El hambre como "incentivo" del trabajo




Dejamos un fragmento de la Disertación sobre las Leyes de los pobres, escrita por Joseph Townsend, clérigo inglés, quien la  publicó en 1786 bajo el seudónimo de "Alguien que desea el bien de la humanidad".

Cabe destacar que esta cruda mirada de las clases bajas, está lejos de ser inusual en la Europa de la época... lo que no varió mucho con el tiempo. Incluso, en quien era parte del clero de una religión que se fundamenta y predica el amor al prójimo... al punto de desear "el bien de la humanidad".

Asimismo, esta perspectiva clasista que explica y defiende una desigualdad extrema, forma parte inseparable de las ideas liberales que fundamentan el capitalismo de mercado y la futura "ciencia económica" en su vertiente ortodoxa. De hecho, se deja ver en más de alguna mirada no tan ortodoxa y hasta en las supuestamente heterodoxas.

Así, la pregunta que nos podemos hacer es qué tanto ha cambiado el fondo del asunto del siglo XVIII a la fecha.


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Los pobres saben muy poco acerca de los motivos que estimulan a las capas más altas de la sociedad a la acción: el orgullo, el honor y la ambición. En general, es únicamente el hambre la que puede estimular y atraerlos [a los pobres] al trabajo; sin embargo, nuestras leyes han establecido que ellos nunca padecerán hambre. El hambre no es solamente una presión sutil, sino que puede ser el motivo más natural para que la gente sea industriosa y trabajadora, y realice los esfuerzos más poderosos. El hambre doma a los animales más fieros; les enseña decencia y civismo, obediencia y sujeción a los brutos, a los más obstinados y a los más perversos. Ciertamente, es una queja generalizada de los granjeros que sus hombres no trabajan tan bien cuando están satisfechos y no tienen hambre.

Parece ser una ley de la naturaleza que los pobres deben ser hasta cierto grado incapaces de proveerse a sí mismos, que siempre habrá algunos que puedan atender los oficios más serviles, más sórdidos y más innobles de la comunidad. La esencia de la felicidad humana resulta grandemente beneficiada en la medida en que las personas más delicadas y sensibles no tienen que trabajar en quehaceres laboriosos, sino que resultan liberadas de los trabajos ocasionales que las hacen miserables, permitiéndoles la libertad para proseguir, sin interrupción, aquellas acciones para las cuales son adecuadas y que resultan las más útiles al Estado. En lo que se refiere a los más bajos de los pobres, por lo general ellos están contentos con las ocupaciones más miserables, los trabajos más laboriosos y las actividades más peligrosas. Las armadas y los ejércitos de un Estado se enfrentarían muy rápidamente a una escasez de soldados y de marinos si la sobriedad y la diligencia prevalecieran universalmente. ¿Qué es si no la desesperanza de la pobreza la que hace que las clases más bajas puedan encarar los horrores que los esperan en los océanos tempestuosos o en los campos de batalla?

Por lo tanto, una provisión segura y constante para los pobres debilita este resorte vital. Aumenta su incapacidad para proveerse a sí mismos, y además no promueve su agrado para hacer todos los trabajos que una comunidad requiere de los más indigentes de sus miembros. Tiende a destruir la armonía y la belleza, la simetría y el orden de ese sistema que Dios y la naturaleza han establecido en el mundo.

Las Leyes de los Pobres que tenemos en Inglaterra establecen que ningún hombre, incluso por su indolencia, incapacidad de proveerse a sí mismo, vicio, etc., puede padecer de necesidades y de hambre. En aras del progreso de la sociedad, seguramente se encontrará que por lo menos algunos requieren tener condiciones de escasez y, por lo tanto, yo propongo esta pregunta: ¿quién es más merecedor de sufrir el frío y el hambre: el pródigo o el que no se puede abastecer a sí mismo, el haragán o el diligente, el virtuoso o el vicioso?


Dibujo de una Casa de trabajo (Workhouse).
Estos lugares eran parte de un sistema en el que se internaba por fuerza a los "pobres" para obligarlos ser "productivos". En el fondo, era un sistema penitenciario de castigo y control de los pobres, quienes eran mantenidos en pésimas condiciones y explotados por los administradores de los recintos.

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