Presentación libro "Las economías de los invisibles"




Los cinco capítulos que conforman este proyecto editorial comparten tres aspectos. El primero se refiere a la capacidad que tienen las y los involucrados en las ciencias sociales para poner en cuestión las herramientas con las cuales se analiza la realidad. El segundo se vincula con el papel de la experiencia en la transmisión de los conocimientos, para que otras personas revisen su manera de hacer y actuar. Y el último aspecto compartido se ubica en las fuentes de legitimidad, esas que permiten que algunas formas económicas ingresen al consenso masivo, como las del neoliberalismo y las propuestas keynesianas; mientras otras, como las de la Economía Solidaria y Social, quedan al margen del mundo económico “oficial” sin ser consideradas, y cargan con los estigmas que las inhabilitan en su calidad de “verdaderas” economías.

Partamos por el primer asunto. Las cinco personas que organizamos este libro, hemos llegado a una convicción respecto al abuso de la palabra “economía” cuando pasa a ser un dispositivo en la construcción de un entramado de conceptos que ayudan a guiar la producción de conocimientos en las ciencias sociales. Un monopolio académico y mediático define la economía, así como los derechos a ser reconocidos en tanto participantes de quienes están en el mundo real trabajando para ganarse la vida. Sin embargo, solamente es reconocida la producción y distribución monetarizada y mercantilizada de las empresas que buscan incesantemente dividendos, gracias a la explotación de los factores productivos, especialmente los recursos naturales. Desde esas condiciones se establece quiénes pueden hacer ciencia y usar la palabra economía, desplazando otras formas de conocimiento y de alternativas económicas.

Dicho de otro modo, cada una/o de nosotras/os hemos experimentado la extraña sensación de estar hablando de nuestros temas de interés sin ser comprendidas/os por quienes nos escuchan. Entonces, cada cual a su manera, tenemos un cierto entrenamiento para deambular por una introducción que prepare el escenario donde el sentido de lo económico no quede anclado al capitalismo en general y al capitalismo de mercado en particular. Para llegar a esta posibilidad, hemos tenido que considerar que las personas que habitualmente escuchan están entrenadas en administrar los conceptos pertinentes y eficientes en un modelo económico que hoy es hegemónico en la mayor parte de los países del mundo.

Pero al revés sucede lo mismo. Existe otro monopolio entre quienes se consideran los críticos oficiales y autorizados del capitalismo de mercado. Hemos tenido que aprender a ver en las críticas a ese capitalismo sus propias fuentes de consolidación o, si se quiere, el intento de transformación o superación del capitalismo regularmente se lo piensa y plantea dentro de una epistemología apenas distinta, también con su vocación utilitaria y basada en el egoísmo para cooperar.

Una de las piezas angulares del entrenamiento en el capitalismo de mercado es pensar la realidad suponiendo la existencia de un individuo con expectativas “racionales” o que estas surgen porque la mujer o el hombre goza de una capacidad misteriosa para definirlas. A continuación, es presumible que si se piensa de esa manera, todos los intentos para elaborar un proyecto académico que busque producir conocimiento tendrá esa impronta. Al menos nosotras/os lo hemos experimentado al argumentar que habría un sesgo cuando los actos sociales están atados a individuos “racionales”, porque así quedan fuera todas las historias de sus interacciones. Esas historias que pueden ser observadas en rituales sagrados, creencias y cosmovisiones, ideologías políticas, emociones, las que no se logran captar a través de la escucha de la respuesta a una pauta de entrevista o en una encuesta. En otras palabras el individuo racional no tiene historia, cultura ni contexto; lo cual se sabe, es imposible. Podrá ser válido a nivel de los supuestos pero, indudablemente, no es verdadero a nivel de la vida cotidiana o real.

El segundo aspecto que nos emparenta a quienes escribimos este libro, es que hemos vivido experiencias significativas en mundos económicos que no están registrados en los manuales de economía clásica o de estarlo se los considera y se los clasifica como irrelevantes, arcaicos, informales, étnicos o utópicos. Sin embargo, esas experiencias han movido nuestros criterios de apreciación, desbordándolos. Una muestra es que en algunas oportunidades hemos quedado sin un lenguaje académicamente pertinente para transmitir lo que aprendemos u observamos. Hemos hecho esfuerzos para salir de ese estado, porque el lenguaje hace posible la realidad y sin él nuestra reflexión se torna infecunda, aun cuando se cuente con los datos para ponerla en uso.

La salida de ese estado ha sucedido gracias a que cada uno/a de los autores/as se ha incorporado a grupos de aprendizaje, regularmente en universidades o alguna comunidad académica. Pero, también lo hemos hecho en organizaciones que practican o materializan otras economías diferentes de la capitalista de mercado. En estos procesos hemos tenido que aprender más de un modo de comunicar, o sea, uno que nos ayude a comprender lo que en esos espacios alejados del contexto de mercado se hace y otro que facilite llevar lo que aprendemos a la jerga y al espacio académico.

Este proceso ha sido otro aprendizaje y ha hecho posible mejorar nuestras traducciones de la realidad. Pero, ¿por qué transformarse en traductores? Aquí cada cual tiene sus propias respuestas, las cuales quedan implícitas en nuestras escrituras. Lo que sí atisbamos es que hay una necesidad por llamar la atención sobre lo que estamos dejando de lado en tanto habitantes de este mundo, más aún cuando se buscan soluciones o alternativas, como se les suele llamar desde la mirada ortodoxa, a las respuestas que ayudan a mejorar la vida de las personas, fomentar sus derechos, aplacar la injusticia y apoyar la defensa de la vida.

En ese sentido, este libro es una estrategia política porque declaradamente intenta incidir en la cuestión común, intenta transformar temas alternativos en temas de coyuntura, así puede viajar con los nombres de las ciencias, de las vidas cotidianas y de las políticas públicas. En sentido inverso, nosotros/as en la calidad de escritoras/es transformadas/os en traductoras/es, no guardamos silencio ni clausuramos nuestras experiencias. Cada cual a su manera quiere llamar la atención, valga la redundancia, porque estamos seguras/os de que en la práctica colectiva de las economías que usted revisará en las siguientes páginas, se encuentran las posibilidades concretas y reales, alejadas de la retórica del mesianismo que no tiene los pies en tierra.

Sin embargo, y aquí el tercer aspecto que nos emparenta, nosotras/os nos encontramos distantes de las infraestructuras políticas que hoy gobiernan el Estado. Por supuesto, esto no se debe a nuestra falta de voluntad por hacer política pública, sino que a las cualidades e intereses de los decisores y operadores de los partidos políticos. Estos en su mayoría tienden a mirar la realidad desde LA economía —la científica, ortodoxa o capitalista de mercado— y al proceder de esta forma, reproducen la episteme basada en el utilitarismo. Desde esta perspectiva, donde las economías no monetarizadas y no mercantilizadas tienen una escasa e incluso nula cabida, aun cuando aparezcan con relevancia para aplacar las consecuencias de las catástrofes producidas por las dictaduras, guerras, violencia urbana, adicciones, explotación o por la depredación de la naturaleza. O cuando sean de hecho materializadas por millones de personas.

Quien lea este libro se podrá dar cuenta de que en este punto estamos en un dilema. Nos encontramos en una vereda donde se debe ampliar la democracia mientras el Estado es controlado desde una mirada que supone menos transparencia, menos diversidad, menos pluralismo, menos participación, menos heterogeneidad, en resumen, menos democracia. La explicación a la emergencia de este dilema es bastante simple: el modelo económico neoliberal, hoy hegemónico, también ha elaborado la moral que legitima su forma de producir conocimiento, asignar prestigio y ceder poder político.

Entonces, la economía ortodoxa u oficial tiene vigencia, es más, elabora puertas por dónde deben pasar los conocimientos que comparten sus códigos, ingresan las personas que tienen sus mismas claves éticas o pasan por ellas quienes visten las representaciones de su estética. En este escenario, nuestro esfuerzo ha sido utilizar el libro como un dispositivo de legitimación de lo que hemos aprendido de las personas, comunidades y organizaciones que día a día autogestionan sus propias plazas laborales o de una forma u otra manera viven alternativas que la economía ortodoxa desconoce o no quiere reconocer.

En esa clave es que toman coherencia los cinco capítulos de este libro. En el primero de ellos, “Pistas hacia una cultura de paz y de solidaridad: El programa de trabajo comunitario en Sud África” de Howard Richards, se describe una alternativa económica novedosa, y se sugieren soluciones aplicables a los problemas perennes que aquejan a América Latina.

En el Programa de Trabajo Comunitario de Sud África (CWP), a diferencia del capitalismo y el cooperativismo, los puestos del trabajo no son financiados por la venta de mercancías. A diferencia de las economías planificadas desde arriba, el CWP entrega la selección de las tareas y la verificación de su cumplimiento a las comunidades locales. Así busca fortalecer los barrios y hacerlos más participativos. Y a diferencia de experiencias de Economía Solidaria basadas en la sociedad civil que prescinden del Estado, cuenta con el Estado para captar el excedente social y traspasarlo desde donde es menos necesario hasta donde es más necesario, por lo cual, asume al empleo público como catalizador del desarrollo comunitario.

A diferencia de las propuestas de sueldo mínimo ciudadano y de la repartición de bonos y subvenciones, el CWP organiza tareas con sentido social que dan valor ético y dignidad al trabajo de los participantes. No es un programa pasajero, sino que un programa permanente, permitiendo anticipar un futuro donde una cantidad creciente de ciudadanos no encontrarán participación en el mercado de trabajo.

En el capítulo “El nuevo cooperativismo en Chile, entre la autogestión y el compromiso comunitario” de Michela Giovannini, se describe el resurgimiento de las organizaciones de la Economía Social y Solidaria después de la dictadura cívico-militar chilena, estudiando experiencias que toman forma durante la década del noventa del siglo pasado y que empalman notablemente con el estallido del Movimiento Estudiantil por una educación pública, gratuita y de calidad.

Este nuevo cooperativismo propone modelos de gestión y de participación económica que son diferentes al paradigma económico dominante en Chile, desde 1990 hasta nuestros días. Por tanto, las experiencias de los grupos de base y de los trabajadores y trabajadoras muestran las posibilidades de la auto-organización para solucionar problemas sociales, culturales y/o económicos. Así se las puede interpretar como nuevas prácticas que desafían el statu quo impuesto por el modelo neoliberal.

Las organizaciones que se estudiaron son agrupadas en tres categorías amplias, conectadas con algunos aspectos esenciales de la construcción de alternativas al neoliberalismo, a saber: el trabajo, la alimentación y el consumo, y la educación. Es precisamente en estos sectores donde se juega la lucha en contra de un modelo excluyente. A estos sectores se puede añadir el de la salud, donde iniciativas populares están retomando una trayectoria iniciada en la década del ochenta del siglo pasado, mediante las farmacias populares.

En el capítulo “Moneda comunitaria y complementaria, una resistencia ante neoliberalismo: El Túmin” de Mayeli Ochoa, se sostiene que en todo proceso político hay un proyecto educacional que vale la pena analizar y fortalecer. En este caso, la Economía Solidaria como alternativa, grieta y resistencia, es un campo fértil para gestar una educación que nos haga mirar desde otra perspectiva qué es la economía, así como cuestionar y poner en debate qué es el dinero y quién tiene su control.

El Túmin es una moneda comunitaria que surge en México en 2010, gracias a una necesidad compartida: la falta de dinero. Pero a lo largo de casi siete años, esta moneda se ha convertido en una herramienta que humaniza a sus participantes; y si bien el Túmin sirve hasta ahora para comprar lo básico (alimentos por ejemplo), su proyección va más allá. Pues, implica un cambio en el “chip” capitalista que se construye a lo largo de nuestra vida, por un “chip” solidario, donde lo importante es preocuparnos y apoyarnos, construir comunidad y crear solidaridad para descolonizar nuestras prácticas, pensamientos, cuerpos y almas. Sin embargo, este cambio es un gran desafío, pues la deconstrucción de las complejidades construidas por la economía capitalista impone el individualismo y el afán de lucro por sobre el compañerismo y la solidaridad. En ese contexto, el Túmin es un proceso educativo que demuestra la posibilidad de otras dinámicas económicas.

En el capítulo “El buen vivir como antecedente de la Economía Solidaria” de Nicolás Gómez, se sostiene que las personas utilizan la herencia cultural de la economía comunitaria indígena campesina para integrarse a las economías populares urbanas. Al mismo tiempo, se expone que esas personas se encuentran en ese tipo de economía con los trabajadores que pierden sus empleos en las empresas capitalistas y corren la suerte del progresivo olvido de las informaciones sociotécnicas. Entonces, los encuentros sucesivos entre los que se descampesinizan y los que se desproletarizan, ayudan a que concurran a ocupar los espacios públicos para lograr satisfacer sus necesidades. Y, en esa obra colectiva, cada infraestructura (calle, plaza, junta de vecinos, templo, parque o escuela) es pertinente para organizar las energías, acompañarse en los momentos duros, construir soluciones a los problemas que se viven individualmente y también para ser actores políticos en el escenario de la economía local.

En el despliegue de los argumentos del capítulo se pone énfasis en la categoría de reciprocidad, debido a que los distintos conceptos que nombran ese estado de lo social (entre ellas: Economía Popular, Economía Solidaria o Economía Social), se basan en esa noción, pero sin incluir explícitamente lo que ya se sabe en las ciencias sociales y mediante los datos de las etnografías económicas. A continuación, se plantea que el buen vivir viaja en las interacciones del don que emergen en sociedades sin Estado, también lo hacen en las fuentes del prestigio y mediante las cosas que ingresan en los intercambios de la Economía Popular. De esta manera, el recorrido nos conduce por comunidades que reproducen una economía ágrafa y donde el conocimiento es una obra colectiva.

Finalmente, en el último capítulo, “La solidaridad imposible: Economía y naturaleza egoísta del ser humano” de Andrés Monares, se expone y cuestiona el fundamento básico de la Economía ortodoxa. Es decir, que el egoísmo es una esencia fija de la humanidad; y como tal es y debe ser el motor de la vida económica y social en general. De dónde queda inmediatamente desechada cualquier posibilidad de relaciones sociales solidarias o que no sean individualistas; tanto por inconveniencia práctica, como por ser finalmente antinaturales.

Sin embargo, el mostrar el desarrollo histórico de la idea de una naturaleza humana egoísta, no implica la aceptación acrítica e igualmente ideológica de una naturaleza solidaria. A partir de la Antropología y de enfoques económicos más amplios y en verdad empíricos, se deja ver que es la cultura de cada pueblo la que empapa sus instituciones socioeconómicas. Así, tal como las personas pueden ser egoístas, asimismo pueden ser altruistas, con todas las variantes intermedias según cada cultura y circunstancia.

En tal sentido, este capítulo junto con rechazar la perspectiva ideológica de la Economía ortodoxa y su naturaleza egoísta —la cual está lejos de ser una cuestión “científica”—, reivindica la condición de la inexorable variabilidad cultural humana. Cuestión central que debe ser considerada por los estudios socioeconómicos y por la mirada política que asume una sociedad siempre en construcción.

Para terminar esta Presentación, esperamos que quiénes lean este libro puedan acceder a experiencias y saberes útiles, para su acervo cultural y/o académico. Pero asimismo, estimamos que este tema coopera a un cambio de perspectiva. Ese giro se dirige a combatir la ideología economicista dominante, la que junto con hacer desaparecer a millones de personas, culturas y ecosistemas, ha servido de bastión ideológico de legitimación para construir sociedades precarias y extremadamente desiguales.



* El libro Las economías de los invisibles. Miradas y experiencias de economía social y solidaria recopila textos de Howard Richards, Michela Giovannini, Mayeli Ochoa, Nicolás Gómez y Andrés Monares.

* Para una reseña del libro, pincha aquí.

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