Discurso final de Bartolomeo Vanzetti


Vanzetti (izq.) y Sacco (der.)


Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron dos inmigrantes italianos, trabajadores pobres y anarquistas acusados de robo a mano armada y asesinato de dos personas en 1920 en South Braintree, Massachusetts. Su juicio no cumplió con el debido proceso, presentó deficiencias probatorias e irregularidades, discrecionalidad del juez y estuvo cruzado políticamente por la discriminación por su triple condición de inmigrantes, pobres y anarquistas.

Finalmente, a pesar de todas las falencias e injusticias del proceso, Sacco y Vanzetti fueron condenados a morir electrocutados. Se presentaron seis solicitudes de apelación, pero el juez las rechazó todas y fueron asesinados el 23 de agosto de 1927.


§§§


En 1946, el poeta y crítico literario Selden Rodean publicó su New Anthology of Modern Poetry. Entre poemas de Dylan Thomas y E.E. Cummings incluyó en su antología este poema de Bartolomé Vanzetti. Este poema no es más que parte del alegato final de Vanzetti en el juicio en que fue condenado a muerte, versificado por el antólogo. Fue traducido al castellano por el escritor Augusto Monterroso.

He hablado tanto de mí mismo
que casi olvido mencionar a Sacco.
Sacco es también un obrero,
desde su niñez un experto obrero,
amante del trabajo,
con buen empleo y una buena paga,
una cuenta de banco, una esposa buena y amable,
dos lindos hijos y un hogar pequeño y limpio
a la orilla del bosque, cerca de un arroyo.
Sacco es un corazón, una fe, un carácter, un hombre;
un hombre amante de la naturaleza, de la humanidad;
un hombre que lo dio todo, que sacrificó todo
a la causa de la libertad y su amor al hombre:
dinero, descanso, ambición terrena,
su propia esposa, sus hijos, él mismo
y su propia vida.
Sacco no ha soñado nunca robar, asesinar.
Ni él ni yo nos hemos llevado jamás a la boca
un pedazo de pan, desde nuestra niñez al día de hoy,
que no hayamos ganado con el sudor
de nuestra frente. Nunca.
Oh, sí, como alguien lo ha dicho
yo puedo ser más ingenioso que él;
mejor conversador, pero muchas, muchas veces
al escuchar su voz cordial resonando con fe sublime,
al considerar su sacrificio supremo, al recordar su heroísmo
me sentí pequeño ante su grandeza
y me encontré a mí mismo luchando por contener
las lágrimas de mis ojos
y calmar mi corazón
impidiendo a mi garganta sollozar frente a él:
este hombre llamado ladrón y asesino
y sentenciado a muerte.
Pero el nombre de Sacco vivirá
en el corazón de la gente y en su gratitud
cuando los huesos de Katzmann [fiscal del caso]
y los vuestros hayan sido dispersados por el tiempo;
cuando vuestro nombre,
vuestras leyes e instituciones
y vuestro falso dios
sean apenas el borroso recuerdo
de un pasado maldito en que el hombre
era lobo del hombre.
Si no hubiera sido por esto
yo podría haber gastado mi vida
hablando en las esquinas a gente burlona.
Podría haber muerto inadvertido, ignorado, un fracaso.
Ahora no somos un fracaso.
Ésta es nuestra carrera y nuestro triunfo.
Nunca en toda nuestra vida pudimos esperar
hacer tal trabajo
por la tolerancia, por la justicia, por la comprensión
del hombre por el hombre
como ahora lo hacemos por accidente.
Nuestras palabras, nuestras vidas,
nuestros dolores… ¡nada!
La toma de nuestras vidas
--vidas de un buen zapatero y un pobre
vendedor ambulante de pescado--
¡todo! Ese último momento nos pertenece:
esa agonía es nuestro triunfo.






* El discurso de Vanzetti en la película "Sacco y Vanzetti" de Giuliano Montaldo (1972), a cargo de Gian Maria Volonté:
En italiano.
En español.





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