El individualismo como un absurdo perjudicial




El individualismo como filosofía plantea un ideal, fantástico o utópico por lo demás, acerca de un individuo aislado, fuera de contexto y válido por sí y ante sí. En el siglo XVIII, el filósofo británico Jeremy Bentham escribió, en su Psicología del hombre económico, una de las más gráficas descripciones de individualismo que he tenido oportunidad de leer:
"...el yo lo es todo, comparado con el cual, las demás personas, agregadas a todas las cosas juntas, no valen nada"
De la mano de filósofos como Bentham, quien elabora su pensamiento como miembro de una tradición que se remonta a por lo menos un siglo atrás, el individualismo se fue transformando en una descripción evidente de una supuesta naturaleza humana. Lo cual, de una u otra forma, se relacionó y potenció con los procesos de emancipación burguesa que lucharon por liberar a las personas, en tanto individuos, de las ataduras y coerciones del Antiguo Régimen, de la tradición y de lo colectivo en general.

En una época eurocentrista donde no solo los europeos asumían que Europa occidental era y debía ser la parte del mundo más importante y el modelo a seguir, no hubo problema para transformar el individualismo en una antropología, sociología, política y economía. 

Es decir, primero una fantasía se tomó por verdadera y después se la llevó a la práctica fundada y legitimada por ser considerada verdadera.

A la fecha la "ciencia económica", también un desarrollo fruto del proyecto burgués europeo occidental moderno, es la punta de lanza del individualismo. Esta ideología disfrazada de técnica estudia y norma las sociedades por medio del "individualismo metodológico": se asume que los individuos, aislados y atomizados, son calculadores de costos y beneficios. Maximización que ocurriría no solo en sus elecciones productivo-comerciales, sino en todo ámbito y momento.

Ese fantástico pase mágico se puede llevar a cabo al asumir que el individualista "hombre económico" es real y emplea su "racionalidad económica" en cada instante de su vida. De ahí que se pueda llegar al extremo de creer que toda decisión o elección humana es económica. Por tanto, finalmente, todo asunto se explica fácil y, más importante aún,  correctamente desde el "enfoque económico".

Por eso algunos, sobre todo los ortodoxos, hablan del "imperialismo" de la "ciencia económica" que coloniza los ámbitos de otras disciplinas socioculturales[1]. La disciplina llegó a ese alto estatus al ser la "ciencia" que sí comprendió la verdadera naturaleza humana... y tiene, ¡por si ya no fuera poco!, las herramientas técnico-matemáticas para analizar, describir y predecir esa singular naturaleza[2].

Dicha perspectiva del "enfoque económico" asume a individuos calculadores de costos y beneficios, aislados, atomizados. Algunos economistas afirman, con un espíritu pragmático, que si bien es un modelo muy simplificado, igualmente es útil. Aun así, tal como los ortodoxos, terminan estudiando y normando las cosas desde esa mirada.

Sin embargo, desde cualquier disciplina sociocultural seria se sabe, por gran cantidad de material empírico, que no han existido, no existen, ni existirán seres humanos aislados y fuera de contexto. La valoración de cada persona como una individualidad absoluta por sí y ante sí --de hecho, una idea occidental moderna que no existe y no se comparte en otras culturas--, nunca podrá reemplazar la realidad de que el homo sapiens es una especie que evolucionó, se mantiene y reproduce socialmente.

En otras palabras, se puede decir que alguien es porque inexorablemente somos. ¡Es imposible otra opción! Un historia conjunta nos construye como personas individuales y, al mismo tiempo, en tanto partes de una comunidad. Esa mismo espíritu y realidad colectiva construye a cada comunidad.

De esa circunstancia da buena cuenta, en el campo de la moral, el filósofo Alasdair MacIntyre en su libro Tras la virtud:
"Solo puedo responder la pregunta '¿qué voy a hacer?' si puedo responder una pregunta previa, '¿de qué historia o historias resulta que formo parte?' (...) Todos nos acercamos a nuestras propias circunstancias siendo portadores de una identidad social particular. Soy el hijo o la hija de alguien, el primo o el tío; soy un ciudadano de esta ciudad o de tal otra, estoy adscrito a tal o cual gremio o profesión; pertenezco a este clan, a esta tribu, a esta nación. Por tanto, bueno para mí tendrá que ser lo que lo sea para quien desempeñe esos papeles. Como tal, heredo del pasado de mi familia, de mi ciudad, de mi tribu, de mi nación, una variedad de deudas, herencias, expectativas justificadas y obligaciones. Constituyen lo que le ha sido dado a mi vida, mi punto de partida moral. Esto es lo que, en parte, le da a mi propia vida su particularidad moral"
La irrealidad del individualismo es evidente. Si a alguien le atrae esa definición, claramente está en su derecho de respaldarla. Pero sobre el entendido, fruto de los datos empíricos, de que es una fantasía o utopía. Esto último, en todo caso, es muy distinto creer o aceptar tal idealización como la verdadera naturaleza humana.

También nos parece aquí evidente la inconveniencia práctica de asumir el individualismo como principio ético o guía de la acción. Si bien puede parecer atractivo para los culturalmente modernos y/o modernizados realzar la condición individual de las personas, estimamos aquí que ello es muy distinto a utilizar el individualismo como principio para guiar nuestros actos en sociedad.

No hace falta ser un gran intelectual para rechazar el individualismo, sencillamente, basta que Ud. se pregunte: ¿le gustaría convivir con ese tipo de gente?



NOTAS:

[1] Los fundamentalistas tienen plena seguridad en el imperialismo de la "ciencia económica". No obstante, quienes no se reconocen extremistas, terminan igualmente asumiendo el "enfoque económico" y trabajando como "expertos", sin ningún pudor, en campos diferentes del productivo-comercial.

[2] Luego de tragedias como la crisis subprime del 2008, entre otros casos, la capacidad de predicción de "la más científica de las ciencias sociales" pasa a ser una mala broma... cuando no una serie de espurias y simplonas correlaciones que pretenden ser causales.

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