La expulsión del jardín de Beauchef: ¿podemos imaginar un futuro sin Humanidades?




La sospecha hacia el valor de las ciencias sociales y humanidades no existe solo en nuestro país, pero últimamente enfrenta explícitos cuestionamientos en el debate público local. En columna para CIPER, dos investigadores desmontan lo que a su juicio son malentendidos que separan radicalmente tipos de conocimiento.


Dusan Cotoras y Francisco Salinas


Diversas opiniones recientes avivan el debate sobre el futuro de las Humanidades al interior de las universidades chilenas. El economista Sebastián Edwards propuso eliminar su financiamiento estatal durante diez años y, por otro lado, convertir la Escuela de Ingeniería [y Ciencias] de la Universidad de Chile en una institución netamente «técnica» (para, en sus palabras, evitar que algunas «tonterías» interfieran «el pensamiento crítico en ingeniería»). Mientras que el antropólogo social Pablo Ortúzar sugirió en una columna que el sistema de revisión de pares es menos confiable en el caso de las ciencias sociales, lo cual, a juicio del polemista, fomentaría una academia humanista militante que crecientemente politiza su ejercicio.

Se trata de sospechas similares a las que al otro lado de la cordillera sostienen la agenda del gobierno de Javier Milei, bajo el cual se ha experimentado el peor ajuste histórico al sistema de la ciencia, reflejado en la reducción de un tercio del número de becas y la retención indefinida de transferencias económicas por parte del Estado [ver columna previa en CIPER-Opinión: «La motosierra y la licuadora argentina contra la investigación científica»].

Entre los argumentos más beligerantes del mandatario argentino destaca el supuesto adoctrinamiento ideológico que llevan a cabo las facultades de humanidades y ciencias sociales, sobre la base de la perspectiva de género y acciones contra el cambio climático.

Quienes investigamos —sea en ingenierías, humanidades, ciencias naturales o ciencias sociales— no podemos ser indiferentes ante este tipo de declaraciones en la esfera pública. Surgen muchas preguntas: ¿qué escenarios de futuro imaginan y diseñan estas intervenciones públicas con respecto al tipo de conocimientos que merecen financiamiento? ¿Podemos realmente abordar los desafíos que nuestro país enfrenta exclusivamente desde la mirada de las ingenierías? ¿Son las humanidades un lujo de países enriquecidos por la ingeniería o acaso juegan un rol específico para que los proyectos implementados por las primeras puedan llegar a puerto?

Dichos como los arriba descritos encierran un conjunto de malentendidos basados en una separación radical entre los asuntos de la cultura y soluciones técnicas, así como entre el tipo de conocimiento producido desde las humanidades y ciencias exactas. 

El problema radica en que tal dicotomía ha probado ser tremendamente problemática para abordar la complejidad de los desafíos que hoy en día enfrentamos como humanidad, al menos dos de los cuales requieren esfuerzos verdaderamente interdisciplinarios.

El primero de ellos es el cambio climático. Basta ver áreas de la ingeniería, tales como la hidrología, que desde hace por lo menos dos décadas llevan clamando que la adaptación al cambio climático en las cuencas no es un mero asunto a resolver con física e ingeniería, sino que requiere de todo un trabajo social junto a comunidades y territorios. En este sentido, la ingeniería de ríos sumada a una preocupación por saberes y diálogos sociales ha decantado en áreas interdisciplinarias de trabajo tales como la ‘hidrosociología’, ‘sociohidrología’ y ‘ecohidrología’.

Lo interesante es que ningún cientista social les puso una pistola en la sien a los hidrólogos respecto a que deberían tener un «giro social» en su práctica. Ellos mismos han ido descubriendo esto en el trabajo con su objeto de estudio. En un país donde el agua es un asunto controversial, la mirada interdisciplinaria es requerida para hacer frente a sus múltiples aristas.

Experiencias como la del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, que realiza precisamente sus actividades en el campus Beauchef de la Universidad de Chile, sustenta el éxito de sus estudios locales sobre el cambio climático en el diálogo entre climatólogos, geógrafos, físicos, psicólogos y antropólogos. Todo esto da cuenta de que los desafíos del cambio climático llevan a que varias disciplinas requieran trabajar con las ciencias sociales para lograr sus cometidos. 

Asimismo, los profesionales de las humanidades han contribuido a reformular nuestra noción convencional del progreso, heredada de la ciencia moderna, incorporando una sensibilidad y una perspectiva mucho más amplias sobre el mundo que compartimos con otros seres afectados por la crisis climática del planeta. Superando las limitadas visiones de la economía política que dieron lugar a la condición geológica actual, conocida bajo el nombre de Antropoceno [ver columna previa sobre el tema en CIPER-Opinión del 05.06.2024].

El segundo desafío es la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en nuestra vida cotidiana. Es un profundo error pensar en la IA como un asunto exclusivamente técnico. La IA supone un «hecho social total» que afecta cada aspecto de la sociedad, desde la educación hasta nuestras relaciones afectivas. 

Desde ya y en los próximos años, nuestro país requerirá la intervención de expertos en lingüística para lidiar con los grandes modelos de lenguaje, filósofos expertos en ética aplicada para identificar inequidades y sesgos generados en modelos de clasificación, y antropólogos con entrenamiento en ciencias cognitivas capaces de diferenciar entre aquellos aspectos de la inteligencia humana que son homologables al aprendizaje automático y los que obedecen más bien a nuestra especificidad como especie.

Iniciativas como la del Núcleo Milenio Futures of Artificial Intelligence Research (FAIR) se sostienen en esta perspectiva holística e interdisciplinaria, en la que becarios de ingeniería trabajan junto a expertos en comunicación y ciencias sociales para diseñar interfaces más transparentes que comuniquen y den a entender el uso de IA en los servicios públicos, manteniendo estándares de explicabilidad. En esta composición también participan tesistas de doctorado en humanidades que buscan identificar cómo ciertos escenarios futuros, considerados probables, están motivados principalmente por arquetipos literarios. Por otro lado, estudiantes de diseño y arquitectura trabajan en la creación de centros de datos que mantengan una relación ecológicamente sostenible con su entorno ambiental.

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Tratemos por un momento de dar plausibilidad al ejercicio propuesto por Sebastián Edwards y «pensar en grande» los próximos diez años. Es de esperar que la ausencia de especialistas con conocimiento en intervención en comunidades dé lugar a múltiples conflictos relacionados al impacto en la megasequía en localidades específicas del país. 

La implementación de sistemas automatizados de decisión sin un adecuado mecanismo de auditoría compuesto por expertos en ética produciría profundas brechas entre el pronóstico entregado y la situación objetiva de la población, aumentando el escepticismo en torno a los beneficios asociados a la implementación de este tipo de tecnología. 

Se podrían multiplicar escenarios controversiales, como el caso «medidores inteligentes» de la administración Piñera. Sin memoria ni vigilancia epistémica, las ingenierías al servicio de la tecnocracia resbalarán mil veces sobre la misma piedra. Repitiendo ad absurdum situaciones emblemáticas como la del fallido sistema de transporte de Transantiago, diseñado a imagen y semejanza de un sistema de clase mundial, pero sin atender a la conducta de los usuarios. Lo cual ejemplifica cómo soluciones triviales y simplistas fracasan ante problemas complejos.

La expulsión de las humanidades del jardín de Beauchef, un paraíso tecnológico cultivado exclusivamente para purgar el pensamiento crítico de las ciencias exactas, es un sueño peligroso para las aspiraciones del país, y demuestra incluso cierto grado de insensibilidad hacia las propias prácticas de los ingenieros en nuestro territorio. Si el mundo de Edwards se hiciese realidad, no sólo afectaría a la humanidades y ciencias sociales sino a la propia ingeniería

Por ello, más que escisiones arbitrarias en nombre del cortoplacismo económico, lo que necesitamos son más y mejores espacios de encuentro entre las disciplinas, en un contexto donde la tradicional división de saberes de la universidad de Von Humboldt le hace cada vez menos sentido a nuestros estudiantes. Probablemente lo que requerimos es de una mayor hybris entre lo técnico, lo científico, lo social, lo humano y lo artístico para afrontar la complejidad de los problemas que nos acechan. 

Concepciones ingenieriles unidimensionales podrían erradicar ciertas disciplinas de su Edén, por estar tatuadas por el pecado de la crítica. Ahora bien, el peso de la ignorancia al interior de ese paraíso sin roces, donde sólo se inculca cierto tipo de inteligencia, lo volvería un mal negocio para el propio desarrollo de la ingeniería.



* Publicado en Ciper, 21.06.24. Dusan Cotoras es Sociólogo de la Universidad Diego Portales, Núcleo Milenio Futures of Artificial Intelligence Research (FAIR). Francisco Salinas es Investigador posdoctoral, Instituto de Investigación en Ciencias Sociales, Universidad Diego Portales y doctor por el Institute of Education de la University College of London (UCL).

Miles de niños asesinados en Gaza. Un horror de esta magnitud no tiene explicación




Esta columna de un destacado periodista israelí está desactualizada. En el intertanto las fuerzas de ocupación israelíes han dado muerte a unos cuantos miles de niños más. Sin contar con los desaparecidos y quienes están bajo los escombros. Pero, sus vidas y los motivos de fondo de su asesinato siguen vigentes.


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Gideon Levy


Doscientos sesenta nombres de bebés cuya edad era cero años; nombres de bebés que no llegaron a celebrar su primer cumpleaños, ni celebrarán nunca nada más. He aquí algunos de sus nombres: Abdul Jawad Hussu, Abdul Khaleq Baba, Abdul Rahim Awad, Abdul Rauf al-Fara, Murad Abu Saifan, Nabil al-Eidi, Najwa Radwan, Nisreen al-Najar, Oday al-Sultan, Zayd al-Bahbani, Zeyn al-Jarusha, Zayne Shatat. ¿Qué sueños tenían sus padres para ellos? Luego hay también cientos de nombres de niños de uno y dos años; niños pequeños de tres o cuatro años; niños que tenían cinco, seis, siete u ocho años, hasta los jóvenes que tenían 17 años cuando murieron.

Miles de nombres, uno tras otro, de los 11.500 niños asesinados por las Fuerzas de Defensa de Israel en Gaza en los últimos cuatro meses. La lista fluye como los títulos de crédito al final de una larga película, con una lúgubre melodía de fondo. La cadena «Al Jazeera» publicó el pasado fin de semana la lista de nombres que obran en su poder, la mitad de los 11.500 que murieron, según el Ministerio de Sanidad de Hamás. Un niño muerto cada 15 minutos, uno de cada 100 niños de Gaza.

A su alrededor quedaron los niños que presenciaron la muerte de sus seres queridos, los padres que enterraron a sus bebés, las personas que habían sacado sus cuerpos del fuego y los escombros, miles de niños lisiados y decenas de miles para siempre en estado de shock. Según cifras de la ONU, 10.000 niños perdieron a ambos padres en esta guerra, una guerra en la que dos madres mueren cada hora.

Ninguna explicación, ninguna justificación o excusa podrá encubrir este horror. Lo mejor sería que la maquinaria propagandística de Israel ni siquiera lo intentara. Nada de historias del tipo «Hamás es responsable de todo», ni excusas que apunten a que Hamás se esconde entre los civiles. Un horror de esta envergadura no tiene más explicación que la existencia de un ejército y un gobierno que carecen de límites establecidos por la ley o la moral.

Piensa en esos bebés, que murieron en sus cunas y en sus pañales, en los niños que intentaron huir para salvar sus vidas en vano. Cierra los ojos por un momento e imagina los 10.000 cuerpos diminutos yaciendo uno al lado del otro; mirálos y ve las fosas comunes, las salas de urgencias abarrotadas, con ambulancias vomitando más y más niños que entran a toda prisa, sin saber si están muertos o aún vivos.

Está ocurriendo, incluso ahora, a poco más de una hora en coche de Tel Aviv. Está ocurriendo sin que se informe de ello en Israel, sin ningún debate público sobre el violento ensañamiento que Israel se ha permitido perpetrar en Gaza esta vez, más que nunca. También está ocurriendo sin que nadie en Israel reflexione sobre lo que saldrá de esta matanza masiva, sobre lo que Israel podría ganar con ello y qué precio pagará por ello. Que no nos molesten, estamos matando niños.

Los clichés son manidos y patéticos: «Empezaron ellos», «no hay elección», «¿qué quiere que hagamos?». «Las Fuerzas de Defensa de Israel hacen todo lo posible para evitar la muerte de inocentes». La verdad es que a Israel no le importa, ni siquiera le interesa. Al fin y al cabo, los palestinos no quieren a sus hijos y, en cualquier caso, sólo habrían crecido para convertirse en terroristas.

Mientras tanto, Israel está borrando generaciones en Gaza, y sus soldados están matando niños en cifras que compiten con la más cruel de las guerras. Esto no se olvidará ni puede olvidarse. ¿Cómo puede un pueblo olvidar a quienes mataron a sus hijos de esa manera? ¿Cómo pueden las personas de conciencia de todo el mundo permanecer en silencio ante semejante matanza masiva de niños? El hecho de que Israel no delibere internamente sobre esta cuestión, sin lágrimas ni conciencia a la vista, sólo con ganas de más guerra, hasta lograr una «victoria final», no compromete al resto del mundo. El mundo ve y se escandaliza.

La verdad es que es imposible permanecer en silencio. Incluso Israel, tan absorto en su dolor y en su preocupación por la suerte de los rehenes; Israel, que en sí mismo también sufrió horrores el 7 de octubre, no puede ignorar lo que está ocurriendo en Gaza. Se tardan siete minutos en repasar la lista de miles de niños muertos, que transcurre ante nuestros ojos a la misma velocidad que lo hicieron sus miserables vidas. Al final, uno no puede permanecer en silencio; son siete minutos que te dejan atragantado, angustiado y profundamente avergonzado.



*Publicado en Haaretz, 04.02.24.

ONU: necesitamos la sabiduría indígena para hacer frente a la triple crisis planetaria




El máximo representante para los derechos humanos pide garantizar la participación de los pueblos indígenas en la toma de decisiones. Insta a las instituciones nacionales y mundiales a proteger a los defensores indígenas y medioambientales, recordando que se encuentran en primera línea en la lucha contra el cambio climático.


Noticias ONU


El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos instó este lunes a poner fin a la discriminación y la exclusión de las comunidades aborígenes durante una sesión del Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Además, se refirió a la protección de sus derechos y la amplificación de sus voces como “una parte esencial de la labor de derechos humanos”.

Durante su visita a principios de este año a Colombia, Ecuador, Venezuela y Kenya, Volker Türk se reunió con representantes de comunidades originarias, donde tomó nota del impacto de las industrias extractivas sobre su medio ambiente y sus derechos; de la desposesión de tierras ancestrales y de la militarización de sus territorios.

“Me hablaron del impacto de la crisis climática. Sobre el alcance y el impacto de la discriminación y la exclusión sistémicas. Hay que poner fin a estas violaciones”, declaró.

Las Naciones Unidas estiman que hay 476 millones de miembros de pueblos originarios en todas las regiones del mundo. Aunque constituyen el 6,2% de la población mundial, la discriminación, la exclusión, el desposeimiento y la explotación hacen que representen el 18,2% de los pobres del mundo, según la Organización Internacional del Trabajo.

“Sin embargo, sobreviven y prosperan con una enorme dignidad y capacidad de recuperación, fruto de la sabiduría y los conocimientos adquiridos de generación en generación”, añadió Türk. “El conocimiento de nuestros antepasados, especialmente, los antepasados indígenas, contiene muchas lecciones para el mundo moderno, mientras navegamos por la creciente turbulencia y los extraordinarios riesgos de nuestra era”, prosiguió.

Además, el máximo representante de los derechos humanos se refirió en particular a las mujeres indígenas como maestras de la sabiduría, y como las encargadas de transmitir los conocimientos entre las generaciones pasadas y las comunidades de hoy.


En primera línea ante el cambio climático

Volker Türk señaló que, aunque el cambio climático es una crisis mundial, sus efectos están desigualmente distribuidos. En este sentido, los pueblos originarios se ven empujados a situaciones de vulnerabilidad debido a su estrecho vínculo con la tierra y sus recursos.

“Los pueblos indígenas se encuentran entre los más afectados por las condiciones meteorológicas extremas, la pérdida de biodiversidad y la disminución de los recursos naturales”, afirmó el Alto Comisionado.

Sin embargo, precisamente gracias a sus conocimientos y su relación con el medio ambiente, los pueblos indígenas pueden ayudar a encontrar soluciones para remediar los daños causados por la triple crisis planetaria, señaló.


Participación y toma de decisiones

Volker Türk destacó la necesidad de crear más espacios como el Mecanismo de Expertos para que los pueblos indígenas participen en la labor de las Naciones Unidas, incluido el Consejo de Derechos Humanos. Con ello, pueden ser parte de la toma de decisiones en asuntos que les afecten a través de representantes elegidos por ellos según sus procedimientos.

Esto garantizaría la protección de sus derechos fundamentales: el derecho a un medio ambiente limpio, sano y sostenible; a la igualdad; a la autodeterminación; a ser consultados plena y significativamente; y a dar su consentimiento libre, previo e informado a las medidas legislativas o administrativas que les afecten.


Protección de defensores indígenas y del medio ambiente

Por último, Türk subrayó el deber de proteger a los defensores indígenas y medioambientales y a los activistas, quienes fueron los grupos objeto de violencia y amenazas con más frecuencia en 2022, según un informe de la organización Front Line Defenders.

“Las instituciones nacionales, regionales y mundiales deben redoblar sus esfuerzos para protegerlos de los ataques. También necesitamos amplificar sus voces, para garantizar que todos podamos escuchar los conocimientos y las soluciones que aportan”.

En este sentido, Türk instó a incluir las aportaciones de los pueblos indígenas en otros espacios como la COP28, los Exámenes Periódicos Universales del Consejo, las reuniones de los Órganos de Tratados, y en el Foro de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos.

“Todos los derechos humanos conciernen a los pueblos indígenas. Y ha llegado el momento de garantizar que puedan participar de forma plena, libre y segura. Ha llegado el momento de ir más allá del debate y pasar a la acción concreta y específica para proteger sus derechos”, finalizó.



* Publicado en Noticias ONU, 17.07.23.

Las fracasadas políticas del FMI... se siguen imponiendo




Juan Torres L.


Hace un par de semanas el Fondo Monetario Internacional publicó en su último Monitor Fiscal un análisis de la situación económica en el que recomendaba volver a las políticas de austeridad para hacer frente a los rebrotes inflacionarios. Concretamente, decía que «los esfuerzos de las autoridades monetarias para que la inflación vuelva al nivel fijado como meta deben complementarse con una política fiscal más restrictiva».

A nadie pudo sorprender esa recomendación porque es la que viene defendiendo desde hace años, haga frío o haga calor, sea cual sea la situación en la que se encuentren las economías. Es la política llamada de austeridad que, una vez que se aplica, lleva consigo recortes de gasto principalmente social y privatizaciones generalizadas.

Muchos economistas han puesto de relieve, también desde hace décadas, que ese tipo de política es inadecuada para estabilizar a las economías porque lo que provoca, en realidad, es un empeoramiento de la situación. Es una política que llamamos procíclica porque, en lugar de corregir el ciclo cuando hay baja actividad, lo que hace es agravar aún más su caída. Su efecto es como el de quitarle fuelle al motor cuando el problema es que éste ya lo estaba perdiendo y apenas tiene.

También se ha demostrado que las políticas de austeridad no son útiles para reducir la deuda, como asegura el Fondo Monetario Internacional cuando las recomienda con ese fin. La realidad es que la aumentan, precisamente porque llevan consigo una disminución de los ingresos que obliga a que hogares, empresas y gobiernos se tengan que endeudar todavía más.

Las consecuencias negativas de las políticas de austeridad que propone e impone el Fondo Monetario Internacional son, pues, bien conocidas, pero este organismo, como los políticos y economistas que las defienden, son literalmente inmunes a los argumentos en contra y a la evidencia empírica. Las mantienen como si actuaran con una especie de piñón fijo intelectual.

Lo sorprendente, sin embargo, ha ocurrido hace unos días, cuando es el propio Fondo Monetario Internacional quien publica una investigación en la que se demuestra que esas políticas restrictivas que defiende no funcionan.

En el capítulo 3 del último número de Perspectivas de la economía mundial del FMI se presentan los resultados de una investigación realizada en 33 economías emergentes y 21 desarrolladas entre 1980 y 2019.

Sus autores reconocen que «en promedio, las consolidaciones tienen efectos insignificantes en los índices de deuda», no sólo porque no suelen ir acompañadas de otras medidas que serían necesarias sino porque «tienden a desacelerar el crecimiento del PIB».

También reconocen que, por el contrario, «la expansión fiscal se traduce en reducciones de la deuda» en diferentes casos y circunstancias, precisamente, porque esa expansión aumenta el crecimiento del PIB y los ingresos. Y también concluyen que es el aumento de la actividad, de la oferta y la demanda y no su restricción, la «responsable de aproximadamente un tercio de la reducción de la deuda observada durante ese período».

Los autores reconocen que la austeridad fiscal puede ser útil para reducir la deuda, si acaso, cuando las economías se encuentran en fase de crecimiento, pero no cuando están en recesión.

Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional no tiene en cuenta ni siquiera las evidencias puestas de relieve por sus propias investigaciones.

Como mencioné al comienzo de este artículo, vuelve a recomendar la política de austeridad con carácter general y, en el reciente caso de Sri Lanka, el Fondo Monetario Internacional llega aún más lejos. No sólo no ha matizado sus propuestas de consolidación fiscal en medio de una auténtica depresión económica, sino que las ha reforzado. Hasta el punto de que el jefe de la misión del Fondo en ese país, Peter Breuer, ha reconocido que se disponen a llevar a cabo un ajuste «muy brutal».

No hay una prueba más evidente de que las políticas que propone e impone el Fondo Monetario Internacional no tienen base científica ni respaldo empírico. Son fruto de sesgos cognitivos e ideológicos, de contar solamente con la información que coincide con sus propias expectativas e ignorar la que es incompatible con ellas, de usar modelos inadecuados que limitan el conocimiento de la realidad y de ignorar o interpretar erróneamente muchos de los datos disponibles.

Esta última no es una conclusión mía. He reproducido literalmente algunos de los errores que detectó la auditoría independiente que se hizo de la actuación del Fondo Monetario Internacional en la crisis que comenzó en 2007-2008. Parece evidente que siguen dándose, a pesar de que sea ya el propio organismo quien los detecta.

¿Se trata tan solo de un error? ¿Es solamente incompetencia de los miles de economistas magníficamente preparados y bien pagados que trabajan en el FMI?

Me temo que no, porque lo cierto es que esos «errores» tienen consecuencias igualmente claras que delatan su auténtica naturaleza: desmantelan los servicios públicos, desprotegen a la población de por sí más empobrecida, disminuyen sus ingresos y la obligan a endeudarse en mayor medida. Mientras que, al mismo tiempo, ponen en manos de los grandes capitales y de los bancos la principal riqueza de los países, a los que convierte en simples negocios de donde extraen rentas sin límites.

Al menos, hemos de agradecer al Fondo Monetario Internacional que sea ese mismo organismo quien se encargue de mostrar sin disimulo que sus políticas son un fraude intelectual, un colosal engaño al exclusivo servicio de los grandes poderes económicos y financieros.



* Publicado en Other News, 03.05.23. Juan Torres L. es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.

Hacia una nueva historia de la humanidad




Si existe un rasgo que define nuestra condición prehistórica es la desconcertante capacidad de desplazamiento, casi constante, en una matriz de sistemas sociales de diversa naturaleza económica, social y política.


Giulio Ongaro


Los mitos sobre los orígenes del mundo tienen un efecto psicológico fundamental: sin importar su validez científica, justifican la situación presente y limitan nuestra capacidad de imaginar mundos posibles. La sociedad capitalista moderna está fundada sobre dos variantes de un mito único.

Una historia cuenta que nuestra vida como cazadores-recolectores era «desagradable, brutal y corta», hasta que llegó el Estado y nos permitió prosperar. La otra historia dice que los humanos, mientras vivían en un infantil estado de naturaleza, eran felices y libres, pero luego llegó la civilización y «todos corrieron al encuentro de sus cadenas».

Son dos variantes del mismo mito porque asumen un recorrido histórico unilineal que comienza con igualitarios grupos de cazadores-recolectores y culmina con el desarrollo de la complejidad y la jerarquía sociales. También alimentan la misma perspectiva fatalista sobre el futuro: sea que elijamos a Hobbes (el primero) o a Rousseau (el segundo), nos hacemos a la idea de que lo mejor que podemos hacer para abordar nuestros dilemas actuales es remendar ligeramente el paño de la política. La jerarquía y la desigualdad son el precio inevitable de haber madurado.

Ambas versiones del mito nos presentan el pasado de la humanidad como una sopa primordial de pequeños grupos de cazadores-recolectores, sin ninguna perspectiva ni pensamiento críticos, donde no sucedió prácticamente nada hasta que nos embarcamos en el proceso que, con el advenimiento de la agricultura y el nacimiento de las ciudades, culminó en la Ilustración moderna.

Ahora bien, The Dawn of Everything está llamado a convertirse en un clásico precisamente porque destruye ese mito, bautizado por los autores como «el mito del salvaje estúpido». Ni una mínima porción de toda la evidencia arqueológica disponible prueba la existencia de un pasado semejante al de aquel viejo mito fundacional.

En cambio, todo indica que el recorrido de la historia humana fue mucho más diverso, apasionante y divertido de lo que tendemos a pensar, pues en un sentido no fue en absoluto «un recorrido». Nunca vivimos permanentemente en pequeños grupos de cazadores-recolectores. Tampoco fuimos nunca permanente igualitarios. Si existe un rasgo que define nuestra condición prehistórica es la desconcertante capacidad de desplazamiento, casi constante, en una matriz de sistemas sociales de diversa naturaleza económica, social y política.

Graeber y Wengrow sostienen que la única manera de explicar esta variedad caleidoscópica de formas sociales es postular que nuestros ancestros no eran tan estúpidos, sino que eran agentes políticos conscientes, capaces de configurar sus relaciones sociales de acuerdo a las circunstancias. En ese sentido, sugieren que solían modificar sus identidades sociopolíticas con frecuencia, como un modo de evitar los peligros del poder autoritario.

Entonces, en vez de preguntarnos, «¿Por qué surgió la desigualdad?», tal vez deberíamos preguntar: «¿Por qué nos estancamos en ella?». Esa es solo una de las muchas tesis defendidas en este asombroso libro.


Dar vuelta el relato

El valor del libro depende en buena medida de su enfoque ecléctico. Wengrow es profesor de Arqueología Comparativa en el University College de Londres. Es conocido por sus trabajos sobre la prehistoria política y cultural de África y Eurasia. Graber, reconocido en vida como uno de los individuos más brillantes de su generación y fallecido repentinamente en septiembre de 2020, era profesor de Antropología en la London School of Economics.

Juntos exploran una serie de descubrimientos arqueológicos recientes, que prueban el carácter anómalo del relato tradicional (por ejemplo, testimonian la existencia de antiguas ciudades igualitarias), pero que, hasta ahora, no salieron de un círculo de especialistas que no desarrollan sus consecuencias. En ese sentido, los autores analizan los descubrimientos arqueológicos con ojos de antropólogos. El resultado es un viaje apasionante al pasado, que salta de continente a continente y de una esfera social a la otra, hasta construir una historia que, dependiendo de la familiaridad del lector con el archivo arqueológico, adoptará más o menos la forma de una revelación.

Por ejemplo, contra la idea de que los «primitivos» pasaban todo su tiempo en grupos aislados, aprendemos que la uniformidad de la cultura material de Eurasia durante el Paleolítico superior, indica que nuestros ancestros vivían en una enorme comunidad imaginaria, que abarcaba varios continentes. Contra lo que indicaría la intuición, cuando consideramos la historia de la humanidad, comprobamos que, a medida que las poblaciones empezaron a hacerse más grandes, la magnitud de las sociedades individuales tendió a decrecer.

De los sitios monumentales como Göbekli Tepe en Turquía o Hopewell en Ohio, aprendemos que los seres humanos recorrían periódicamente largas distancias para reunirse en enormes centros de interacción cultural, dedicados a la recreación y al intercambio de conocimientos. Esas travesías, que dependían de la posibilidad de ser bien recibidos en una comunidad ampliada, eran un rasgo típico de la vida de nuestros ancestros.

Después el libro aborda la agricultura. La imagen heredada dice que el nacimiento de la agricultura conllevó la emergencia más o menos automática de sociedades estratificadas. Sin embargo, este supuesto choca con un fenómeno como el «play farming» del Amazonas, que muestra que sociedades acéfalas, como los Nambikwara, a pesar de estar familiarizados con técnicas de domesticación, decidieron conscientemente no convertir a la agricultura en la base de su economía y optar por un enfoque más distendido, que oscilaba entre la recolección y el cultivo (En general, la agricultura surgió en ausencia de alternativas más fáciles).

También aprendemos que las primeras sociedades agrícolas de Oriente Medio surgieron como respuestas igualitarias y pacíficas frente al carácter predatorio de los recolectores de los cerros aledaños. Fueron sobre todo las mujeres las que impulsaron el desarrollo de las ciencias del cultivo. Otra cosa de la que nos enteramos es que las complejas obras de irrigación se hicieron muchas veces sin jefes: incluso en los casos en que existían estructuras jerárquicas, las obras fueron realizadas a pesar de la autoridad, y no a causa de ella. La expansión gradual de la agricultura alrededor del mundo fue mucho menos lineal de lo que hubiésemos imaginado.

En el que tal vez sea el mejor capítulo del libro, los autores analizan la cuestión de las ciudades. Hoy, la existencia de grandes ciudades igualitarias, su mera idea, parecen utopías. Pero Graeber y Wengrow argumentan que es así cuando pensamos las ciudades como la coalescencia, en un espacio físico único, de comunidades imaginarias previamente existentes —que tienen sus propias conductas y normas igualitarias—, primero por temporadas y cada vez más como formas estacionarias, es decir, como experimentos conscientes con las formas urbanas.

Sitios como Çatalhöyük, al sur de Anatolia, aportan evidencia incuestionable de la existencia antigua de ciudades de ese tipo, sin que existan signos de ningún tipo de dominación autoritaria. (En general, cuando estos aparecen, son palacios, templos, fortificaciones, etc.). Otras ciudades antiguas como Cahokia, en Mississippi, o Shimao, en China, evidencian la sucesión temporal de distintos órdenes políticos, que a veces pasaron de ser autoritarios a igualitarios: queda abierta la posibilidad de que los cambios hayan sido el resultado de revoluciones urbanas.

Los últimos capítulos están centrados en el «Estado», o, mejor dicho, en la confusión que conlleva definir sociedades como la incaica o la azteca mediante la categoría de «Estados incipientes», cuando en realidad eran mucho más diversas de lo que ese forzoso término nos hace pensar. Desde las sociedades olmeca y chavín de Mesoamérica hasta los shilluk del sur de Sudán, The Dawn of Everything nos presenta un surtido de estructuras autoritarias que existieron a lo largo de la historia. Hacia el final del libro, encontramos esa gema arqueológica que es la civilización minoica —un «precioso obstáculo»—, donde toda la evidencia apunta a la existencia de un sistema de dominación política femenina, probablemente una teocracia comandada por un grupo de sacerdotisas.

Por supuesto, hay mucho más en el libro. Pero el leitmotiv que recorre todos los capítulos es que, si queremos comprender todos esos fenómenos, estamos obligados a reposicionar la intencionalidad colectiva en el cuadro de la historia humana, como una variable explicativa real, es decir, asumir que nuestros ancestros eran seres creativos, totalmente capaces de organizar de manera consciente sus relaciones sociales.

Los autores no descartan en absoluto la importancia de las determinaciones ecológicas. Pero conciben su programa como un intento de mover el eje hacia una posición más sensible en el marco del continuo agencia-determinismo, que suele quedar anclado en un solo extremo. La conclusión fundamental es que esta nueva imagen de nuestro pasado expande nuestras perspectivas sobre el futuro. Los sentimientos fatalistas sobre la naturaleza humana se evaporan a medida que volteamos cada una de las páginas del libro.


Un futuro más libre

Fieles a la ley de Ostrom —«cualquier cosa que funcione en la práctica debe funcionar en la teoría»—, Graeber y Wengrow establecen un nuevo marco para interpretar la realidad social que nos presentan los descubrimientos empíricos.

En primer lugar, nos convocan a abandonar ciertos términos, como sociedades «simples» y «complejas», por no mencionar «orígenes del Estado» u «orígenes de la complejidad social». Estos términos presuponen el tipo de pensamiento teleológico que los autores cuestionan en el libro. Lo mismo vale para «modos de producción»: saber si una sociedad está fundada en la ganadería o en la pesca es un criterio de clasificación pobre, pues no nos dice prácticamente nada sobre su dinámica social.

En segundo lugar, nuestros autores acuñan categorías nuevas. Por ejemplo, muestran que es posible descomponer la dominación social en tres elementos —control de la violencia, control del conocimiento y poder carismático— y que sus permutaciones se adecúan a patrones consistentes a lo largo de la historia. Mientras que el Estado nación moderno incorpora los tres, las sociedades más jerárquicas del pasado solo implicaban uno o dos, y eso permitía que quienes vivían bajo su régimen gozaran de grados de libertad prácticamente inimaginables en la actualidad.

Graeber y Wengrow reflexionan mucho sobre este último tema. Más que una obra sobre la historia de la desigualdad, The Dawn of Everything es un tratado sobre la libertad humana. Analizando el archivo antropológico, identifican tres tipos de libertad —libertad de abandonar la comunidad propia (sabiendo que es posible integrarse a otra nueva en tierras distantes), libertad de reorganizar el sistema político (con frecuencia de modo periódico) y libertad de desobedecer a las autoridades sin ninguna consecuencia— que nuestros ancestros parecen haber asumido, pero que nosotros olvidamos por completo (aunque, por supuesto, su conclusión está en las antípodas de la de Rousseau: ¡no hay nada inevitable en esta pérdida!).

El análisis termina invirtiendo la pregunta que deberíamos hacernos cuando pensamos el desarrollo histórico de las jerarquías: «El verdadero misterio no es cuándo aparecieron los jefes por primera vez», nos dicen, «sino cuándo dejó de ser posible reírse de ellos sin tener que responder ante la ley».

La fascinación que provoca el libro obedece en parte a la naturaleza extraña, al menos a ojos contemporáneos, de los fenómenos que describe. Potlach, caza de cabezas y retratos de calaveras; reyes desconocidos, revoluciones, arte chamánico y expediciones visionarias… The Dawn of Everything se deja leer como una novela de ciencia ficción, salvo que la verdadera fantasía está en nuestra visión heredada de la historia humana. La escritura oscila entre lo divertido y lo divertidísimo. Pero, al mismo tiempo, como casi ningún párrafo carece de una intuición importante, la lectura exige paciencia. Difiere de todos los libros sobre la historia de la humanidad a los que estamos acostumbrados.

The Dawn of Everything empequeñece el estilo de Pinker, Jared Diamond o Francis Fukuyama (y también el de Yuval Noah Harari). Cada vez que los no especialistas se meten con la historia humana, terminan reproduciendo inevitablemente los viejos mitos con los que crecimos. Tomemos el caso de Pinker: con toda su charlatanería sobre el progreso científico, sus libros podrían haber sido escritos perfectamente en tiempos de Hobbes, es decir, en el siglo diecisiete, cuando carecíamos de toda la evidencia disponible hoy.

Graeber y Wengrow exponen casualmente la deslumbrante incompetencia de la que dan cuenta estos autores al tratar con el archivo antropológico. Solo un manejo sólido del amplio espectro de posibilidades humanas documentadas históricamente, es capaz de autorizar un lente interpretativo creíble sobre el pasado distante. Pues es así como el investigador se arma de un sentido refinado de los ritmos de la historia humana.

Una de las experiencias que genera la lectura del libro —al menos es mi caso— es el reconocimiento gradual de estar en presencia de una odisea intelectual, difícil de situar en el paisaje actual de la teoría social. Al adoptar nuevamente la posición de los «grandes relatos», el libro establece un corte nítido con las tendencias posestructuralistas y poshumanistas que pueblan el mundo académico contemporáneo. Sabemos que, al menos Graeber, solía definirse como un «prehumanista» que tenía expectativas en realizar plenamente el potencial de la humanidad.

No cabe duda de que esta obra es una contribución en ese sentido. También es posible leer The Dawn of Everything como un capítulo de la Ilustración (sin dejar de considerar que uno de los principales argumentos es que el pensamiento ilustrado surgió, en principio, como una respuesta a las críticas de los intelectuales no europeos). Si se tiene en cuenta la amplitud del ángulo que adopta en el marco de la teoría antropológica y arqueológica, la obra es tan amplia que no admite comparaciones fáciles.

Pero si aun así fuese necesario incurrir en una, habría que decir que su calibre, en otro campo, es similar al de las obras de Darwin o Galileo. Graeber y Wengrow hacen con la historia humana lo mismo que los otros hicieron con la biología y la astronomía. El libro genera el mismo efecto de descentramiento: destronándonos de nuestra autoproclamada posición de pináculo de la evolución social, asesta un golpe a ese pensamiento teleológico que sigue moldeando nuestra comprensión de la historia.

Con la salvedad de que obras como Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo y El origen de las especies apuntaban a la relativa insignificancia del hombre frente al cosmos, mientras que The Dawn of Everything explora todas las posibilidades de acción que tenemos en su interior. Y si Galileo y Darwin agitaron las aguas, Graber y Wengrow no lo hacen menos por ese motivo. En última instancia, una sociedad que acepte la verdadera historia de sus orígenes como la historia oficial —que la enseñe en las escuelas, que infiltre con ella la conciencia pública— será necesariamente una sociedad radicalmente distinta de la sociedad en la que vivimos.



* Publicado en Jacobin, 15.11.21.

La "guerra" de nueve años de Israel contra la CPI




Las agencias de inteligencia israelíes intentaron descarrilar el procesamiento por crímenes de guerra, con Netanyahu "obsesionado" con las interceptaciones.


Harry Davies, Bethan McKernan, Yuval Abraham y Meron Rapoport


Cuando el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI) anunció que buscaba órdenes de arresto contra líderes israelíes y de Hamás, emitió una advertencia críptica: “Insisto en que todos los intentos de impedir, intimidar o influir indebidamente en los funcionarios de esta corte deben cesar inmediatamente".

Karim Khan no proporcionó detalles específicos sobre los intentos de interferir en el trabajo de la CPI, pero destacó una cláusula en el tratado fundacional de la Corte que convertía cualquier interferencia de ese tipo en un delito penal. Si la conducta continúa, añadió, “mi oficina no dudará en actuar”.

El fiscal no dijo quién había intentado intervenir en la administración de justicia ni cómo lo había hecho exactamente.

Ahora, una investigación realizada por The Guardian y las revistas israelíes +972 y Local Call puede revelar cómo Israel ha llevado a cabo una “guerra” secreta de casi una década contra la Corte. El país desplegó sus agencias de inteligencia para vigilar, piratear, presionar, difamar y supuestamente amenazar al personal superior de la CPI en un esfuerzo por descarrilar las investigaciones del tribunal.

La inteligencia israelí capturó las comunicaciones de numerosos funcionarios de la CPI, incluidos Khan y su predecesora como fiscal, Fatou Bensouda, interceptando llamadas telefónicas, mensajes, correos electrónicos y documentos. La vigilancia continuó en los últimos meses, lo que proporcionó al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, conocimiento previo de las intenciones del fiscal. Una comunicación interceptada recientemente sugirió que Khan quería emitir órdenes de arresto contra israelíes pero estaba bajo “tremenda presión de Estados Unidos”, según una fuente familiarizada con su contenido.

Bensouda, quien como fiscal jefe abrió la investigación de la CPI en 2021, allanando el camino para el anuncio de la semana pasada, también fue espiada y presuntamente amenazada.

Netanyahu se ha interesado mucho en las operaciones de inteligencia contra la CPI, y una fuente de inteligencia lo describió como "obsesionado" con las interceptaciones sobre el caso. Supervisados ​​por sus asesores de seguridad nacional, los esfuerzos involucraron a la agencia de espionaje nacional, el Shin Bet, así como a la dirección de inteligencia militar, Aman, y a la división de ciberinteligencia, Unidad 8200. La inteligencia obtenida de las interceptaciones fue, dijeron las fuentes, difundida al gobierno, ministerios de justicia, relaciones exteriores y asuntos estratégicos.

Una operación encubierta contra Bensouda, revelada el martes por The Guardian, fue dirigida personalmente por el aliado cercano de Netanyahu, Yossi Cohen, quien en ese momento era director de la agencia de inteligencia exterior de Israel, el Mossad. En un momento, el jefe de espías incluso contó con la ayuda del entonces presidente de la República Democrática del Congo, Joseph Kabila.

Los detalles de la campaña de nueve años de Israel para frustrar la investigación de la CPI han sido descubiertos por The Guardian, una publicación israelí-palestina +972 Magazine y Local Call, un medio en hebreo.

La investigación conjunta se basa en entrevistas con más de dos docenas de oficiales y ex funcionarios de inteligencia y funcionarios gubernamentales israelíes, altos funcionarios de la CPI, diplomáticos y abogados familiarizados con el caso de la CPI y los esfuerzos de Israel para socavarlo.

Un portavoz de la CPI, contactado por The Guardian, dijo que estaba al tanto de “actividades proactivas de recopilación de inteligencia llevadas a cabo por varias agencias nacionales hostiles hacia la corte”. Dijeron que la CPI estaba implementando continuamente contramedidas contra dicha actividad, y que “ninguno de los recientes ataques contra ella por parte de agencias de inteligencia nacionales” había penetrado las principales pruebas del tribunal, que habían permanecido seguras.

Un portavoz de la oficina del primer ministro de Israel dijo: "Las preguntas que se nos envían están repletas de muchas acusaciones falsas e infundadas destinadas a dañar al Estado de Israel". Un portavoz militar añadió: “Las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] no realizaron ni realizan operaciones de vigilancia u otras operaciones de inteligencia contra la CPI”.

Desde su creación en 2002, la CPI ha servido como tribunal permanente de último recurso para el procesamiento de personas acusadas de algunas de las peores atrocidades del mundo. Ha acusado al ex presidente sudanés Omar al-Bashir, al fallecido presidente libio Muammar Gaddafi y, más recientemente, al presidente ruso, Vladimir Putin.

La decisión de Khan de solicitar órdenes judiciales contra Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, junto con los líderes de Hamás implicados en el ataque del 7 de octubre, marca la primera vez que un fiscal de la CPI solicita órdenes de arresto contra el líder de un estrecho aliado de Occidente.

Las acusaciones de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad que Khan ha formulado contra Netanyahu y Gallant se relacionan todas con la guerra de ocho meses [desde octubre de 2023] de Israel en Gaza, que según las autoridades sanitarias del territorio ha matado a más de 35.000 personas.

Pero el caso de la CPI lleva una década en preparación, avanzando poco a poco en medio de una creciente alarma entre los funcionarios israelíes ante la posibilidad de órdenes de arresto, que impedirían a los acusados ​​viajar a cualquiera de los 124 estados miembros de la corte por temor a ser arrestados.

Es este espectro de procesamientos en La Haya lo que, según un ex funcionario de inteligencia israelí, había llevado a “todo el establishment militar y político” a considerar la contraofensiva contra la CPI “como una guerra que debía librarse y contra la que Israel necesitaba ser defendida. Fue descrito en términos militares”.

Esa “guerra” comenzó en enero de 2015, cuando se confirmó que Palestina se uniría a la Corte después de que fuera reconocida como Estado por la asamblea general de la ONU. Su adhesión fue condenada por funcionarios israelíes como una forma de “terrorismo diplomático”.

Un ex funcionario de defensa familiarizado con el esfuerzo de Israel contra la CPI dijo que unirse a la Corte había sido "percibido como el cruce de una línea roja" y "quizás la medida diplomática más agresiva" adoptada por la Autoridad Palestina, que gobierna Cisjordania. "Ser reconocido como Estado en la ONU es bonito", añadieron, "Pero la CPI es un mecanismo con dientes".


Una amenaza entregada en mano

Para Fatou Bensouda, una respetada abogada gambiana que fue elegida fiscal jefe de la CPI en 2012, la adhesión de Palestina a la Corte trajo consigo una decisión trascendental. Según el Estatuto de Roma, el tratado que estableció la Corte, la CPI puede ejercer su jurisdicción sólo sobre crímenes cometidos dentro de los Estados miembros o cometidos por nacionales de esos Estados.

Israel, al igual que Estados Unidos, Rusia y China, no es miembro. Después de la aceptación de Palestina como miembro de la CPI, cualquier presunto crimen de guerra –cometido por personas de cualquier nacionalidad– en territorios palestinos ocupados ahora quedó bajo la jurisdicción de Bensouda.

El 16 de enero de 2015, pocas semanas después de que Palestina se uniera, Bensouda abrió un examen preliminar sobre lo que en la jerga legal del tribunal se llamó “la situación en Palestina”. Al mes siguiente, dos hombres que habían conseguido obtener la dirección privada del fiscal se presentaron en su casa de La Haya.

Fuentes familiarizadas con el incidente dijeron que los hombres se negaron a identificarse cuando llegaron, pero dijeron que querían entregar personalmente una carta a Bensouda en nombre de una mujer alemana desconocida que quería agradecerle. El sobre contenía cientos de dólares en efectivo y una nota con un número de teléfono israelí.

Fuentes con conocimiento de una revisión de la CPI sobre el incidente dijeron que si bien no fue posible identificar a los hombres o establecer completamente sus motivos, se concluyó que era probable que Israel le estuviera indicando al fiscal que sabía dónde vivía. La CPI informó del incidente a las autoridades holandesas y puso en marcha medidas de seguridad adicionales, instalando cámaras de circuito cerrado de televisión en su casa.

La investigación preliminar de la CPI en los territorios palestinos fue uno de varios ejercicios de investigación que el tribunal estaba llevando a cabo en ese momento, como precursor de una posible investigación completa. El número de casos de Bensouda también incluyó nueve investigaciones completas, incluso sobre acontecimientos en la República Democrática del Congo, Kenia y la región de Darfur en Sudán.

Los funcionarios de la fiscalía creían que el tribunal era vulnerable a actividades de espionaje e introdujeron medidas de contravigilancia para proteger sus investigaciones confidenciales.

En Israel, el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) del primer ministro había movilizado una respuesta que involucraba a sus agencias de inteligencia. Netanyahu y algunos de los generales y jefes de espías que autorizaron la operación tenían un interés personal en su resultado.

A diferencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), un organismo de la ONU que se ocupa de la responsabilidad legal de los estados nacionales, la CPI es un tribunal penal que procesa a individuos, apuntando a aquellos considerados más responsables de atrocidades.

Múltiples fuentes israelíes dijeron que el liderazgo de las FDI quería que la inteligencia militar se uniera al esfuerzo, liderado por otras agencias de espionaje, para garantizar que los oficiales superiores pudieran estar protegidos de los cargos. "Nos dijeron que los altos funcionarios tienen miedo de aceptar puestos en Cisjordania porque temen ser procesados ​​en La Haya", recordó una fuente.

Dos funcionarios de inteligencia involucrados en la obtención de interceptaciones sobre la CPI dijeron que la oficina del primer ministro mostró un gran interés en su trabajo. Uno dijo que la oficina de Netanyahu enviaría “áreas de interés” e “instrucciones” en relación con el seguimiento de los funcionarios judiciales. Otro describió al primer ministro como “obsesionado” con las interceptaciones que arrojaran luz sobre las actividades de la CPI.


Correos electrónicos pirateados y llamadas monitoreadas

Cinco fuentes familiarizadas con las actividades de inteligencia de Israel dijeron que Israel espiaba habitualmente las llamadas telefónicas realizadas por Bensouda y su personal con los palestinos. Al impedirle a Israel acceder a Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, la CPI se vio obligada a realizar gran parte de su investigación por teléfono, lo que la hizo más susceptible a la vigilancia. Gracias a su amplio acceso a la infraestructura de telecomunicaciones palestina, dijeron las fuentes, los agentes de inteligencia pudieron capturar las llamadas sin instalar software espía en los dispositivos de los funcionarios de la CPI.

"Si Fatou Bensouda hablara con cualquier persona en Cisjordania o Gaza, entonces esa llamada telefónica entraría en los sistemas [de interceptación]", dijo una fuente. Otro dijo que internamente no había dudas sobre espiar al fiscal, y agregó: “Con Bensouda, ella es negra y africana, entonces, ¿a quién le importa?”.

El sistema de vigilancia no captó llamadas entre funcionarios de la CPI y nadie fuera de Palestina. Sin embargo, múltiples fuentes dijeron que el sistema requería la selección activa de los números de teléfono extranjeros de los funcionarios de la CPI cuyas llamadas las agencias de inteligencia israelíes decidieron escuchar. Según una fuente israelí, una gran pizarra en un departamento de inteligencia israelí contenía los nombres de unas 60 personas bajo vigilancia –la mitad de ellas palestinas y la otra mitad de otros países, incluidos funcionarios de la ONU y personal de la CPI.

En La Haya, Bensouda y su personal superior fueron alertados por asesores de seguridad y a través de canales diplomáticos de que Israel estaba monitoreando su trabajo. Un ex alto funcionario de la CPI recordó: “Nos informaron que estaban tratando de obtener información sobre dónde estábamos con el examen preliminar”. Los funcionarios también se enteraron de amenazas específicas contra una destacada ONG palestina, Al-Haq, que era uno de varios grupos palestinos de derechos humanos que frecuentemente presentaban información a la investigación de la CPI, a menudo en documentos extensos que detallaban incidentes que quería que el fiscal considerara. La Autoridad Palestina presentó expedientes similares. Esos documentos a menudo contenían información confidencial, como testimonios de posibles testigos. También se entiende que las presentaciones de Al-Haq vincularon acusaciones específicas de crímenes del Estatuto de Roma con altos funcionarios, incluidos jefes de las FDI, directores del Shin Bet y ministros de defensa como Benny Gantz.

Años más tarde, después de que la CPI abrió una investigación completa sobre el caso de Palestina, Gantz designó a Al-Haq y a otros cinco grupos de derechos humanos palestinos como “organizaciones terroristas”, una etiqueta que fue rechazada por varios estados europeos y que más tarde la CIA consideró no respaldado por evidencia. Las organizaciones dijeron que las designaciones eran un “ataque dirigido” contra quienes colaboran más activamente con la CPI.

Según varios funcionarios de inteligencia actuales y anteriores, los equipos militares de ciberofensiva y el Shin Bet monitorearon sistemáticamente a los empleados de las ONG palestinas y de la Autoridad Palestina que colaboraban con la CPI. Dos fuentes de inteligencia describieron cómo agentes israelíes piratearon los correos electrónicos de Al-Haq y otros grupos que se comunicaban con la oficina de Bensouda. Una de las fuentes dijo que el Shin Bet incluso instaló el software espía Pegasus, desarrollado por el grupo NSO del sector privado, en los teléfonos de varios empleados de ONG palestinas, así como de dos altos funcionarios de la Autoridad Palestina.

Vigilar las presentaciones palestinas a la investigación de la CPI se consideraba parte del mandato del Shin Bet, pero a algunos oficiales del ejército les preocupaba que el espionaje de una entidad civil extranjera cruzara una línea, ya que tenía poco que ver con operaciones militares. "No tiene nada que ver con Hamás, no tiene nada que ver con la estabilidad en Cisjordania", dijo una fuente militar sobre la vigilancia de la CPI. Otro añadió: "Utilizamos nuestros recursos para espiar a Fatou Bensouda; esto no es algo legítimo que hagamos como inteligencia militar".


Reuniones secretas con la CPI

Legítima o no, la vigilancia de la CPI y de los palestinos que defendían los procesos contra israelíes proporcionó al gobierno israelí una ventaja en un canal secreto que había abierto con la oficina del fiscal. 

Las reuniones de Israel con la CPI fueron muy delicadas: si se hacían públicas, tenían el potencial de socavar la posición oficial del gobierno de que no reconocía la autoridad de la Corte. Según seis fuentes familiarizadas con las reuniones, estaban compuestas por una delegación de altos abogados y diplomáticos del gobierno que viajaron a La Haya. Dos de las fuentes dijeron que las reuniones fueron autorizadas por Netanyahu.

La delegación israelí estaba formada por el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Oficina del Fiscal General Militar. Las reuniones tuvieron lugar entre 2017 y 2019, y fueron dirigidas por el destacado abogado y diplomático israelí Tal Becker. “Al principio todo fue tenso”, recordó un ex funcionario de la CPI. “Entraríamos en detalles de incidentes específicos. Decíamos: 'Estamos recibiendo denuncias sobre estos ataques, estos asesinatos', y nos proporcionaban información”.

Una persona con conocimiento directo de la preparación de Israel para las reuniones clandestinas dijo que los funcionarios del Ministerio de Justicia recibieron información de inteligencia obtenida de interceptaciones de vigilancia israelíes antes de que las delegaciones llegaran a La Haya. "Los abogados que se ocuparon del asunto en el Ministerio de Justicia tenían una gran sed de información de inteligencia", dijeron. Para los israelíes, las reuniones clandestinas, aunque delicadas, representaron una oportunidad única para presentar directamente argumentos legales que cuestionaban la jurisdicción del fiscal sobre los territorios palestinos.

También intentaron convencer al fiscal de que, a pesar del historial altamente cuestionable del ejército israelí en la investigación de irregularidades en sus filas, contaba con procedimientos sólidos para hacer que sus fuerzas armadas rindieran cuentas. Ésta era una cuestión crítica para Israel. Un principio fundamental de la CPI, conocido como complementariedad, impide que el fiscal investigue o juzgue a personas si son objeto de investigaciones o procedimientos penales creíbles a nivel estatal. 

A los agentes de vigilancia israelíes se les pidió que averiguaran qué incidentes específicos podrían formar parte de un futuro procesamiento de la CPI, dijeron múltiples fuentes, para permitir a los órganos de investigación israelíes "abrir investigaciones retroactivas" en los mismos casos. "Si se transfirieron materiales a la CPI, teníamos que entender exactamente qué eran, para asegurarnos de que las FDI los investigaran de forma independiente y suficiente para que pudieran afirmar que eran complementarios", explicó una fuente.

Las reuniones secundarias de Israel con la CPI terminaron en diciembre de 2019, cuando Bensouda, al anunciar el final de su examen preliminar, dijo que creía que había una “base razonable” para concluir que tanto Israel como los grupos armados palestinos habían cometido crímenes de guerra en los territorios ocupados.

Fue un revés significativo para los líderes de Israel, aunque podría haber sido peor. En una medida que algunos miembros del gobierno consideraron una reivindicación parcial de los esfuerzos de lobby de Israel, Bensouda no llegó a iniciar una investigación formal. En lugar de ello, anunció que pediría a un panel de jueces de la CPI que se pronunciara sobre la polémica cuestión de la jurisdicción de la Corte sobre los territorios palestinos, debido a “cuestiones fácticas y legales únicas y altamente controvertidas”.

Sin embargo, Bensouda había dejado claro que estaba dispuesta a abrir una investigación completa si los jueces le daban luz verde. Fue en este contexto que Israel intensificó su campaña contra la CPI y recurrió a su principal jefe de espías para aumentar la presión sobre Bensouda personalmente.


Amenazas personales y una "campaña de desprestigio"

Entre finales de 2019 y principios de 2021, mientras la sala de cuestiones preliminares consideraba las cuestiones jurisdiccionales, el director del Mossad, Yossi Cohen, intensificó sus esfuerzos para persuadir a Bensouda de que no continuara con la investigación. 

Los contactos de Cohen con Bensouda –que fueron descritos a The Guardian por cuatro personas familiarizadas con los relatos contemporáneos del fiscal sobre las interacciones, así como por fuentes informadas sobre la operación del Mossad– habían comenzado varios años antes. En uno de los primeros encuentros, Cohen sorprendió a Bensouda cuando hizo una aparición inesperada en una reunión oficial que la fiscal estaba manteniendo con el entonces presidente de la República Democrática del Congo, Joseph Kabila, en una suite de un hotel de Nueva York. Fuentes familiarizadas con la reunión dijeron que después de que se pidió al personal de Bensouda que abandonara la habitación, el director del Mossad apareció repentinamente detrás de una puerta en una “emboscada” cuidadosamente coreografiada.

Después del incidente en Nueva York, Cohen insistió en contactar a la fiscal, apareciendo sin previo aviso y sometiéndola a llamadas no deseadas. Aunque inicialmente fue amigable, dijeron las fuentes, el comportamiento de Cohen se volvió cada vez más amenazante e intimidante.

Cohen, un aliado cercano de Netanyahu en ese momento, era un veterano jefe de espías del Mossad y se había ganado una reputación dentro del servicio como un hábil reclutador de agentes con experiencia en el cultivo de funcionarios de alto nivel en gobiernos extranjeros.

Los relatos de sus reuniones secretas con Bensouda pintan un cuadro en el que buscaba “construir una relación” con la fiscal mientras intentaba disuadirla de llevar a cabo una investigación que, de seguir adelante, podría involucrar a altos funcionarios israelíes.

Tres fuentes informadas sobre las actividades de Cohen dijeron que entendían que el jefe de espionaje había intentado reclutar a Bensouda para que cumpliera con las demandas de Israel durante el período en el que ella esperaba un fallo de la cámara previa al juicio. Dijeron que se volvió más amenazador cuando comenzó a darse cuenta de que no convencerían a la fiscal de que abandonara la investigación. En un momento, se dice que Cohen hizo comentarios sobre la seguridad de Bensouda y amenazas apenas veladas sobre las consecuencias para su carrera si seguía adelante. Contactados por The Guardian, Cohen y Kabila no respondieron a las solicitudes de comentarios. Bensouda declinó hacer comentarios.

Cuando era fiscal, Bensouda reveló formalmente sus encuentros con Cohen a un pequeño grupo dentro de la CPI, con la intención de dejar constancia de su creencia de que había sido "amenazada personalmente", dijeron fuentes familiarizadas con las revelaciones.

Ésta no fue la única forma en que Israel intentó presionar al fiscal. Aproximadamente al mismo tiempo, funcionarios de la CPI descubrieron detalles de lo que las fuentes describieron como una “campaña de difamación” diplomática, relacionada en parte con un familiar cercano. Según múltiples fuentes, el Mossad había obtenido un alijo de material que incluía transcripciones de una aparente operación encubierta contra el marido de Bensouda. Los orígenes del material (y si era genuino) aún no están claros.

Sin embargo, Israel hizo circular elementos de la información entre funcionarios diplomáticos occidentales, dijeron las fuentes, en un intento fallido de desacreditar al fiscal jefe. Una persona informada sobre la campaña dijo que ganó poco apoyo entre los diplomáticos y equivalía a un intento desesperado de “mancillar” la reputación de Bensouda.


La campaña de Trump contra la CPI

En marzo de 2020, tres meses después de que Bensouda remitiera el caso de Palestina a la sala de cuestiones preliminares, una delegación del gobierno israelí habría mantenido conversaciones en Washington con altos funcionarios estadounidenses sobre “una lucha conjunta israelí-estadounidense” contra la CPI.

Un funcionario de inteligencia israelí dijo que consideraban que la administración de Donald Trump era más cooperativa que la de su predecesor demócrata. Los israelíes se sintieron lo suficientemente cómodos como para pedir información a la inteligencia estadounidense sobre Bensouda, una solicitud que, según la fuente, habría sido "imposible" durante el mandato de Barack Obama.

Días antes de las reuniones en Washington, Bensouda había recibido autorización de los jueces de la CPI para llevar a cabo una investigación separada sobre los crímenes de guerra en Afganistán cometidos por los talibanes y personal militar tanto afgano como estadounidense. Temiendo que las fuerzas armadas estadounidenses fueran procesadas, la administración Trump estaba involucrada en su propia campaña agresiva contra la CPI, que culminó en el verano de 2020 con la imposición de sanciones económicas estadounidenses a Bensouda y uno de los altos funcionarios de la CPI.

Entre los funcionarios de la CPI, se creía que las restricciones financieras y de visas impuestas por Estados Unidos al personal judicial estaban relacionadas tanto con la investigación de Palestina como con el caso de Afganistán. Dos ex funcionarios de la CPI dijeron que altos funcionarios israelíes les habían indicado expresamente que Israel y Estados Unidos estaban trabajando juntos.

En una conferencia de prensa celebrada en junio de ese año, altos funcionarios de la administración Trump manifestaron su intención de imponer sanciones a funcionarios de la CPI, anunciando que habían recibido información no especificada sobre “corrupción financiera y malas prácticas en los niveles más altos de la oficina del fiscal”. Además de referirse al caso de Afganistán, Mike Pompeo, secretario de Estado de Trump, vinculó las medidas estadounidenses con el caso de Palestina. "Está claro que la CPI sólo está poniendo a Israel en [su] punto de mira con fines abiertamente políticos", dijo. Meses después, Pompeo acusó a Bensouda de haber “involucrado en actos corruptos para su beneficio personal”.

Estados Unidos nunca ha proporcionado públicamente ninguna información que fundamente esa acusación, y Joe Biden levantó las sanciones meses después de su llegada a la Casa Blanca.

Pero en ese momento Bensouda enfrentó una presión cada vez mayor debido a un esfuerzo aparentemente concertado entre bastidores por parte de los dos poderosos aliados. Como ciudadana gambiana, no disfrutaba de la protección política que tenían otros colegas de la CPI de países occidentales en virtud de su ciudadanía. Una ex fuente de la CPI dijo que esto la dejó “vulnerable y aislada”.

Las actividades de Cohen, dijeron las fuentes, fueron particularmente preocupantes para la fiscal y la llevaron a temer por su seguridad personal. Cuando la sala de cuestiones preliminares finalmente confirmó que la CPI tenía jurisdicción en Palestina en febrero de 2021, algunos en la CPI incluso creyeron que Bensouda debería dejar la decisión final de abrir una investigación completa a su sucesor. Sin embargo, el 3 de marzo, meses antes del final de su mandato de nueve años, Bensouda anunció una investigación completa sobre el caso Palestina, poniendo en marcha un proceso que podría conducir a cargos penales, aunque advirtió que la siguiente fase podría llevar tiempo.

"Cualquier investigación emprendida por la oficina se llevará a cabo de forma independiente, imparcial y objetiva, sin temor ni favoritismo", dijo. “A las víctimas palestinas e israelíes y a las comunidades afectadas les instamos a tener paciencia”.


Khan anuncia órdenes de arresto

Cuando Khan tomó el mando de la fiscalía de la CPI en junio de 2021, heredó una investigación que, según dijo más tarde, “se basa en la culpa de San Andrés de la política internacional y los intereses estratégicos”. Cuando asumió el cargo, otras investigaciones –incluso sobre acontecimientos en Filipinas, la República Democrática del Congo, Afganistán y Bangladesh– compitieron por su atención, y en marzo de 2022, días después de que Rusia lanzara su invasión de Ucrania, abrió una investigación de alto perfil sobre presuntos ataques rusos. crímenes de guerra.

Inicialmente, la investigación políticamente sensible sobre Palestina no fue tratada como una prioridad por el equipo del fiscal británico, dijeron fuentes familiarizadas con el caso. Uno de ellos dijo que, en efecto, estaba “en el estante”, pero la oficina de Khan lo cuestiona y dice que estableció un equipo de investigación dedicado a hacer avanzar la investigación.

En Israel, los principales abogados del gobierno consideraban a Khan –que anteriormente había defendido a señores de la guerra como el ex presidente liberiano Charles Taylor– como un fiscal más cauteloso que Bensouda. Un ex alto funcionario israelí dijo que había “mucho respeto” por Khan, a diferencia de su predecesor. Su nombramiento ante el tribunal fue visto como un “motivo de optimismo”, dijeron, pero añadieron que el ataque del 7 de octubre “cambió esa realidad”.

El ataque de Hamás al sur de Israel, en el que militantes palestinos mataron a casi 1.200 israelíes y secuestraron a unas 250 personas, claramente implicó crímenes de guerra descarados. En opinión de muchos expertos jurídicos, también lo ha sido el posterior ataque de Israel contra Gaza, que se estima que mató a más de 35.000 personas y llevó al territorio al borde de la hambruna debido a la obstrucción de la ayuda humanitaria por parte de Israel.

Al final de la tercera semana del bombardeo israelí de Gaza, Khan estaba en el terreno en el cruce fronterizo de Rafah. Posteriormente realizó visitas a Cisjordania y al sur de Israel, donde fue invitado a reunirse con los supervivientes del ataque del 7 de octubre y con los familiares de las personas que habían sido asesinadas.

En febrero de 2024, Khan emitió una declaración enérgica que los asesores legales de Netanyahu interpretaron como una señal siniestra. En la publicación de X, de hecho advirtió a Israel que no lanzara un ataque contra Rafah, la ciudad más meridional de Gaza, donde en ese momento se refugiaban más de un millón de personas desplazadas. "Estoy profundamente preocupado por el bombardeo reportado y la posible incursión terrestre de las fuerzas israelíes en Rafah", escribió. “Quienes no cumplan con la ley no deberían quejarse más tarde, cuando mi oficina tome medidas”.

Los comentarios provocaron alarma dentro del gobierno israelí, ya que parecían desviarse de sus declaraciones anteriores sobre la guerra, que los funcionarios habían considerado tranquilizadoramente cautelosas. "Ese tuit nos sorprendió mucho", dijo un alto funcionario.

Las preocupaciones en Israel sobre las intenciones de Khan aumentaron el mes pasado cuando el gobierno informó a los medios de comunicación que creía que el fiscal estaba contemplando órdenes de arresto contra Netanyahu y otros altos funcionarios como Yoav Gallant. La inteligencia israelí había interceptado correos electrónicos, archivos adjuntos y mensajes de texto de Khan y otros funcionarios de su oficina. "El tema de la CPI subió en la escala de prioridades de la inteligencia israelí", dijo una fuente de inteligencia.

Fue a través de comunicaciones interceptadas que Israel estableció que Khan estaba considerando en un momento entrar a Gaza a través de Egipto y quería ayuda urgente para hacerlo “sin el permiso de Israel”. Otra evaluación de la inteligencia israelí, que circuló ampliamente entre la comunidad de inteligencia, se basó en la vigilancia de una llamada entre dos políticos palestinos. Uno de ellos dijo que Khan había indicado que una solicitud de órdenes de arresto contra líderes israelíes podría ser inminente, pero advirtió que estaba "bajo una tremenda presión por parte de Estados Unidos".

Fue en este contexto que Netanyahu hizo una serie de declaraciones públicas advirtiendo que una solicitud de órdenes de arresto podría ser inminente. Hizo un llamado a “los líderes del mundo libre para que se opongan firmemente a la CPI” y “utilicen todos los medios a su disposición para detener esta peligrosa medida”. Y añadió: “Calificar a los líderes y soldados de Israel como criminales de guerra echará combustible para aviones al fuego del antisemitismo”. En Washington, un grupo de senadores republicanos de alto rango ya había enviado una carta amenazante a Khan con una advertencia clara: “Apunta a Israel y nosotros te atacaremos a ti”.

Mientras tanto, la CPI ha reforzado su seguridad con redadas periódicas en las fiscalías, controles de seguridad de los dispositivos, áreas sin teléfono, evaluaciones semanales de amenazas y la introducción de equipos especializados. Un portavoz de la CPI dijo que la oficina de Khan había sido objeto de "varias formas de amenazas y comunicaciones que podrían verse como intentos de influir indebidamente en sus actividades".

Khan reveló recientemente en una entrevista con CNN que algunos líderes electos habían sido “muy directos” con él mientras se preparaba para emitir órdenes de arresto. "'Este tribunal está construido para África y para matones como Putin', fue lo que me dijo un alto líder"

A pesar de la presión, Khan, al igual que su predecesor en la fiscalía, decidió seguir adelante. La semana pasada, Khan anunció que buscaba órdenes de arresto para Netanyahu y Gallant junto con tres líderes de Hamás por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Dijo que el Primer Ministro y el Ministro de Defensa de Israel fueron acusados ​​de responsabilidad por el exterminio, el hambre, la denegación de suministros de ayuda humanitaria y ataques deliberados contra civiles.

De pie frente a un atril con dos de sus principales fiscales –uno estadounidense y el otro británico– a su lado, Khan dijo que había dicho repetidamente a Israel que tomara medidas urgentes para cumplir con el derecho humanitario. “Subrayé específicamente que el hambre como método de guerra y la denegación de ayuda humanitaria constituyen delitos del Estatuto de Roma. No podría haber sido más claro”, dijo. 
“Como también subrayé repetidamente en mis declaraciones públicas, quienes no cumplen con la ley no deberían quejarse más tarde, cuando mi oficina tome medidas. Ese día ha llegado”.



* Publicado en The Guardian, 28.05.24.

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