Empresaurios chilensis




La crisis socioeconómica fruto de la pandemia ha sido enfrentada desde dos trincheras diferentes. Por un lado, el retiro del 10% de los fondos de pensiones de los trabajadores. Por su parte el gobierno echó mano al seguro de cesantía de aquellos y luego a bonos y préstamos.[1]

El problema con los bonos es que los reyes del excel, con base en la "buena ciencia económica" (la forma en que los neoliberales se refieren a su propia escuela), los "focalizaron". Es decir, pusieron condiciones para que lleguen a quienes realmente los necesitan... Y ya se sabe que no llegaron a todos ni son montos suficientes.

En medio de esta crítica situación, sin que nadie les pidiera su opinión, miembros de la élite empresarial juzgaron conveniente iluminarnos con su singular sabiduría de gente bien.

Antonio Irarrázaval, presidente de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), señaló sobre el tercer retiro del 10% de las AFP: "nos crea una situación de cierta dificultad para atraer trabajadores a empleos formales. Vamos a tener que mejorar los ingresos de los trabajadores". Asimismo, Ricardo Ariztía (seguramente le suena el apellido por una estafa: la colusión de los pollos), presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), aseguró que hay gente que falta al trabajo “porque reciben los bonos del Gobierno”. Y, finalmente, Juan Sutil (cuyo apellido es, sin duda, una ironía de la vida), presidente de la Confederación de Producción y del Comercio (CPC), salió a defender/explicar a Irarrázaval: "hay unos que prefieren o deciden buscar la informalidad para no perder estos beneficios" del Estado.[2]

Todo indica que los patroncitos lo dicen en serio. Además, no tienen problema en hacer una fogata en un pajonal seco, con viento, en verano y en plena sequía.

Si Ud. sabe un poquito de historia, sí, solo un pichintún, las declaraciones de los patroncitos nos recuerdan a la vieja oligarquía del siglo XIX y de principios del XX. Siguen en pie sus ideas y sentimientos clasistas, su desconexión y desinterés por cualquiera que no pertenezca a su exclusivo y excluyente club. El problema es que estamos en el siglo XXI.

Para muestra un botón. En 1907 se discutió en el Congreso chileno la "Ley de descanso dominical". Puntualmente, el 14 de junio intervino en la sala de la Cámara Eduardo Suárez Mujica (1859-1922), diputado del Partido Radical por Copiapó, Chañaral, Vallenar y Freirina[3].  Lea y disfrute:
Deseo, señor presidente, fundar en breves palabras mi voto, que será contrario a la aprobación general de este proyecto.

Creo que este proyecto no responde a una necesidad realmente sentida en nuestro país. El ejercicio de la libertad individual es absoluta en esta materia, y cada cual puede hacer lo que le plazca.

Yo no sé que haya caso alguno concreto de obreros o empleados particulares, que se hayan visto como aplastados, esclavizados o cohibidos por la voluntad de sus patrones.

No conozco ningún caso en que la obligación del trabajo diario y constante se haya impuesto a ningún obrero en contra de su voluntad, exigiéndole un duro sacrificio material.

En Chile todos sabemos que los obreros trabajan como y cuando quieren, sin que los capitalistas se impongan jamás en los obreros; por el contrario, son estos que dictan e imponen la ley a sus patrones.

En tales condiciones, yo pregunto ¿A qué viene esta ley? ¿Qué necesidades reales va a llenar?

Comprendo, señor Presidente, que se dicte una ley para proteger el derecho al descanso en los países en que el descanso está afectado, está comprometido; pero en Chile ¿en qué forma y dónde está comprometido este derecho? Aquí donde los obreros trabajan dos días de la semana y descansan cuatro ¿Es razonable esta ley de descanso dominical? ¿Es posible que el poder público intervenga para proteger un derecho que, lejos de estar afectado esta abusado, si así puedo expresarme?

No me opongo en forma alguna a que se legisle sobre el trabajo; pero siempre que se haga en forma eficaz, útil y seria. Creo que este proyecto no es necesario, ni útil, ni eficaz y ni siquiera serio.

Desde luego ¿cuál sería la sanción de esta ley?

Supongamos que dictada la ley, un patrón se niegue a contratar a un obrero que no consienta en trabajar en domingo.

¿En qué forma puede la autoridad intervenir para castigar al patrón y proteger el derecho del obrero?

En ninguna forma; y, por lo tanto, sería completamente ineficaz promulgar como ley el proyecto en discusión.

Y yo pregunto ¿es propio que los poderes públicos dicten leyes ineficaces, leyes que carecen enteramente de sanción?

La Cámara sabe que en los últimos tiempos la situación de los obreros se ha modificado en condiciones tales que el capitalista les ha quedado, puede decirse, enteramente subordinado.

No necesito recordar lo que acaba de pasar en la última huelga ni lo que viene ocurriendo entre nosotros desde algún tiempo atrás.

Voy a citar un hecho, un pequeño detalle que mis colegas pueden verificar fácilmente, y aunque se trata de un pequeño detalle, lo cito porque es muy sugestivo.

Hace cuatro meses se declaró en huelga el gremio de zapateros, exigiendo aumento de salario.

Consiguieron su objeto y los jornales de que gozaban se han triplicado.

Y bien ¿qué ha sucedido? Que los zapateros que antes trabajaban cuatro días, ahora trabajan dos o trabajan uno, porque en ello ganan lo suficiente para la satisfacción de sus necesidades de toda la semana.

De ahí es que, aún cuando el salario actual es tres veces superior al que antes tenían, no hay obreros que trabajan en las zapaterías.

¿Y en tal situación se pretende dictar esta ley que estimula el descanso, es decir, la holgazanería?

Yo no comprendo realmente con qué espíritu se legisla en este sentido.

Si se quiere hacer obra sería a favor del pueblo, yo digo: que sea enhorabuena; que se hagan leyes que fomenten el ahorro, que mejoren o establezcan la higiene de las habitaciones que ocupa el pueblo, que se ampare a los inválidos del trabajo, que se proteja la industria verdaderamente nacional; pero no se nos venga con este género de leyes, verdaderos voladores de luces, destinados a satisfacer verdaderos propósitos sectarios de menor cuantía e inspirados en el anhelo de prestigiar el carácter religioso de los días festivos.

Además, a mi juicio, esta ley atenta contra el derecho y contra la libertad de trabajo, puesto que impide entregarse a él a los que quieren hacerlo ciertos y determinados días.

No quiero entrar en más extensas consideraciones para fundar mi voto, que será contrario al proyecto, y por eso, limitándome a las observaciones que he expuesto, dejo la palabra.[4] 
Suárez representa una cultura aristocrática que considera cualquier mejora de la condición obrera, como un abuso por parte de la chusma y un paso sin retorno hacia una inaceptable situación económica, social y moral. El problema es que al leer el discurso de Suárez, las declaraciones de Irarrázaval, Ariztía y Sutil muestran que volvimos al presente. Luego de más de un siglo, los patroncitos mantienen sus ideas y sentimientos respecto a las y los trabajadores.

Y esta gente lo expresa hoy, impúdicamente, en medio de una profunda crisis sanitaria, socioeconómica y política. Para ellos, los rotos siguen siendo unos flojos que abusan de la buena voluntad de quienes, con un espíritu altruista digno de un santo, les dan trabajo. 

Por si ya no pudiera ser peor, el gobierno de "excelencia" que ha logrado congregar a los "mejores", gobierna para esta calaña de empresarios, que no entienden nada y cuyos argumentos no soportan análisis... Gente que son la prueba fehaciente de que nuestra élite no es meritocrática. Es tan bajo su nivel que, claramente, de no haber nacido en familias pudientes --en el fondo su único mérito-- serían unos don nadie de quienes jamás habríamos escuchado... ¡Por suerte!


NOTAS:

[1] Solo unas pocas voces han vuelto a poner sobre la mesa un impuesto a los súper ricos (como recomienda el FMI y la ONU), replantearse el royalty a las grandes mineras (como es obvio en cualquier país capitalista normal) o la nacionalización de las riquezas naturales.

[2] No olvidar que estas quejas se dan en un contexto donde los multimillonarios chilenos aumentaron en un 70% sus fortunas.


[4] Cabe recordar que seis meses después de la discusión de la ley, la élite del país pondría en su lugar a los revoltosos de la Escuela Santa María de Iquique.


Diputado Eduardo Suárez Mujica





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