Darwin, un reverendo racista del siglo XIX




El naturalista y clérigo Charles Darwin (1809-1882), como buen inglés, era parte de la ideología racista europea ya totalmente naturalizada para el siglo XIX. Además, esa centuria fue la época de oro del imperialismo británico. Así, dicha ideología sirvió para justificar, incluso por medio de la "ciencia", la conquista y dominación colonial de las "razas" inferiores.

Puntualmente, en el caso del naturalista, para defender su teoría evolucionista argumenta que... ¡es mejor descender de animales que de "salvajes"!... Esos de piel oscura con costumbres primitivas y depravadas. Esto lo señala en su The descent of man, and selection in relation to sex (1871):
"La principal conclusión a la que se llega en este trabajo, es decir, que el hombre desciende de alguna forma orgánica inferior, resultará, lamento pensarlo, bastante desagradable para muchas personas. Sin embargo, apenas puede haber una duda de que descendemos de salvajes [...] Aquel que haya visto a un salvaje en su tierra nativa no sentirá demasiada vergüenza si tiene que reconocer que en sus venas corre sangre de alguna criatura más humilde. Por lo que a mí respecta, aceptaría de mejor gana descender de aquel heroico monito que encaraba a su terrible enemigo para salvar la vida de su cuidador; o de aquel otro viejo babuino que, bajando desde las montañas, liberó triunfantemente a su joven camarada de una jauría de perros, dejándoles estupefactos —antes que de un salvaje que se deleita en torturar a sus enemigos, ofrece sacrificios sangrientos, practica el infanticidio sin remordimiento, trata a sus mujeres como esclavas, no conoce la decencia, y se obsesiona con las más groseras supersticiones"
Ese mismo espíritu racista se deja ver en su opinión de los yámanas, un pueblo indígena que viviera en los canales australes de Chile:
"...[son] los hombres más desgraciados del mundo... [a causa] de la perfecta igualdad que reina entre los individuos... Si se le da a uno de ellos una pieza de tela, la desgarra en pedazos y cada cual tiene su parte. Nadie puede ser más rico que su vecino... Parece imposible que el estado político de Tierra del Fuego pueda mejorar en tanto no surja un jefe... Por otro lado, es difícil que surja un jefe mientras todos esos pueblos no adquieran la idea de propiedad, que les permitiría manifestar superioridad y acrecentar poder..."
Volviendo a su The descent of man, Darwin continúa afirmando la inferioridad de los "salvajes". Como bien expone Juan Sánchez, más allá de la decisiva relevancia que "otorgaba a la influencia del medio y a la herencia de los caracteres adquiridos en la evolución de nuestra especie, tan sólo la selección natural, basada en la libre competición por los medios de subsistencia, podía explicar para el sabio inglés la enorme superioridad evolutiva del hombre civilizado sobre los nativos, últimos representantes humanos del estado primigenio de barbarie". Dice Darwin en el citado texto:
"Si no hubiera estado sujeto a la selección natural, con toda seguridad el hombre nunca hubiera alcanzado el rango de la humanidad. Cuando vemos en muchas regiones del mundo, enormes extensiones de la tierra más fértil pobladas por unos pocos salvajes errabundos, aún así capaces de mantener numerosos y felices hogares, puede argumentarse que la lucha por la existencia no ha sido suficientemente severa para forzar al hombre a ascender hasta su más elevado estándar"
Para evidenciar las ideas racistas de Darwin y lo obvias que eran para sus contemporáneos, se puede recurrir la antropóloga francesa Clémence Royer (1830-1902). Ella, quien fue la primera mujer en ser admitida en la Societé d’Anthropologie de París, tradujo El origen de las especies al francés en 1862. Royer, una defensora de la igualdad entre mujeres y hombres, era una racista-biológica que se apoyaba en las ideas del naturalista inglés y daba cuenta del sentido de las ideas de Darwin en el "Prólogo" de su traducción:
"Al darnos algunas nociones claras acerca de nuestro verdadero origen, ¿no es verdad que la teoría de Darwin constituye un desafío para muchas doctrinas filosóficas, morales y religiosas, y muchos sistemas políticos utópicos, generosos pero ciertamente falsos constructos dirigidos a lograr una imposible, dañina y poco natural igualdad entre todos los seres humanos? Nada es más obvio que las desigualdades que existen entre las distintas razas humanas; nada es más evidente que las agudas desigualdades entre individuos de la misma raza"
Sobre esa diferencia entre individuos y, por supuesto, entre "razas" el clérigo y naturalista inglés no tenía duda alguna. Al punto que, según él, esa evidente cuestión no necesitaba mayores explicaciones, tal como lo afirma en su The descent of man:
"...la diversidad de las facultades mentales entre los hombres de una misma raza, por no hablar de las diferencias aún mayores que se encuentran entre las distintas razas, es tan grande que no se necesita decir ni una palabra al respecto"
Así las cosas, que Darwin se opusiera a la institución de la esclavitud, como otros "científicos" progresistas contemporáneos suyos, no niega su manifiesto racismo. Apoyado en una muy singular "ciencia" y en un lenguaje "científico", develó la que para él era la inexorable y empíricamente demostrable desigualdad racial que surgía de la propia naturaleza.

Desde tal perspectiva, como era esperable, esa "ciencia" demostró que la sociedad que desarrolló esa misma "ciencia" era la máxima expresión "racial" de la especie. El "éxito" del imperialismo europeo demostraba la lucha por la supervivencia entre los diversos grupos humanos y dejaba en claro cuáles "razas" eran biológicamente superiores. Lo cual, como fiel súbdito del Imperio Británico, constató Darwin: "las naciones civilizadas están suplantando a las naciones bárbaras en todas partes".

De ese modo, las teorías del autor, así como las de otros reputados investigadores de la época, como bien señala Sánchez, "pudieron contribuir de forma importante a la idealización social de la superioridad biológica de la raza caucásica y a la mistificación de los regímenes colonialistas como una gran obra civilizadora de las razas superiores, avocadas a un destino natural de progreso y de dominación en el combate mundial por la supervivencia".

Nunca ha de olvidarse que explícita e implícitamente toda ciencia se fundamenta, representa, reproduce y/o difunde algún tipo de ideología, valores y pre-juicios. Como cualquier patrón, institución, idea o artefacto de una sociedad dada, la ciencia responde inexorablemente a la cultura dónde se la desarrolla.

Ahora bien, se supone que lo bueno de la ciencia es que deja en evidencia a la "mala" ciencia... O, al menos, a la ideología, valores y pre-juicios en que se fundamenta esa "mala" ciencia y que cayeron en desuso.


CITAS EXTRAÍDAS DESDE:

- DARWIN, Charles. 2005. Darwin en Chile (1832-1835). Viaje de un naturalista alrededor del mundo. 4ta. edición. Editorial Universitaria. Santiago.

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