Tomás Moro está vivo... y vive en Chile




Las élites y los economistas "científicos", los ardorosos defensores neutrales y objetivos de aquellos, ponen el grito en el cielo por lo obvio. Rechazan de plano cualquier posible medida que desahogue a las capas medias y pobres o signifique disminuir las ganancias, ¡para nada menores!, de los sectores más acomodados.

Sin embargo, que ello no nos llame a engaño. No es que las élites sean mala gente... El punto es que, muy por el contrario, son tan, pero tan buenas personas, que tienen plena consciencia de que eso perjudicaría a los demás. Por su parte, los economistas lo han demostrado técnicamente.

Tomás Moro sabía ya en el siglo XVI del singular altruismo de la élite. Y hoy en Chile cuando se habla de impuesto a los súper ricos por la crisis de la pandemia y estamos ad portas del cambio de la Constitución que debería replantear las obligaciones fiscales de la ciudadanía y otras cuestiones económicas... bien vale la pena recordar a Moro.


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Esa élite acomodada y sus cortesanos tecnócratas, predican las terribles consecuencias generales que supondría intervenir su autonomía. Según alegan, no hay nada peor para cualquier sociedad que negarles a los ricos esos privilegios e impedirles acceder a más riqueza. Esos embustes transformados en una insostenible lógica argumentativa, han marcado la tendencia de la acción política liberal moderna y neoliberal actual. Pero, aún teniendo presente su absurdo y su evidente parcialidad, han logrado convencer a una gran cantidad de personas de algo que va hasta contra el sentido común (de hecho, un sentido tan caro a la Ilustración). Para citar un típico ejemplo de esas "argucias", desde la comodidad que les permiten sus altos ingresos, los economistas ortodoxos afirman junto a los grandes empresarios, lo conveniente que sería para todos no subir y hasta rebajar los salarios de los trabajadores. En relación a este atentado para la supervivencia de la mayoría de la humanidad, las propias teorías ecológico-deterministas o naturalistas en Antropología señalan: "algunos aspectos de lo que llamamos progreso o avance evolutivo son, de hecho, patológicos o desadaptativos". Pueden llegar a buscar "la preservación de instituciones particulares políticas, sociales o económicas, tal vez a expensas de los sistemas vivientes" (Rappaport 1993: 288).

La recurrente y corrupta connivencia actual entre lo productivo-comercial y la política, puede ser acertadamente descrita con las palabras Tomás Moro:
"...un conglomerado de gentes ricas que a la sombra y en nombre de la República, sólo se ocupan de su propio bienestar, discurriendo toda clase de procedimientos y argucias, tanto para seguir, sin temor a perderlo, en posesión de lo que adquirieron por malas artes, como para beneficiarse, al menor costo posible, del trabajo y esfuerzo de los pobres y abusar de ellos. Y así que consiguen que sus maquinaciones se manden observar en nombre de todos y, por tanto, en el de los pobres también, ya las ven convertidas en leyes"


* Texto extraído de:

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