sociedad. El análisis marxista vale, tal vez, para sociedades divididas o para sistemas donde aparentemente, la esfera de la economía es central (el capitalismo). Tal análisis es, más que estrafalario, oscurantista cuando se quiere aplicar a las sociedades no divididas, a las sociedades que se plantean en el rechazo de la economía. No se sabe si es fácil o no ser marxista en filosofía; se ve bien, en cambio, que es imposible serlo en etnología.

Iconoclasta y saludable; fue así como calificamos el gran trabajo de Marshall Sahlins, que derriba las mistificaciones e imposturas con las cuales se conforman, demasiado a menudo, las ciencias llamadas humanas. Más preocupado en elaborar la teoría a partir de los hechos que en adaptar los hechos a la teoría, Sahlins nos muestra que la investigación sólo puede ser viviente y libre, pues un gran pensamiento puede perecer si se degrada en una teología. Los economistas formalistas y los antropólogos marxistas tienen algo en común: son incapaces de reflexionar sobre el hombre de las sociedades primitivas sin incluirlo en los marcos éticos y conceptuales salidos del capitalismo o de la crítica del capitalismo. Sus emprendimientos insignificantes tienen el mismo lugar de nacimiento, y producen los mismos efectos: hacen, unos y otros, una etnología de la miseria. Y es el gran mérito de Sahlins ayudarnos a comprender la miseria de su etnología.


NOTAS:

[1] Mucho más que en el “marxismo” de Marx, aquí pensamos, por supuesto, en el marxismo de aquellos hacia los cuales Marx no ocultaba su desprecio, cuando decía a Engels: “Tú sabes que, en cuanto a mí, no soy marxista” (Citado en Maximilien Rubel: Marx crítico del marxismo, pág. 21, Payot, 1974). Epígonos sin talento, los marxistas contemporáneos proclaman orgullosamente que su pensamiento (!) no tiene nada que ver con el marxismo “vulgar”. El suyo, pues, ¿sería tan distinguido?

[*] Clastres explica que se trata de una economía en la cual hay un "predominio de la división sexual del trabajo; producción segmentada con fines de consumo; acceso autónomo a los medios de producción; relaciones centrífugas entre las unidades de producción" (Nota del transcriptor).



* El texto original fue publicado como "Prefacio" al libro Economía de la Edad de Piedra de Marshall Sahlins (Ediciones Anthropos, Buenos Aires, 1985).





Yanomamis descansan en un claro de la selva amazónica.
Cabe señalar que esta foto originalmente encabezaba el presente texto, pero al subirlo a Facebook la plataforma la censuró... por mostrar pezones femeninos.

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