Cobre: una traición desde 1990




La Constitución de la República elaborada por la dictadura cívico-militar, especifica que todas las minas de Chile le pertenecen al Estado:
"El Estado tiene el dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas las minas, comprendiéndose en éstas las covaderas, las arenas metalíferas, los salares, los depósitos de carbón e hidrocarburos y las demás sustancias fósiles, con excepción de las arcillas superficiales" (Artículo 19, numeral 24)
Ese artículo se mantiene vigente a la fecha y tiene como resultado que toda la explotación minera privada ha sido y es inconstitucional... Lo que por décadas a casi nadie le ha importado. Ni por la pérdida de soberanía, ni por los miles de millones de dólares que no han ingresado a las arcas fiscales en abierto perjuicio de la ciudadanía actual y futura.

Esa obra privatizadora en el caso de la gran minería del cobre, fue realizada por los gobiernos de la Concertación. Privatización que ha incluido, por si fuera poco, un régimen impositivo más que favorable y un total desinterés por vigilar a las grandes mineras. De ahí que se pueda hablar de una traición desde 1990.


§§§


Selección del "Prólogo" al libro El cobre. Anatomía del mayor fraude minero de Chile

Julián Alcayaga

...las diferencias entre las mineras de antes y las de ahora, son aún más significativas. Chuquicamata, más que un simple campamento minero era más bien una ciudad con todas las comodidades, que contaba con un gran hospital, con escuelas, teatros, cines, generación eléctrica propia en Tocopilla, todo construido por la propia compañía minera, y además, en los 50 años que llevaba de explotación del mineral había construido carreteras, líneas férreas, etc.

Las otras mineras norteamericanas habían hecho algo parecido en El Teniente con el gran campamento de Sewell, en Potrerillos y El Salvador, campamentos que más parecían verdaderas ciudades, con hospitales, escuelas, teatros, etc. y evidentemente ferrocarriles, carreteras y fundiciones y refinerías.

Es necesario recordar y resaltar todo lo que hicieron las empresas extranjeras de la gran minería, que existían antes de la nacionalización, para hacer una comparación con las mineras extranjeras que volvieron a ingresar a Chile a partir de 1990. La diferencia es colosal. Las actuales mineras: ¿Cuántas fundiciones o refinerías han construido? Ninguna. ¿Cuántas plantas de generación eléctrica? Ninguna. ¿Cuántos hospitales? Ninguno. ¿Cuántas líneas férreas? Ninguna.

Pero fuera de estas diferencias existen otras más importantes, que se relacionan con los tributos y aportes de estas mineras al Fisco. 

Produciendo solamente alrededor de 500 mil toneladas de cobre por año, las mineras norteamericanas tributaron durante los años sesenta del siglo pasado, en promedio 100 millones de dólares por año, lo que representaba cerca del 15% del presupuesto nacional. Hoy, las mineras extranjeras producen por año 4 millones de toneladas de cobre, pero no tributaron absolutamente nada hasta el año 2004, a pesar que hasta ese año se habían llevado cerca de 30 millones de toneladas de cobre, sin contar el oro, la plata, el molibdeno, el renio, etc.

¿Por qué las mineras extranjeras nada tributaron hasta el año 2004? La razón se encuentra en el hecho que siempre declararon pérdidas. ¿Por qué declaraban pérdidas? Por dos razones principales, porque hay leyes que lo permiten, y porque hay un Servicio de Aduanas que no fiscaliza, como sí se hacía hace 50 años, cuando el Estado se preocupaba de fiscalizar, y había funcionarios de aduanas que tenían sentido de país y se atrevían a hacerlo y en ello radica el interés de este libro de Rolando Castillo.




* Extraído desde el “Prólogo” escrito por Julián Alcayaga para el libro El cobre. Anatomía del mayor fraude minero de Chile (2015) de Rolando Castillo.

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