Israel y el genocidio guatemalteco




Gaza no es el único lugar en el que Israel ha patrocinado masacres. Durante los años 80, el gobierno israelí intervino en Guatemala, proporcionando armas y entrenamiento a los gobiernos militares que masacraron a miles de personas.


Mark Lewis Taylor


Fue en las calles de Ciudad de Guatemala en 1987 cuando empecé a darme cuenta de la asociación de Israel con Estados Unidos para facilitar el genocidio. Hoy vemos cómo una «condición genocida» acumulada durante décadas, como afirma la profesora israelí de cultura moderna y medios de comunicación Ariella Aisha Azoulay, se hace presente en la embestida israelí-estadounidense contra Gaza. Pero la memoria de mi propia experiencia me conduce inexorablemente a pensar en otros genocidios patrocinados por Israel, particularmente el sucedido en Guatemala.

En la Guatemala de la década de 1980, una contrainsurgencia de gobiernos militares respaldados por Estados Unidos masacró a indígenas mayas y a decenas de miles de otros disidentes y «sospechosos». En ese momento no había medios de comunicación social para cubrirlo. Buena parte del mundo ni siquiera se enteró. La matanza de este periodo en Guatemala ha sido reconocida como un «genocidio» por analistas oficiales y por un exhaustivo informe de investigación. Este último estudio dejó claro lo apropiado de la noción de «actos de genocidio» para nombrar los crímenes de los militares guatemaltecos contra los pueblos originarios, a pesar de la afirmación de los militares de que carecían de «intención» de cometer genocidio y que solo estaban motivados por preocupaciones económicas, políticas o militares.

Al igual que sucede con Israel en Gaza y Palestina, en el caso de las élites guatemaltecas es el registro histórico de décadas de asesinatos acumulativos, ocupación, traslado forzoso y deshumanización de los indígenas mayas lo que establece los actos y las condiciones como un genocidio. Pero, además, los estudios sobre el genocidio de Guatemala revelan también el papel especial que desempeñó Israel en esa matanza bajo la égida de los intereses imperiales de Estados Unidos.

Estuve por primera vez en Guatemala en 1987 para entrevistar a educadores y activistas para mi investigación sobre el papel de las creencias religiosas entre los pueblos indígenas mayas mientras libraban la resistencia a la represión. 1987 fue el año en el que la última serie de gobiernos militares de Guatemala acababa de pasar el peor periodo de violencia masiva contra las comunidades mayas, el más importante de los cuales tuvo lugar entre 1981 y 1983. A este periodo se le suele llamar «holocausto silencioso», «holocausto de Guatemala» u «holocausto maya». Y este es solo un aspecto de la implicación de Israel con la violencia y el terrorismo de Estado masivos en toda América Latina.

Un día de 1987, mientras el polvo y el esmog de una calle de Ciudad de Guatemala se arremolinaban a mi alrededor, conversaba con un amigo activista y mentor. Nos vimos interrumpidos, sobresaltados por una orden en voz alta, emitida por un mando autoritario y proyectada por un altavoz que vibraba profundamente. Un sonido parecido al de Darth Vader, solo que más agudo, ligeramente más agudo y más amenazador. «¿Qué?» exclamé con sobresalto. «Ah, sí», aclaró mi colega, «ahora eres testigo de nuestros nuevos vehículos policiales, cortesía del Gobierno israelí».

«¿Israel en Guatemala?». Esto me perturbó e inició una línea de pensamiento que persistió en mis investigaciones y escritos durante décadas. La destrucción por parte del Estado israelí de más de 400-500 aldeas en Palestina en 1947-1948 quedaría vinculada en mi mente durante décadas posteriores con la destrucción de un número similar de aldeas en Guatemala a principios de la década de 1980. Mi reflexión sobre esta parte de la enmarañada red de resultados genocidas mundiales se convirtió en una preocupación permanente en mis investigaciones y publicaciones.

Conocía algo de la historia de guerra y represión de Israel en Palestina, pero no sabía entonces, en 1987, de sus conexiones con el suministro de equipamiento policial y militar, así como de asesores en tecnología y vigilancia en Guatemala. Las instituciones policiales del país estaban conectadas en red con agencias militares y de vigilancia. Estos agentes armados del Estado se convirtieron en temibles amenazas para sus ciudadanos y en actores brutales, especialmente después de que la CIA orquestara un golpe de Estado en 1954 contra el último gobierno democráticamente elegido de Guatemala.

Las peores masacres en las aldeas mayas formaron parte de grandes «barridos» militares por las tierras altas del norte y el oeste de Guatemala. El coronel estadounidense George Maynes declaró al periodista Allan Nairn que había trabajado con el general guatemalteco Benedicto Lucas García para desarrollar esta táctica de barrido. Durante la presidencia del general pentecostal Efraín Ríos Montt, esta táctica de barrido se convirtió en marzo de 1982 en una estrategia sistemática contra los mayas, considerados el principal «enemigo interno» del Estado guatemalteco.

Nairn también informa de que el capitán de los Boinas Verdes de EE.UU. Jesse García fue aún más específico sobre el modo en que «estaba entrenando a las tropas guatemaltecas en la técnica de cómo “destruir pueblos”». Los indígenas mayas sufrieron más de 625 masacres y también, según admite el propio gobierno, la destrucción casi total de más de 600 pueblos en las tierras altas rurales de Guatemala. Cien mil huyeron a México y más de un millón fueron desplazados dentro del país.

Pero no fueron solo los indígenas mayas quienes sufrieron estas atrocidades. Los disidentes o «sospechosos urbanos» no indígenas también fueron detenidos y a menudo interrogados, torturados o desaparecidos. Más de un millón de páginas de informes de los archivos de la policía guatemalteca —sí, más de un millón de páginas ahora recuperadas— lo confirman. En total, más de 200.000 personas murieron o desaparecieron en la guerra de Guatemala entre 1960 y 1996.

En una visita posterior con estudiantes de mi seminario de 1988, y acompañado por mi familia y mis dos hijos pequeños, visité la unidad forense del Grupo de Apoyo Mutuo en un pequeño edificio de Ciudad de Guatemala dirigido por las madres de los desaparecidos del país. A la mañana siguiente vimos en los periódicos que el edificio había sido bombardeado por las fuerzas policiales. Se trataba de familias que buscaban a sus seres queridos desaparecidos (y lo hacían con el apoyo de delegaciones internacionales de las que yo formaba parte), todos en busca de información forense que pudiera desenmascarar a los culpables de las desapariciones, lo cual era un delito en Guatemala en aquellos años. Este encuentro me marcó de forma dramática la omnipresencia de la violencia en Guatemala y el papel de Estados Unidos en su mantenimiento y reproducción.

La conexión de Israel con todo esto ha sido ampliamente investigada. Israel se involucró fuertemente con el gobierno militar de Guatemala, especialmente después de que el presidente estadounidense Jimmy Carter cortara la mayor parte de la ayuda militar estadounidense a Guatemala en 1977 debido a su notorio historial de abusos contra los derechos humanos. El periodista de investigación George Black, escribiendo para NACLA, informó que Israel sustituyó con entusiasmo a Estados Unidos, convirtiéndose en «el principal proveedor de Guatemala». En 1980, el Ejército fue completamente reequipado con fusiles Galil (de fabricación israelí) a un coste de 6 millones de dólares. En años posteriores, las élites militares guatemaltecas se enorgullecían de haber sofocado la insurgencia en gran medida sin ayuda estadounidense. Pero Israel había desempeñado un papel muy apreciado como representante de los proveedores militares estadounidenses.

En una infame masacre —una de tantas— la conexión israelí se hizo claramente presente. El 6 de diciembre de 1982, comandos entrenados por Israel calcinaron por completo la aldea de Dos Erres después de disparar, torturar y violar a más de doscientos aldeanos. Un equipo de investigación de las Naciones Unidas informó: «Todas las pruebas balísticas recuperadas correspondían a fragmentos de bala de armas de fuego y vainas de fusiles Galil fabricados en Israel». Y esto fue solo en la aldea de Dos Erres. La misma investigación informa de que esos fusiles de fabricación israelí se utilizaron en toda la sierra, mientras que helicópteros de fabricación estadounidense transportaban tropas para lo que el informe sostiene que fueron «actos de genocidio».

Desgraciadamente, tardé demasiado en enterarme de cuántas otras maneras había estado implicado Israel en la masiva violencia estatal de Guatemala. El politólogo Bishara Bahbah, formado en Harvard, en su libro Israel and Latin America: The Military Connection (1986) calificó la ayuda militar israelí a Guatemala de «caso especial» dentro de un conjunto más amplio de ventas de armamento de Israel a América Latina a lo largo de décadas. Otros trabajos señalan puntos similares, como el estudio de Milton Jamail y Margo Gutiérrez It’s No Secret: Israel’s Military Involvement in Central America.

Muchos académicos siguen estudiando la contribución militar de Israel a la militarización del orden mundial actual. Israel es experto en promocionarse como proveedor de tecnología para la «pacificación» de los focos de conflicto del orden mundial. El antropólogo israelí Jeff Halper lo documenta ampliamente en su libro War Against the People: Israel, The Palestinians, and Global Pacification (2015). Halper señala que en Guatemala la ayuda y el entrenamiento militar de Israel fueron fundamentales para establecer comunidades de «reajuste» de asentamientos forzosos o «aldeas modelo» diseñadas para supervisar a los supervivientes de las masacres. Los oficiales guatemaltecos incluso se refirieron a ello como una «palestinización» de las tierras mayas de Guatemala tras la masacre, donde las campañas de conmoción y pavor y de tierra quemada habían dejado un pueblo devastado. El periodista guatemalteco Víctor Perera describió el resultado como «una réplica distorsionada del Israel rural». Ian Almond, que relató la descripción de Perera, afirmó que el coronel guatemalteco Eduardo Wohlers, formado en Israel y encargado del Plan de Asistencia a Zonas de Conflicto, admitió que «el modelo del kibutz y el moshav está firmemente plantado en nuestras mentes».

He aquí algunas notas más sobre la conexión de Israel con Guatemala: ya en 1978, las discusiones conjuntas que tuvieron lugar en Israel entre los ministros de defensa israelí y guatemalteco se centraron en
«...el suministro de armas, municiones, equipos de comunicaciones militares (incluyendo un sistema informático, tanques y carros blindados, cocinas de campaña, otros artículos de seguridad e incluso el posible suministro del avión de combate avanzado, el Kfir. También hablaron de enviar personal israelí… para entrenar y asesorar al ejército guatemalteco y a la policía de seguridad interna (conocida como G-2) en tácticas de contrainsurgencia».
Cuando comenzaban las barridas guatemaltecas contra los mayas en noviembre de 1981, Estados Unidos e Israel firmaron el Memorando de Entendimiento sobre Cooperación Estratégica. Se centraba en sus esfuerzos conjuntos «fuera de la zona del Mediterráneo oriental». Israel comenzó a entregar sus aviones utilitarios Arava STOL en 1977, supuestamente solo para el transporte de suministros no militares, pero según anunciaban los israelíes, los aviones eran «rápidamente convertibles» para otros fines, incluso en «un sustituto del helicóptero». Se utilizaron para actividades de contrainsurgencia en las tierras altas de Guatemala.

El general Benedicto Lucas García, jefe del Estado Mayor del ejército guatemalteco que llevó a cabo las batidas genocidas, agradeció «el asesoramiento y la transferencia de tecnología electrónica» de Israel al hablar en una ceremonia especial de inauguración de la Escuela de Transmisiones y Electrónica del Ejército de Guatemala.

El periodista Gabriel Schivone ofreció un amplio resumen del papel de Israel en la guerra sucia de Guatemala en The Electronic Intifada, describiendo cómo Israel persiguió este papel de proxy para los Estados Unidos. Un ministro de economía israelí, Yaakov Meridor, declaró: «Diremos a los estadounidenses: No compitan con nosotros en Taiwán; no compitan con nosotros en Sudáfrica; no compitan con nosotros en el Caribe o en otros lugares donde no puedan vender armas directamente. Dejen que lo hagamos nosotros (…). Israel será su intermediario».

Consideremos al general israelí Mattityahu Peled, que fue un combatiente entrenado para Israel con la primera élite paramilitar sionista Haganá, administrador militar de la Gaza ocupada a finales de los años cincuenta y también general durante la guerra de 1967. Peled dio una honesta explicación del papel de Israel en el mercado mundial de armas:
Israel ha dado a sus soldados formación práctica en el arte de la opresión y en métodos de castigo colectivo. No es de extrañar, por tanto, que tras su salida del ejército, algunos de esos oficiales decidan poner sus conocimientos al servicio de dictadores y que estos se complazcan en acoger a los expertos israelíes.
El golpe del presidente Ríos Montt en 1982, como él mismo explicó a ABC News, triunfó porque «muchos de nuestros soldados fueron entrenados por los israelíes». Los instructores y asesores israelíes, tanto para acciones militares como policiales, eran entre 150 y 200, y algunos informes hablaban de 300. Cuando la matanza en el altiplano estaba en su punto álgido, el jefe del Estado Mayor de Ríos Montt, el general Héctor López Fuentes, admitió: «Israel es nuestro principal proveedor de armas y el amigo número uno de Guatemala en el mundo».

Un asesor israelí que realizó un extenso trabajo en Guatemala, el teniente coronel Amatzia Shuali, mencionó a un colega israelí: «No me importa lo que los gentiles hagan con las armas. Lo principal es que los judíos se beneficien». El entrevistador añadió: «Shuali fue demasiado educado para hacer semejante comentario a un no israelí». La actitud de Shuali era similar a la que salía de boca de un antiguo jefe del comité de relaciones exteriores de la Knesset. Sobre la relación de Israel con Guatemala, el miembro de la Knesset explicó:
«Israel es un Estado paria, no podemos permitirnos hacer preguntas sobre ideología. El único tipo de régimen al que Israel no ayudaría sería uno antiamericano [antiestadounidense]».
Otro estratega israelí clave, Pesakh Ben Or, «tal vez el israelí más prominente en Guatemala» en la década de 1980, era agente de Industrias Militares de Israel y de Tadiran (un grupo israelí de telecomunicaciones que prestaba servicios a las oficinas militares y de vigilancia del Palacio Nacional de Guatemala). También se las arregló para mantener «una villa cerca de Ramlah en Israel, completa con sirvientes guatemaltecos, piscina y estabulación para siete caballos de carreras».

Gran parte de la ayuda militar de Israel forma parte de una malla de asistencia que incluye ayuda agrícola. Un informe de NACLA del periodista de investigación George Black resumía desde Guatemala:
«Hay un mosaico entrelazado de programas de asistencia: armas para ayudar al ejército guatemalteco a aplastar a la oposición y arrasar el campo, asesoramiento en seguridad e inteligencia para controlar a la población local, y modelos de desarrollo agrario para construir sobre las cenizas del altiplano»
Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, como resume Bahbah, «Con ayuda israelí, Guatemala construyó una planta de municiones para fabricar balas para los fusiles de asalto M-16 y Galil». Esta planta se abrió en la ciudad guatemalteca de Cobán, un lugar que mis estudiantes y yo habíamos visitado para entrevistar a activistas y líderes eclesiásticos.

Quince años de investigación y consultas con académicos más expertos que yo en Guatemala me han mantenido en sintonía con las conexiones militares entre Estados Unidos, Israel y Guatemala. Hay más investigación sobre las conexiones durante los años del genocidio en Guatemala de la que puedo resumir aquí. He encontrado patrones similares de asociación entre Israel y Estados Unidos al visitar otros lugares en los que se han producido intervenciones militares estadounidenses, tanto abiertas como encubiertas (en Perú, Colombia, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Chiapas, México).

También estos países —pero siempre, sobre todo, Guatemala— me ofrecieron una primera ventana a Estados Unidos e Israel como socios en el genocidio. Ahora, especialmente dentro de Estados Unidos, en tanto ciudadano, tengo que reconocer mi parte de responsabilidad en todo esto, dados los 3800 millones de dólares anuales en ayuda militar que Estados Unidos envía a Israel para preservar estas formas de violencia contra palestinos y guatemaltecos.

Nuestros movimientos propalestinos deben levantarse para desafiar, de una vez por todas, esta asociación entre Estados Unidos e Israel en la condición genocida.





* Publicado en Jacobin, 18.04.24.

Estados Unidos: de los derechos civiles a Black Lives Matter


Los activistas por los DERECHOS AL VOTO marchan 54 millas desde Selma hasta Montgomery en 1965.
(Buyenlarge Getty Images)


Aldon Morris


Una noche, hace 10 años, Trayvon Martin, de 17 años, caminaba por un vecindario de Florida con dulces y té helado cuando un vigilante lo persiguió y finalmente lo mató a tiros. La conmoción por ese asesinato me devolvió al verano de 1955, cuando era un niño de seis años escuché que un adolescente llamado Emmett Till había sido linchado en Money, Mississippi, a menos de 30 millas de donde vivía con mis abuelos. Recuerdo las pesadillas, el tratar de imaginar cómo se sentiría ser golpeado más allá del reconocimiento y arrojado a un río.

Las similitudes en los dos asaltos, con casi seis décadas de diferencia, eran asombrosas. Ambos jóvenes eran negros, ambos estaban visitando las comunidades donde fueron asesinados y, en ambos casos, sus asesinos fueron absueltos de asesinato. Y en ambos casos, la angustia y la indignación que experimentó el pueblo negro al enterarse de las exoneraciones desencadenó inmensos y significativos movimientos sociales. En diciembre de 1955, días después de una reunión en su ciudad natal de Montgomery, Alabama, sobre el intento fallido de obtener justicia para Till, Rosa Parks se negó a someterse a las reglas de segregación racial en los asientos de un autobús, lo que encendió el Movimiento por los Derechos Civiles (CRM, por las palabras en inglés). Y en julio de 2013, al enterarse de la absolución del asesino de Martin, Alicia Garza, Patrisse Cullors y Ayọ Tometi inventaron el hashtag #BlackLivesMatter.

El movimiento Black Lives Matter (BLM) todavía se está desarrollando y aún no está claro qué transformaciones sociales y políticas generará. Pero una década después del asesinato de Till, el movimiento social que detonó derrocó la brutal orden de “Jim Crow” [Nombre coloquial de las leyes segregacionistas] en los estados del sur de los EE.UU. A pesar de logros tan espectaculares, académicos contemporáneos como los de la Escuela de Sociología de Chicago continuaron viendo los movimientos sociales la lente de la "teoría del comportamiento colectivo". Originalmente formulada a fines del siglo XIX por el sociólogo Gabriel Tarde y el psicólogo Gustave Le Bon, la teoría desdeñaba los movimientos sociales como fenómenos de multitudes: entidades siniestras que presentaban turbas sin rumbo impulsadas de aquí para allá por impulsos primitivos e irracionales.

Como miembro de lo que la socióloga y activista Joyce Ladner llama la generación Emmett Till, me identifico visceralmente con las luchas por la justicia y he dedicado mi vida a estudiar sus orígenes, naturaleza, patrones y resultados. En todo el mundo, estos movimientos han desempeñado un papel fundamental en el derrocamiento de la esclavitud, el colonialismo y otras formas de opresión e injusticia. Y aunque ahora se comprenden más o menos los métodos básicos mediante los cuales superan obstáculos aparentemente imposibles, estas luchas necesariamente (y emocionantemente) continúan evolucionando más rápido de lo que los científicos sociales pueden comprender. Sin embargo, una generación de académicos posterior a CRM pudo cambiar el estudio de los movimientos desde un enfoque psicosocial que preguntaba “¿Qué les pasa a los participantes? ¿Por qué están actuando irracionalmente?” a un enfoque metodológico que buscaba respuestas a preguntas como “¿Cómo se lanza un movimiento? ¿Cómo se sostiene a pesar de la represión? ¿Qué estrategias tienen más probabilidades de éxito y por qué?”.


Jim Crow

Es probable que los movimientos sociales hayan existido durante tanto tiempo como las sociedades humanas opresivas, pero solo en los últimos siglos su praxis, es decir, la fusión de la teoría y la práctica que implican, se ha convertido en un oficio, para ser aprendido y perfeccionado. La praxis siempre ha sido y sigue siendo desarrollada por los marginados y necesariamente tiene que ser más ágil que la erudición, que con demasiada frecuencia sirve a los poderosos. Se han aplicado, refinado y compartido tácticas clave en todos los continentes, incluido el boicot, que proviene de la lucha irlandesa contra el colonialismo británico; la huelga de hambre, que tiene profundas raíces históricas en India e Irlanda y fue ampliamente utilizada por mujeres sufragistas en el Reino Unido; y la acción directa no violenta, ideada por Mahatma Gandhi en Sudáfrica y la India. Condujeron al derrocamiento de muchos sistemas injustos,

El CRM desafió estas ortodoxias. Para comprender cuán extraordinarios fueron sus logros, es necesario retroceder y comprender cuán abrumador parecía el sistema Jim Crow de dominación racial incluso en la década de 1950, cuando nací. Abarcando las esferas económica, política, legal y social, se cernía sobre las comunidades negras en el sur de los EE.UU. como un edificio inquebrantable de la supremacía blanca.

Las leyes de Jim Crow, que llevan el nombre de una caricatura ofensiva de juglares, eran una colección de estatutos estatales y locales del siglo XIX que legalizaban la segregación racial y relegaban a los negros al fondo del orden económico. No habían heredado casi nada de la era de la esclavitud y, aunque ahora se les pagaba por su trabajo, sus oportunidades laborales se limitaban en gran medida a trabajos manuales y de baja categoría. En consecuencia, las familias no blancas ganaban el 54 por ciento del ingreso medio de las familias blancas en 1950. Los negros tenían el derecho formal al voto, pero a la gran mayoría, especialmente en el sur, se les impidió votar mediante varias maniobras legales y amenazas de represalias violentas. La falta de poder político de los negros permitió que se ignoraran sus derechos constitucionales, una violación codificada en la decisión “Dred Scott” de 1857 de la Corte Suprema que afirmaba que los negros “no tenían derechos que el hombre blanco estuviera obligado a respetar”.

La segregación racial, que separaba a los negros del resto de la humanidad y los etiquetaba como inferiores, era el eje de esta sociedad. La humillación se incorporó a nuestra vida cotidiana. Cuando era niño, bebía de fuentes de agua “colored” [para gente "de color"], iba a la parte de atrás de la tienda a comprar helado, asistía a escuelas segregadas por el color de la piel y me entregaban libros de texto desgastados por el uso anterior de estudiantes blancos. Una semana después de que comenzaran las clases en el otoño, casi todos mis compañeros desaparecían para recoger algodón en los campos para que sus familias pudieran sobrevivir. Mis abuelos también eran relativamente pobres, pero después de toda una vida de aparcería compraron una parcela de tierra que cultivamos; como pareja orgullosa e independiente, estaban decididos a que mis hermanos y yo estudiáramos. Sin embargo, ni siquiera ellos pudieron protegernos del miedo: Escuché conversaciones susurradas sobre cuerpos negros colgando de los árboles. Entre principios de la década de 1880 y 1968, más de 3000 negros fueron linchados, colgados de las ramas de los árboles; alquitranado, emplumado y golpeado por turbas; o rociado con gasolina antes de ser incendiado. Este terror rutinario reforzó la dominación blanca.

Pero en 1962, cuando me mudé a Chicago para vivir con mi madre, las protestas contra Jim Crow estaban en las calles y me emocionaban. El drama que se transmitía a las salas de estar estadounidenses (recuerdo estar pegado a la televisión cuando Martin Luther King, Jr. pronunció su discurso "Tengo un sueño" en 1963) le valió al movimiento decenas de miles de reclutas, incluyéndome a mí. Y aunque mi asistencia a la universidad fue algo así como un accidente, mi elección de asignatura en la escuela de posgrado, sociología, no lo fue. Creyendo ingenuamente que había leyes fundamentales de los movimientos sociales, tenía la intención de dominarlas y aplicarlas a los movimientos de liberación negra como participante y, fantaseaba, como líder.

Sin embargo, mientras estudiaba la teoría del comportamiento colectivo, me indignó la denigración de los participantes en los movimientos sociales como volubles e inestables, desprovistos de agravios legítimos y bajo el hechizo de los agitadores. El plan de estudios tampoco incluía los trabajos pioneros de W.E.B. Du Bois, un académico brillante que introdujo métodos empíricos en la sociología, produjo estudios históricos sobre la desigualdad y la emancipación de los negros, y cofundó la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP, por sus palabras en inglés) en 1909. No estaba solo en mi indignación. Muchos otros estudiantes de ciencias sociales de mi generación, que habían participado en los movimientos de la época, no vieron reflejadas sus experiencias en las clases. Rechazando las ortodoxias pasadas, comenzamos a formular una comprensión de los movimientos sociales basada en nuestras experiencias vividas.


Boicot a los autobuses

Al realizar mi investigación doctoral, seguí el ejemplo de Du Bois al tratar de comprender las experiencias vividas por los oprimidos. Entrevisté a más de 50 arquitectos del CRM, incluidos muchos de mis héroes de la infancia. Descubrí que el movimiento surgió orgánicamente dentro de la comunidad negra, que también lo organizó, diseñó, financió e implementó. Continuó una tradición de siglos de resistencia a la opresión que había comenzado en los barcos de esclavos y contribuyó a la abolición de la esclavitud. Y funcionó junto con enfoques más convencionales, como apelaciones a la conciencia de las élites blancas o a la Constitución, que garantizaba la igualdad ante la ley. La NAACP presentó desafíos legales persistentes a Jim Crow, lo que resultó en la decisión de la Corte Suprema de 1954 de eliminar la segregación en las escuelas. Pero poco cambió sobre el terreno.

¿Cómo podría el pueblo negro, con sus escasos recursos económicos y materiales, esperar enfrentarse a un sistema tan intransigente? Una larga línea de pensadores negros, incluidos Frederick Douglass, Ida B. Wells y Du Bois, creían que la respuesta se podía encontrar en la protesta social. Los boicots, la desobediencia civil (negativa a obedecer leyes injustas) y otras acciones directas, si se llevan a cabo de manera disciplinada y no violenta y en una escala masiva, podrían perturbar efectivamente la sociedad y la economía, ganando influencia que podría usarse para negociar el cambio. “La acción directa no violenta busca crear tal crisis y fomentar tal tensión que una comunidad que se ha negado constantemente a negociar se ve obligada a enfrentar el problema. Busca dramatizar tanto el problema que ya no puede ser ignorado”, explicaría Martin Luther King en una carta abierta desde la cárcel de Birmingham, Alabama.

La confianza en la no violencia era tanto espiritual como estratégica. Resonaba con las tradiciones de las iglesias negras, donde el CRM estaba organizado en gran medida. Y el espectáculo del sufrimiento no violento por una causa justa tenía el potencial de desconcertar a los testigos y hacer que las represalias violentas e intimidatorias fueran menos efectivas. En combinación con una protesta disruptiva, la simpatía y el apoyo de aliados externos al movimiento podrían hacer que el edificio del poder se derrumbe.

El boicot a los autobuses de Montgomery en 1955, que inauguró el CRM, aplicó estas tácticas con estilo y originalidad. Estaba lejos de ser espontáneo y desestructurado. Parks y otros viajeros negros habían estado desafiando la segregación en los autobuses durante años. Después de que la arrestaran por negarse a ceder su asiento, miembros del Consejo Político de Mujeres, incluida Jo Ann Robinson, trabajaron toda la noche para imprimir miles de folletos que explicaban lo sucedido y pedían un boicot masivo a los autobuses. Distribuyeron los folletos de puerta en puerta y, para difundir aún más el mensaje, se acercaron a las iglesias negras locales. Un joven ministro de apellido King, nuevo en Montgomery, había impresionado a la congregación con su elocuencia; el líder sindical E.D. Nixon y otros le pidieron que hablara por el movimiento. El CRM, que había comenzado décadas antes, estalló en una lucha en toda regla.

La Asociación para el Mejoramiento de Montgomery, formada por Ralph Abernathy, Nixon, Robinson, King y otros, organizó el movimiento a través de una multitud de iglesias y asociaciones. Los talleres capacitaron a los voluntarios para soportar insultos y agresiones; sesiones de estrategia planificaron futuros mítines y programas; los líderes comunitarios organizaron viajes en automóvil para asegurarse de que unas 50.000 personas pudieran ir a trabajar; y el comité de transporte recaudó dinero para reparar autos y comprar gasolina. Los líderes del movimiento también recolectaron fondos para pagar la fianza de los arrestados y ayudar a los participantes que estaban siendo despedidos de sus trabajos. La música, las oraciones y los testimonios de las injusticias personales que la gente había experimentado brindaron apoyo moral y engendraron solidaridad, lo que permitió al movimiento resistir la represión y mantener la disciplina.

A pesar de represalias como el bombardeo de la casa de King, casi toda la comunidad negra de Montgomery boicoteó los autobuses durante más de un año, devastando las ganancias de la empresa de transporte. En 1956, la Corte Suprema dictaminó que las leyes de segregación de autobuses estatales eran inconstitucionales. Aunque el enfoque convencional, un desafío legal de la NAACP, terminó oficialmente con el boicot, la perturbación económica y social masiva que causó fue decisiva. La cobertura de los medios, en particular del carismático King, había revelado a la nación la crueldad de Jim Crow. El día después de que el fallo entró en vigor, un gran número de negros abordaron autobuses en Montgomery para hacerlo cumplir.

Este movimiento pionero inspiró a muchos otros en todo el Sur. En Little Rock, Ark., nueve escolares, actuando con el apoyo y la guía de la periodista Daisy Bates, se enfrentaron a turbas amenazantes para integrar una escuela secundaria en 1957. Unos años más tarde, estudiantes universitarios negros, entre ellos Diane Nash y el difunto John Lewis de Nashville, Tennessee, comenzó una serie de sentadas en los mostradores de comida “solo para blancos”. Reconociendo el papel clave que los estudiantes, con su idealismo y su tiempo discrecional, podrían desempeñar en el movimiento, la organizadora visionaria Ella Baker los alentó a formar su propio comité, el Comité Coordinador Estudiantil No Violento, que comenzó a planificar y ejecutar acciones de forma independiente. Al intensificar el desafío a Jim Crow, los activistas negros y blancos comenzaron a abordar los autobuses en el norte y los llevaron al sur para desafiar la segregación en los autobuses. Cuando las turbas blancas atacaron los autobuses en Birmingham y los líderes locales de CRM, temiendo bajas, intentaron cancelar los “Viajes de la Libertad” [“Freedom Rides”], Nash se aseguró de que continuaran. “No podemos permitir que la violencia supere a la no violencia”, declaró.

Las nuevas y sofisticadas tácticas habían cogido por sorpresa a los segregacionistas. Por ejemplo, cuando la policía encarceló a King en Albany, Georgia, en 1961 con la esperanza de derrotar al movimiento, este se intensificó: indignados por su arresto, más personas se unieron. Hasta el día de hoy, nadie sabe quién pagó la fianza de King. Muchos de nosotros creemos que las autoridades lo dejaron ir en lugar de lidiar con más manifestantes. El movimiento refinó continuamente sus tácticas. En 1963, cientos de personas estaban siendo arrestadas en Birmingham, por lo que los líderes de CRM decidieron llenar las cárceles, dejando a las autoridades sin medios para arrestar a más personas. En 1965, cientos de voluntarios, entre ellos John Lewis, marcharon desde Selma hasta Montgomery en Alabama para protestar por la represión de los votantes negros y fueron atacados brutalmente por la policía.

La agitación en los EE.UU. se transmitía por todo el mundo en el apogeo de la Guerra Fría, lo que convertía en una burla la afirmación de la nación de representar la cúspide de la democracia. Cuando el presidente Lyndon B. Johnson puso fin formalmente a la era de Jim Crow al firmar la Ley de Derechos Civiles en 1964 y la Ley de Derechos Electorales en 1965, lo hizo porque las protestas masivas en las calles lo habían obligado. La creación de una disrupción repleta de crisis por medio de una organización profunda, la movilización masiva, una rica cultura eclesiástica y miles de manifestantes racionales y emocionalmente energizados asestaron el golpe mortal a uno de los brutales regímenes de opresión del mundo.


Fundamentos

Mientras realizaba mi investigación doctoral, comenzaban a surgir las primeras teorías específicas de los movimientos sociales modernos. En 1977, John McCarthy y Mayer Zald desarrollaron la teoría de la movilización de recursos de gran influencia. Argumentó que la movilización de dinero, la organización y el liderazgo eran más importantes que la existencia de agravios en el lanzamiento y mantenimiento de movimientos, y los pueblos marginados dependían de la generosidad de los grupos más ricos para proporcionar estos recursos. Desde este punto de vista, el CRM fue dirigido por "empresarios" del movimiento y financiado por liberales y simpatizantes blancos del norte.

Aproximadamente al mismo tiempo, el difunto William Gamson, Charles Tilly y mi compañero de estudios de posgrado Doug McAdam desarrollaron la teoría del proceso político. Argumenta que los movimientos sociales son luchas por el poder, el poder para cambiar las condiciones sociales opresivas. Debido a que los grupos marginados no pueden acceder de manera efectiva a los procesos políticos normales, como elecciones, cabildeo o tribunales, deben emplear tácticas “rebeldes” para realizar sus intereses. Como tales, los movimientos son insurgencias que entran en conflicto con las autoridades para perseguir el cambio social; una organización eficaz y una estrategia innovadora para superar la represión son claves para el éxito. La teoría también argumenta que las ventanas externas de oportunidad, como la decisión de la Corte Suprema de 1954 de eliminar la segregación en las escuelas, deben abrirse para que los movimientos tengan éxito porque son demasiado débiles por sí solos.

Por lo tanto, ambas teorías ven factores externos, como simpatizantes adinerados y oportunidades políticas, como cruciales para el éxito de los movimientos. Mis entrevistas con los líderes de CRM me llevaron a una visión diferente, que conceptualicé como la teoría de la perspectiva indígena. Sostiene que la agencia de los movimientos emana del interior de las comunidades oprimidas, de sus instituciones, cultura y creatividad. Los factores externos, como los fallos de los tribunales, son importantes, pero por lo general son puestos en marcha e implementados por las acciones de la comunidad. Los movimientos son generados por organizadores y líderes de base (el CRM tenía miles de ellos en múltiples centros dispersos por todo el Sur) y son productos de una planificación y una estrategia meticulosas. Quienes participan en ellos no son individuos aislados; están incrustados en redes sociales como la iglesia.

Los recursos son importantes, pero provienen en gran medida de la comunidad, al menos en las primeras etapas de un movimiento. El dinero sostiene las actividades y los manifestantes en un contexto de represión prolongada. Se necesitan espacios seguros donde puedan reunirse y elaborar estrategias; también son esenciales los recursos culturales que pueden inspirar un autosacrificio heroico. Cuando se enfrentaban a policías armados con porras y perros de ataque, por ejemplo, los manifestantes rezaban o entonaban canciones surgidas de la lucha contra la esclavitud, reforzando el valor y manteniendo la disciplina.

La teoría de la perspectiva indígena también enmarca a los movimientos sociales como luchas por el poder, que los movimientos obtienen impidiendo que quienes detentan el poder lleven a cabo los asuntos económicos, políticos y sociales como de costumbre. Las tácticas de disrupción pueden variar desde medidas no violentas como huelgas, boicots, sentadas, marchas y arrestos masivos hasta otras más destructivas, como saqueos, rebeliones urbanas y violencia. Cualesquiera que sean las tácticas que se empleen, el objetivo final es alterar la sociedad lo suficiente como para que los detentadores del poder capitulen ante las demandas del movimiento a cambio de la restauración del orden social.

Décadas más tarde, sociólogos culturales, incluidos Jeff Goodwin, James Jasper y Francesca Polletta, desafiaron las teorías anteriores sobre la movilización de recursos y el proceso político por ignorar la cultura y las emociones. Señalaron que para que se desarrollen los movimientos, un pueblo primero debe verse a sí mismo como oprimido. Esta toma de conciencia está lejos de ser automática: muchos de los que están sometidos a una subordinación perpetua llegan a creer que su situación es natural e inevitable. Esta mentalidad excluye la protesta. “Demasiadas personas se encuentran viviendo en medio de un gran período de cambio social y, sin embargo, no logran desarrollar las nuevas actitudes, las nuevas respuestas mentales que exige la nueva situación”, comentó King. “Terminan durmiendo durante una revolución”.

Los teóricos del comportamiento colectivo tenían razón en que las emociones importan, pero tenían el lado equivocado del palo. La injusticia genera ira y justa indignación, que los organizadores pueden convocar al elaborar estrategias para abordar los dolores de la opresión. Se puede evocar el amor y la empatía para generar solidaridad y confianza entre los manifestantes. Lejos de ser distracciones irracionales, las emociones, junto con las actitudes mentales transformadas, son fundamentales para lograr el cambio social.


Vidas negras

El 4 de abril de 1968, estaba “almorzando” a las 7 p. m. en una taberna de Chicago con mis colegas —trabajábamos en el turno de noche en una fábrica de equipos agrícolas— cuando se interrumpió la cobertura para anunciar que Martin Luther King había sido asesinado. En ese momento, me atrajeron las Panteras Negras y, a menudo, discutía con amigos si los métodos no violentos de King seguían siendo relevantes. Pero lo reverenciamos, no obstante, y el asesinato nos conmocionó. Cuando regresamos a la fábrica, nuestros capataces blancos sintieron nuestra ira y dijeron que podíamos irnos a casa. Los disturbios y los saqueos ya se estaban extendiendo por los EE.UU.

El asesinato asestó un duro golpe al CRM. Revivió un debate de larga data dentro de la comunidad negra sobre la eficacia de la no violencia. Si el apóstol de la paz podía ser derribado tan fácilmente, ¿cómo podría funcionar la no violencia? Era igual de fácil asesinar a los defensores de la autodefensa y la revolución. Un año después, la policía ingresó a un apartamento de Chicago a las 4:30 a. m. y asesinó a dos líderes del partido Pantera Negra.

Una lección más pertinente fue que confiar demasiado en uno o más líderes carismáticos hacía que un movimiento fuera vulnerable a la decapitación. Agresiones similares a líderes de movimientos sociales y estructuras de mando centralizadas en todo el mundo han convencido a los organizadores de movimientos más recientes, como el movimiento Occupy contra la desigualdad económica y BLM, de evitar las estructuras de gobierno centralizadas por otras descentralizadas y flexibles.

Los desencadenantes tanto del CRM como del BLM fueron los asesinatos de personas negras, pero la ira que estalló en protestas sostenidas provino de lesiones sistémicas mucho más profundas. Para el CRM, la herida fue la opresión racial basada en Jim Crow; para BLM, es la devaluación de las vidas negras en todos los dominios de la vida estadounidense. Como señalan el académico Keeanga-Yamahtta Taylor y otros, cuando BLM estaba surgiendo, más de un millón de personas negras estaban tras las rejas, siendo encarceladas a una tasa cinco veces mayor que la de las personas blancas. Las personas negras han muerto a una tasa casi tres veces mayor que las personas blancas durante la pandemia de COVID-19, dejando al descubierto disparidades evidentes en la salud y otras circunstancias. Y décadas de políticas de austeridad han exacerbado la ya enorme brecha de riqueza: el valor neto actual de una familia blanca típica es casi 10 veces mayor que el de una familia negra.

Los primeros levantamientos para invocar el eslogan BLM surgieron en el verano de 2014, luego de la muerte por asfixia de Eric Garner en julio, detenido por un policía en la ciudad de Nueva York mientras jadeaba: "No puedo respirar", y el tiroteo de Michael Brown en Ferguson, Missouri, en agosto. Decenas de miles de personas protestaron en las calles durante semanas, encontrando una respuesta militarizada que incluyó tanques, balas de goma y gases lacrimógenos. Pero los asesinatos de adultos y niños negros continuaron sin cesar, y con cada atrocidad el movimiento creció. La gota que colmó el vaso fue el asesinato de George Floyd en mayo de 2020 en Minneapolis, Minnesota, que provocó manifestaciones masivas en todos los estados de EE.UU. y en decenas de países. Millones de estadounidenses habían perdido sus trabajos durante la pandemia; no solo tenían la rabia sino también el tiempo para expresarla.

Al fomentar las interrupciones en todo el mundo, BLM ha convertido la injusticia racial en un problema que ya no se puede ignorar. La tecnología moderna facilitó su alcance y velocidad. Atrás quedaron los días de los mimeógrafos, que Robinson y sus colegas usaban para difundir la noticia del arresto de Parks. Los transeúntes ahora documentan asaltos a teléfonos celulares y comparten noticias e indignación en todo el mundo casi instantáneamente. Las redes sociales ayudan a los movimientos a movilizar a la gente y producir oleadas internacionales de protestas a la velocidad del rayo.

Los participantes en BLM también son maravillosamente diversos. La mayoría de los centros CRM locales estaban encabezados por hombres negros. Pero Bayard Rustin, el estratega más brillante del movimiento, se mantuvo en un segundo plano por temor a que su homosexualidad fuera utilizada para desacreditar sus esfuerzos. En contraste, Garza, Cullors y Tometi son todas mujeres negras y dos son queer. “Nuestra red centra a aquellos que han sido marginados dentro de los movimientos de liberación negra”, anuncia la declaración de misión de su organización, Black Lives Matter Global Network. Muchos blancos y miembros de otros grupos minoritarios se han unido al movimiento, aumentando su fuerza.

Otra diferencia clave es la centralización. Mientras que CRM estaba profundamente arraigado en las comunidades negras y equipado con líderes fuertes, BLM es una colección suelta de organizaciones remotas. El más influyente de ellos es la propia red BLM, con más de 40 capítulos repartidos por todo el mundo, cada uno de los cuales organiza sus propias acciones. El movimiento es así descentralizado, democrático y aparentemente sin líderes. Es un “colectivo de libertadores” virtual que construye movimientos locales y, al mismo tiempo, forma parte de una fuerza mundial que busca derrocar la brutalidad policial basada en la raza [en realidad, se trata de características fenotípicas, cuya más evidente es el color de la piel] y las jerarquías de desigualdad racial y lograr la liberación total de los negros.


Lo que nos depara el futuro

Debido a que las sociedades son dinámicas, ninguna teoría desarrollada para explicar un movimiento en una era determinada puede describir completamente otra. Sin embargo, los marcos desarrollados a fines del siglo XX siguen siendo relevantes para el XXI. Los movimientos modernos son también luchas por el poder. Ellos también deben enfrentar los desafíos de movilizar recursos, organizar la participación masiva, aumentar la conciencia, enfrentar la represión y perfeccionar las estrategias de ruptura social.

BLM enfrenta muchas preguntas y obstáculos. El CRM dependía de comunidades locales muy unidas con líderes fuertes, que se reunían en iglesias y otros espacios seguros para organizarse y elaborar estrategias y generar solidaridad y disciplina. ¿Puede un movimiento descentralizado producir la solidaridad necesaria mientras los manifestantes enfrentan una represión brutal? ¿Sus porosas estructuras organizativas basadas en Internet proporcionarán espacios seguros donde se puedan debatir y seleccionar tácticas y estrategias? ¿Pueden mantener la disciplina? Si los manifestantes no ejecutan una táctica planificada de manera coordinada y disciplinada, ¿pueden tener éxito? ¿Cómo puede un movimiento corregir un curso de acción que resulta defectuoso?

Mientras tanto, las fuerzas de represión avanzan. La tecnología beneficia no solo a los activistas sino también a sus adversarios. Los medios de vigilancia ahora son mucho más sofisticados que las escuchas telefónicas que el FBI usó para espiar a King. Los agentes provocadores pueden convertir protestas pacíficas en protestas violentas, proporcionando a las autoridades una excusa para una represión aún mayor. ¿Cómo puede un movimiento descentralizado que da la bienvenida a los extraños protegerse contra tales subversiones?

Dondequiera que exista injusticia, surgirán luchas para abolirla. Las comunidades continuarán organizando estas armas de los oprimidos y se convertirán en luchadores por la libertad más efectivos a través del ensayo y error. Los académicos enfrentan el desafío de seguir el ritmo de estos movimientos a medida que se desarrollan. Pero deben hacer más: necesitan correr más rápido, para iluminar los caminos que los movimientos deben recorrer en sus viajes para liberar a la humanidad.



* Publicado en Scientific American, 03.02.21. Aldon Morris es profesor de Sociología y Estudios Afroamericanos en la Universidad Northwestern y expresidente de la Asociación Americana de Sociología.

Ciencia e ideología




Galo Bilbao, Javier Fuertes y José Guibert


La mentalidad tecnocrática

Como sabemos, nuestra civilización está marcada por el sello de la técnica. Hoy en día existen grandes problemas que tienen un alcance mundial y que normalmente suelen asociarse con el desarrollo de la ciencia y de la técnica: ecología, distribución de riqueza y de trabajo, subdesarrollo, riesgos de biotecnología... Estos hechos generan una serie de dilemas y problemas que demandan a su vez medios para solucionarlos. Hay posturas que sugieren que la misma tecnociencia debe resolver dichos problemas. Más aún, todo problema ético podría resolverse reduciéndose a un problema técnico. Por otro lado, otras posturas afirman que es precisamente el funcionamiento prácticamente autónomo de la ciencia y de la técnica lo que ha generado estos problemas. La solución a los mismos, según esta segunda postura, no está en los medios técnicos mismos sino en el ámbito de los fines a los que en principio esos medios deberían someterse.

Con esas afirmaciones anteriores apuntamos respectivamente a dos racionalidades, instrumental y ética, que están presentes en muchas de las actividades relacionadas con el trabajo ingenieril. Analizar cuestiones que dependen de estas dos formas de razonar s el objetivo de este apartado.


Tecnocracia

Siguiendo a D. GRACIA podemos describir la tecnocracia como “la técnica sin principios, la técnica usada con mentalidad meramente estratégica, que no discute de fines, sino sólo de medios, porque ella se ha convertido en fin en sí misma” (GRACIA, 94). En esta visión de la técnica, ésta no solo colabora a que el ser humano intervenga en la naturaleza humanizándola, explotándola o haciéndola habitable, sino que esa misma técnica se constituye en principio de moralidad. Es decir, lo que sea técnicamente correcto será también éticamente bueno y, por otro lado, lo que sea técnicamente incorrecto, será en consecuencia éticamente malo.

La tecnocracia promueve la idea de que las necesidades vitales de los seres humanos son de naturaleza técnica, de tal manera que si un problema no tiene una solución técnica, entonces no es un problema real. No es más que una ilusión o ficción. Los expertos o técnicos son los que realmente saben de qué hablan y los únicos que pueden resolver nuestros problemas. Por eso los problemas humanos (sociales, políticos, etc.), incluyendo los éticos, han de ser solucionados por los técnicos. Como decíamos arriba desde esta mentalidad se pretende resolver los problemas éticos reduciéndolos a problemas técnicos. Contra esto, la tarea es describir y distinguir estas cuestiones, las éticas frente a las técnicas, respetando sus distinciones y sus autonomías propias y sin intentar reducir una dimensión a la otra.

Señalábamos en la introducción de este capítulo que hasta la época de la Segunda Guerra Mundial no se ponía en duda que la ciencia y la técnica fueran actividades neutras. Entonces comenzó a verse más claramente como falacia la distinción radical entre hecho y valor, aceptándose la idea de que, al no haber nada libre de valores, tampoco la ciencia o la técnica lo están. “El hecho de considerarlas libres de valores es ya un valor, y precisamente negativo: es la absolutización de la técnica como valor, el considerar que no hay ningún valor superior a ella” (GRACIA, 92).


Ideología

Esta mentalidad tecnocrática ha sido objeto de estudio detallado por los autores de la Escuela de Frankfurt. Una de las aportaciones de uno de ellos, JÜRGEN HABERMAS, ha sido el mostrar que la tecnocracia va más allá de la técnica. La tecnocracia es también una ideología. No solo no es algo libre de valores sino que es también un sistema de valores que genera una conciencia propia. Además, ese sistema de valores que independiza la ciencia y la técnica de la ética es falso. Es lo que HORKHEIMER formuló como razón instrumental o estratégica. En esta mentalidad se olvida la ética de ideales deontológicos o ética de la convicción y se apuesta por preocuparse sólo por las consecuencias, por la utilidad teleológica de los hechos. Se asume el olvidar los valores o ideales siempre que sea preciso para lograr una mayor utilidad.

Técnicos o científicos gustan de apelar a las ciencias, queriendo así proclamar que sus palabras están exentas de ideología y que por ello han de tener un papel relevante y privilegiado a la hora de querer resolver problemas de la sociedad. Sin embargo, lo científico ya no es sinónimo de cierto, objetivo o independiente de ideologías.

Los discursos ideológicos son los que pretenden presentarse como sentencias de carácter únicamente descriptivo, pero que guardan consigo una pretensión de legitimación de ciertas posturas sociales, algunas manifiestamente injustas. Pretenden lograr la adhesión a determinadas opciones, pero disfrazadas de descripciones objetivas de la realidad. El carácter ideológico de la ciencia y la técnica se basa en el intento de definir la vida desde la técnica. Es una ideología que hace definir las aspiraciones del hombre desde unas categorías moralmente neutras. Más allá del cientificismo (la reducción de todo saber al saber científico), se trata también de luchar contra el funcionalismo, el cosificar el mundo de la vida desde la racionalidad instrumental y estratégica.

Las ciencias son un buen medio para criticar las ideologías. Pueden mostrar las limitaciones de discursos ideológicos. Siguiendo la intuición popperiana, los tests y pruebas con rigor permiten profundizar en si una proposición es o no demostrable o invalidable y así delimitar lo que es científico de lo no científico. En los últimos siglos las ciencias han jugado un importante papel en la crítica de las ideologías, desmontando argumentos con pretensión de “objetividad”, pero constituidos por planteamientos políticos, filosóficos o éticos. Pero, añadimos nosotros, las propias ciencias se pueden convertir a su vez en ideología.



* Extraído desde Ética para ingenieros, 2da. edición, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2006.

Horst, El Insaciable




Acaba de fallecer Horst Paulmann, cabeza de Cencosud... más conocido por ser el dueño del Jumbo. Sí, la cadena de supermercados cuyo gerente que alcanzó a tener aspiraciones presidenciales --¿se acuerdan del "hijo de ferretero" de la humilde comuna de Maipú?-- timó a sus clientes de la tarjeta del supermercado con cobros ilegales.

Pero, no nos desviemos del tema. Ante el fin de su existencia terrenal escarbamos en nuestros archivos para rescatar una columna de 2013 sobre una pataleta pública que el finado le hizo, nada más y nada menos, que al primer gobierno de El Corrupto.

Sí, no es chiste. En Chile hay grandes empresarios que ni siquiera se sienten a gusto con un Ejecutivo derechista encabezado por un inversionista... ¡Glup!


§§§


Horst, empresario y chileno por gracia, señaló molesto entre otras cosas por el estilo que “No puede ser que critiquen a los empresarios, que son la base del país”. Cualquiera creería que Chile está en medio de una millonaria campaña vilmente orquestada (una del tipo que podría armar ese dream team del Mal: El Mercurio y la Casa Blanca) para difamar a la crema y nata de la sociedad nacional, a personas intachables y cimiento de la nación… O, derechamente, que Chile está a punto de caer en manos de los soviets o del Khmer Rouge que nos llevará a todos de vuelta al campo con genocidio incluido.

Sin embargo, para mayor sorpresa, Horst critica nada más y nada menos que a un gobierno del “sector”, uno abiertamente de derecha (de “centroderecha” y en parte “popular” nos dicen sosí). En un país donde se han dado facilidades impensadas en países dignos y realmente soberanos para la gran actividad comercial y financiera. 

Desde Pinochet, pasando por todos los gobiernos concertacionistas a la presente administración (curiosamente, al menos en algunas cuestiones, algo más puntillosos que las de “izquierda”). Y, bueno, ya se sabe que nuestra democracia “protegida” ha sido un cogobierno, más allá de las peleas para la TV por cuestiones de detalle al interior de la megacoalición neoliberal Concerta-Alianza. Por lo que, la actual presidencia encabezada por un inversionista multimillonario y con un equipo de tecnócratas neoliberales, no representa mayor diferencia con la “normalidad” post dictadura.

Sin embargo, aun así, Horst está disgustado. Sentido, algo melancólico diría yo. ¿El pago de Chile?

Entonces, uno bien podría preguntarse a qué aspira este chileno por gracia. ¿Cuál es su país ideal?... ¿Una especie de nación-supermercado donde sólo haya elecciones… de directorio y, obviamente, con voto censitario? ¿Que el Código del Trabajo se tenga como legalidad civil y penal del país? ¿Qué no exista libertad de expresión? ¿Cambiar el duopolio periodístico por un monopolio del Horst News? ¿Una vuelta al capitalismo salvaje del siglo XIX, a los castigos corporales para los trabajadores “agitadores”, al trabajo infantil, a las jornadas de 14 horas diarias 6 días a la semana, a la prohibición por el derecho penal de las asociaciones de trabajadores, al pago con fichas?…

¿Cómo podemos dejar conforme a este benévolo e insigne dador de puestos trabajo? (Porque ya sabe Ud. que los empresarios "dan" trabajo por su intrínseco espíritu altruista. Es una cuestión de bondad natural. De ningún modo el proceso de contratación de "mano de obra", "recursos humanos" o "colaboradores" responde a la necesidad de sus labores para que el empresariado acumule capital.)

Como el más mimado de los mimados entre los más ricos de los niños ricos: ¡¿Cómo te podemos dejar satisfecho Horst?!... ¡Guíanos!

Porque es evidente que las inmensas facilidades legales y políticas que se le han concedido como gran empresario no le bastan. Tener trato directo con la élite política no le basta. Tener trato económico especialísimo no le basta. Hacer lo que quiere no le basta. Él, como todo el gran empresariado chileno y transnacional, están a sus anchas en Chile: no hay derecho efectivo a huelga, sueldos míseros, baja sindicalización, una opinión pública “especializada” (medios y centros de investigación) servil, pueden coludirse sin mucho problema, pueden hiperconcentrar el mercado, tienen a la servil academia económica ortodoxa comiendo de su mano, puede pagar a 180 días a sus proveedores… Un paraíso terrenal. Pero, ¡no le basta!

¡Ay Horst!... Míseros de nosotros, ¿qué pecado cometimos para que nos tratéis así? Si no hay humillación y traición que no hayamos hecho por ti y tus pares. ¿Quieres 500 vírgenes cada año, cada semestre, cada mes? Pide, sólo pide por favor. ¿Sacar los milicos a la calle? ¿Matar a todos los maricones y drogadictos? ¿Sacrificios humanos, una arena de gladiadores, la vuelta de la esclavitud, del derecho de pernada? ¿Resucitar al Tata, a Adolf?, ¿clonarlos?… Dínoslo por favor. Lo que sea, en serio. Estamos para servirte.

Si no te bastó estar por sobre la ley, la política, las personas (en tanto consumidores, trabajadores y ciudadanos)… Te cubriremos también de la murmuración y envidia pública. Un empresario no es un hombre más, es un súper hombre; y como tal no es posible que sea criticado por simples mortales. Haga lo que haga, diga lo que diga está bien. Porque sus dichos y obras apuntan a un benévolo y sabio fin que, dada nuestra banal condición humana, no podemos ni imaginar. 

Te declararemos por encima de la moral, nada ni nadie se atreverá a tocarte. Si quieres prohibiremos que te hablen o miren, so pena de 200 azotes en la Plaza de la Constitución. O si prefieres montamos un auto de fe con hoguera y leña verde. ¡Te declararemos el nuevo Rey Sol! No, ¡un semidiós en la copia feliz del Edén! Tendrás impunidad e inmunidad total entre los mortales. No se te tocará ni con el pétalo de una rosa. Tuyo será el Reino, el poder y la gloria por siempre Señor, Rey de reyes, Bendito entre todas las mujeres…

Ahora bien. Pasado el choque de paroxismo ante el sentido enojo del patrón, uno podría preguntarse ante esta pataleta y maña infinita de Horst: ¿de quién es la culpa? ¿Del chancho --y que me disculpen los Sus scrofa domestica-- o de quién les ha dado el afrecho por 40 años?

Y tampoco no hay que olvidar a quiénes han votado por los que tan pródigamente han “alimentado” a dicho personaje y a sus amiguis. Más, cuando estamos ad portas de una elección donde todo indica que será elegida la candidata “izquierdista” del gran empresariado y de las grandes finanzas.

Parece que no era una cuestión baladí eso de ser “consumidores” y no “ciudadanos”… y para qué decir “pueblo”, ¿no? Porque nos tienen convencidos de que sin ellos y las chucherías que nos venden a crédito, no somos nada. Que nos hacen un favor cuando nos "dan" trabajo, aunque ganen millones con lo que les compramos, los intereses que les pagamos y las horas que les trabajamos.

Finalmente, y a sugerencia de un no tan joven historiador, nos podemos preguntar: ¿sobreviviría un empresario como Horst en su natal Alemania? O en un país donde, en verdad y por lo menos, exista un sistema social de mercado. O en un país donde, en verdad y por lo menos, exista un verdadero sistema de libre mercado competitivo.



* Publicado en mi antiguo Blog, 04.11.13.

La desconocida hermana de Shakespeare




“¡Qué bajo hemos caído!, caído por reglas injustas, 
necias por Educación más que por Naturaleza; 
privadas de todos los progresos de la mente; 
se espera que carezcamos de interés, a ello se nos destina…”
Lady Winchilsea


Virginia Woolf


Encuentro deplorable, continué, mirando otra vez los estantes, que nada se conozca de las mujeres antes del año 1700. Carezco de algún modelo como para analizarlo. Aquí me encuentro, frente al interrogante de por qué las mujeres no escribieron poesía en la época isabelina, y no estoy siquiera segura de cómo se las educaba; si les enseñaban a escribir; si tenían salas para ellas solas; cuántas mujeres tenían hijos antes de los veintiún años; qué —en síntesis— hacían de las ocho de la mañana a las ocho de la noche.

No hay dudas de que no tenían dinero; según el Profesor Trevelyan, debían casarse, les gustara o no, aun antes de dejar a sus niñeras, probablemente a los quince o dieciséis años. Solo con esta información es posible concluir que habría sido extremadamente raro que alguna de ellas de pronto escribiera las obras de Shakespeare.

Pensé en aquel anciano, que ahora está muerto pero que era obispo, creo, que declaró que era imposible que cualquier mujer, pasada, presente o futura, tuviera el genio de Shakespeare. Envió cartas a los diarios sobre este tema. También le dijo a una dama que consultó con él, que en realidad los gatos no van al Cielo, aunque tienen —agregó— algo parecido a un alma. ¡Cuánto tiempo de reflexiones nos ahorraban esos viejos caballeros! ¡Cómo retrocedían las fronteras de la ignorancia cuando ellos se acercaban! Los gatos no van al Cielo. Las mujeres no pueden escribir las obras de Shakespeare.

Hubiera sido imposible, completa y absolutamente, que cualquier mujer de la época de Shakespeare escribiera estas obras. Permítanme imaginar, ya que los datos son escasos, lo que habría pasado si Shakespeare hubiera tenido una hermana extraordinariamente talentosa, llamada Judith, digamos. Shakespeare muy posiblemente (su madre recibió una herencia) fue a la escuela secundaria, donde le deben haber enseñado latín —Ovidio, Virgilio y Horacio— y los elementos de la gramática y la lógica. Se sabe que era un joven rebelde que cazaba conejos en zonas prohibidas y habrá matado algún ciervo, y tuvo que casarse —antes de lo que le hubiera gustado— con una vecina que le dio un hijo antes de lo previsto.

Esta aventura lo llevó a Londres en busca de fortuna. Al parecer, le gustaba el teatro; comenzó cuidando caballos en la entrada de los artistas. Pronto consiguió trabajo en el teatro, se convirtió en un actor exitoso y pasó a vivir en el centro del universo, haciendo amistades y conociendo a todo el mundo, practicando su arte en las tablas, ejerciendo su ingenio en las calles, y tuvo acceso, incluso, al palacio de la reina.

Mientras tanto, su hermana extraordinariamente talentosa, supongamos, se quedó en casa. Era tan aventurera, tan imaginativa, tenía tantas ansias de conocer el mundo como él. Pero a ella no la enviaron a la escuela. No tuvo oportunidad de aprender gramática y lógica, ni hablar de leer a Horacio y Virgilio. Ella tomaba un libro de vez en cuando, quizás uno de su hermano, y leía algunas páginas. Pero luego sus padres llegaban y le pedían que arreglara unas medias o que se ocupara del guiso, y que no perdiera tiempo con libros y papeles. Seguramente le hablaban con firmeza pero amablemente, porque eran gente acomodada que sabía de las condiciones de vida de la mujer y amaban a su hija; de hecho, es muy probable que fuese la luz de los ojos de su padre.

Tal vez garabateaba a escondidas unas notas en el altillo, pero tenía cuidado de esconderlas y quemarlas. Pronto, sin embargo, cuando aún era adolescente, estuvo prometida para casarse con el hijo del comerciante de lana del vecindario. Ella clamó que el matrimonio era algo odioso, y por ello su padre la golpeó duramente. Después dejó de regañarla. En cambio, le suplicó que no lo hiriera, que no lo avergonzara con este asunto del casamiento. Le regalaría un collar o unas enaguas finas, dijo, con lágrimas en sus ojos. ¿Cómo podía ella desobedecerle? ¿Cómo podía ella romperle el corazón? Movida por la fuerza de su talento, consiguió hacerlo. Armó un paquetito con sus pertenencias, salió a escondidas una noche de verano, y tomó la ruta a Londres. Aún no había cumplido los diecisiete. Los pájaros que cantaban en los árboles no eran más musicales que ella. Tenía una imaginación frondosa, el mismo don que su hermano para captar la musicalidad de las palabras.

Como a él, a ella le gustaba el teatro. Se paró frente a la puerta de los artistas, dijo que quería actuar. Los hombres se rieron en su cara. El director, un hombre gordo y bocón, soltó una carcajada. Rugió algo sobre caniches bailando y mujeres actuando; ninguna mujer, dijo, podía ser actriz. Insinuó… ya se lo imaginan. No podría aprender el oficio. ¿Podía acaso cenar en una taberna o vagar por las calles en la noche? A pesar de todo, su genio se inclinaba por la ficción y ansiaba nutrirse abundantemente de las vidas de hombres y mujeres, y del estudio de sus costumbres. Finalmente —porque era muy joven, curiosamente parecida a Shakespeare, el poeta, con los mismos ojos grises y las cejas redondeadas— finalmente Nick Greene el actor y director se apiadó de ella; quedó embarazada del señor y fue entonces cuando —¿quién puede medir el ardor y la violencia del corazón de un poeta atrapado en el cuerpo de una mujer?— se suicidó en una noche de invierno, y ahora yace enterrada en alguna esquina donde paran los ómnibus frente a la taberna «Elephant and Castle».

Así iría la historia, más o menos, creo, si una mujer en la época de Shakespeare hubiera tenido su genio. Esto puede ser verdadero o puede ser falso, ¿quién sabe? Pero lo que hay de verdad en ello, me parece, revisando la historia de la hermana de Shakespeare tal como la fui armando, es que cualquier mujer que hubiera nacido con un gran talento en el siglo dieciséis sin dudas se habría vuelto loca, suicidado, o habría terminado sus días en una cabaña solitaria en las afueras del pueblo, medio bruja, medio hechicera, objeto de temor y de burlas.

Aquella mujer, entonces, que nació con un talento especial para la poesía en el año 1500, era una mujer infeliz, una mujer en lucha consigo misma. Todas las condiciones de su vida, todos sus instintos eran hostiles al estado mental que se requiere para liberar cualquier pensamiento.



* Fragmento del capítulo III de Un cuarto propio, 1928.

El ocaso de Libertad y Desarrollo + un comentario




Daniel Matamala


Sobre la reforma previsional --el acuerdo político más importante en Chile desde noviembre de 2019-- ha corrido mucha tinta.

Sobre el éxito de lograr un pacto en esta época de crispación; sobre sus efectos en las jubilaciones y la economía; sobre sus consecuencias en el oficialismo, y sobre la fractura que evidenció entre una derecha tradicional capaz de hacer política, y una derecha radical atrapada en la simulación meramente performática.

Pero hay un aspecto tal vez más profundo que ha pasado desapercibido: la división, no solo de la derecha política, sino también de la económica, y la estruendosa derrota de su plataforma de lobby más eficaz.

Hagamos un poco de historia.

Jamás desde la vuelta a la democracia un gobierno ha logrado aprobar una reforma tributaria o previsional sin la venia de la élite económica.

Su poder de veto es tal que, en 1993, como recuerda el entonces asesor de Hacienda Mario Marcel, el gobierno “en lugar de dirigirse a la oposición, inició una serie de contactos con el sector empresarial” para lograr un acuerdo tributario.

En 2002, el gobierno de Lagos también negoció directamente con la patronal CPC (Confederación de la Producción y el Comercio) una “agenda pro-crecimiento” diseñada por el gran empresariado, que incluyó normas como la eliminación de los delitos contra la libre competencia.

Y cosa similar ocurrió en 2014 con la reforma tributaria de Bachelet, que el gobierno aceptó mutilar tras una serie de reuniones secretas con directores de grandes grupos económicos, los hermanos Bernardo y Juan Andrés Fontaine, este último, consejero del Instituto Libertad y Desarrollo (LyD), en cuya casa se efectuó la negociación decisiva.

Es que, junto al entendido de que el gran empresariado tiene poder de veto, había un acuerdo tácito sobre que LyD operaba como su representante en el ámbito político.

Eso, hasta ahora.

Durante los últimos años, la derecha política y la económica vetaban cualquier reforma previsional que no entregara todos los recursos adicionales a las AFP. Contaban con un muro inexpugnable, gracias al control opositor del Congreso y a su liderazgo en la opinión pública, donde las muy bien financiadas campañas contra el proyecto constitucional de 2022 habían cimentado el rechazo a cualquier forma de reparto.

En un Chile acostumbrado a votar contra algo (contra los gobiernos, o contra los proyectos constitucionales de izquierda o de derecha) solo los “no” generaban mayoría: el “con mi plata no” de la derecha, y el “no + AFP” de la izquierda. Sacar adelante un proyecto sobre un “sí” parecía una quimera.

Pero parte relevante de la élite económica comenzó a pispar que este bloqueo iba contra sus intereses. El tema clave aquí no son los jubilados, sino el mercado de capitales. Este había quedado herido de muerte por los retiros, y se necesitaba con urgencia la inyección de dinero que traería el aumento de las cotizaciones.

No hay que olvidar que la creación de ese mercado de capitales fue la verdadera razón para el nacimiento de las AFP en 1981, y su revitalización es el verdadero motivo que permitió su reforma en 2025.

Según un análisis publicado por JP Morgan, los fondos de pensiones gestionan ahorros por 186.400 millones de dólares. Con la cotización de 10%, las AFP reciben 8.520 millones de dólares anuales, de los cuales 4.680 millones van a pagar pensiones y 3.840 millones son “entradas netas”: dinero disponible para el mercado de capitales.

La reforma, con su 4,5% adicional a las cuentas (además del 1,5% de préstamos y el 1% para mejorar pensiones de las mujeres), significará una inyección anual de 3.825 millones de dólares frescos, disponibles, en especial, para los grandes grupos económicos.

Si París bien vale una misa, esa cantidad de dinero bien valía ciertas concesiones de la ortodoxia neoliberal.

Así lo hicieron ver expertos dialogantes en la derecha, como el exministro de Hacienda Ignacio Briones, quien apuntó que “es fundamental recuperar el mercado de capitales. Sin un mercado de capitales robusto, el crecimiento se hace esquivo y lo dañamos severamente”, además de elevar las tasas de interés y encarecer los créditos para la vivienda.

Y los grandes grupos empresariales, que dominan las organizaciones patronales, estuvieron de acuerdo. La presidenta de la SOFOFA, Rosario Navarro, respaldó el pacto, y la presidenta de la CPC, Susana Jiménez, valoró que, pese a sus defectos, este permite “darle la necesaria mayor profundidad al mercado de capitales”.

¿Y Libertad y Desarrollo?

En los últimos años, LyD ha sufrido una deriva hacia posiciones cada vez más radicales, personificada por el ascenso de Luis Larraín y Marcela Cubillos a sus máximas posiciones ejecutivas.

LyD se opuso tajantemente al pacto, alineándose con la extrema derecha en la denuncia a la “traición” que significaba negociar con una ministra comunista.

La minuta oficial de LyD enumeró 12 efectos negativos del acuerdo, y fue publicada en su página web por la Asociación de AFP.

Para las AFP, la prioridad era proteger a toda costa su negocio y evitar la competencia. Por eso se negaron a la licitación de cartera, que facilitaría el ingreso de nuevos actores. Los controladores estadounidenses de tres AFP llegaron a acusar “expropiación”, como si los trabajadores chilenos fueran cosas de su propiedad (llamativamente, la única que sí celebró el acuerdo fue AFP Uno, que cobra las comisiones más bajas).

Luis Larraín, presidente del Consejo de LyD, la calificó como “una pésima reforma en que, desmintiendo a los que afirman que aquí se consolida el sistema de capitalización (nada se consolida con los comunistas al frente), se hace un retroceso inexplicable en nuestro sistema al consolidar el reparto”.

Pero esta vez, la mayoría de los parlamentarios de Chile Vamos decidieron no escuchar al centro de lobby que ha guiado sus votaciones por décadas.

Libertad y Desarrollo quedó offside, arrinconado en una posición extrema.

Por primera vez en 35 años no logró actuar como vocero del gran empresariado, que levantó el pulgar al acuerdo, ni pudo disciplinar a los parlamentarios de Chile Vamos, que votaron en línea con la SOFOFA y la CPC, no con LyD ni la Asociación de AFP.

Es el ocaso del grupo de lobby disfrazado de think tank que ejemplificó como ninguno la subordinación del poder político al poder económico en Chile.



* Publicado en La Tercera, 08.02.25.


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No obstante estar de acuerdo con el punto de Matamala sobre la derrota de LyD, esa agencia de lobby de extrema derecha, me temo que su argumentación soslaya cuestiones a mi entender mucho más importantes. Vamos en el orden del escrito de la propia columna:

- Asume la importancia del acuerdo político transversal para la reformita previsional que deja intacta la capitalización individual y donde las AFP pierden una insignificancia. Ponerse de acuerdo no es siempre motivo de euforia, basta recordar que el Tratado de Versalles también fue un acuerdo.

- La obviedad de que el 1% gobierna en realidad este país. Cuestión que todos sabemos, pero que preferimos callar... como el alcoholismo de ese tío querido. El punto es que hace décadas la Concertación asumió esa connivencia sin mayores problemas, legitimándola y legitimando a personeros que el pueblo no eligió. La normalizó  al punto de aceptar que en un (supuesto) sistema de mercado se eliminaran los delitos contra la libre competencia... Precisamente, por la presión de quienes se supone deberían ser sus fans y los más férreos defensores del sistema de mercado y de su libre competencia.
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- Las AFP no fueron pensadas por José Piñera como un sistema que entrega pensiones, sino como un fondo multimillonario de dinero de los trabajadores para los grandes grupos económicos: son su cajero automático. Y por décadas se ha aceptado esa anormalidad que condena a la pobreza a la mayoría de nuestros jubilados, enriquece a una industria y a quienes ya son multimillonarios... Y obliga a la intervención del Estado para parchar el sistema (incluso tal intervención es sacada a colación por los defensores de las AFP para proclamar victoriosos que el sistema ya es solidario y mixto).

- Tanto entusiasmo por el acuerdo para terminar aceptando que sencillamente las élites sopesaron que la situación post retiros los perjudicaría: una vez más les importa un comino el país y su gente. En su avaricia simplemente pensaron en ellos, no en los jubilados... Y doble triunfo: la reformita no le hace ni cosquillas al sistema de AFP y a su función de cajero automático del 1%. El mercado de capitales está a salvo... la plata de los trabajadores, incluso con los pésimos salarios chilenos, los sigue salvando.

Así las cosas, seamos sinceros, la derrota de LyD da lo mismo. Por mucho que dé gusto imaginar la rabia del mediocre de Luis Larraín y de la deleznable Marcela Cubillos por este triunfo del "comunismo". Incluso me parece muy pronto para anunciar su ocaso... pues basta que los patroncitos necesiten de nuevo a LyD.


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