Ciencia y contexto, una pareja inseparable




Dejamos un texto de Thomas Halliday, paleobiólogo británico, en el cual se refiere a un asunto inexorable para cualquier ciencia: "vemos los acontecimientos con una actitud humana". En el caso occidental moderno, esa singular forma de concebir y describir el mundo no puede separarse de la cultura y época en la cual se la desarrolla en lo teórico y en la práctica. Como toda invención humana, no podría ser de otra manera.

Aunque el autor, como buen científico y a pesar de tener una visión amplia, por deformación académica termina hablando de una "terminología biológica neutra". Ese supuesto o deber de neutralidad es una idea que la cultura occidental moderna esbozó acerca de la ciencia que se desarrolló en su seno. O sea, una cuestión culturalmente particular por mucho que hoy esa ciencia particular haya sido universalizada.

Lo cual nos hace entrar de nuevo en el círculo eterno por el cual "vemos los acontecimientos con una actitud humana". Como toda invención humana, no podría ser de otra manera.

A veces uno se encuentra con científicos que se refieren a la ciencia como una idea-actividad tan singular que sería del todo indepediente de quienes la operacionalizan y del lugar donde ello ocurre. De ahí la manida afirmación de que lo bueno de la ciencia es que funciona, creas en ella o no. Sin embargo, tal como el árbol que cae en un bosque sin que nadie lo vea o escuche, la ciencia sin humanos y sin contexto se transforma en ese árbol: puede seguir existiendo como idea... pero da lo mismo que caiga hoy o en miles de años más, porque no hay humanos que la piensen o la practiquen para que funcione.


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Thomas Halliday


Los grandes ríos de África desembocan en el Atlántico y, en épocas de gran afluencia, los árboles ―poblados a menudo por criaturas: insectos, pájaros y mamíferos― y otras plantas son arrastrados desde sus orillas erosionadas. A veces, bancos enteros de vegetación son arrancados en su totalidad, o las plantas acuáticas de agregan de forma natural, manteniéndose juntas en una balsa que es arrastrada hacia el mar.

La distancia que en aquella época [Oligoceno: 32 millones de años atrás] había que salvar entre África y América del Sur era considerablemente menor que hoy, de unos dos tercios de la anchura del Atlántico moderno, pero sigue siendo enorme cuando se depende del agua potable suministrada por la lluvia o acumulada en las hojas.

Esta ruta es bastante común; varias especies muy extrañas con distribuciones en África y en América del Sur son demasiado jóvenes para haber estado simplemente presentes en ambos continentes cuando estos se separaron hace unos ciento cuarenta millones de años.

La dispersión a larga distancia puede ser rara, pero en el mundo se producen tantos intentos que solo hace falta que uno de ellos tenga éxito. Y es extraordinario que muchos de ellos parecen haberlo tenido.

Más tarde, las gramíneas saldrán de América del Sur y se establecerán en todo el mundo. Tienen unas características que las convierten en unas dispersoras excepcionales: sus semillas son pequeñas y se propagan fácilmente con el viento, o son transportadas dentro de los animales. Las gramíneas llegan pronto a la edad reproductiva, sus feculentas semillas contienen mucha energía para el embrión en desarrollo; además, son capaces de sobrevivir a la quema, la congelación y la presencia casi continua de los herbívoros. Se propagan con facilidad a grandes distancias, son difíciles eliminar una vez establecidas y pueden modificar el entorno en su beneficio, por lo que se cuentan entra las colonizadoras más eficaces y los grupos de especies con más éxito del planeta.

Cuando oímos historias de dispersión a muy largas distancias, enseguida vemos los acontecimientos con una actitud humana, por lo que merece la pena dedicar un momento a abordar esta cuestión. Existe la tentación de considerar a los roedores y a los monos antes mencionados como unos aventureros esperanzados y enmarcados en un relato de espíritu colonizador y supervivencia contra viento y marea en una tierra desconocida e inhóspita, una idea inapropiada que debe mucho a la era del colonialismo. Cuando un animal o una planta de una parte del mundo aparece en otra, algunos podrían describir esto con el lenguaje de la invasión, como un ecosistema autóctono arruinado y menguado por los recién llegados. A menudo se trata de una apelación a la nostalgia, al paisaje conocido durante la infancia, contrastado con el mundo actual, alterado y a veces mermado. Pero lleva implícita la idea de que lo anterior era bueno y lo nuevo malo.

Lo importante para mantener un ecosistema es conservar las funciones, las conexiones entre los organismos que forman un todo completo e interactivo. En realidad, los seres vivos se desplazan, y la noción de especie “autóctona” es inevitablemente arbitraria, a menudo ligada a la identidad nacional. En Gran Bretaña, las plantas y los animales autóctonos se clasifican como aquellos que han habitado el país desde la última edad de hielo. Pero en Estados Unidos, en cambio, son los que han existido allí desde antes de que Colón desembarcara en el Caribe. Estas plantas y animales gozan de una protección legal superior a la que tienen los “exóticos”, pero no es fácil distinguir entre unas especies autóctonas y exóticas, y las plantas foráneas no son necesariamente perjudiciales para la diversidad del lugar. Las ortigas menores, por ejemplo, no se consideran una planta británica nativa, pero su presencia es casi universal, y se han registrado en Gran Bretaña bastante antes del Pleistoceno. La lechuga eunuco, Lactuca serriola, que crece salvaje en toda Eurasia y el norte de África, es el ancestro de la lechuga cultivada hoy y se considera una planta nativa en Alemania, pero en Polonia y la República Checa se la tiene por una “introducción antigua”, y se la ha considerado “invasora” en los Países Bajos.

Así, incluso la terminología biológica neutra, la de la dispersión y la migración, acarrea un incómodo lastre del lenguaje político. Una mirada a tiempos pretéritos deja en evidencia la insensatez de los que quieren conservar un ecosistema cuando comparten metáforas con quienes están en contra de la migración de individuos humanos. No existe un ideal fijo para un entorno, ni una roca en la que poder anclar la nostalgia. La imposición humana de fronteras en el mundo cambia inevitablemente nuestra percepción de lo que “pertenece” a un lugar, pero mirar en el tiempo profundo es no ver más que una lista siempre cambiante de habitantes de un ecosistema u otro. Esto no quiere decir que no existan especies autóctonas, sino que el concepto de “autóctono” que tan fácilmente vinculamos con un lugar también es aplicable al tiempo.

Esto no ha impedido que algunas entidades geográficas actuales extiendan su identidad al pasado, con lo cual la interacción entre la política nacional y la paleontología tiene efectos muy visibles. Los paleontólogos argentinos de principios del siglo XX se opusieron al consenso científico de su época al sugerir, incorrectamente, que los humanos tuvieron su origen en Sudamérica. Esto podía considerarse erróneo, pero formaba parte del intento de rechazar la creencia, centrada en el norte (también errónea), entre paleontólogos de Europa y Norteamérica, de que los continentes del sur eran lugares donde el progreso evolutivo se quedó atrás. Y aún hoy nuestra concepción de la evolución está imbuida de la historia del norte global, donde un estudio más continuado y una mayor concentración de instituciones con más recursos han arrojado un cuadro mucho más completo del registro fósil.

Los fósiles de homínidos, en particular, se han utilizado para influir en las identidades nacionales, incluso en el siglo XXI, como los de los antiguos humanos encontrados en la sierra de Atapuerca [Burgos, España]. En Estados Unidos, la mayoría de los estados tienen, aún hoy un fósil oficial, desde el Tullimonstrum de Illinois, del que hablaremos más adelante, hasta el mamut lanudo de Alaska. Virginia Occidental ha elegido al perezoso terrestre de Jefferson, Megalonyx jeffersonii, que, como tal, forma parte de un orden autóctono de América del Sur, no de América del Norte. Pero su condición de ícono fósil norteamericano se debe a que se ha utilizado como contraejemplo de una idea extendida de una época aún más antigua y deliberadamente impregnada de racismo: que los animales de América en su conjunto, no solo los de América del Sur, habían sufrido cierta degeneración con respecto a los de Europa. Lo que es autóctono de una zona y lo que no lo es depende de la escala que se elija considerar, y vincular especies extinguidas desde hace mucho tiempo, o conceptos ecológicos, con artificios actuales (como las fronteras y las banderas) es un juego en el que hay que ir con cuidado.

Esto es así sobre todo en el caso de las dispersiones transatlánticas del Oligoceno, porque incluyen a nuestros parientes primates más cercanos. Es demasiado fácil interpretar como humanos, aunque sea inconscientemente, los acontecimientos del pasado, y debemos evitar dar nuestro propio giro ahistórico a lo que fue: un viaje, aunque sin duda peligroso e improbable, guiado del todo por el azar.



* Selección del capítulo 4, "Tierra natal", del libro Otros mundos. Viaje por los ecosistemas extintos de la Tierra. Editorial Debate, 2022, Santiago de Chile.

El ilegal ataque de Israel contra Irán... respaldado por Estados Unidos




El ataque contra Irán es solo el último crimen en la trayectoria de destrucción del régimen israelí por todo Oriente Medio. Su impunidad, respaldada por Occidente, se ha convertido en una amenaza global.


Craig Mokhiber


El régimen israelí, ebrio de impunidad respaldada por Occidente, repleto de armas suministradas por Occidente e impulsado por una ideología racista violenta nacida en Occidente, está arrasando Medio Oriente, dejando un rastro de sangre y destrucción a su paso.

El flagrante acto de agresión del régimen israelí contra Irán es sólo el último crimen perpetrado por el régimen en su actual orgía de violencia que dura ya veinte meses en la región.

Pero Israel no es un bandido solitario. Y no podría librarse de sus crímenes sin un poderoso apoyo. Estados Unidos dio luz verde al régimen israelí para su ataque sorpresa, la distracción de conversaciones diplomáticas (quizás engañosas) para facilitar el ataque, dinero de los contribuyentes estadounidenses para financiar la operación, la inteligencia para determinar los objetivos, las armas y municiones para matar, la cobertura diplomática para protegerlo de la acción del Consejo de Seguridad, fuerzas estadounidenses para interceptar la respuesta defensiva de Irán, la promesa de apoyo militar directo de Estados Unidos si Israel lo requiere, y la cobertura propagandística de los medios de comunicación estadounidenses cómplices. Ahora, Estados Unidos parece estar listo para entrar directamente en el asalto militar.

Una vez más, Estados Unidos es coautor de los crímenes de Israel.

La impunidad israelí resultante, principal subproducto de la colaboración de Estados Unidos con el régimen israelí, no sólo amenaza la autodeterminación palestina y la soberanía de los países de toda la región, sino también la paz y la seguridad mundiales.


La amenaza global de la impunidad israelí

En los últimos meses, el régimen israelí ha perpetrado genocidio y apartheid en Palestina, un ataque terrorista transnacional con buscapersonas con trampas explosivas en el Líbano, miles de ataques armados en el Líbano, Siria, Yemen e Irán, la ocupación ilegal de territorio palestino, libanés y sirio, varias ejecuciones extrajudiciales en territorio extranjero, el asalto y apoderamiento del barco de la flotilla humanitaria Madleen, innumerables ataques contra el personal y las instalaciones de las Naciones Unidas y el uso de sus representantes en países occidentales para acosar a los defensores de los derechos humanos y corromper a los gobiernos.

Israel posee arsenales de armas convencionales, de alta tecnología, nucleares, químicas y biológicas, no permite inspecciones internacionales de las mismas y se niega a ratificar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Además, está gobernado por un régimen de extrema derecha, profundamente racista y fundamentalmente violento, ajeno a cualquier norma de derecho internacional, diplomacia internacional o moralidad común.

Si a esto le sumamos la impunidad, tenemos la fórmula para el desastre global. La impunidad, garantizada por Occidente, de la que ha disfrutado el régimen israelí es lo que ha generado su criminalidad en serie. Y esa criminalidad amenaza a toda la región y, potencialmente, al mundo.

Peor aún, para aislar aún más al régimen israelí, Estados Unidos y sus aliados han corrompido, capturado o aplastado sistemáticamente a prácticamente todos los gobiernos de la región, y han azotado con dureza las zonas del Líbano (Hezbolá) y del Yemen (Ansar Allah) que aún desafían al régimen y su violento proyecto hegemónico. Solo Irán queda en pie. Por ello, representa un elemento intolerable para el régimen israelí y su patrocinador estadounidense: la disuasión.
Una guerra por la hegemonía regional entre Estados Unidos e Israel

De este modo, Irán está en la mira porque es el último Estado independiente que sigue en pie en la región, tras la corrupción y la captura de la mayoría de los gobiernos árabes por parte de Estados Unidos, y la destrucción sistemática de aquellos que se negaron a someterse (por ejemplo Irak, Libia y Siria).

La esencia de este plan fue revelada hace más de dos décadas por el general estadounidense y excomandante de la OTAN Wesley Clarke, cuando describió los planes de Estados Unidos de «atacar siete países musulmanes en cinco años». En la lista estaban Irak, Libia, Siria, Líbano, Somalia, Sudán y, por supuesto, Irán.

Incluso tras décadas de sanciones, sabotaje, agresión, intentos de desestabilización e intromisión de las agencias de inteligencia occidentales, Irán se ha negado rotundamente a someterse a Estados Unidos. A pesar de la presión constante, se ha negado a abandonar al pueblo palestino, a normalizar el colonialismo israelí y el apartheid, ni a ignorar el genocidio perpetrado por Israel.

Es importante destacar que también se ha negado a ceder el control de sus recursos naturales (incluidas importantes reservas de petróleo y gas) al imperio estadounidense. Y, como es bien sabido, se niega a renunciar a su derecho, como estado soberano, a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos en beneficio de su economía en desarrollo.

Debido a que décadas de esfuerzos del eje Estados Unidos-Israel para estrangular y desestabilizar al país (al tiempo que causaban un gran sufrimiento civil en el país) no han logrado obligar a Irán a someterse, Estados Unidos e Israel ahora han recurrido a la agresión militar en gran escala, desempolvando las viejas y fabricadas justificaciones de las “armas de destrucción masiva” que tan bien les sirvieron para justificar su agresión en el vecino Irak hace más de veinte años.

Pero, en este caso, han llevado el argumento a niveles absurdos, basando su justificación de la guerra no en la afirmación de que Irán posee armas de destrucción masiva, sino en que algún día podría adquirirlas. Una acusación aún más ridícula por el hecho de que los propios atacantes —tanto Estados Unidos como Israel— poseen dichas armas, y que ambos son culpables de agresiones en serie, mientras que Irán no lo es.


Jus ad bellum: el crimen de agresión

El ataque no provocado del régimen israelí, respaldado por Estados Unidos, contra Irán constituyó un delito de derecho internacional. De hecho, fue un ataque traicionero, lanzado en medio de las negociaciones en curso con Estados Unidos, e incluso dirigido contra el funcionario iraní encargado de las negociaciones. (Y, por cierto, justo después de que Israel cortara el internet en Gaza, desplegando un velo digital sobre su acelerado genocidio en dicho territorio).

El Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas reconoce el derecho a la legítima defensa únicamente en respuesta a un «ataque armado» o cuando lo autorice específicamente el Consejo de Seguridad. Cualquier otro ataque armado constituye un crimen de agresión en el derecho internacional.

Esto significa que el régimen israelí está empleando la fuerza contra Irán ilegalmente, en violación del Artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza, y, por lo tanto, está cometiendo el crimen de agresión. En este caso, legalmente, el derecho a la legítima defensa corresponde a Irán, y decididamente no a Israel (ni a Estados Unidos).

Además, contrariamente a lo que afirman los representantes del régimen israelí en Occidente, el derecho internacional no permite la llamada “autodefensa anticipada” o los llamados “ataques preventivos”.

Algunos, como la administración Bush en el período previo a la agresión iraquí, han intentado argumentar que la legítima defensa anticipada es permisible. Sin embargo, este argumento fue ampliamente rechazado, ya que la intención de la Carta era prohibir las alegaciones de legítima defensa a menos que se produjera un ataque armado o el Consejo de Seguridad autorizara el uso de la fuerza militar.

Incluso la idea de la legítima defensa anticipada, propia del derecho internacional consuetudinario del siglo XIX, defendida por algunos antes de la adopción de la Carta de las Naciones Unidas, no llegó tan lejos como la distorsión de Bush. Antes de la adopción de la Carta, la Prueba Carolina permitía una especie de legítima defensa anticipada, pero solo si la amenaza era «instantánea, abrumadora, y no dejaba opción de medios ni tiempo para la deliberación», lo que claramente no fue el caso del ataque de Israel a Irán.

Otros han intentado forjar un punto medio, argumentando que la acción anticipada podría ser permisible siempre que un ataque se considere "inminente". Este también es un argumento cuestionable, ya que no existe ni un atisbo de tal excepción en el derecho internacional. En cualquier caso, en el caso de Irán, ningún ataque de ese tipo era inminente, y el régimen israelí ni siquiera afirmó que lo fuera.

Por supuesto, a Israel, el régimen delincuente por excelencia, arropado por la impunidad garantizada por Estados Unidos, le importa poco la legalidad. Pero sus representantes y apoderados a menudo intentan adoptar una apariencia de legalidad como parte de sus esfuerzos de propaganda en los medios occidentales.

Por ello, los aliados de Israel han intentado distorsionar aún más la idea de la legítima defensa anticipada, atribuyéndose el derecho a atacar a cualquiera que, en el futuro, decida atacar a Israel. Pretenden afirmar que Irán podría algún día desarrollar armas nucleares, que podría usarlas contra Israel si las desarrolla y que, por lo tanto, Israel no tiene otra opción que atacar a Irán ahora.

Claramente, como cuestión de derecho internacional, esto es totalmente inadmisible. Si esa fuera la regla, cualquier Estado podría atacar legalmente a cualquier otro Estado en cualquier momento, simplemente alegando una posible amenaza futura. Y eso anularía efectivamente la Carta de las Naciones Unidas.

Pero, para Israel, esto tiene todo el sentido. Israel es, en esencia, un Estado aniquilador. Se creó mediante la violencia, se ha expandido mediante la violencia y se sostiene mediante la violencia constante. Su ideología oficial se basa en una concepción militarizada de la seguridad que, en esencia, dice que cualquiera que no se someta a nosotros debe ser destruido, para que algún día no intente contraatacar.

Así pues, toda la historia del régimen israelí se ha caracterizado por la militarización, la conquista, la colonización, la expansión y la agresión. En la práctica, esto ha significado genocidio contra el pueblo indígena de Palestina y constantes ataques contra sus vecinos.

Pero incluso bajo los argumentos más amplios posibles de legítima defensa anticipada (que, nuevamente, es rechazada por casi toda la disciplina del derecho internacional), el uso de la fuerza por parte de Israel contra Irán todavía sería ilegal.

Este no es un caso difícil. (1) Irán no tiene armas nucleares, (2) no hay evidencia de que esté desarrollando armas nucleares, (3) no hay evidencia de que usaría esas armas contra el régimen israelí incluso si las obtuviera, (4) no había una amenaza inminente, y (5) el régimen israelí no ha agotado los medios pacíficos, como lo exige el derecho internacional.

En resumen, se trata de una agresión por excelencia, considerada el crimen supremo del derecho internacional, perpetrada por el mismo régimen que actualmente perpetra el otro gran crimen: el genocidio. En este contexto, cualquier complicidad estadounidense en estos crímenes israelíes lo convierte en igualmente criminal.


Jus in Bello: ataques a civiles e infraestructuras civiles

Más allá del crimen de agresión, los ataques del régimen israelí contra Irán han incluido otras graves violaciones del derecho internacional humanitario. Al momento de redactar este artículo, el régimen israelí ya ha asesinado a cientos de iraníes, en su gran mayoría civiles. Ha atacado edificios de apartamentos, edificios de medios de comunicación y al menos un hospital. Además, ha asesinado a varios científicos iraníes. Huelga decir que estos actos violan el principio de distinción y la prohibición de atacar a personas e infraestructuras civiles protegidas.

El asesinato de científicos es un buen ejemplo. Solo si un científico es miembro del ejército (es decir, no un civil que trabaja para él), en ciertas circunstancias, puede ser un objetivo legítimo. Pero la mayoría de los científicos, incluidos los iraníes, son civiles, incluso si trabajaban en armas. (Y los científicos iraníes ni siquiera trabajan en armas, solo en energía nuclear). Por lo tanto, atacarlos es totalmente ilegal. Y, huelga decirlo, es inadmisible, legalmente, atacar a personas en sus hogares solo porque son científicos que algún día podrían trabajar en armas. Esto, en pocas palabras, es el delito de asesinato.

De igual manera, el ataque israelí a infraestructuras civiles (por ejemplo, edificios de apartamentos) para asesinar a un científico (ya sea civil o militar) no cumple con los criterios de precaución, distinción o proporcionalidad del derecho internacional humanitario y, por lo tanto, es ilegal. Además, atacar a científicos por la posibilidad de que algún día construyan una bomba sería ilegal en sí mismo. En el conflicto actual, estos científicos no pueden considerarse una amenaza para las fuerzas israelíes de ninguna manera y no constituyen objetivos militares legítimos.

Aceptar los escandalosos argumentos del régimen israelí equivaldría a adoptar una norma que permitiera disparar a todos los hombres al ser vistos, simplemente porque algún día podrían convertirse en soldados. Huelga decir que esto no está permitido.

Los ataques de Israel contra la infraestructura energética de Irán también son ilegales. Dichas instalaciones generalmente están protegidas por el derecho internacional humanitario, ya que son esenciales para la supervivencia de la población civil. Solo en circunstancias muy limitadas pueden convertirse en objetivos militares (por ejemplo, cuando los soldados disparan desde ellas y se respetan todos los principios del derecho humanitario). Estas condiciones claramente no se cumplen en este caso. En el conflicto actual, estas instalaciones no se han utilizado para amenazar de ninguna manera a las fuerzas israelíes. Atacarlas es inadmisible por ley.


Ataques a instalaciones nucleares

Particularmente atroces, tanto desde el punto de vista jurídico como humanitario, son los ataques del régimen israelí contra las instalaciones nucleares de Irán. En el derecho internacional humanitario, los ataques contra instalaciones peligrosas, como centrales nucleares y otras instalaciones que contienen lo que la ley denomina "fuerzas peligrosas", están generalmente prohibidos. De hecho, el Organismo Internacional de Energía Atómica ha afirmado que tales ataques están prohibidos por el derecho internacional y constituyen una violación de la Carta de las Naciones Unidas.

Estas instalaciones están protegidas por el derecho internacional debido al potencial de causar graves daños a la población civil en caso de ser atacadas. Si bien en teoría pueden existir circunstancias en las que tales ataques estén permitidos, en la práctica, sería casi imposible para una parte beligerante cumplir las condiciones necesarias para atacar legalmente dichas instalaciones.

Las únicas circunstancias en las que se puede permitir son cuando (1) estas instalaciones se utilizan directamente con fines militares (como el lanzamiento de ataques), (2) existe un objetivo militar legítimo, (3) el ataque es necesario para dicho objetivo, (4) se da una advertencia eficaz, y (5) la acción militar cumple los criterios legales de precaución, distinción y proporcionalidad. Este estándar es prácticamente imposible de cumplir en el caso de una instalación nuclear, debido al riesgo de fugas y diseminación de radiación y al potencial de causar daños civiles generalizados.

Además, el derecho internacional humanitario prohíbe cualquier medio de guerra que tenga por objeto, o que se prevea que cause, daños generalizados, duraderos y graves al medio ambiente natural. El derecho de la neutralidad exige que las partes en conflicto no causen daños transfronterizos a un Estado neutral debido al uso de un arma en un Estado beligerante, lo cual sería inevitable con la liberación de emisiones nucleares.

Por ello, los ataques del régimen israelí a las instalaciones nucleares de Irán son ilegales.


Controlar a los pícaros

La flagrante anarquía del régimen israelí y sus patrocinadores ha causado estragos tanto en los países y pueblos de Oriente Medio como en la legitimidad misma del derecho internacional. Denunciar los crímenes de estos Estados y exigirles responsabilidades es esencial para la causa de la justicia.

Mientras Occidente se obsesiona con los riesgos de los programas nucleares pacíficos, la verdadera amenaza a la seguridad global en este momento histórico no reside en los reactores y las centrifugadoras, sino en la agresión, el genocidio y la impunidad. Contener estas amenazas es un imperativo global.





* Publicado en Mondoweiss, 18.06.25.

“Pensamiento neoliberal disfrazado de neurociencia”




Una crítica puntual a Marian Rojas Estapé, psiquiatra y escritora de libros de autoayuda, y su discurso falaz de la química cerebral. Un caso más de timadores que venden humo individualista disfrazado de ciencia.


María Zuil


Hace unos días la psiquiatra Marian Rojas Estapé fue al programa de televisión El Hormiguero a hablar sobre salud mental. Sin embargo, sus expresiones como “intoxicarse de dopamina” o que “las dos únicas cosas que dan sentido a la vida son el amor y el trabajo” han traspasado el programa de Pablo Motos y han sido cuestionadas por otros profesionales del sector de la psicología y la neurociencia. Su reduccionismo biológico –centrado en la química hormonal– y su desconexión con la realidad social están más cerca, dicen, de la meritocracia que de la ciencia. Y aunque sus argumentos no son exclusivos, sí han sido detonantes para cuestionar un discurso común entre muchos coaches de la autoayuda.

“Es una divulgación que te pide que tú bailes, que te pide que tú cantes, mientras el mundo arde a tu alrededor”, comentaba el investigador en neuropsicología Nacho Roura, una de las primeras voces en revolverse contra los mantras de la divulgadora, en un vídeo que acumula decenas de miles de reacciones en su perfil de Instagram.

Uno de los argumentos de Rojas Estapé es que el estado anímico se explica básicamente por las fluctuaciones del cortisol –conocido como hormona del estrés– y de la dopamina y serotonina –de la felicidad–. Para Lydia Viñuela Viejo, psicóloga especializada en análisis de la conducta, concebir así la salud mental es “dejar todo de lado”. “El contexto sociocultural de la persona, el aprendizaje que ha tenido, su entorno... La biología es solo una variable, es como decir que un coche se mueve solo por la gasolina. El problema no es que veas la cuenta del banco y que te suba el cortisol –como dijo Rojas Estapé–, es que no tienes dinero por una situación de precariedad”, explica a este diario.

“Cuando hablamos de problemas psicológicos, muchas veces se intenta abordar desde esa parte médica, recetando antidepresivos, por ejemplo, cuando realmente el desequilibrio neuroquímico es consecuencia, no causa. Igual con ansiolíticos duermes por la noche, pero el problema va a seguir. Y es que, además, si fuera así, ¿para qué vamos a necesitar la terapia?”, añade Viñuela Viejo.

Para Claudia Pradas, psicóloga sanitaria y divulgadora, este abordaje de la salud mental se hereda del modelo biomédico imperante hasta la década de los 70, pero superado con estudios posteriores que ponen de relieve la importancia del contexto sociocultural, tal y como la propia Organización Mundial de la Salud ya reconoce.

Según explica Pradas, hay distintas maneras de ejercer la ciencia y la biomedicina: “Cuando se habla de dopamina, cortisol… se refiere a estudios que se realizan en laboratorio, que tienen validez pero poca fiabilidad: miden exactamente lo que tienen que medir, pero no se pueden aplicar fuera de laboratorio. Y luego hay otros con población, con más variables y más incontrolables, lo que les hace menos válidos pero más útiles, porque los podemos extrapolar a procesos terapéuticos”.

Esta perspectiva coloca a los médicos y psiquiatras en la cúspide de una jerarquía de poder que puede resultar limitante a la hora de ofrecer soluciones más integrales a los problemas psicológicos, tal y como ven a menudo en terapia. “Muchas veces nos toca desmitificar los traumas de la infancia, de la química del cerebro… porque vuelven al individuo pasivo. Eso pasa mucho en la psicosis y la bipolaridad: se les pone una etiqueta y ya no puedes hacer más porque creen que no tienen control sobre su situación, cuando no es así”, explica Viñuela.

Además, decir que un problema mental se debe a una desregulación química, es más fácil de entender que si abordamos todos los factores que influyen, según explican los psicólogos.


Meritocracia de la superación

Centrar los problemas mentales como una cuestión prácticamente hormonal supone además depositar todo el peso de la recuperación en la persona, algo que para Luis Miguel Real, psicólogo especializado en adicciones, es profundamente individualista y muy en sintonía con el sistema neoliberal. “Al final lo que se consigue con eso es culpabilizar solo al individuo de su situación: aprende a que no te suba el cortisol, sube tu dopamina, haz meditación… cuando no hay evidencia científica de que la conducta surja de ninguna interacción de ninguna hormona”, explica.

“Y hay gente que cree que eso les empodera, porque les dicen que no pueden cambiar su contexto, que se tienen que adaptar a él, pero eso no es cierto: puedes votar, manifestarte por la vivienda, llamar a la inspección de trabajo… Hay muchas cosas que se pueden hacer. Los psicólogos podemos solucionar algunas cosas, pero también los sindicatos, los abogados…”, añade Real.

De hecho, los tres expertos consultados no pueden dejar de ver cierto privilegio de clase en las recomendaciones de muchos coaches. “En el entorno de la autoayuda hay mucho de 'gente que se ha hecho a sí misma' y no: es que han venido de familias acomodadas. No parten de las mismas casillas de salida que el resto”, continúa Real, que también criticó y analizó las declaraciones de Marian Rojas en su cuenta de Instagram. “Se presenta como ciencia, pero en realidad es una versión edulcorada del pensamiento neoliberal disfrazada de neurociencia”.

En el caso de Rojas Estapé, es nieta e hija de psiquiatras. Su padre es el también escritor Enrique Rojas y su madre, notaria y profesora. Se ha formado en lugares como Camboya, Nueva York, Londres o México; y se la vincula al Opus Dei. Además se calcula que el patrimonio inmobiliario de su familia tiene un valor de 5,5 millones de euros.

“El problema que veo aquí es no divulgar tanto en lo que funciona, como en lo que me ha funcionado a mí. ¡Claro que si tu trabajo te gusta es la leche!, pero no es lo mismo si has accedido a tu trabajo desde una posición privilegiada y tus condiciones son buenas, que si estás en situación de precariedad o no puedes acceder al mercado laboral”, explica Viñuela, quien también critica que la solución que ofrece la psiquiatra sean actividades que implican tiempo o dinero, como hacer deporte o buscarse hobbies. “Tener reforzadores a lo largo del día nos va a repercutir en el ánimo, eso es cierto, pero de nuevo eso no soluciona el problema si no tienes dinero o tiempo para ello, son declaraciones muy generales que no sirven a todos y frustran. ¿Qué le digo yo a una autónoma que está de 9.00 a 9.00 trabajando, que medite y baile? Es falta de contacto con la realidad”.

Concebir los problemas de salud mental como un asunto meritocrático puede generar mucha frustración entre todos aquellos que no consiguen salir de la situación en la que se encuentran. “Por ejemplo, Rafael Santandreu [psicólogo con varios libros de autoayuda] dice que la depresión te la provocas tú solo y eso es muy peligroso porque culpabiliza a la persona de no salir de ahí”, considera Pradas.

“No creo que haya maldad en ese tipo de discursos, pero sí que su instinto de supervivencia no es el de otras personas. Igual no han tenido que sacarse las castañas del fuego y eso hay que tenerlo presente a la hora de divulgar”, añade Pradas. “Por eso sus discursos de autoayuda son que todo depende de tu voluntad”.


El gran negocio de la autoayuda

Según datos de la consultora GFK publicados por El Periódico de España, Rojas Estapé era en 2023 la primera autora de no ficción en volumen de ventas. Y también la segunda, ya que dos de sus libros –Cómo hacer que te pasen cosas buenas y Encuentra tu persona vitamina (Espasa)– se habían colado en el pódium de best sellers con más de medio millón de ejemplares vendidos en conjunto, algo “inaudito” en el sector.

Pero si la ciencia ya ha demostrado que solo la química no explica el ánimo, y centrar los problemas en el individuo puede llevar a la frustración y alejar la superación, ¿por qué entonces discursos como el de Rojas Estapé tienen tanto éxito? Una de las razones es la falacia de autoridad que provoca el uso de tecnicismos (como hablar de cortisol, dopamina, oxitocina…) y otro el simplificar la realidad con etiquetas como “personas vitamina”, “tóxicas” o “red flags”, muy extendidas también en la divulgación de redes, donde abundan publicaciones como 7 señales de que tienes TDHA o Cómo reconocer a una persona narcisista.

“La realidad no es tan sencilla como para poder polarizarla”, explica Viñuela. “Ahora resulta todos los ex son narcisistas… vemos red flags por todas partes y eso hace que nos relacionemos con más sesgos. Además, genera malestar porque todos queremos ser vitamina y nadie quiere ser tóxico, y parece que si verbalizas un día que estás mal o te sale una bordería, ya van a tacharte de tóxico. Eso nos hace ser muy vigilantes de nuestras conductas, porque no hay grises”.

Encasillar a las personas en función de una conducta aislada no solo es reduccionista sino injusto para las personas con las que nos relacionamos y los propios lazos que construimos. “Es empobrecer mucho las relaciones: nuestra pareja, por ejemplo, no va a hacer siempre lo que queramos, eso no es sano, sino que va a tener sus opiniones. Y eso seguramente la haga más valiosa en nuestra vida”, considera Real.

“Lo que pasa es que estas simplificaciones venden muy bien y la autoayuda tiene mucho marketing detrás. Además, cuando estamos mal somos mucho más vulnerables a este tipo de discursos: si alguien me dice que yo solo puedo con todo, mola muchísimo, y es menos frustrante y más simple que reconocer los problemas de tu contexto”, añade el psicólogo, para quien la falta de profesionales de salud mental en la sanidad pública también es clave en el auge de estos discursos. “A priori es más barato comprarte un libro, pero la realidad es que hay gente que se tira años en el torbellino de la autoayuda, de una pseudoterapia a otra, comprando libros, retiros… sin haber cambiado nada”.

Para Pradas, influye el individualismo imperante en la sociedad actual y la falta de redes de apoyo. “Es más fácil comprar un libro que te diga cómo hacer que te pasen cosas buenas que generar comunidad y poder popular. Además, ir a terapia es más largo y duro que leer un libro”, coincide Pradas. “Por eso siempre les digo a mis pacientes que en terapia lo van a pasar bien y lo van a pasar mal, porque no es una taza de Mr. Wonderful”.



* Publicado en El Diario, 20.02.25.

Israel usa sistemáticamente a palestinos como escudos humanos en Gaza


Dos palestinos secuestrados utilizados como escudos humanos dentro de una casa en la zona de la ciudad de Gaza en 2024 (Breaking the Silence vía AP).


Varios palestinos y soldados declararon que las tropas israelíes obligan sistemáticamente a los palestinos a actuar como escudos humanos en Gaza, enviándolos a edificios y túneles para verificar si hay explosivos o militantes de Hamás.


Sam Mednick y Samy Magdy


La única ocasión en que el hombre palestino no estuvo atado ni con los ojos vendados, dijo, fue cuando los soldados israelíes lo utilizaron como escudo humano.

Vestido con uniforme militar [israelí] y una cámara fija en la frente, Ayman Abu Hamadan fue obligado a entrar en casas de la Franja de Gaza para asegurarse de que no hubiera bombas ni hombres armados, según relató. Cuando una unidad lo liquidaba, lo pasaban a la siguiente.

“Me golpearon y me dijeron: ‘No tienes otra opción; haz esto o te mataremos’”, dijo el hombre de 36 años a The Associated Press, describiendo las dos semanas y media que estuvo retenido el verano pasado por el ejército israelí en el norte de Gaza.

Las órdenes a menudo venían desde arriba y a veces casi todos los pelotones utilizaban a un palestino para despejar posiciones, dijo un oficial israelí, hablando bajo condición de anonimato por temor a represalias.

Varios palestinos y soldados declararon a AP que las tropas israelíes obligan sistemáticamente a los palestinos a actuar como escudos humanos en Gaza, enviándolos a edificios y túneles para verificar si hay explosivos o militantes de Hamás. Esta peligrosa práctica se ha vuelto omnipresente durante los 19 meses de guerra, afirmaron [1].

En respuesta a estas acusaciones, el ejército israelí afirma que prohíbe estrictamente el uso de civiles como escudos, una práctica de las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] que Hamás lleva tiempo denunciando en Gaza. Las autoridades israelíes culpan a los militantes de Hamás de la cifra de muertes civiles en su ofensiva, que ha causado la muerte de decenas de miles de palestinos.

En una declaración a AP, el ejército israelí dijo que también prohíbe coaccionar de cualquier otra forma a los civiles para que participen en operaciones, y que “todas esas órdenes se enfatizan rutinariamente a las fuerzas”.

El ejército afirmó estar investigando varios casos que alegan la participación de palestinos en misiones, pero no proporcionó detalles. No respondió a preguntas sobre el alcance de la práctica ni de las órdenes de los comandantes.

AP habló con siete palestinos que describieron haber sido utilizados como escudos en Gaza y la Cisjordania ocupada, y con dos miembros del ejército israelí que afirmaron haber participado en esta práctica, prohibida por el derecho internacional. Organizaciones de derechos humanos están alertando, afirmando que se ha convertido en un procedimiento estándar cada vez más utilizado en la guerra.

“Estos no son relatos aislados; apuntan a un fallo sistémico y a un terrible colapso moral”, declaró Nadav Weiman, director ejecutivo de Breaking the Silence [Rompiendo el Silencio], un grupo de denuncia de exsoldados israelíes que ha recopilado testimonios sobre esta práctica dentro del ejército. “Israel condena con razón a Hamás por utilizar a civiles como escudos humanos, pero nuestros propios soldados describen haber hecho lo mismo”.

Abu Hamadan dijo que lo detuvieron en agosto tras ser separado de su familia, y que los soldados le dijeron que ayudaría en una "misión especial". Durante 17 días, lo obligaron a registrar casas e inspeccionar cada agujero en el suelo en busca de túneles, afirmó.

Los soldados iban detrás de él y, una vez que se aseguraban de que no había peligro, entraban en los edificios para dañarlos o destruirlos, dijo. Pasaba cada noche encerrado en una habitación oscura, solo para despertar y repetir la rutina.


El uso de escudos humanos se popularizó rápidamente

Grupos de derechos humanos afirman que Israel ha utilizado a los palestinos como escudos en Gaza y Cisjordania durante décadas. El Tribunal Supremo prohibió la práctica en 2005. Sin embargo, dichos grupos de derechos humanos continuaron documentando violaciones.

Aun así, los expertos dicen que esta guerra [sic] es la primera vez en décadas que la práctica (y el debate en torno a ella) ha sido tan generalizada.

Los dos soldados israelíes que hablaron con AP —y un tercero que prestó testimonio en Breaking the Silence— afirmaron que los comandantes conocían el uso de escudos humanos y lo toleraban, e incluso algunos daban órdenes de hacerlo. Algunos comentaron que se referían a ello como el "protocolo mosquito" y que a los palestinos también se les llamaba "avispas" y se les aplicaban otros términos deshumanizantes.

Los soldados, que dijeron que ya no sirven en Gaza, dijeron que la práctica aceleró las operaciones, ahorró municiones y evitó que los perros de combate resultaran heridos o murieran [2].

Los soldados dijeron que se percataron del uso de escudos humanos poco después de que estallara la guerra [sic] el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás atacó a Israel, y que este uso se generalizó a mediados de 2024. Las órdenes de "traer un mosquito" solían llegar por radio, dijeron, una palabra que todos entendían. Los soldados actuaban según las órdenes de sus comandantes, según el oficial que habló con AP.

Dijo que al final de sus nueve meses en Gaza, cada unidad de infantería utilizaba a un palestino para limpiar las casas antes de entrar.

“Una vez que surgió esta idea, se popularizó rápidamente”, dijo el joven de 26 años. “La gente vio lo eficaz y fácil que era”.

Describió una reunión de planificación de 2024 en la que un comandante de brigada le presentó al comandante de división una diapositiva que decía "atrapar un mosquito" y una sugerencia de que podrían "simplemente atrapar uno en la calle".

El oficial redactó dos informes de incidentes al comandante de brigada detallando el uso de escudos humanos. Estos informes habrían sido escalados al jefe de división, según afirmó. El ejército respondió que no tenía comentarios al ser preguntado si los había recibido.

Un informe documentó la muerte accidental de un palestino, dijo. Las tropas no se dieron cuenta de que otra unidad lo estaba usando como escudo y le dispararon cuando corría hacia una casa. El oficial recomendó que los palestinos se vistieran con uniforme militar [israelí] para evitar ser identificados erróneamente.

Dijo que sabía de al menos otro palestino que murió mientras era utilizado como escudo: se desmayó en un túnel.


Las tropas fueron repelidas sin éxito, dice un sargento

Convencer a los soldados de actuar legalmente cuando ven que su enemigo emplea prácticas cuestionables es difícil, afirmó Michael Schmitt, distinguido profesor de derecho internacional en la Academia Militar de Estados Unidos en West Point. Funcionarios israelíes y otros observadores afirman que Hamás utiliza a los civiles como escudos mientras se incrusta en las comunidades, ocultando a combatientes en hospitales y escuelas [3].

“Es realmente un gran desafío mirar a tus propios soldados y decirles que tienen que cumplir”, dijo Schmitt.

Un soldado dijo a la AP que su unidad intentó negarse a utilizar escudos humanos a mediados de 2024, pero les dijeron que no tenían otra opción y un oficial de alto rango dijo que no deberían preocuparse por el derecho internacional humanitario.

El sargento, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias, dijo que las tropas utilizaron a un joven de 16 años y a otro de 30 durante unos días.

El niño temblaba constantemente, dijo, y ambos repetían “Rafah, Rafah”, la ciudad más al sur de Gaza, a donde más de un millón de palestinos habían huido de los combates en otras partes en ese momento de la guerra [sic].

Parecían estar pidiendo que los liberaran, dijo el sargento.


"Tengo hijos", dice un hombre que suplicó

Masoud Abu Saeed dijo que lo utilizaron como escudo durante dos semanas en marzo de 2024 en la ciudad sureña de Khan Younis.

"Esto es extremadamente peligroso", relató haberle dicho a un soldado. "Tengo hijos y quiero reunirme con ellos".

El hombre de 36 años dijo que lo obligaron a entrar en casas, edificios y un hospital para excavar presuntos túneles y despejar zonas. Dijo que llevaba un chaleco de primera respuesta para facilitar su identificación, además de un teléfono, un martillo y unas tenazas.

Durante una operación, se topó con su hermano, que estaba siendo utilizado como escudo por otra unidad, dijo. Se abrazaron. "Pensé que el ejército israelí lo había ejecutado", dijo.

Los palestinos también denuncian haber sido utilizados como escudos en Cisjordania.

Hazar Estity dijo que los soldados lo sacaron de su hogar en el campo de refugiados de Jenin en noviembre, obligándolo a filmar dentro de varios apartamentos y despejarlos antes de que entraran las tropas. Él dijo que pidió poder regresar con su hijo de 21 meses, pero los soldados no lo escucharon.

“Tenía mucho miedo de que me mataran”, dijo. “Y de no volver a ver a mi hijo”.


NOTAS DEL BLOG:

[1] Aquí estamos en total desacuerdo con usar el término "guerra" para referirse a la agresión israelí contra Gaza en concordancia con Omer Bartov, historiador israelí experto en el Holocausto, quien señaló a la BBC: "Un aspecto interesante es que todos usamos el término 'guerra' porque no sabemos cómo llamar a lo que ocurre en Gaza de otra manera, pero en realidad no hay guerra. La guerra terminó, a más tardar, alrededor de junio de 2024. Desde entonces Hamás no ha librado nada parecido a una guerra contra las Fuerzas de Defensa de Israel. (...) Pero las FDI están usando tanques, artillería, aviones y barcos modernos para atacar Gaza. No están librando una guerra, sino una campaña de destrucción. Así que incluso llamarla guerra es totalmente inapropiado".

[2] Como se puede ver para las FDI sus perros son más valiosos que los palestinos.

[3] A estas alturas Israel nunca ha entregado pruebas serias de tales afirmaciones, fuera de algunos burdos montajes, mientras sigue atacando y destruyendo hospitales y escuelas en Gaza.



* Publicado en AP News, 24.05.25.

Socioeconomía: razón, cultura y subsistencia




“...el hombre es por naturaleza un animal político”
Aristóteles, Política


En Occidente, diversos pensadores han elaborado a través del tiempo múltiples teorías acerca de la humanidad y lo han hecho fundamentándose en lo que para ellos sería la particular “naturaleza” de la especie. Esta les parecía obvia, única e imperecedera o, sencillamente, deseaban fuera real al estimarla positiva por algún motivo. Sin embargo, al tenor de los hechos, aquí se sostiene que la única naturaleza humana es la gregaria. Ella es la simple —o la muy compleja— consecuencia de ser mamíferos. Ahora bien, el rasgo distintivo de ese particular tipo de mamífero que es el homo sapiens yace en su racionalidad. A pesar de poder encontrarse ejemplos o rudimentos de tal facultad en otros animales, los humanos los superan ampliamente en cuanto a pensamiento lógico, aprendizaje y desarrollo del lenguaje simbólico.

Por la capacidad racional, se explica la habilidad de las personas para elegir materializar, de diversas maneras, el impulso a establecerse en comunidades. En otras palabras, a través de la historia, han inventado variadas formas de organizarse para vivir colectivamente. Dadas sus adelantadas facultades racionales, esa vida en común deja de ser una mera tendencia natural y pasa a ser una construcción consciente de un contexto sociocultural para procurarse subsistencia, afecto, protección, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad (Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn, 1986). Se podría decir que los primeros homo sapiens convirtieron la sabana africana en su hogar y, así, dejó de ser el espacio donde corrían el riesgo de ser simples presas.

Esa construcción consciente de un contexto sociocultural comprende, obvia y primariamente, la subsistencia; un ser vivo requiere sostenerse y un grupo multiplicarse. Mas, incluye el resto de necesidades antes nombradas y, asimismo, sus diversos satisfactores; ambos comprendidos y desarrollados según las específicas condiciones histórico-culturales de cada comunidad. La construcción consciente de un contexto sociocultural, que es el sello de la condición humana, no se acaba en la simple supervivencia. Los actos que la procuran, como la caza-recolección por ejemplo, han estado culturizados en todas las sociedades. La especie no sacia su hambre primero y solo luego desarrolla su humanidad. La urgencia por sobrevivir no implica aceptar que, como ingenuamente sostienen los neoliberales, la utilitaria sea la naturaleza del homo sapiens [1].

Procurarse el sustento a fin de evitar la muerte es, en el caso del género humano, una mera plataforma para el desenvolvimiento de múltiples capacidades personales, pero, por sobre todo, colectivas y de carácter sociocultural. La racionalidad es un comienzo y uno que, precisamente, permite desligarse de diversos determinismos. Es posible elegir alterar una forma de vida y guiar la existencia hacia los fines —y por los medios— estimados como convenientes. Al contrario de los otros animales determinados totalmente o en gran medida por su instinto, los humanos no tienen porqué limitarse por generaciones a ser simples espectadores de un orden natural sociopolítico o socioeconómico. Menos cuando se trata de un sistema injusto y opresivo. Ello, pues su especificidad como especie yace en su capacidad racional para crear formas de vida y hacerlas variar.

En un momento muy reciente de la historia, un modo particular de organizar las sociedades llegó a convertirse en dominante: la tradición conocida como Modernidad. El problema de esa civilización y del resto de las naciones modernizadas es que desarrollaron y adoptaron, respectivamente, un sistema socioeconómico depredador, excluyente y en el que los débiles quedan a merced de los más fuertes: el sistema de mercado autorregulado. La “ley de la selva” y la barbarie pueden parecer algo refinado cuando se describen y legitiman con argumentos académicos, técnicos, con matemáticas y gráficos. Ese ha sido el rol ideológico de la “ciencia económica”.

No obstante, al final dicha tradición anglosajona-reformada, en su radical versión neoclásica, es hoy un obstáculo para la vida de la inmensa mayoría de los habitantes de la Tierra. Es una traba para que puedan obtener no solo lo mínimo para permitirles sobrevivir, sino también para cubrir el resto de sus necesidades. Que no llamen a engaño las luces de unas pocas vitrinas o el dinamismo del sistema. Ambos son únicamente pueriles evidencias que los satisfechos utilizan para respaldar el supuesto “éxito” y “eficiencia” del capitalismo de mercado. En realidad, para la mayoría de la población del planeta, las luces son un espejismo y el dinamismo mera anarquía que los arrolla o los deja al lado del camino.

A ese escenario, se suma que el nivel de vida disfrutado por unos pocos privilegiados se sostiene sobre el nivel de vida y la dignidad de muchísimos otros. El sistema de mercado facilita a una ínfima minoría cubrir sus necesidades de forma tal que tendrían que vivir varias vidas para poder consumir totalmente los medios de satisfacción que se les ha permitido acumular. Unos pocos viven de modo impúdico a costa de millones. Mientras tanto, estos hombres, mujeres y niños deben ocupar gran parte de su tiempo en laborar —si es que tienen un trabajo remunerado— y hacerlo sin contar con la recompensa no solo debida, sino que ni siquiera con la mínimamente necesaria para sostenerse en buenas condiciones y con dignidad. Aunque sea una situación urgente, la imposibilidad de esas personas de cubrir sus necesidades no es un tema en realidad relevante para el sistema de mercado.

Una forma de evitar o sobrellevar un malestar o un dolor es adaptarse a ellos. En tal caso, por así decirlo, las personas asumen la dolencia para intentar continuar existiendo con una falsa normalidad. Aun así, el cuerpo sigue sufriendo, no cumpliendo sus funciones a cabalidad o correctamente. El dolor o el malestar no son en verdad curados y, al pasar a formar parte de la cotidianidad, terminan condicionando los actos. Se asume una situación anormal y solucionable como si fuera normal y sin solución. Justamente, esa compensación o adaptación funcional puede compararse al actual estoicismo ante el capitalismo de mercado autorregulado. A pesar de ser un hecho que la capacidad de adaptación es una cuestión básica para la satisfacción de las necesidades, no puede aplicarse como un absoluto en el caso de un sistema sociocultural. Los humanos deben tener claro que no están determinados a llevar su existencia como si la “sociedad de mercado” fuera una situación natural, imposible de cambiar e, incluso, correcta y beneficiosa. No pueden acostumbrarse a vivir acomodándose a un contexto que les infringe males o compensándolo con satisfactores que son placebos o los alienan. Esa adaptación, al final, es profundamente desadaptativa.

Esa situación es inconveniente e inaceptable. No se puede mantener a una mayoría en una condición que la propia minoría privilegiada no querría padecer. Condiciones que, en realidad, nadie desearía para sí. Esas graves circunstancias no responden a un inexorable orden natural. Tampoco es un orden humano de un carácter tal que sea imposible de alterar, pues no ha existido ni existe un tipo de sociedad inamovible. Es más, se puede tener la seguridad de que no existirá nunca. Lo único seguro es que el devenir de los pueblos se detendrá solo con la extinción de la especie.

La economía neoliberal y la “sociedad de mercado”, construida en función de ella, deben ser revisadas y transformadas o reemplazadas. Es del todo posible llevarlo a cabo. La historia muestra numerosas formas de organización que, de hecho, se han podido trasformar. Se debe tener conciencia de cómo es la “sociedad de mercado” actual y tomar las medidas racionales (en sentido greco-medieval) para curarla del mal que la aqueja. El que, en realidad, aqueja a todos sus miembros [2]. Si los sistemas socioculturales llegan a convertirse en desadaptativos y no cumplen con procurar el buen vivir colectivo, es obvio que se requiere cambiarlos. La propia condición humana racional, la cual libera de un determinismo instintivo absoluto, debe empujar a remediar la situación.

No tiene sentido vivir colectivamente si no se satisfacen las necesidades. No tiene sentido un tipo de organización productivo-comercial que ni siquiera otorga lo necesario para vivir. ¿Qué lógica tiene constituirse en comunidad para sufrir o hacer sufrir a otros? El objetivo común debe ser ocuparse activamente para eliminar el sufrimiento innecesario. Y, a la fecha, procurar resguardar la naturaleza para mantener la vida en la Tierra... ¡A ese extremo se ha llegado!

Avanzar hacia un nuevo tipo de comunidad igualitaria-participativa que deje atrás el fallido modelo democrático liberal-burgués occidental moderno, no es una mera opción ideológica. Hoy es una necesidad. Las formas de convivir deben ser fruto del consenso y esfuerzo colectivo y no el resultado de la arbitraria voluntad de una élite iluminada —política, intelectual, burocrática o empresarial—, la cual termina decidiendo por el resto… ¡y, además, en beneficio propio! Una comunidad en la que la desigualdad de oportunidades y de riqueza/propiedad sea reemplazada por la coexistencia de diferentes funciones sociales recompensadas o reconocidas según su real contribución al bienestar general. Una en la que, además, el individualismo y el egoísmo den paso a acciones individuales o colectivas, creativas, activas, dirigidas por la fraternidad y a fin de conseguir directamente —no por medio del falaz e indirecto “chorreo”— el bien común. Se requiere, asimismo, de una comunidad que sea el regazo en el cual cada miembro pueda satisfacer sus necesidades y no una traba al desarrollo personal, una estructura de coerción o el escondite perfecto para los mediocres.

En fin, es evidente lo imperioso de construir una nueva comunidad igualitaria-participativa donde la persona y la colectividad, la igualdad y la libertad puedan alcanzar una síntesis superior. Una comunidad, fruto de la persecución reflexiva y consciente de un sistema sociocultural que busque un progreso integral y general. Para ello, se debe partir de un cimiento evidente: el mejor de los mundos posibles es aquel por construir. Porque nada es tan perfecto para no poder serlo más. Porque si se pierde el sentido crítico y se cae en el conformismo, existe el peligro cierto de perder el camino hacia la felicidad y el bienestar mayoritario. Ese proyecto común, pero a la vez de cada cual (y viceversa), lo describe muy bien el escritor ruso Boris Pasternak (1967), por medio de El doctor Jivago:
Tengo para mí que el socialismo es un mar en el cual deben de confluir como ríos todas esas revoluciones individuales, el mar de la vida, digo, de esa vida que se puede ver en los cuadros, de la vida como la intuye un genio, creadoramente enriquecida (Pasternak, 1967: 174).
Los homo sapiens acumulan, a la fecha, a lo menos 200 mil años de historia, con innumerables errores y aciertos. Toda esa experiencia debe ser útil para evitar repetir lo negativo y profundizar lo fructífero. Por una parte, es necesario evitar caer en voluntarismos sin conexión con la realidad sociocultural y material. Por otra, la buena voluntad, la educación y la toma de conciencia, deben ser apoyadas con el desarrollo de un contexto de ideas y de una ética adecuadas para alcanzar y mantener la nueva situación (que se sabe también será temporal). La bondad, a pesar de ser bella y poderosa, no basta por sí sola sin instituciones socioculturales que le den sustento y la posibiliten en la realidad [3]. Y, por supuesto, son necesarias ciertas condiciones materiales. Hay que tener sensatez y asumir el contexto para emprender el infinito camino hacia el ideal. Sin embargo, esa consideración del contexto no puede significar quedar empantanados en el inmovilismo, pesimismo y mediocridad del pragmatismo tecnocrático neoliberal. Tal vez se pueda en vida llegar a ser testigos de un gran cambio. De la construcción de una nueva comunidad y, como escribió Pasternak, del hecho de que las personas hayan “decidido no experimentarla en los libros, sino en sí mismos; no en la abstracción, sino en la práctica”. En gran parte, eso depende de cada cual, de cómo decidan las personas vivir sus vidas. Pero, igualmente, depende de que se puedan aunar voluntades para hacer confluir esos ríos que son las “revoluciones individuales” en ese “mar de la vida” del cual nos habla el escritor ruso. Ello, al menos, por un período de tiempo, pues, como ya se dijo, la historia no terminará con alguna etapa histórico-cultural, sino con la extinción humana.


NOTAS:

[1] Tanto por la imposibilidad de ser testigos de ese momento original de la especie, como por la complejidad manifiesta de los fenómenos humanos, difícilmente se pueden asumir las hipótesis idealistas o materialistas occidentales modernas en cuanto a que alguna de ellas fue la original, esencial o es en sí la más relevante.

[2] Son obvias las grandes diferencias existentes, según el grupo socioeconómico de pertenencia. Pero, en el fondo, ni los súper ricos pueden seguir escapando por siempre de ciertas condiciones; por ejemplo, considérense los diversos tipos de violencia o el cambio climático global.

[3] Ese placebo sociopolítico que es el coaching, esa especie de espiritualidad neoliberal, asume en su individualismo la importancia del cambio interno, más allá de las condiciones externas o de la sociedad. Si bien nadie podría dudar de lo relevante que es el desarrollo personal, desde las disciplinas socioculturales, se sabe que es una ingenuidad cuando no un engaño predicar que todo está en ti, ignorando las condiciones o estructuras de las sociedades.



* Este texto corresponde al "Epílogo" del libro Oikonomía. Economía  Moderna. Economías, ONG Werquehue, Santiago, 2020.

El legado de Elon Musk es enfermedad, hambre y muerte




Si hubiera justicia en el mundo, Musk nunca podría reparar su reputación, al menos no sin dedicar la mayor parte de su fortuna a aliviar la miseria que ha engendrado. La estancia de Musk en el gobierno ha revelado graves defectos en su carácter: una crueldad despreocupada y deshumanizadora, y una apatía mortal. Esto debería moldear la imagen que se tenga de él durante el resto de su vida pública.


Michelle Goldberg


Hay una publicación de Elon Musk en X, su plataforma de medios sociales, que debería definir su legado. “Hemos pasado el fin de semana metiendo a USAID [Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional] en la trituradora de madera”, escribió el 3 de febrero. Podría haber “ido a unas fiestas estupendas. En vez de eso, hicimos esto”.

El absurdo plan de Musk para ahorrar al gobierno un billón de dólares reduciendo “el despilfarro, el fraude y el abuso” ha sido un fracaso. El Departamento de Eficiencia Gubernamental [DOGE, por su nombre en inglés] afirma que ha ahorrado 175.000 millones de dólares, pero los expertos creen que la cifra real es significativamente inferior. Mientras tanto, según la Asociación para el Servicio Público, que estudia la fuerza laboral federal, los ataques del DOGE al personal gubernamental —sus despidos, recontrataciones, uso de licencias administrativas retribuidas y toda la falta de productividad asociada— podrían costarle al gobierno más de 135.000 millones de dólares este año fiscal, incluso antes del precio de defender las acciones del DOGE en los tribunales. Es posible que el desenfreno de Musk contra la burocracia no haya generado ningún ahorro, y si lo hizo, fue insignificante.

Ahora, la aventura de Musk en Washington llega a su fin, luego de que el desilusionado multimillonario anunciara que abandona el gobierno. “Sin duda es una batalla cuesta arriba intentar mejorar las cosas en DC, por no decir otra cosa”, declaró a The Washington Post.

Sin embargo, hay un lugar en el que Musk, con la ayuda de sus secuaces, logró sus objetivos. Efectivamente, hizo pedazos a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés). Aunque ahora funciona una pequeña operación dentro del Departamento de Estado, el gobierno afirma que ha eliminado más del 80 por ciento de las subvenciones de la USAID. Brooke Nichols, profesora asociada de salud global en la Universidad de Boston, ha calculado que estos recortes ya han provocado unas 300.000 muertes, la mayoría de ellas de niños, y muy probablemente provocarán muchas más de aquí a fines de año. Esto es lo que ha logrado la incursión de Musk en la política.

Los funcionarios de la Casa Blanca niegan que su aniquilación de la USAID haya tenido consecuencias fatales. En una audiencia celebrada en la Cámara de Representantes la semana pasada, los demócratas confrontaron al secretario de Estado Marco Rubio con los informes de mi colega Nicholas Kristof desde África Oriental, que documentaban el sufrimiento y la muerte causados por la retirada de la ayuda. Rubio insistió en que no se han producido tales muertes, pero personas que han estado en el lugar afirman que Rubio miente o está mal informado.

Atul Gawande, administrador adjunto de salud global en USAID en el gobierno de Joe Biden, me dijo que durante un viaje a Kenia la semana pasada, visitó el hospital nacional de referencia. Se ha producido un gran aumento del número de pacientes con síntomas avanzados de VIH, como consecuencia de la pérdida de acceso a la medicación antirretrovírica. En los campos de refugiados de la frontera con Sudán del Sur, la ayuda alimentaria se ha recortado tanto que la gente recibe menos del 30 por ciento de las calorías que necesita. “No es suficiente para sobrevivir, lo que ha disparado los niveles de desnutrición grave y las muertes asociadas a ella”, dijo Gawande.

Al parecer, Musk no previó que para el hombre más rico del mundo sería una mala publicidad quitarle alimentos y medicinas a los niños más pobres del mundo. El Washington Post reportó que Musk no había previsto “la intensidad de la reacción negativa a su papel en la política durante el último año”. Ha estado haciendo una serie de entrevistas que Axios calificó de “gira de rehabilitación de imagen”.

Si hubiera justicia en el mundo, Musk nunca podría reparar su reputación, al menos no sin dedicar la mayor parte de su fortuna a aliviar la miseria que ha engendrado. La estancia de Musk en el gobierno ha revelado graves defectos en su carácter: una crueldad despreocupada y deshumanizadora, y una apatía mortal. Esto debería moldear la imagen que se tenga de él durante el resto de su vida pública.

A veces, Musk se refiere a las personas que desprecia como “PNJ”, un término de los videojuegos para referirse a los personajes que no son controlados por los jugadores y que, por lo tanto, no tienen poder de decisión. Más que un insulto, creo que el término revela algo sobre su visión del mundo. O bien no considera que la mayoría de las personas sean totalmente reales, o bien no ve el sentido de tratarlas como tales. Como le dijo Musk a Joe Rogan este año, “la debilidad fundamental de la civilización occidental es la empatía”, refiriéndose a esta emoción como un “error” de nuestro sistema.

Sin embargo, incluso cuando se enorgullece de su rigor desapasionado, Musk ha demostrado una notable falta de interés por averiguar cómo funciona realmente el gobierno que pretendía transformar. Samantha Power, directora de la USAID bajo el mandato de Biden, me dijo que había intentado hablar con miembros del nuevo gobierno, con la esperanza de convencerles de que había elementos del trabajo de la USAID que podían aprovechar para su propia agenda. Pero, aparte de una reunión con funcionarios de la transición, sus esfuerzos fueron ignorados.

En lugar de eso, Musk pareció derivar su visión de la agencia de los teóricos de la conspiración en X. Allí calificó a la USAID de “operación psicológica política de la izquierda radical” y amplificó una publicación del provocador de derecha Milo Yiannopoulos que la difamaba como “la organización terrorista global más gigantesca de la historia”.

Habría sido fácil para Musk tomar su avión privado a un país como Uganda para ver por sí mismo el trabajo que ha hecho la USAID proporcionando medicinas a personas con VIH o alimentando a los refugiados de Sudán del Sur. En lugar de eso, recurrió a los consejos de los troles de internet y dotó al DOGE de lacayos igualmente ignorantes. “Si escuchas las conversaciones que mantuvo el personal de la USAID con la gente de DOGE, no hay palabra en ningún idioma que refleje el nivel de ignorancia sobre lo que la USAID hizo en realidad”, dijo Power.

Este tipo de descuido intelectual debería hacer que la gente reevaluara su fe en la genialidad de Musk. “Ser presidente no cambia quién eres, sino que revela quién eres”, dijo Michelle Obama. Lo mismo puede decirse, al parecer, de ser el mejor amigo del presidente Trump, aunque sea fugazmente.



* Publicado en The New York Times, 31.05.25. Michelle Goldberg es columnista del NYT, autora y formó parte de un equipo que ganó un Premio Pulitzer al servicio público en 2018 por informar sobre el acoso sexual en el lugar de trabajo.

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