Humanidades y ciencia-tecnología en el MIT: ¿Conjuntos que no se intersectan?




Hace unos años quien es considerado un destacado economista de una prestigiosa facultad universitaria de ciencia y tecnología, abogaba por el cierre de la unidad docente de humanidades, artes y ciencias sociales de dicha facultad. Utilizando la teoría de conjuntos afirmó, públicamente en un coloquio universitario, que dichos ámbitos del saber eran conjuntos sin intersección.

En el mismo coloquio y también públicamente, un estudiante le aclaró al destacado economista su grueso error y hasta citó a uno de los tantos posibles ejemplos: René Descartes, gran filósofo y a la vez matemático dedicado a cuestiones que hoy se entienden como asuntos de las ciencias naturales.[i] Sin embargo, ello no le hizo mella a la plena seguridad del académico en su creencia... Y, todo indica, que tampoco a su pudor porque su profunda ignorancia de temas académicos quedara manifiesta frente a colegas y alumnos.

En Chile, como en no pocos lugares del mundo, esa singular creencia no es una rareza. Torciendo la historia y hasta la propia realidad, no faltan en los círculos académicos quienes aseguran esa supuesta falta de intersección o, finalmente, la autonomía de la ciencia-tecnología de los demás saberes.

En relación a ello dejamos un artículo de una decana del MIT que explica, no solo la relación, sino hasta la necesidad de que las y los estudiantes de ciencia y tecnología reciban una formación en humanidades, artes y ciencias sociales. De ahí que, precisamente, casi el 25% de los cursos que deben cursar esos alumnos sean de humanidades, artes y ciencias sociales.[ii]

Para terminar esta breve introducción quisiera contrastar la visión de dos autoridades universitarias respecto a estos temas. 

Por una parte, el decano de una Facultad de Ingeniería de una universidad privada de reconocida postura derechista, le señalaba a sus estudiantes recién graduados que los conocimientos técnicos que les entregaron seguramente ya estaban obsoletos. Pero, lo que sí se llevarían de su paso por esa Universidad era el pensamiento crítico, la capacidad de trabajar en equipo, las habilidades comunicativas y, en general, la formación humanista (que ahí se denominan "artes liberales"). Por otro lado, un director de una escuela de ingeniería de una prestigiosa universidad tradicional, para defender la casi eliminación de la formación humanista en la malla, declaraba que el país necesitaba tecnócratas, no estudiantes críticos... Sin comentarios.


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En el MIT las humanidades son tan importantes como las STEM


Deborah K. Fitzgerald

El papel de las humanidades en la educación estadounidense ha sido objeto de mucho debate reciente en medio de preocupaciones porque las disciplinas STEM (sigla en inglés de: ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) estén eclipsando los campos de las humanidades en relevancia y perspectivas de carrera.

Entonces, algunos pueden sorprenderse y, espero, tranquilizarse, al aprender que aquí en el MIT, un bastión de la educación STEM, consideramos que las humanidades, las artes y las ciencias sociales son esenciales, tanto para educar a grandes ingenieros y científicos, como para sostener nuestra capacidad de innovación.

¿Por qué? Porque la misión del Instituto es avanzar en el conocimiento y educar a los estudiantes que están preparados para ayudar a resolver los problemas más desafiantes del mundo: energía, cuidado de la salud, transporte y muchos otros campos. Para hacer esto, nuestros graduados naturalmente necesitan conocimientos y habilidades técnicas avanzadas: el pensamiento profundo y original sobre el universo físico que es el genio de los campos de la ciencia y la ingeniería.

Pero los problemas del mundo nunca se limitan al laboratorio ni a la hoja de cálculo. Desde el cambio climático hasta la pobreza y la enfermedad, los desafíos de nuestra era son sin duda de naturaleza y escala humana, y las cuestiones de ingeniería y ciencia están siempre integradas en realidades humanas más amplias, desde profundas tradiciones culturales hasta códigos de construcción y tensiones políticas. Entonces, nuestros estudiantes también necesitan una comprensión profunda de las complejidades humanas, las realidades políticas, culturales y económicas que dan forma a nuestra existencia, así como de la fluidez en las poderosas formas de pensamiento y creatividad cultivadas por las humanidades, las artes y las ciencias sociales.

El plan de estudios de MIT ha evolucionado significativamente en los últimos 50 años para exigir que todos los estudiantes universitarios dediquen un tiempo considerable a temas como literatura, idiomas, economía, música e historia. De hecho, cada estudiante de MIT toma un mínimo de ocho de esas cursos, casi el 25 por ciento de su tiempo total de clase.

En esos cursos, nuestros estudiantes aprenden cómo las personas, las organizaciones y las naciones actúan según sus deseos e inquietudes. Obtienen perspectivas históricas y culturales, y habilidades de pensamiento crítico que los ayudan a colaborar con personas de todo el mundo, así como habilidades de comunicación que les permiten escuchar, explicar e inspirar. Aprenden que la mayoría de las situaciones humanas desafían una sola respuesta correcta, que la vida misma es raramente, si alguna vez lo es, tan precisa como un problema matemático o tan clara como una elegante ecuación.

Algunos de los mejores testimonios sobre el valor de tal educación provienen de nuestros exalumnos de ciencia e ingeniería. Una recién graduada que ingresó a la Facultad de Medicina escribió sobre cómo su práctica como médica requiere no solo conocimiento médico, sino también la capacidad de interpretar las historias y relatos de sus pacientes, una habilidad que adquirió leyendo literatura, estudiando las diversas formas de narración, las muchas formas en que los humanos compartimos información vital. “La biología del MIT me preparó para la medicina”, dice ella. “La literatura me preparó para ser médico”.

Los empresarios también encuentran un conjunto de habilidades muy valiosas. Un distinguido graduado de ingeniería del MIT y emprendedor señala: “La introducción a la filosofía y la historia de las ideas resultó ser el valor y el beneficio más duradero de mi educación en el MIT”. Otro graduado de ingeniería que ha transformado el campo de la electrónica dice: “Una educación para una persona joven es más importante que una especialidad. Cuando aprenda sobre varias disciplinas, puede comenzar a conectarlas. Encontré mis clases de economía e historia particularmente útiles”.

Una destacada graduada de MIT en ciencias de materiales, que cita sus clases de literatura y de historia del arte en el MIT como clave para expandir su visión del mundo, ahora es la decana de una facultad de ingeniería, con una perspectiva de primera línea sobre lo que los ingenieros necesitan para tener éxito en el mercado actual. Ella dice: “Los empleadores quieren estudiantes que puedan liderar, trabajar en equipo, trabajar en distintas culturas y especialmente comunicarse, y gran parte de esa capacidad proviene de estudios en literatura, artes y ciencias sociales. El mundo necesita solucionadores de problemas creativos que puedan tener en cuenta la perspectiva humana”.

Como educadores, sabemos que no podemos anticipar todas las formas que tomarán los futuros desafíos de nuestros estudiantes, pero podemos proporcionarles algunos fundamentos que serán guías para el proceso continuo de exploración y descubrimiento. Podemos ayudar a dar forma a su resiliencia y prepararlos para analizar y resolver problemas tanto en situaciones familiares como desconocidas. Al hacer un llamado a las disciplinas STEM y de humanidades, como modos de conocimiento que informan mutuamente, nuestro objetivo es brindarles a los estudiantes una caja de herramientas repleta de herramientas para apoyarlos a lo largo de sus carreras y vidas.

Cualquiera que sea nuestra vocación, ya sea para ser científicos, ingenieros, poetas, servidores públicos o padres, todos vivimos en un mundo complejo y en constante cambio, y todos merecemos lo que hay en esa caja de herramientas: habilidades de pensamiento crítico; conocimiento del pasado y otras culturas; una habilidad para trabajar e interpretar números y estadísticas; acceso a las ideas de grandes escritores y artistas; una voluntad de experimentar, de abrirse al cambio; y la capacidad de navegar la ambigüedad.

Lo que está en juego en estos días es algo muy importante --para individuos, sociedades y para el planeta mismo-- y no podemos ser complacientes. Los tiempos nos están llamando a acelerar y compartir el mundo de las ideas con todos los que anhelan más experiencia, creatividad y significado. Y, cuanto más podamos revitalizar la educación en alianza con nuestros colegas de STEM, mejor. Porque mientras nosotros como educadores podemos, por buenas y prácticas razones, dividir el espectro del conocimiento en varias categorías, la mente en sí misma es el polímata[iii] original, recurriendo a fuentes diversas y a menudo sorprendentes, a medida que realiza el maravilloso trabajo de hacer nuevas conexiones, y estableciendo nuevos caminos para el pensamiento, el discernimiento y la acción.


NOTAS:

[i] Recuérdese que hasta avanzado el siglo XIX no se habla de "ciencia" para referirse a un campo separado de los otros saberes que se dedica a lo físico o natural. El concepto usado, con raíces e historia en el medioevo europeo, es "filosofía natural". Solo recuérdese el título que Isaac Newton le dio a su mayor obra: Principios matemáticos de la filosofía natural.

[ii] En otros centros científico-tecnológicos de excelencia se tiene una mirada similar. Para nombrar solo dos: en el Tecnológico de California (Caltech) el porcentaje de cursos de humanidades en la malla es de 23,38% y en la Universidad de Cornell de 19,83%. Datos extraídos desde: "Breve mirada a la formación humanista de MIT. Entrevista al profesor Agustín Rayo", B. Armijo, Cuadernos de Beauchef, Vol. II, nro. 1, 2020, p. 133-142).

[iii] Polímata: "Persona con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas".



* Publicado en Boston Globe, 30.04.14. Deborah K. Fitzgerald es profesora de Historia de la Tecnología en el Programa de Ciencia, Tecnología y Sociedad del MIT y decana de su Escuela de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales.

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