Karl Polanyi y el doble significado del término económico




Las definiciones formal y substantiva


Karl Polanyi


Todo intento de clarificar el lugar que ocupa la economía en la sociedad debe partir del hecho de que el término económico, usado generalmente para describir un tipo de actividad humana, está compuesto por dos significados. Ambos tienen raíces distintas, y son independientes el uno del otro. No es difícil identificarlos, aunque hay un gran número de sinónimos para cada uno de ellos. El primer significado, el formal, surge del carácter lógico de la relación medios-fines, como cuando usamos «economizar» (en su acepción de ahorrar) o «económico» (barato); de ahí procede la definición del término económico en términos de escasez. El segundo significado, el substantivo, señala el hecho elemental de que los seres humanos, como cualquier otro ser viviente, no pueden subsistir sin un entorno físico que les sustente; éste es el origen de la definición substantiva de lo económico. Ambos significados, el formal y el substantivo, no tienen nada en común. 

El concepto en uso de económico está por tanto compuesto por dos significados, aunque las implicaciones de este doble significado para las ciencias sociales (exceptuando siempre la economía) apenas se han estudiado. Cuando la sociología, la antropología o la historia tratan materias relativas al sustento del hombre, se da por sentado el significado del término económico. Pero éste se emplea vagamente, en función de las referencias, tanto para significar escasez como en sentido substantivo, oscilando así entre dos polos distintos de significado.

En resumen, el significado sustantivo nace de la patente dependencia del hombre de la naturaleza y de sus semejantes para lograr el sustento, porque el hombre sobrevive mediante una interacción institucionalizada entre él mismo y su ambiente natural. Ese proceso es la economía, que le proporciona los medios para satisfacer sus necesidades materiales. Sin embargo, no se debe interpretar lo anterior suponiendo que las únicas necesidades que satisfaga sean las corporales, entendiendo por éstas comida y un lugar donde cobijarse, por muy esenciales que sean para su supervivencia, ya que tal restricción limitaría absurdamente el ámbito de la economía. Lo material son los medios, no las necesidades. Es irrelevante que los objetos útiles sirvan para evitar el hambre o para satisfacer propósitos educativos, militares o religiosos. En tanto que las necesidades dependan para su satisfacción de objetos materiales, la referencia siempre es la economía. Económico aquí denota simplemente «algo que se refiere al proceso de satisfacer las necesidades materiales». Estudiar los medios de sustento del hombre es estudiar la economía en el sentido substantivo del término, y ése es el sentido que se va a dar al término económico a lo largo de todo este libro.

El significado formal tiene un origen completamente diferente. Al partir de la relación medios-fines, es un concepto universal cuyos referentes no pertenecen a ningún campo concreto de interés humano. A los términos lógicos o matemáticos de este tipo se les llama formales, en contraste con las áreas específicas a las que se aplican. En dicho significado está oculto el verbo maximizar, más popularmente llamado economizar, y que menos técnicamente, aunque quizás con más precisión, significa «obtener el máximo resultado de los propios medios».

La fusión de los dos conceptos en uno solo es, desde luego, irreprochable, en tanto uno sea consciente de las, limitaciones del concepto así establecido. Unir la satisfacción de las necesidades materiales con escasez y economización y fundirlas en un solo concepto puede ser justificable y razonable bajo un sistema de mercado, cuando y donde éste prevalezca. Sin embargo, aceptar el compuesto «escasez de medios materiales y economización» como un concepto válido universalmente aumenta la dificultad de separar la falacia económica de la posición estratégica que sigue ocupando aún nuestro pensamiento.

Las razones son evidentes. La falacia económica, como nosotros la llamamos, consiste en una tendencia a identificar la economía humana con su forma de mercado. Y para eliminar esa tendencia se necesita una aclaración radical del significado de la palabra económico. Una vez más, esto tampoco se puede lograr a menos que se elimine la ambigüedad y se establezcan por separado el significado formal y substantivo del término. Reducirlos a un término de uso común, como el concepto compuesto, refuerza el doble significado y hace de esa falacia algo casi inquebrantable.

Cuál es la increíble solidez de los dos significados se puede deducir a partir del irónico destino de la más controvertida figura mitológica moderna: el hombre económico. Los postulados que dieron lugar a esta creación del saber científico se rebatieron en casi todos los terrenos: psicológico, moral y metodológico, aunque nunca se dudó seriamente del adjetivo económico. Los argumentos chocaban en el concepto hombre, no en el término económico. Nadie preguntó a cuál de los dos conceptos se le aplicaba el epíteto, si a una entidad de la naturaleza, dependiente para su existencia del favor de las condiciones ambientales, como son las plantas y los animales, o a esas otras entidades mentales, sujetas a las normas de máximos resultados al mínimo coste, sean ángeles o demonios, niños o filósofos, siempre y cuando se demuestre que están posesión de la capacidad de razonar. Más bien se dio por hecho que el hombre económico, esa auténtica representación del racionalismo del siglo XIX, moraba en un discurso donde la existencia bruta y el principio de maximización se compenetraban místicamente. Nuestro héroe era a la vez defendido y atacado como un símbolo de la unidad ideal-material que, bajo esas razones se ensalzaba o se desacreditaba según fuera el caso. En ningún momento el debate secular pasó siquiera a considerar a cuál de los dos significados de lo económico, el formal o el substantivo, representaba el hombre económico.



* Extraído desde El sustento del hombre, Capitán Swing Libros, Madrid, 2009, pp.: 75-78.


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