Consejos a los jóvenes economistas




Cuando el economista brasileño Celso Furtado (1920-2004) escribió este texto, aún no se materializaba la arrolladora imposición de la ideología neoliberal a través de la llamada "ciencia económica". La misma que hoy se enseña universalmente como disciplina académica técnica alejada de cualquier postura política o ética, es decir, supuestamente neutral y objetiva. Por otra parte, si bien el autor asume que la economía es una "ciencia", como estructuralista latinoamericano no la separa de la política o de los contextos histórico-culturales, las estructuras donde se desarrolla lo económico[1].

A comienzos de los sesenta del siglo pasado, ya existían hace años la Sociedad Mont Pellerin y la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, pero todavía no se convertían en los referentes de la "buena ciencia económica" que llegaron a ser. Por eso, por ejemplo, Furtado asume el dominio del keynesianismo en su época... la perspectiva liberal que, en su fanatismo, los neoliberales han atacado por décadas, al punto de llegar a asumirse y ser reconocidos como antikeynesianos[2].

A pesar del tiempo y los hechos, el texto del economista brasileño sigue dando luces de las carencias de la (de)formación en "ciencia económica" y aún se puede leer con provecho en la América Latina de la segunda década del siglo XXI.


§§§




Celso Furtado

Sobre los economistas convergen, desde todos los sectores, las preocupaciones más urgentes. (...) En el punto de convergencia de ese maremagnum de problemas, (...) en el centro de todo eso está el economista. ¿Estará él preparado para responder a ese desafío? (...)

El joven aplicado e inteligente que sigue con criterio su curso de economía habrá conseguido un razonable conocimiento de las múltiples dependencias de esta mansión señorial que es la teoría de los precios. Estará en condiciones de trazar caprichosos conjuntos de curvas de indiferencia y de discutir sobre la teoría del comportamiento del consumidor y del equilibrio de la empresa a diferentes niveles de complejidad. Habrá dado muchas vueltas en torno a las teorías monetarias y habrá hecho un arduo esfuerzo para descubrir las líneas de parentesco entre esas teorías y el cuerpo central de las teorías económicas. Conocerá muchas doctrinas sobre el ciclo económico, aunque en lo íntimo esté convencido de que todas ellas dicen más o menos la misma cosa, o no dicen nada. Habrá construido algunos esquemas abstractos para determinar el punto de equilibrio de las balanzas de pagos. Habrá avanzado por los caminos imprevistos del modelo keynesiano y tal vez sepa combinar con elegancia el multiplicador y el acelerador. Finalmente habrá leído mucho, sin hacerlo en forma asistemática, sobre "desarrollo económico", aunque no habrá encontrado una clara  conexión de esas lecturas y las buenas teorías aprendidas en los compendios.

Al enfrentarse con el mundo real, este economista se siente, para sorpresa suya, enteramente frustrado. Si va a trabajar en una empresa privada advertirá inmediatamente que el análisis marginal está desprovisto de cualquier alcance práctico. Después de poco tiempo se habrá dado cuenta de que es mucho más importante comprender las limitaciones de naturaleza administrativa y las controversias de tipo fiscal que enmarañan la vida de una empresa, que conocer los caprichos más sutiles de la posición de equilibrio de una firma teórica. Para hacer un buen estudio de un mercado se necesita saber trabajar mucho más con la imaginación, a base de datos e informaciones indirectas que con las refinadas técnicas del análisis.  

La desorientación será mayor todavía si el economista fuese designado para trabajar en el sector público. En este caso advertirá, en poco tiempo, que si todo lo que aprendió no es totalmente inútil, dejó de aprender casi todo lo que es realmente útil. Entonces, surge el problema de la postgraduación. La situación se podrá remediar si el economista ha recibido una base adecuada que lo capacite para complementar mediante el propio esfuerzo, su preparación. Aquí está la clave de nuestro problema.

Para que pueda rectificar y completar su formación y desarrollarse a base de su propia experiencia, el economista debe tener una idea clara de lo que es la economía como ciencia. Debe saber que toda ciencia trabaja con esquemas conceptuales, pero elabora y prueba esos esquemas a base de la observación del mundo objetivo. En esta forma, lo fundamental en la formación del economista es que en él se haya desarrollado la aptitud de observación del mundo objetivo en forma sistemática. No debemos olvidar que la observación disciplinada de la realidad objetiva es mucho más difícil en economía que en la mayoría de las otras ciencias, dadas la gran complejidad y la permanente mutación de esa misma realidad. (...)

Ahora bien, la gran dificultad que enfrenta el estudiante de economía en un país subdesarrollado es que las teorías que le enseñaron son exactamente aquéllas que se basan en observaciones hechas mediante la máxima simplificación de un mundo real que, además, [desde el punto de vista estructural] es fundamentalmente diferente de aquél en que él vive. Esas simplificaciones del mundo real muchas veces son dictadas por la mera conveniencia del uso de ciertas técnicas de análisis. No debemos olvidar que quien analiza la realidad adopta una técnica de análisis, técnica que existe previamente a la selección del objeto analizado. Y, una vez adoptada determinada técnica o método, es común, en economía, que la propia técnica, prestada a otra ciencia, pase a condicionar la marcha del esfuerzo de teorización. Por todos es conocida la influencia abrumadora que el cálculo infinitesimal ejerció sobre los economistas marginalistas, cuyos modelos de firma patrón, de consumidor típico, de equilibrio parcial, etc., llegaron a alejarse kilométricas distancias de la realidad, a fin de que el trabajo de teorización pudiese avanzar dentro de los caminos abiertos por el análisis diferencial e integral. 

Pero no solamente el predominio de ciertas técnicas sofisticadas ha contribuido a alejar a nuestro economista del mundo real. El modo mismo como se presentan las teorías económicas en las facultades va contribuyendo para el alejamiento del estudiante. La verdadera forma de enseñar una ciencia consiste en presentar sus cuadros conceptuales como sistemas de hipótesis, cuya eficacia explicativa debe ser probada con respecto a una determinada realidad. Sin embargo, entre nosotros esa prueba raramente se hace en la enseñanza de la economía. Cuando mucho, se procura demostrar la consistencia lógica interna del sistema de hipótesis, partiendo de un conjunto de definiciones; pero raramente se aborda el problema de su eficacia explicativa al respecto de una determinada realidad empírica. En otras palabras, pocas veces se pasa del campo de la doctrina al de la teoría. (...)

(...) Lo que ha ocurrido en economía es que una teoría, formulada para explicar determinada realidad con límites en el tiempo y en el espacio, es ordinariamente transformada en doctrinas de validez universal. Así, una teoría formulada para explicar el comportamiento de la balanza de pagos de un país como los Estados Unidos, al ser universalizada, se transforma en una mera doctrina, que puede servir para justificar determinadas políticas, más no para explicar sin discriminación la realidad de cualquier país. 
 
Las teorías económicas fallan así, por una doble debilidad. La primera se deriva de que las hipótesis explicativas son formuladas con respecto al comportamiento de modelos demasiado simplificados, lo que en gran parte se debe a la aplicación de técnicas de análisis elaboradas para otro tipo de trabajo científico. Esa primera falla es de naturaleza universal y viene siendo superada a través de un gran esfuerzo hecho en el sentido de mejorar la base de observación empírica, a través de la acumulación de informaciones estadísticas y de otro tipo, y también en el sentido del desarrollo autónomo de las técnicas de análisis, inclusive en el campo.

La segunda debilidad, específica de la economía enseñada en nuestros países, tiene su raíz en que las teorías usuales, en su generalidad, fueron formuladas para explicar el comportamiento de estructuras diferentes de la nuestra. Las diferencias entre las estructuras desarrolladas y subdesarrolladas parecen ser suficientemente grandes para retirar una parte sustancial de la eficacia explicativa de muchas de las teorías económicas de mayor aceptación. Ahora bien, como todavía no existe un cuerpo de teorías, o de variantes teóricas, elaboradas directamente para explicar el comportamiento de una economía subdesarrollada, semi-industrializada, con insuficiencia crónica de capacidad para importar, con excedente estructural de mano --de-- obra en todas direcciones, como es la nuestra, no es de admirar que el estudiante de economía salga de su escuela y comience a enfrentar el mundo real con más dudas y perplejidades que cualquier otra cosa.

En lo que respecta a la escasez de teorías económicas de aplicación viable en las estructuras subdesarrolladas, considero que en la formación del economista se debe dar prioridad al dominio de las técnicas que capacitan para observar en forma sistemática la realidad económica (...) En segundo lugar, debido al carácter histórico de los fenómenos económicos, debemos tener en cuenta que la validez de una teoría es mucho más limitada, en economía, que en otras disciplinas científicas. (...)

El economista que posea una base metodológica sólida y una clara comprensión del método científico en general, tiende a ser casi necesariamente entre nosotros un heterodoxo. En poco tiempo, él aprenderá que los caminos trillados le son de poco valor. Después advertirá que la imaginación es un instrumento de trabajo poderoso y que debe ser cultivada. En poco tiempo perderá la reverencia ante lo que está establecido y compendiado. En la medida en que llegue a pensar por su propia cuenta, con independencia, recobrará la autoconfianza, perderá la perplejidad.


NOTAS:

[1] Respecto del estructuralismo latinoamericano, se puede revisar "El estructuralismo latinoamericano. Validez y vigencia en el siglo XXI" de Armando Di Filippo.

[2] Recuérdese que, aunque hoy en ciertos círculos se asuma que Keynes tuvo una postura izquierdista, su intención no fue otra que salvar el capitalismo de mercado. Entendió que el mercado no se autorregulaba o esa supuesta autorregulación era parte del problema y no la solución... como siguen predicando los fundamentalistas de mercado.
 


* Fragmentos extraídos del artículo publicado eInvestigación Económica, Vol. 23, No. 92 (Cuarto Trimestre de 1963), pp. 897-903.

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